Archivo por meses: julio 2007

Idea de un taller de creación literaria en la universidad

Parte o trabaja desde la “cultura común” para entrar a las humanidades. En este sentido, está atento a los canales donde la “cultura común” usualmente se manifiesta: red, periódicos, televisión, etc. Pero no se trata de llevar a los talleristas hacia una preestablecida alta cultura, sino que –idealmente– es necesario que cada uno lleve a cabo su propia crítica cultural (Culler 149-150). En pocas palabras, el taller debe propiciar el diálogo entre las diversas culturas comunes y la de los textos canónicos que generalmente entendemos como humanidades. En definitiva, y antes que nada, debemos recordar siempre que Humanidades es también el plural de humanidad (Culler 148).

Jonathan Culler, “El futuro de las humanidades”. En: El canon literario. Enric Sullà (ed.) Madrid: Arco/ Libros, 1998, pp.139-160.
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POESÍA LATINOAMERICANA DEL SIGLO XXI

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Este breve artículo es propiamente la reescritura de una reseña que hiciéramos del libro de Julio Ortega: El turno y la transición. Antología de la poesía latinoamericana del siglo XXI (Madrid: Alianza Editorial, 1997). Un criterio del antologador era incluir a poetas que, e esa fecha, no hubieran cumplido aún los 40 años; pero el más importante era intentar leer la poesía latinoamericana a manera de lo que nos sugiere, por ejemplo, el título de una novela de Elena Garro, Memorias del futuro, o de lo que ya considerara Aldo Pellegrini en el prólogo de su famosa obra: “Una antología que se anticipe al tiempo, que en lugar de ser tumba de poetas, descubra a los que vivirán mañana, es tarea que vale la pena emprender” (Antología de la poesía viva latinoamericana). Eran algo más de ochenta los antologados que representaban a Argentina, Bolivia, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba, Uruguay, México, Chile, Colombia, Venezuela, Estados Unidos (California y Texas), Ecuador y Perú; algunos figuraban con un solo poema, mientras otros lo hacían con varios textos.
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TALLER DE NARRATIVA: Hora PUCP/ Aldo Ponce Antinori

LIT 114: TALLER DE NARRATIVA (2007-I) para los EE. GG. Letras, como su nombre lo indica, es un espacio para ensayar la práctica y la reflexión sobre la propia escritura; en el caso específico de la sección del Taller que hemos asesorado, aquélla vinculada a la composición de una novela breve por parte de cada uno de los alumnos. En este sentido, y no sólo porque la novela es un género literario abierto por antonomasia y que admite o puede integrar virtualmente a todos los demás, el lector se topará generalmente con textos híbridos. Este carácter experimental e inclusivo de la novela ha sido el perfil aprendido y debatido constantemente entre el profesor y los estudiantes. Y ahora el lector lo tiene a su alcance. Sólo cabe precisar que hemos sido profesores, mas no editores; es decir, la responsabilidad de la presentación de estos trabajos –por ejemplo, la ortografía– corre por cuenta irrestricta de los talleristas.
Asalto PUCP
Hora PUCP
Estábamos en clase de Física General en un aula de estudios generales, escuchando al profesor y sus recurrentes frases, haciendo mofa de ellas sin que se diera cuenta.

– Yo diría que el problema está resuelto, la respuesta es inmediata
– La respuesta es inmediata –remendándolo casi instantáneamente-
– Jajaja
– Shhh! Cuidado Renato, que te escucha y te friegas
– No creo Jorge
– Ahora pasemos a otro tema, uno bien sencillo
– Uno sencillo –nuevamente-
– Bien sencillo, te faltó eh, jajaja
– Pero por ahí va
– A ver esos alumnos, se retiran de la clase por favor
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Raúl Brozovich, El duro oficio de vivir (Cuzco: Universidad Nacional San Antonio de Abad, 2006)

Brozovich
Poeta que entreveé lo imposible en medio y a pesar del mar de lo previsible, racionalidad política –que atenaza inteligencia y corazón– y cierto manido canon literario típico de los escritores de su generación (Neruda, Whitman y España aparta de mí este cáliz), es Raúl Brozovich Mendoza (“yogoslavo por línea paterna e incaico por línea materna”). Y lo entreveé, precisamente, porque andaba abierto y atento a otras influencias que matizaron su propia poesía (Borges, Parra y la mejor poesía española, de Góngora a Cernuda). Obviamente, hablamos de un canon de lecturas en debate más que de uno de autores. Y Brozovich, aunque intuitivo, leyó con inconformidad y auténtico apetito. Esta actitud, más aquélla de repasar las calles y no sólo las páginas de los libros, lo asemeja a uno de sus coetáneos, Pablo Guevara; aunque en los versos de aquél hallemos, más bien, referencias claras a otros de sus contemporáneos, como Alejandro Romualdo y Manuel Scorza. Reiteramos, en el espectro de la poesía “social” de los autores de los años 50, Brozovich jamás se volvió “puro”, mas sí tierno, imaginativo y reflexivo.
Desafortunada edición incompleta de su obra, y quizá también insuficientemente revisada, es la que tenemos entre manos. Alguien (no lo precisa Mario Pantoja en el prólogo), que no siendo pariente se considera dueño de originales y de derechos de autor, se negó a brindar más textos para este volumen. Sin embargo, El duro oficio de vivir, reúne siete cuadernos –de “La rosa blindada” a “Pop art”– que constituyen de por sí una fuente calificada para iniciarnos en la lectura integral y el estudio de este importante poeta peruano fallecido hace poco. Por último, cabe destacar que –a manera de colofón– en esta edición figura la única entrevista que el poeta concediera en vida, se titula “La poesía es un sueño errante” y se la debemos a Mario Guevara Paredes.
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Trilce: muletilla del canto y adorno del baile de jarana

