Pacto poético e Internet: el caso de Cristóbal “Tobi” Kanashiro
Sumilla
Pacto poético alude, obviamente, al concepto de “pacto autobiográfico” acuñado por Philippe Lejeune. Internet, al medio por el cual se ha difundido esta experiencia poético-autobiográfica centrada en poemas y entrevistas concedidos por un tal Cristóbal “Tobi” Kanashiro. Y, por último, propiamente el caso de este sujeto o agente inventado, entre alumnos y profesor, en el marco de un curso denominado “Literatura”, para la Facultad de Arte de la PUC del Perú (semestre académico I, marzo-julio, 2010). El presente ensayo, más que ahondar o debatir los problemas teóricos inherentes a la autobiografía –al que este tipo de experiencia invita, sobre todo, en cuanto aquello de la identidad real del autor–, trata más bien de establecer o poner en paralelo los requisitos del pacto autobiográfico con –y esta es la hipótesis que intentaremos demostrar– las exigencias propias, asimismo, a una recepción productiva o eficaz en el campo de la poesía. Relación entre productor y lector, esta última, a la que vamos denominando “pacto poético”. Productores de Kanashiro que dialécticamente fuimos, además, lectores de primera mano. El presente trabajo, por lo tanto, utilizará como fuente fundamental de análisis los testimonios de los alumnos involucrados en dicha experiencia.
Palabras clave: Pacto poético; Talleres de creación literaria; Institución literaria en el Perú.
La dinámica de taller se inscribió el marco de lo descrito en “Las humanidades en los talleres de creación literaria”:
“una vez dividido el salón en pequeños grupos — a modo de ensayar una variante de “cadáver exquisito” entre cinco o seis personas sentadas en círculo– nos avocamos a la composición de algo que previamente el profesor denomina poema. De este modo, apurando siempre a los grupos –y luego que, a modo de romper el hielo creativo, se lee un pequeño texto del canon en voz alta– cada cual escribe sobre su hoja de papel un título arbitrario y, a la voz del docente, lo pasa rápido al compañero vecino para que éste prosiga agregando nuevas palabras o frases (el profesor ha advertido que son versos) al texto en plena producción. Por último, luego de sucesivas y dinámicas rotaciones orquestadas siempre por el maestro (cinco o seis, según sea el número de integrantes de cada grupo, y en el sentido de las agujas del reloj), las hojas de papel vuelven a sus autores iniciales y entonces se trata de terminar –poner el último verso– a los susodichos poemas.
Una vez terminado el ejercicio de escritura, el profesor recoge por grupos estos textos anónimos, los lee en voz alta a toda la clase –en estas circunstancias ya relajada y, no pocas veces también, enfervorizada tanto o más que el propio docente– y éste elige dos o tres; no de entre los más redondos o familiares o coherentes, paradójicamente suele también haberlos, sino de entre los más anómalos o que ponen en crisis el horizonte de expectativas de todos. Obvio, ya que son cortos, transcribe uno de estos poemas elegidos en la pizarra; enumera, para facilitar la discusión, sus respectivos versos; y, al tiempo que vuelve a leerlo en voz alta, invita a toda la clase a un ejercicio de creación de sentido que implica, entre otras cosas, fijación sintáctica y, si es necesario, aclaración ortográfica. En suma, algunas correcciones que, idealmente, deberían ser mínimas porque la idea es tocar lo menos posible el material a transcribir. Por último, aquellos inextricables textos van iluminándose y, no es raro tampoco, van cosechando el fervor de los estudiantes que los incorporan desde ese momento a la lista de sus poemas favoritos” [En: Miguel Giusti/ Pepi Patrón, El futuro de las humanidades. Las humanidades del futuro (Lima: Fondo editorial PUCP, 2010) pp. 197-204].
Tal como nos toca inducir, la institución literaria –representada en este caso por el profesor, en el contexto de un salón de clase– ha decidido de antemano que son ?poemas? sobre lo que los estudiantes se ejercitarán; y se ha premiado a sí misma en aquellos textos que, por más inextricables que en un principio pudieran parecer, han devenido –con la participación crítica de aquellos mismos estudiantes junto con el profesor de aula– en los favoritos de la clase. Obvio, también desde el principio, e incluso desde antes de haber puesto en práctica dicha experiencia de taller, el docente tuvo en consideración el ?pacto social? sobre el que se sostiene la recepción de toda autobiografía y, no menos, creemos también de la poesía. Más en detalle, y como nos ilustra Kathia Araujo:
“Lejeune pone de relieve el que dada la imposibilidad de cumplir con la promesa referencial sobre la que se basa la autobiografía, es necesario responder qué es lo que a pesar de todo la hace posible […] hay una exigencia de verosimilitud que debe ser respetada […] pacto social sobre el que se sostiene su legitimidad […] su diálogo con otros discursos previos” (24-25).
Es decir, en la recepción de la poesía (y por qué no de toda literatura) intervendrían los mismos elementos, puestos por nosotros en negrita más arriba (“verosimilitud”, “pacto social”, “diálogo con otros discursos previos”), añadido a esto algo que podríamos describir como el aspecto encantatorio de la materia lingüística. Dicho de otro modo, el sujeto (la voz poética) que se configura y propone al lector más –en conjunción o diálogo con esta última– la artesanía del escritor, la carpintería específica de este arte (palabras, monemas, silencios, ritmo, etc.)
