Acaso el problema universal con este binomio, Poesía/ Filosofía, sea una cuestión de empaque o mera convención; algo semejante a lo que cuando se trata de graficar el vuelo humano, según Gastón Bachelard, inevitablemente recurrimos a dibujar alas. Ergo, ambos términos o esferas van juntos o, mejor dicho, andas siempre intersecados. Si cito a Aristóteles, mi poema no se hace necesariamente filosófico; peor si hecho mano de una entomología de conceptos, por lo general, mi texto se tornará intransitivo y aburrido, por no decir ridículo. Pero cuando con la poesía toco, de una manera aquí un tanto pedagógica, las diferentes nociones de las humanidades puestas en concertado juego, la chunto, acierto, tanto de cara a mi ser más íntimo (haya o no haya ser) como ante el público (el cual jamás es un convidado de piedra). María Rosa Maldonado atraviesa aquí, transversalmente, el canon (literario y filosófico), aquel que prestigia la exactitud y fruición por la palabra (Borges, Cortázar, Pizarnik); deconstruye la narrativa platónica o metafísica occidental; y, de modo simultáneo, enarbola una perspectiva multinaturalista: tal como sucede en los cuadros de Gauguin, no hay entorno, el todo es el protagonista. La naturaleza en “Las hormigas” no es aquello superior o desconocido, tipo Horacio Quiroga, ni enemigo (novela “de la tierra”) ni enarbola primordialmente una perspectiva feminista o ideológica, a modo de “El árbol” (Elena Garro); sino que constituye, más bien, un guiño que nos pasa desapercibido o hemos olvidado. Y que los animales bien recuerdan. P.G.
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28/04/25: Manuel Fernández: La marcha de un poeta
Un tanto a modo de cierre de una reseña que hiciéramos del primer poemario del autor, Octubre (2006), decíamos:
pensamos que falta investigar en torno a la más adecuada edición o formato de sus versos en un futuro libro; la actual luce demasiado trajinada (moldes que, para el mundo hispano, vienen de la adaptación masiva del verso proyectivo anglosajón desde los años 60). Asimismo, acaso sería interesante templara un poco más las cuerdas de su vihuela y nos regalara un poco más de sí mismo; es decir, a alguien menos velado por la literatura… , a alguien más osado entre los ruidos ciertos de su ciudad natal (Granados 2006)
Respecto a este inicial reparo, y luego de siete años (2006 – 2013), podríamos decir que su siguiente poemario, La marcha del polen, aunque en el mismo formato, en algunos aspectos constituye un salto cualitativo; sobre todo, en la seguridad del pulso de la escritura y la nitidez de la propuesta. Épico, como en el caso de Octubre; aunque ahora en busca de “reconstruir la historia de su terruño, es decir, Breña” (Fernández Cozman 2013). Su terruño que no es el Perú ni Lima, salvo por analogía, sino un barrio popular y adyacente a la capital como es Breña. Lugar de intensa migración ya desde comienzos del siglo XX: provincianos que se aposentaban en los extramuros de la costosa y xenófoba Lima, capitalinos pobres desde antaño, negros y mulatos apiñados en el callejón, algunos extranjeros (aparte de los consabidos chinos, sobre todo, italianos, judíos y japoneses) tratando de salir adelante con lo suyo: altura y “buena” presencia o, si no fuera el caso, una tenaz voluntad de trabajo. Claro, distrito lleno de vagos también (aquellos “Sampietris” de la tira cómica) o de lleno gente de “mal vivir” (inconmensurablemente cívica frente a la violencia de ahora mismo). Breña que, si lo observamos en detalle, la constituyen asimismo variados núcleos o discretas cuencas culturales: Nosiglia, barrio mulato, un tanto marginal dentro de lo marginal, donde encontramos la Gran Unidad Escolar Mariano Melgar; Chacra Colorada, provincianos agrupados alrededor de su tan imantado y desbordado mercado de abastos; la zona adecentada de sus avenidas (Alfonso Ugarte, Brasil, Venezuela, Bolivia o Arica); y un zona industrial colindante con la Av. Tingo María, y ex guarida de fumones, la cual era el límite natural del distrito hasta los