“Me contó Georgette [Philippart de Vallejo] cómo el cholo [César Vallejo] en días de fiesta solía bailar marinera con paisanos llegados a París. Pero de pronto se alejaba de su pareja y se quedaba solo con su pañuelo en alto” [“Entrevista inédita de César Lévano a Georgette”, El Popular (Lima, 5/ 12/ 84)]

Sumilla
Esta es, en rigor, pequeña muestra y esbozo de un trabajo mayor donde se lea todo Trilce en clave de jarana limeña; es decir, en tanto y en cuanto evento oral-musical y corporal contextualizado en la historia del Perú –en particular el de los años veinte del siglo pasado– y donde, por lo tanto, sus actores (en este caso concreto Lima y César Vallejo) guardan específicas relaciones de afinidad y de mutuo rechazo.
Creemos que Trilce, como muletilla del canto y adorno del baile de jarana, va más allá de incidir en la naturaleza multidimensional de este maravilloso libro de 1922: letra, ritmo y coreografía, a un tiempo. Nos invita a pensar que la suerte de los indígenas –la Sierra de su Perú– no fue la única que desveló a César Vallejo, sino que el mestizaje y modernización de Lima también coparon su interés; muy en particular, lo seguiremos investigando, la presencia y rol de lo afroperuano. Ingrediente, es obvio, sin lo cual no es posible la marinera y, creemos, no lo sería tampoco este poemario.

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A N.K.

Ha pasado el tiempo
y sigo escribiendo sobre la mesa de la cocina.
Así, la lluvia sigue cayendo para nosotros.
Así, cuando nos enamoramos
estamos siempre al borde de la muerte.
Y así, la muerte está tiernamente
siempre con nosotros.
Pero, la verdad, de esto no deseo hablar,
sino disponerme de algún modo
sobre la página que toco y huelo,
sobre mi página adolescente,
sobre mi núbil página
que gusta las canciones de amor.
Sobre mi contemplativa página
que es una ventana a otro mundo.

De EL FUEGO QUE NO ES EL SOL (1993) »Leer más

Los nuevos caníbales: la más reciente poesía del caribe [insular] hispano

LNC
Así reza el título del interesante libro que tenemos al frente[1], motivo de esta reseña. Selección internacional a cargo de Alex Pausiles (Cuba), Pedro Antonio Valdez (República Dominicana) y Carlos R. Gómez Beras -junto con Angel Rosa Vélez, también de Puerto Rico – de lo más representativo de los poetas nacidos a partir de los años 50 y adscrita al sueño hostoniano de una identidad caribeña. De entrada, y como es de suponer, debemos reparar que la riqueza de una antología reside tanto en la calidad intrínseca de sus poetas como en la presentación -comentario y selección de textos- que de estos hacen sus antologadores.

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La poesía dominicana: “el secreto mejor guardado del Caribe” (Entrevista)

Gómez RosaAlexis Gómez-Rosa (Santo Domingo, 1950), entre1973 (Oficio de post-muerte) y 2005 (La guerra de los mamíferos), lleva ya publicados diez poemarios. A un tiempo local y cosmopolita, su obra poética se considera notable, por unanimidad, dentro y fuera de su propia patria. Asimismo, es un referente imprescindible para hablar sobre poesía, la de aquí y la de acullá, por su comprobado ejercicio de la crítica disperso en ensayos, artículos periodísticos y ya numerosas entrevistas; como por su talento, lo comprobará enseguida el curioso lector, para jamás dejar de ser entretenido. En el espectro de las poéticas que en este mismo comienzo de milenio, a manera de hojaldres, conviven en la República Dominicana (“poesía del pensamiento”, del espectáculo, del “das Ding” o del neo-testimonio), quizá lo más apropiado en su caso sería hacerle corresponder la del espectáculo; aquella capacidad, tan suya, de apropiarse de todo y de experimentar exitosamente con todo eso (haiku, “británico modo”, poesía concreta, etc.) que le perdonamos, y no menos nos encandilamos, incluso a expensas de saber que son los atributos de un gran actor. [P.G.]
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Alturas de Samaypata

I
Samaypata es un Machu Picchu en pequeño,
nos dicen. Y el vulgo acierta.
Hora y media cuesta dejar atrás
el calor de Santa Cruz de la Sierra.
E instalarse. Pasar
por entre el ojo de aguja de sus calles.
Sin tocar la piedra.
Sin poner las narices sobre la roca fría.
Saber que Samaypata nos espera.
Para morir. Para vivir
quizá aún más de esta manera.
Con su mansa arquitectura bajo nuestros pies,
eso nos dice.
Con su insondable pantalla de aire,
aquéllo nos ilustra.
Samaypata y el arte de morir,
de ir muriendo mientras caemos
en su profundo pozo.
Igual que en Machu Picchu.
Aunque Samaypata es la muerte personal,
no comunitaria ni sideral. Individual nomás.
Un día fuimos allí
con nuestra india camba
de largos cabellos, fuertes y oscuros.
Un día allí fuimos, en Lima,
cuando éramos niños
y jugábamos en torno
a una de sus huacas polvorientas.
El gol era la muerte,
pero esto aún no lo sabíamos.
Y el alborozo,
la misma alegría de ahora. Oscura alegría.
Sin poner las manos sobre la roca dura
ni los ojos cerrados sobre la fría piedra.

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