Poeta que entreveé lo imposible en medio y a pesar del mar de lo previsible, racionalidad política –que atenaza inteligencia y corazón– y cierto manido canon literario típico de los escritores de su generación (Neruda, Whitman y España aparta de mí este cáliz), es Raúl Brozovich Mendoza (“yogoslavo por línea paterna e incaico por línea materna”). Y lo entreveé, precisamente, porque andaba abierto y atento a otras influencias que matizaron su propia poesía (Borges, Parra y la mejor poesía española, de Góngora a Cernuda). Obviamente, hablamos de un canon de lecturas en debate más que de uno de autores. Y Brozovich, aunque intuitivo, leyó con inconformidad y auténtico apetito. Esta actitud, más aquélla de repasar las calles y no sólo las páginas de los libros, lo asemeja a uno de sus coetáneos, Pablo Guevara; aunque en los versos de aquél hallemos, más bien, referencias claras a otros de sus contemporáneos, como Alejandro Romualdo y Manuel Scorza. Reiteramos, en el espectro de la poesía “social” de los autores de los años 50, Brozovich jamás se volvió “puro”, mas sí tierno, imaginativo y reflexivo.
Desafortunada edición incompleta de su obra, y quizá también insuficientemente revisada, es la que tenemos entre manos. Alguien (no lo precisa Mario Pantoja en el prólogo), que no siendo pariente se considera dueño de originales y de derechos de autor, se negó a brindar más textos para este volumen. Sin embargo, El duro oficio de vivir, reúne siete cuadernos –de “La rosa blindada” a “Pop art”– que constituyen de por sí una fuente calificada para iniciarnos en la lectura integral y el estudio de este importante poeta peruano fallecido hace poco. Por último, cabe destacar que –a manera de colofón– en esta edición figura la única entrevista que el poeta concediera en vida, se titula “La poesía es un sueño errante” y se la debemos a Mario Guevara Paredes.
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