ANTONIO LUIS GINÉS/ Entrevista: Rafael Calvache

Antonio Luis Ginés

—ECP: En tus palabras creo ver una crítica a la poesía de la experiencia. ¿Crees —son palabras de Pedro Granados— que la poesía de la experiencia se ha convertido en un lastre, en una poesía terriblemente vieja, en una poesía banal desde el punto de vista del producto elaborado?

—ALG: No es una crítica sólo a ese tipo de poesía. Lo es a cualquiera que se rija por esos parámetros que nos alejan de lo realmente poético. Llegados a ese punto sí que se convierte en un lastre que marca además nuevas voces bajo el prisma de la repetición, el cansancio y la monotonía, creando una “normalidad” auténticamente nociva para la poesía, y engañosa cara al lector, en el que también crece la confusión.

Texto completo «CAFÉ POÉTICO»

Cuando llegamos ya nos espera. Delante encontramos un hombre tranquilo. Clava sus pupilas en nosotros mirando de frente. Una pierna cruza la otra. Sobre la mesa de la cafetería donde nos sentamos un cuaderno de notas y un bolígrafo. Es Antonio Luis Ginés, cordobés, escritor. Poeta.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: Sabemos que has escrito otras cosas aparte de poesía. ¿Qué tiene la poesía que no lo tenga la novela o el relato?

—ANTONIO LUIS GINÉS: Tiene más mala leche. Te exige mucho, reducir al mínimo lo que quieres, más bien intentar, expresar, con capacidad de golpeo, dejar al lector noqueado desde la emoción o el sentimiento. No es lo que tiene la poesía, sino el vínculo tan fuerte que establece contigo y del que no resulta fácil desprenderse. Uno puede escribir una novela, cuentos, pero son trabajos con principio y final. La poesía es un capítulo más etéreo en el sentido de que no llega a cerrarse nunca del todo aunque el libro esté publicado y supuestamente cerrado (a nivel formal o estético); las emociones, los sentimientos, es un terreno que uno no termina de explorar a fondo por más empeño que ponga; está sujeto a otras leyes.

—ECP: Hablas de explorar, de emociones, sentimientos, de otras leyes. Tu poesía está llena de situaciones cotidianas aunque siempre desde un punto de vista muy íntimo. Muy desde el corazón. ¿Te consideras un poeta de la experiencia?

—ALG: No. Partiendo de las premisas que rigen lo que se entiende por experiencia como movimiento estético. Es posible que en mi primer libro, a mediados de los 90, hubiese algunos guiños, pero mira hoy: es fácil hacer poesía de la experiencia, si me apuras es hasta lo más socorrido, y claro, luego salen libros como churros que no quedan en la retina porque están muertos antes de nacer. Eso sí, no quitan para que alcancen cierto nivel de éxito, a veces garantizado, ya que detrás hay otros muchos elementos que nos gusten o no, inclinan la balanza y llegan a confundir. Con mi escritura trato de ir más allá, trasciendo el hecho como tal, ahondo en él, desde ese yo distanciador que se aprecia en los poemas. Vicente Mora en su Canon sobre la poesía española, acierta a colocarme en la poesía de la Indagación expresiva. Nada ver que ver con la Experiencia.

—ECP: En tus palabras creo ver una crítica a la poesía de la experiencia. ¿Crees —son palabras de Pedro Granados— que la poesía de la experiencia se ha convertido en un lastre, en una poesía terriblemente vieja, en una poesía banal desde el punto de vista del producto elaborado?

—ALG: No es una crítica sólo a ese tipo de poesía. Lo es a cualquiera que se rija por esos parámetros que nos alejan de lo realmente poético. Llegados a ese punto sí que se convierte en un lastre que marca además nuevas voces bajo el prisma de la repetición, el cansancio y la monotonía, creando una “normalidad” auténticamente nociva para la poesía, y engañosa cara al lector, en el que también crece la confusión.

—ECP: Sin embargo reconoces que en tu primer libro, Cuando duermen los vecinos, publicado en 1995, sí que hay un cierto guiño a la experiencia. De hecho, el lector de tu obra podrá apreciar una clara evolución en tus tres títulos publicados. ¿Consideras que ese cambio es el reflejo de tu propia evolución personal o es una huida hacia delante, premeditada y consciente, en busca de nuevas formas estéticas que nada tienen que ver con tu manera de ver el mundo?

—ALG: Ambos aspectos van entrelazados. A través de la evolución del individuo, de su quehacer y búsqueda cotidiana, va uno acercándose al lenguaje que más se logra adaptar a lo que se quiere expresar, comunicar, compartir. A medida que escribo libros me voy hallando más cómodo, no sólo por las tablas y el trabajo, sino también porque va hallándose un espacio propio, una voz definida que puede marcar, el territorio de una escritura. Eso no quiere decir que el primer libro fuese un libro “incómodo”, sino que las increíbles ganas por contar aún no tenían el cauce de expresión adecuada, en equilibrio, pero ya se podía intuir, que no me iba a conformar con lo primero que encontrase, sino que indagaría hasta encontrar un equilibrio entre mi forma de ver el mundo y la estética para expresarlo.

