Archivo por meses: enero 2024

Góngora y el mar

Nuestra “tesina” de Master of Arts para Brown University (1993), “El mar como tema estructurante en la Fábula de Polifemo y Galatea de Luis de Góngora”, la asesoró el distinguido profesor gallego, Antonio Carreño.  Aprendí mucho del trrabajo y creo, asimismo, me permitió aportar al campo de los estudios del barroco.  Tan es así que Luis Jaime Cisneros, luego de publicarse nuestro trabajo en la revista Lexis (1994), me convocó a ofrecer un curso sobre “Barroco Hispanoamericano” para la Maestría en Literatura de la PUCP.  Apenas lo supe me puse a compendiar la bibliografía a proponer a los estudiantes; íbamos a trabajar, aparte de El Polifemo, el Primero sueño de Sor Juana y Diario de poeta de Martín Adán.  Pero no hubo suficientes inscritos para este curso electivo, así que no se dictó.  Sin embargo, nuestro compendio bibliográfico consta en el catálogo de la biblioteca de la PUCP.  A la distancia de treinta años de su publicación, considero que nuestra tesina conserva actualidad porque explora como objeto de estudio identidades complejas y en metamorfosis, en este caso la función o gravitación del mar en aquella Fábula.  Perspectiva que puede interpolarse a la mirada crítica que tenemos hacia otros temas u obras.

https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/lexis/article/view/5758/5748

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El poeta más odiado del Perú

El mote se le ocurrió a Vladimir Herrera, un día en el Cuzco, hace ya varios años.  Frase que debo agradecer porque de algún modo me hace semejante a Sócrates, acusado de ser: “culpable de corromper a los jóvenes y de no respetar a los dioses que respeta la ciudad, sino a otras divinidades nuevas” (Diálogos).  Habladurías frente a las cuales, en resumidas cuentas, el griego se defendería de la manera siguiente: “pienso que puedo presentar un buen testigo de que os digo la verdad: mi pobreza”.  Entiéndase, por un lado, no ostentar boato alguno ni beneficios ilícitos. Y, por otro lado, Sócreates no habla aquí de mi miseria, ni el considerarme damnificado de algo, ni el procurar –para facilitarnos la existencia–  permanecer en nuestros escritos ciegos o ajenos frente a la manipulación del poder.  Toda la historia de la literatura, incluida aquí la filosofía, se juega en esto; en la conciencia de nuestra radical pobreza y desnudez como paso previo para asumir nuestro oro  y vestir nuevas y mejor aderezadas ropas.  Cuniraya Viracocha ante el desamor de  Cavillaca, José Lezama Lima a partir del amor de José Martí, Góngora ante el mar que no es sordo, Grau en Punta Angamos, José María Arguedas acorralado por la academia local e internacional, César Vallejo contra la última luz del crepúsculo, el fervor de Clarice Lispector por la nada,  Jorge Eduardo Eielson de bruces sobre la mansa arena.  Sin odio no existe lo contrario, sin pobreza no hay abundancia, sin inteligencia o talento queda sólo, en poesía, un juego exibicionista, banal y estéril.  El poeta más odiado del Perú, qué grato sería fuera esto cierto y qué inmenso honor consideraríamos merecer aquello.

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VICE – SECHURA

Para Amálio Pinheiro

I

De Sechura las garzas

Invisibles

Y asimismo las cabrillas

Harto visibles

Ignoro si amagamos la pandemia

Con la tantísima canícula

Donde fueron muriendo los garzas

Y más aún las nociones de lo mío

Y lo tuyo

Pero nunca las cabrillas

De un solo ojo

Que andaban rajadas por la mitad

Tal como mi oscilante alegría

Un solo ojo para orientarse

Y para hacerle compañía al sol

Rajado él mismo

Como la cabrilla como nosotros

Como casi todo

II

La gente sale del manglar cada día

Porque también nació de él

Y emerge de él hasta con el tiempo

Volverse una costra dura

Una mácula una pétrea espuma

Insignificantes en medio del desierto

Nosotros hemos bebido y comido

De aquella entraña

Es decir

Hemos conocido el sabor de la arena

Y desde los pies nos hemos impulsado

Cotidianamente

Fuera de aquel imantado fango

De labios tan ávidos como untuosos

III

Viajar en moto taxi sobre aquellos desiertos

Es idéntico a remontar el cielo

Olvidarse de lo más elemental

Y no por ello

Adosarte a una fe palpable ostensible práctica

Una vaina de algarrobo  seca y dulce

Ante pesadísimo tráfico

Briznas al sol

Garzas en huesecillos

Polvareda de remotas civilizaciones

¿Cómo irías a condenarte

Entre tanto amarre a tu corazón

Y en medio de este fango?