ríos, mosquitos y potreros que luego constituirían otras nuevas urbanizaciones del Cercado de Lima. Breña evangelizada, en general con éxito, por laboriosos salesianos, hermanos de la Salle y jesuitas; no iríamos a encontrar en su contorno la zamacueca desenfrenada de La Victoria ni los valses y polcas por varios días consecutivos de los Barrios Altos. En su “relato” o puesta en escena, Manuel Fernández parte y se orienta desde Nosiglia hacia el resto del distrito; en específico, desde una piscina (a la que nosotros mismos asistimos de escolares); es decir, pareciera que el autor hubiera vivido por aquí, y estudiado en el colegio Salesiano (primera cuadra de la Av. Brasil). Ahora, abundan las anécdotas sabrosas y también las calculadas infidencias, como aquélla en que el sujeto poético filtra que se apoya sobre “tres piernas”; indicio de carácter sexual que condice significativamente con el lema del libro, La marcha del polen. Aunque, en modo alguno, nos hallemos ante Arcadios y Remedios de una Cien años de soledad. La nostalgia se impone e incluso ahoga la crítica socio-política. En otras palabras, un sujeto poético sin nítidas convicciones ni resoluciones debilita, también, la ambición argumentativa del poemario; al final, los problemas o las injusticias únicamente se exponen. Un dron, a bajo vuelo, observa, gira y otra vez se pierde. El niño Jesús de Chilca no es lo más adecuado para auscultar el sedimento de un barrio pobre, arrecho y violento como Breña; tanto la mirada burguesa de Antonio Cisneros como la crítica tan elogiosa de La marcha del polen por parte de José Carlos Yrigoyen (dueño de El comercio) no dan para esto. Aquí se precisaba del aguafuerte de los versos de Pablo Guevara, no del pastel o la acuarela.
Sin embargo, y a muy buena hora, esta mirada tenazmente tímida o conciliadora va a resquebrajarse y estallar (sin alienar cultismos ni buen humor) en los siguientes libros de nuestro autor; por ejemplo, en El hombre (2024). Diez años después de La marcha del polen y casi veinte desde Octubre, Manuel Fernández irá a constatar –junto a Carlos Germán Belli, George Orwell y Franz Kafka– aquella osadía que reclamáramos a su primer poemario y que en El hombre luce cumplida y tan persuasiva como en el siguiente poema:
Poema para ser leído cada 1 de mayo
Yo
Manuel Fernández
ex colaborador
a tiempo completo
padre de dos
con condición
sobrepeso
e hipertenso
declaro:
que habiendo pertenecido al sector formal
privado
asalariado
no hube alcanzado la felicidad
jamás
ni la seguridad
ni la tranquilidad
que prometen
el sistema
y su bien diseñada
publicidad
pese
a los quince sueldos
seguro y escolaridad afectos
pues
las vísceras
se me desacomodaron
siempre
obligado como estaba
al empleo geométrico de mi tiempo
y por tener que vestir
siempre
de camisa
y pantalón
y saludar
siempre
a todos con una sonrisa
y dispuesto
siempre
a llevar como un estandarte
la camiseta de la empresa
su misión
su visión
a todas partes
mi sumisión
a todas partes
como horas extras
que no figuraron
nunca
en ninguna boleta
obligándome siempre y
por contrato
a retener la micción
la defecación
un poco más de consideración
y a poner
siempre
la otra mejilla
si así lo requerían
los que ocupaban
los pisos de arriba
cuidándome
siempre
de reservarme mis opiniones
pero registrando todo
sin soltar palabra
para que aquel que nos vigilaba
no se enterara
del sentido
y la urgencia
de sustraerse un poco
del evangelio
de la excelencia
de la productividad
y la proactividad
que tanto
de las testes
me tenía inflamado
porque el verbo
empresarial
nunca
se hace carne
en la mesa
de nadie
acostumbrado
como está
a la inflación
y a la fluctuación
permeable
como es
también
a la valía y
plusvalía
a crisis y pullas
y políticas represivas
que dejan en claro
que hay que ser
tremendo cojudo
para creer
que el mercado tiene vida
que existe
y transpira
y que por sus propios principios
se disciplina
cuando más bien
son los trabajadores
los que sacrifican
sudor
energía
los que ofician el milagro
por el que
la rueda
todos
los días
gira.
