Sólo tengo un mito para contar:
“un Dios perplejo, inca, del siglo dieciocho
cuya cabeza fue enterrada profunda
carneada por el otro Dios, católico y tremendo.
Y a partir de ese duelo perdido se reconstruye el inca
bajo la tierra
como un Terminator Dos”.
Revivirás.
A esta misma tierra volverás.
A esta misma sierra:
Y serás carne para los zorros o aullarás con ellos.
No tengo otro mito, otra lengua, que muerta.
Y aun muerta pervive en su fantasma.
Y quedé bilingüe como las serpientes
que arrastran El Paraíso por la tierra.
Y el odio la levita.
Sólo puedo hablar con
la lengua arrastrada, que lame
eternamente al enemigo, como un pongo.
Esta cabeza bifronte, enterrada.
Esta cabeza sólo puede tocar la tierra.
Gangueando en la memoria,
revivirás.
Y es que la lengua me arrastra, me parte la cabeza,
la cabeza me lame,
y El Paraíso
me aterra.
De La guerra civil (Buenos Aires: Norma, 2000)
No basta la historia
Lengua, inevitable, de pongo urbano y cosmopolita. Lúcida de existir a la sombra de un poder omnívoro, ubicuo (Foucauld); y, no menos –de modo paralelo y paradójico y en tanto arte– “bilingue”, “bifronte” y “enterrada” como en el pan-andino mito de Inkarri; es decir, consciente de su rol y de la fuerza de su debilidad (Barthes). Poeta de gesto barroco, estóico, cual en el original lucanesco o proto-español. Elabora su propio Bellum civile (Farsalia) –“poema narrativo muy realista que narra la guerra civil entre César y Pompeyo” (Wikipedia)– y, asimismo, su propia renuncia o suicidio ante el arbitrario y absurdo altar del más fuerte. Ariel Schettini ensaya en La guerra civil, y en pleno siglo XXI, no una historia, sino una epopeya sobre el poder. Como tal, y en tanto epopeya, los datos o referencias circunstanciales se alimentan de lo lírico y, obvio, no hacen asco incluso de lo religioso. Un modo, enormemente sugestivo, de intentar tomar el toro por sus siete astas y tres rabos.
conoces el mito siendo Argentino? Leíste a José María Arguedas que "explica" a profundidad sobre este mito?