Poemas aconceptuales/ Magdalena Chocano

lo amorfo me hace una señal

la interpreto

con los labios apretados

y algo de humanidad

es una señal nimia

casi una venia

un soplo

su discreción

me ancla

en su sorna ligera

Una historiadora profesional frecuenta el archivo y se percata de lo “amorfo”.  Los datos encontrados entrecruzan lo humano y lo animal, lo inventado y lo casi real, la belleza y su opuesto, la calma y un sutil siniestro.  Pero la historiadora no se inmuta ni tampoco se amilana.  La “sorna ligera” procede de los datos mismos o, más bien, del modo en que accedemos a ellos; y, por último, es de la propia historiadora.  Entonces, la diligente profesional –comprometida con el arduo y minucioso interrogar al inmóvil  pasado y, no menos, al inquieto presente– trueca aquello “amorfo” en poesía.  Ergo, la “sorna ligera” emana ahora también de esta última; por lo menos desde Poesía a Ciencia Incierta (1983) o Estratagema en claroscuro (1986).  En suma, en poemas aconceptuales (2020) la poeta Magdalena Chocano nos brinda acceso abierto a su archivo.  Unos folios u hojas, tan blancos como aves libres, pero que no procuran posarse. Ni fea ni grotesca, la poesía de Magdalena Chocano  ha recurrido a lo siniestro de modo constante.  Tal como lo han hecho, aunque en cóctel completo, Francis Bacon o Mario Bellatín.  Aquello, otra manera de dar asiento a la inteligencia más insatisfecha,  al  atónito hallazgo.  Sin embargo, Chocano manipula estos testimonios o documentos, mucho antes que meras teorizaciones,  sin fruncir el ceño; y, por el contrario, sin dejar de esbozar una leve sonrisa.  En el legado de los poetas modernistas, apura parsimoniosamente el breve pomo de vino envenenado antes de morir.  P.G.

ENLACES RELACIONADOS:

Magdalena Chocano: Estratagema en claroscuro

Sobre Chocano hace poco escribíamos lo siguiente: “Lo que pasa con esta poeta es que muchas veces su capacidad especulativa le hace perder frescura a su dicción, lo que no ocurre en sus textos más logrados: atmósfera feérica junto a una sutil visión intelectual y ambiguo erotismo; además, el mejor formato de sus versos no es el epigramático porque precisamente allí acentúa lo especulativo, en este sentido a esta poeta aún le falta adecuar el aliento (no sólo entendido como voz sino también como espíritu) a su marco mejor” (Granados 38). Ahora intentaremos, circunscribéndonos a su mejor libro (Estratagema en claroscuro), matizar o perfilar mejor aquellas suscintas impresiones.

Lúcida y auténtica, en la portada de este mismo volumen podemos leer: “Estratagema en claroscuro reúne algunos poemas escritos entre 1983 y 1986. Entre ellos, como siempre, aun el aparente reposo es un momento de la transfiguración. El yo de cualquiera es una convención y, cual toda convención, roza la vaciedad. En ese roce estalla y se colma de forma.

“Dedico este libro a Rosa Virginia, y a José, mis padres; a Lourdes, mi hermana; a Betty, mi tía; a todos mis amigos; a Morrison y a Hendrix, suicidas bajo una misma constelación; a Martín, el poeta; a Sábato; al Che; a García Lorca; a Bowie; a todos los habitantes de la otra cara de la luna; y al olor del mar en la bahía”.

De entrada, pues, ambos párrafos configuran como dos hojas -aunque de protocolo, muy distintas en el tono- de una sola puerta. En la primera, en palabras de Edgardo Dobry, encontramos a la poeta en una “posición de mistagogo de un saber que, en cierto sentido, está más allá de lo material o de lo humano (2). Una actitud que define al libro como grimonio de significados ocultos, opacos” (46), gesto típico de lo que para este mismo autor caracteriza, al menos en la poesía argentina, la retórica neobarroca de los años ochenta(3) . Sin embargo, en la hoja opuesta de aquella puerta, y creemos que para fortuna de nuestra poeta, encontramos -estableciendo oportuno balance- muy diferente actitud; siguiendo a este mismo crítico: “la palabra recupera su significado directo, denotativo; el poema, su referencia a la realidad; el poeta, su voluntad de pertenencia a una comunidad […] a la que, al menos en principio, su escritura se dirije. Claros ecos de la poesía coloquialista de los años sesenta y setenta” (Dobry 46-7)(4 ). En palabras del crítico y poeta uruguayo Roberto Echevárren: “La poesía neobarroca es una reacción tanto contra la vanguardia como contra el coloquialismo más o menos comprometido […] Puede decirse que no tienen estilo [los poetas neobarrocos], ya que más bien se deslizan de un estilo a otro sin volverse los prisioneros de una posición o procedimiento” (145-6).

Aunque considerablemente menos “objetivista” [William Carlos Williams, Wallace Stevens, Pound, Eliot, y un clon local como Antonio Cisneros] en su neobarroco que un autor que estudiaremos en seguida (Frido Martín), en la poesía de Magdalena Chocano comprobamos esta sabia dialéctica entre el inquietante trazado de una voz autista (neobarroca) y el testimonio (la forma predominante como se ha expresado el objetivismo entre nosotros); a manera de ejemplo, vaya este espléndido poema X dedicado “A Rosa Virginia”, su madre:

“Puedo pelear con el pan
con la miel incluso si me falla
Puedo afrentar al árbol
fustigar a la piedra
y al fuego que me hirió el muslo derecho
he castigado ayer
Si me resiente la rosa
le quitaré su nombre
y si el sol me amenaza temerá mi silencio
No. De mis poderes no me jacto.
No me engaño
…………y ante el toque sutil de la mar
……….. sé de mi límite
porque ella me estrechó hasta acercar la muerte
y sin tomarme en cuenta me atenazó los pies”

Sin embargo, en su hasta ahora breve obra (incluidos unos “fragmentos” publicados en Hueso húmero hace un par de años), lo que trasciende de la obra de Chocano es que no se trata, en términos de Ricardo Piglia, del caso de un “pensador ventrílocuo”. Es decir, de “un intelectual [posmoderno]que sabe adaptarse a la lógica de lo posible [a la lengua vigilante de la realpolitik]” (Piglia 30) y, más bien, trata de ahondar hasta sus últimas consecuencias –algo muy caro también a otros poetas de su generación como Carlos López Degregory, Isabel Sabogal o Pedro Granados – que “El poder también se sostiene en la ficción” (Piglia 32); nosotros agregaríamos, cualquiera que éste sea.

Poemas de Magdalena Chocano*

Magdalena Chocano: Objetos de distracción & Laberinto

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