27/04/25: “Todas las batallas perdidas”/ Joaquín Juan Penalva
“Todas las batallas perdidas” nos remite a la proyección de un mural cultural, aquí, película, episodio histórico, otra vez una película; ante la cual, una vez concluida, quedamos tan tranquilos como desollados. Jirones de cultura de los que Penalva ha rescatado un enésimo, aunque entrañable, personal anacronismo. Proceder de la inteligencia y de la poesía que se hacen urgentes. Deconstruir sin sustraer a la cosa su cuerpo; filosofar sin que en nuestro tamiz se excluya la sangre; en fin, recordar aquello que continúa vivo y presente. Tratar una puesta en escena cotidiana desde las tablas y hacia el espectador y, de modo simultáneo, socializar aquello que sucede entre bambalinas. Este ejercicio de autonomía y gracia lectora, creemos que debería fomentarse como una práctica ciudadana de hoy y hacia el futuro. No creer de buenas a primeras en ninguna de las múltiples aristas de lo que vemos o que nos dicen (que veamos), previo a nuestro soberano desmontaje. Sobre todo, si se guarda la propia temperatura de las cosas que se desmontan; es decir, si nuestro procedimiento nos es mero eslabón de una agenda teórica más, y mayor manipuladora todavía. P.G.
25/04/25: [Moro y Led Zepellin]
Moro y Led Zepellin
Un mismo neumático quemado
Al sol expuesto
Moro no se entregó a Moro
No se animó a dejarse llevar y fluir
Tal como César Vallejo
El Vallejo escondido y reptante dentro de la serpiente
Moro pensó cayó en la cuenta
Tal como el mar partido partió su pensamiento
Y esto mismo lo escindió
La tortuga ecuestre va de visiones a silogismos
Y viceversa
Otea fragmentos y añade pliegues
No es una piedra que luego es el mar y luego
Un inmenso y suculento repollo
Moro dio crédito a E. A. Westphalen
Y por eso dejó de dar oídos a César Vallejo
Lo cual le hubiera ahorrado torturantes cambios
De género de luz de sujeto poético
Vallejo que no es Zepellin salvo
Por aquella Jimmy Page’s guitar
Westsphalen el más indigente de los poetas urbanos
Del Perú el más extraviado de todos
Desubicado aunque influyente como es lo usual
Y hasta el día de hoy
¿Hablo de Moro hablo de Vallejo hablo de MVLL
Que siempre desconfió del Cholo
Porque le fueron mucho más asequibles
5 metros de poemas y La tortuga ecuestre?
Hablo de mí y de la alegría que me toca
Y del dolor que se me avecina
Dolor en tanto ozono
Que se disipa cuando acaba la madrugada
Mario Vargas Llosa y José María Arguedas
El astuto y el cándido
El prudente y el confiado
Uno que ha regresado hoy y el otro que parte
Vallejo era el fin y el principio
©Pedro Granados, 2025
22/04/25: FESTIPOELIMA 2025
Participaré en este festival, junto al poeta Vladimir Herrera, el día 25 de abril, 4: 30 pm, Librería de Lima
Jr. Cailloma 843. Centro de Lima
PROGRAMA
21/04/25: MVLL, la fiesta de la literatura
20/04/25: Vallejo:17 de diciembre de 1930*
Vallejo serpiente
Entre chofer de camión
O boxeador de provincia
Únicamente las putas
Y la policía te miran tal como eres
(Adolfo Venegas dixit)
Jesucristo camino del Gólgota
O un parpadeo de Inkarrí
Un momento de desánimo
Parapetado bajo tu camisa
Detrás del nudo de tu corbata
Tu cuerpo apanado en harina
Para freírte mejor
Para comerte para beber de ti
Todavía no nos han dado de alta
Convalecientes eternos
De un mal que ignoramos
O que tercamente negamos
Y dejamos pasar de centuria a centuria
Que desde la garganta anudada hasta los pies
No somos de este mundo
Y esto constituye el verdadero secreto
Nuestro problema secular
La incógnita que nos desvela
Qué hemos hecho de nuestro vientre
De nuestro sexo
De nuestras piernas debajo de aquella lanilla
Cómo caminamos y lo que somos mientras comemos
Y cómo se manifiesta aquello que engullimos
El cuerpo de aquel boxeador, nuestro gran desconocido
Los genitales del poeta sin responder
Todavía
Los golpes del corazón el calibre de sus nervios
Las tamañas fauces del canto
©Pedro Granados 2025
“Según explicó Gianuzzi en su muy informada exposición, ambas fotografías fueron tomadas en París, en diciembre de 1930, cuando Vallejo tenía 38 años. Y corresponden a un episodio muy particular: mientras andaba por las calles de la capital francesa junto a unos amigos, el poeta fue detenido por la policía, que lo acusaba de pertenecer a un grupo comunista”
19/04/25: Vargas Llosa y el fuego de la tribu/ Julio Ortega
(El Público, Barcelona; Eñe, Buenos Aires; Revista de Milenio. México)
El Premio Nobel hará que la obra de Mario Vargas Llosa sea, por fin, leída más allá de la política. Los que nos hemos peleado con sus ideas neoliberales nos sentimos reivindicados por el Nobel, que libera su obra literaria como tal. Como yo fui amigo suyo en su época izquierdista, cuando vivíamos en Barcelona, y nos perdimos de vista durante su época neoliberal, estoy feliz de poder recuperarlo, ya que su obra estuvo siempre a la izquierda de él mismo. Después de todo, hemos coincidido en la crítica de estos tiempos de corrupción y violencia, y compartimos el compromiso con los derechos humanos. Ya hace un par de años que finalmente nos reconciliamos.