© Pedro Granados, 2021

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Isaac Goldemberg, Libro de las Raíces

Mi corazón es ese muro: ruina/ que no contenta con ser ruina se hace añicos (Vals criollo)

Quiso pensar pero tenía la mente plagada/ de espejismos (El rabino de staraya ushitza)

Recojo de ti mi forma de fantasma,/ El tiempo que huye de mis estaciones,/ Mi existencia alejada del cuchillo de tu sombra (Madre)

¿Qué se escribe cuando se escribe:/ La muerte con sol encima del paisaje/ O la vida sin sombra debajo de la tierra? (Inventario)

HOMBRE DE PASO
Aquí me empieza la vida
hombro con hombro
contra la suerte
y los días que van llenos de susto
Todo es por accidente:
se le pierde el miedo a la muerte
porque hay días del hombre
que se le escapan
Mas cómo no renunciar
si a cada instante se nos tuerce el pie
caemos lejos
con el tobillo abierto
de par en par
y luego nos acuestan sobre un nicho
para decirnos:
Duerman tranquilos
aquí no sube la marea
Es en vano: estoy por decirme
pero me tengo en la punta de la lengua
Es en vano: aquí me empieza la vida
y voy de paso

INVENTARIO
Nací en los clavos de Jesús.
En su corazón de fina estampa.
En la estrella de seis puntas.
En el vientre de los huacos.
En el padre y su palabra inaudita.
En la madre y su sombra contraria.
En la lengua muerta de su ausencia grave.

CRÓNICAS
Madre:
Tu mirada de espaldas
La quietud de tu sordera
La mentira de tu imagen,
Tu milagro ajeno a los milagros
La bondad de tu palabra
Como niña abandonada.
Hoy como nunca es menos húmeda
La absurda sequedad de tu ausencia.

Padre:
Más allá de mi ojo de profeta
—Tribu sentenciada a vagar en el desierto—
Más allá de mi lengua jeroglífica
Te busco y me acerco a tus garras amenazantes
Me nutro de tu aire que flota a la deriva
Y para serme fiel me pongo tu máscara.

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Renato Sandoval Bacigalupo, Trenos de trinos (1983-2023)

EN EL CAMINO
A lo largo de la carretera se apiñan los kilómetros
uno tras otro o uno antes que el otro
nada sucede en sus íntimas proyecciones
poco o nada marca su progreso o su retraso
una miríada de puntos sin destino fijo
un cansancio inútil al surcar el mar reseco
una queja al destajo entre tundras y barrancos
siempre el desaliento nunca el alimento
de quienes escalan y se deslizan en bravíos roquedales
sombras impregnadas en las dunas del espectro
nadie estampa en las millas una cifra inteligible
la ruta cenagosa se aparta del paisaje
y mira solo a la moza, a esa broza, a aquella rosa

CENA
Nada se ha perdido en este recinto
la mesa postergada en el rincón de la memoria
las sillas de la cena donde nadie me esperaba
los platos sin frijoles que nunca aparecían
la orden furibunda del padre ante
el invicto orden de la madre presurosa
el miedo a atorarse con el miedo de comer solo espinas
el pan de tanto ayuno rogando por nosotros
todo sigue ahí intacto entre mis cosas
y la plegaria al buen dios que agradezco día a día

XVII
Bebo el té diario
con la reverencia que le debo
Me da lo que me falta
y me arroja
al camino de las almas
Una garza se eleva
entre las parvas
y todo parece cierto
y la duda ya no existe
Solo el té y su amargura
me alerta
sobre lo que temo
o desconozco
Es el modo de ser siempre
quien teme y duda
más de lo anhelado

Una poesía culta y sabiamente refrenada que, de modo paulatino,  adrede se hace inculta hasta la cuita y el conjuro.  Parsimonioso maestro del lenguaje, desde su primer poemario, en medio de una generación –la de los 80– atenta más bien, como los de Hora Zero en los setenta, a los ruidos de la calle y al descuido en la factura de los poemas.  El haiku, tanto como César Vallejo, cohabitan en su última poesía.  Honesto y persuasivo purgatorio, el de Renato Sandoval Bacigalupo, oteando a través de ciertas hendiduras el hogar del cielo. P.G.

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“Quiero perderme por falta de caminos”

Foto por Rosario Bartolini

Quiero perderme por falta de caminos. Siento el ansia de perderme definitivamente, no ya en el mundo ni en la moral, sino en la vida y por obra de la vida. Odio las calles y los senderos que no permiten perderse. La ciudad y el campo son así. No es posible en ellos la pérdida, que no la perdición, de un espíritu. En el campo y en la ciudad se está demasiado asistido de rutas, flechas y señales para poder perderse. Uno está allí indefectiblemente situado. Al revés de lo que le ocurrió a Wilde, la mañana que iba a morir en París, a mí me ocurre en la ciudad amanecer siempre rodeado de todo, del peine, de la pastilla de jabón, de todo. Amanezco en el mundo y con el mundo, en mí mismo y conmigo mismo. Llamo e inevitablemente me contestan y se oye mi llamada. Salgo a la calle y hay calle. Me echo a pensar y hay pensamiento. Esto es desesperante.

César Vallejo, Carnets 

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