—ECP: Ya que hablas de lenguaje, en tu poesía, en su evolución, se observa una clara búsqueda de la palabra precisa para el verso, una búsqueda de la palabra que no se encuentra en contradicción con la elección de un lenguaje sencillo, accesible y cotidiano. Vivimos en tiempos (poéticamente hablando, claro) donde lo críptico, lo incomprensible —tan en boga ahora— parece que otorga a la obra una seriedad, una dificultad que hace al autor más “interesante”. ¿Por qué esa opción por la sencillez?

—ALG: Es arriesgado manejarse en este terreno, soy consciente de ello, sin embargo tras esa aparente sencillez subyace una complejidad en la construcción, elaboración y en el resultado final que no todos los lectores descubren.
No sé a ciencia cierta por qué elegí esta opción o si ella me encontró a mí y decidió quedarse, lo que sí sé que el lenguaje de las emociones, de los sentimientos requiere sencillez para una aproximación profunda y misteriosa hacia lo más vital.

—ECP: Esa sencillez ha estado presente en tu obra desde tu primer libro, así como la permanencia de ideas clave y constantes como la soledad, la memoria o la búsqueda que dotan a tu obra de una unidad indiscutible. En 1995 publicaste Cuando Duermen Los Vecinos, en 1998 Rutas Exteriores, con el que ganaste el premio nacional de poesía Mariano Roldán (del que ya hablaremos), y en 2005 Animales Perdidos. Es decir, tres libros en 10 años. ¿Cómo consigues mantener con tanto tiempo entre libro y libro esa unidad que se aprecia en tu obra?

—ALG: Soy un trabajador de fondo. No dejo de escribir, aunque no publique todos los años. Trabajo antes de llegar al papel, con un sentido poético ya en lo visual, en lo que el ojo ve o el corazón siente, exploro, indago, pienso, pero sobre todo trato de bucear entre los sentimientos, las sensaciones y las emociones; de alguna manera preparo el terreno para que cuando aterricen los versos hallen un cierto acomodo, luego las condiciones pueden surgir de manera imprevisible (como así suele ocurrir) aunque casi siempre dentro de unas coordenadas. Supongo que, bajo estas constantes, se va manteniendo esa unidad de la que hablas.

—ECP: Y, ¿para cuándo un nuevo libro?

—ALG: Espero que para muy pronto, sin embargo yo no decido. Quizás en octubre, noviembre a más tardar, vea la luz un libro que va a significar un punto y aparte, una vuelta de tuerca, en mi trayectoria.

—ECP: ¿En qué sentido?

—ALG: En el sentido de que no es lo que vengo haciendo, al menos en la forma, ya que esa inclinación mía hacia la prosa se vuelve descarada y fronteriza. Sí, no invento nada ni quizás lo trato, pero a esa voz unitaria de la que hablas que vengo manteniendo, le pongo un ritmo diferente, y como monólogo dramático pongo en boca de otros aconteceres y pensamientos. De todas formas resulta algo comprometido hablar del libro antes de que el lector se encuentre, cara a cara, con él. Tras esa experiencia todo puede cambiar; mi intención y el resultado del encuentro.

—ECP: ¿Podrías adelantarnos algo como editorial, título, tema…?

—ALG: La editorial será La Carbonería, que tras bastante tiempo fuera de circulación parece recuperar ese gusto por la edición. El tema versa sobre esos “picados” que hacemos a diario en la vida, y que igual nos quitan el aire que nos lo insuflan. Lo descarnado se alterna, en un equilibrio constante, con la ternura de ciertos momentos, ciertos personajes, ciertas voces interiores.
Primero hay que leerlo, luego teorizar si se quiere.

—ECP: Lo leeremos y teorizaremos, claro, aunque eso será en octubre o noviembre cuando vea la luz el libro cuyo título no has desvelado… (Sonrisa cómplice de Antonio Luis). Mientras tanto y para ir terminando la entrevista me gustaría que nos citaras 10 autores y 10 libros que sean o hayan sido importantes para ti y quieras compartir con nosotros.

—ALG: Ceñirme a diez libros no es fácil. Máxime teniendo en cuenta que no recuerdo un solo momento de mi vida con ausencia de libros fundamentales para mí. En estos momentos, en lo que a poesía se refiere, y así a vuelapluma, serían, más o menos, Las Flores del Mal de Baudelaire, Obra poética completa de César Vallejo, Poesías reunidas de Eliot, Canto general de Neruda, Antología de Álvaro Campos de Pessoa, Bajo una luz marina de Raymond Carver, Las personas del verbo de Gil de Biedma, Memoria y deseo, obra poética de Vázquez Montalbán, Poesías completas de Cesare Pavese, El gran número de Wislawa Szymborska. En cuanto a los autores, la lista viene a coincidir con los autores de los libros que te acabo de enumerar.

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