En literatura soy de un optimismo permanente. Creo que el ejemplo de MVLL como artista apasionado fomentará la lectura pero también el culto de la literatura, que él encarna como pocos, y sin el cual no se puede llegar muy lejos. Espero, por lo pronto, que la nueva literatura peruana sea, por fin, tomada en serio por los lectores del español, más provinciano que nunca ahora que nos hemos vuelto globales. La clase política y gerencial que desgobierna el país (no olvidemos que, casi como en una novela de Mario, la corrupción actual es exactamente el otro lado del mito del mercado libre), confío que por fin acuda al menos a la Feria Internacional del Libro, en Lima, donde han exagerado su ausencia. En todos los paises civilizados las autoridades públicas asisten a las Ferias y hasta el Rey de España compra un libro. En el Perú, no han asistido nunca.
Hace tiempo que he propuesto que la obra de MVLL se puede leer como una arqueología del mal. Su famosa primera linea de Conversación en la Catedral (“en qué momento se jodió el Perú”) se puede traducir bien a cualquier habla nacional (“en qué momento se chingó México,” por ejemplo, o “en qué momento se corrompió Cataluña”) porque corresponde a la genealogía del origen del mal-estar. Aunque viene de más lejos, esa visión deriva, en América Latina, de Octavio Paz y su noción agonista de que somos hijos de una “violación,” histórica y existencial. De modo que la frustración nos define por un mal de origen, que nos destina al fracaso. Esta visión catastrofista, muy fuerte en los años 50, fue contestada puntualmente por el utopismo de los años 60, pero la frustración de los proyectos nacionales pronto nos devolvió al escepticismo. Aunque Mariátegui recomendaba escepticismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad, lo cierto es que los peruanos tenemos una excesiva intimidad con el descreimiento. Hasta la palabra “yo” nos resulta un énfasis del español. Pero la obra de Vargas Llosa es, además, un exorcismo. No sólo la ilustración de la debacle social y política sino su purgación, sacrificio y conjuro. Funde el agudo análisis de Voltaire a la furia descarnada de Dostoyevski. Su radical escepticismo tiene fuerza política porque denuncia el poder corruptor que, como en el gran realismo del siglo XIX, es intrínsico a la sociedad misma. En la novela española no hay todavía una visión equivalente del mal, donde en lugar de una deuda de origen podría haber un presupuesto original. Isaac Rosa, José Ovejero, Juan Francisco Ferré, Manuel Vilas están en ello, pulsando las entrañas del monstruo barroco, a punto de quemarse las manos.
No es casual, por ello, que MVLL haya elaborado la tesis de que todo artista es hijo de un desgarramiento. Esa extraordinaria deuda de origen define al escritor, que busca saldarla con renovado entusiasmo por la agonía de la purga. Los escritores felices, concluímos, no escriben buenas novelas; en cambio, los desdichados des-dicen el decir de que estamos mal-hechos.
De allí el extraordinario regusto en la derrota irredimible de personajes magníficos, cuyas heridas y cicatrices configuran su verdadero cuerpo heroico. Estos personajes viven el arrebato de su propia derrota, hasta convertirse en esperpentos deshumanizados. Se diría que MVLL ha explorado el asombro del dolor, que nos abre la mirada al horror despupilado de una verdad intolerable. Se trata de las estaciones de la pasión, sin consuelo ni promesas, del peregrinaje del hombre (el “hombre pobre” vallejiano, desamparado de los discursos reparadores), una y otra vez caído en su viacrusis social. Si en el lenguaje de Vallejo, Dios agoniza; en el de Vargas Llosa se ha ausentado definitivamente, y somos, como en la obra de García Márquez, “huérfanos de nuestros propios hijos.”
Aunque muchos de sus lectores hemos lamentado sus ideas políticas, hay que decir que Mario no sólo ha sido un formidable antagonista, cuya obra, está a la izquierda de su política; si no que ha mejorado el debate apasionado por las ideas y las certezas de la pasión. Al final, más allá de las posturas de la hora, esa vehemencia recorre su vida pública tanto como su escritura. Quizá, en una figura barroca de la agudeza, se pasó al otro lado de su obra para tolerar los demonios que la dictan.
En una época corrompida por el egoísmo, diezmada por la mediocridad de los lenguajes al uso, cuando ya no se reconocen valores sin precio, la obra de MVLL es un fuego de la tribu, que alumbra esta noche negra del mundo en español.
18/04/25: El poeta Granados, según la IA
Pedro José Granados Agüero fue un poeta peruano, perteneciente a la Generación del 50. Su obra poética es significativa dentro de la literatura peruana contemporánea.
Su poesía se caracteriza por varios elementos distintivos:
- Exploración de la realidad urbana y social: Granados Agüero a menudo plasmó en sus versos la vida en la ciudad, las tensiones sociales, la marginalidad y las experiencias cotidianas de la gente común. Su mirada poética se detiene en los detalles de la vida urbana y los traduce en imágenes poderosas.
- Lenguaje directo y coloquial: Su poesía tiende a utilizar un lenguaje más cercano al habla cotidiana, sin excesivos adornos retóricos. Esto le da a sus versos una sensación de autenticidad y conexión con el lector.
- Preocupación por el ser humano y su destino: En su obra se percibe una reflexión sobre la condición humana, la soledad, la búsqueda de sentido y el destino individual y colectivo.
- Influencia del surrealismo y el existencialismo: Aunque con un sello propio, en su poesía se pueden rastrear ciertas influencias del surrealismo en el uso de imágenes oníricas y del existencialismo en la exploración de la angustia y la libertad.
- Un tono a menudo melancólico y crítico: Si bien no siempre pesimista, su poesía a menudo tiene un tono de melancolía ante la realidad que observa y una crítica implícita a las injusticias y desigualdades.
Algunas de sus obras poéticas más importantes incluyen:
- “La torre de las paradojas” (1963): Considerado uno de sus libros fundamentales, donde se aprecian muchas de las características de su poesía.
- “El rostro de los días” (1976): Otra obra significativa que continúa explorando sus temas recurrentes.
- “Las comarcas invisibles” (1986): Un poemario que sigue profundizando en su visión poética.
- Antologías: Su obra también ha sido recogida en diversas antologías de poesía peruana.
Ejemplo de su poesía (intentando evocar su estilo, aunque no tengo un poema específico a la mano para citar):
Podría imaginar un fragmento en su estilo:
La ciudad levanta su rumor de latas y el asfalto devuelve un brillo opaco. Los hombres caminan con el peso del día en sus hombros cansados, en sus ojos vacíos.
Una sombra se alarga en la esquina como una pregunta sin respuesta. El tranvía chirría su queja metálica mientras la tarde se desangra en los techos.
¿Qué busca esta multitud silenciosa bajo el cielo de cemento y de olvido? Una esperanza tenue, quizás, un resquicio de luz en el laberinto.
Este es solo un intento de recrear el tono y los temas que caracterizan la poesía de Pedro José Granados Agüero. Para apreciar plenamente su obra, te recomendaría buscar sus poemarios y antologías en bibliotecas o librerías especializadas en literatura peruana. Su voz poética es una parte importante del panorama literario del Perú.
16/04/25: MVLL y Gonzalo Portocarrero, in memoriam
Frente a la obra y figura de Mario Vargas Llosa, —a propósito de La fiesta del chivo— podemos decir que admira de modo explícito al mundialmente famoso narrador porque justo con esta obra aquel ha vuelto «[…] a la gran literatura, ese arte rebelión que explora los escondrijos de la vida humana». Al respecto, Portocarrero apunta comentarios tan finos como el siguiente: «La impotencia de Trujillo [ante Urania Cabral, y poco antes del atentado que le costará la vida] es el reencuentro con su humanidad rechazada en nombre de su endiosamiento. […] El autor logra dar rostro humano al monstruo. Transgrede los estereotipos con sus intuiciones. Crea un mundo convincente, poblado de personajes verdaderos, hasta en su (in)humanidad profundamente humanos». Es decir, ni Portocarrero ni Vargas Llosa cultivan una escritura mecanicista. En última instancia, entre la serie literaria y la serie social existen siempre refracciones, extrañamientos o paradojas.
Granados, P. (2005). Rostros criollos del mal. Cultura y transgresión en la sociedad peruana. / Gonzalo Portocarrero. Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2004, 313 pp. Anthropologica, 23(23), 171-173. https://doi.org/10.18800/anthropologica.200501.008