Ejercicio de taller de creación literaria que en el caso que reseñamos (Facultad de Arte de la PUCP, 2010-I) dio un paso más. Se inventó un creador, Cristóbal “Tobi” Kanashiro (CTK), a los que se atribuyeron aquellos celebrados ?poemas? e, incluso, comenzaron a colgarse en la Internet valiéndose, desde el principio y de modo regular, del blog de aquel mismo docente (Blog de pedro granados). El cual los publicaba atribuyéndolos siempre, de modo escrupuloso, a aquel inventado creador al cual, asimismo, se le fabricó una larga entrevista –de carácter autobiográfico– publicada en dos partes en ese mismo portal de la Web. En concreto, en el transcurso del semestre (marzo-junio) que duró aquel curso de “Literatura” en Artes, fueron casi una docena las apariciones de CTK:
24/ 03/ 10: Poemas/ Cristóbal Kanashiro (“El pez solar”, “El problema”, “Gatos”)
06/ 04/ 10: Otro poema de Cristóbal “Tobi” Kanashiro (“Nada más pasará”)
09/ 04/ 10: El pez solar/ Talía Echevarría (Inspirado en poema homónimo de CTK)
14/04/10: Entrevista a Tobi Kanashiro/ Mariella Orquett
23/04/10: Entrevista a Tobi Kanashiro/ Mariella Orquett (continuación)
04/05/10: Embotellado/ Cristóbal ‘Tobi’ Kanashiro
21/05/10: Más de ‘Tobi’ [“El mono choro”]
30/05/10: “Últimos poemas de Tobi”
04/06/10: Cristóbal Kanashiro, la Internet y yo/ Miguel Baca Olcese
14/06/10: Presentación de Cristóbal ‘Tobi’ Kanashiro
16/06/10: El blog de pedro granados, tercer aniversario
Por cierto, apariciones aquéllas que, como es propio en la Internet, casi inmediatamente tuvieron un efecto multiplicador por enlaces y reproducciones en otros portales análogos de la Web. Repercusiones que, como se comprenderá, ignoramos en todo su amplitud; pero que, de hecho, propició entre un grupo de aquellos mismos estudiantes crear una página virtual que a su modo reprodujera la metodología implementada en el taller y, a su vez, honrara las características de la poesía de CTK. Dicha página se denomina POESÍA AL PASO (Kanashiro Group) y va en la siguiente dirección: http://www.poesiaalpaso.com.
Pero, antes de continuar, en qué consisten específicamente las características de
esta poesía y por qué su aceptación, incluso fervor, por la misma en el salón de clase y, vía Google, también en algunos portales de la Internet. Para el efecto nos basaremos en las declaraciones de un significativo número de alumnos participantes de la experiencia (ver Anexo), previamente seleccionadas por tan singular docente, y cuyo contenido pasamos sin más a ventilar. A nivel teórico-metodológico de lo que fue aquella experiencia de taller quizá el más elocuente, entre todos aquellos testimonios, sea el del joven estudiante Juan Pedro Baca:
“Todo comenzó la primera clase. El profesor nos dio una introducción bien interesante y luego pasamos a hacer el ejercicio, que nadie esperaba dado el concepto que teníamos acerca del curso de literatura. En el ejercicio escribimos una frase, un título y luego los íbamos pasando en un tiempo corto entre seis alumnos. Justo antes de esto el profesor o guía nos leyó un poema como para hacernos entrar en la honda. Una vez terminados de escribir lo que por mayoría denominamos poemas, el guía escogió algunos de ellos y los compartió con la clase por considerarlos ?fuera de serie? y analizamos uno en forma y fondo. Al finalizar el ejercicio quedó una pregunta en el aire: ¿Quién era el autor de todos estos poemas? Luego de una discusión e intervenciones (y luego por lo que leí del ensayo “Las humanidades en los talleres de creación literaria”) se llegó a la conclusión de que el autor era el profesor. Fue él quien nos ambientó, nos guió y en mis propias palabras nos manipuló.
Aun si saber toda la verdad de este asunto entre el profesor y nosotros tuvimos la gran idea de crear un personaje a quien atribuirle todos estos poemas; qué mejor herramienta que el Internet, un poco de misterio y alguien con una voz de peso (institución) que pudiera introducirlo al mundo de la literatura.
Nace Cristóbal Kanashiro como la nueva promesa, fresca y joven, de la poesía. No solo con unos poemas en el blog de Pedro Granados, sino también con una entrevista que lo hacía aún más real. Todo era maravilloso y yo vivía en un sueño, engañado en un juego de niños. Hasta que llegó la teoría (me refiero a las separatas de Culler y Eagleton). Según la pregunta ¿Qué es Literatura? Tobi tiene todo el derecho y fundamento de serlo. No solo porque la institución (en este caso el profesor) lo “aprueba” y engrandece sino que sus lectores (los alumnos) lo consideran poeta.
En el texto se habla que algunos escritos nacen para ser literatura mientras que otros se vuelven literatura. Pero sobre todo y lo que le da el fundamento a Tobi es que son los lectores los que deciden qué es o no literatura, qué es o no es una obra. Con la institución y los lectores en el bolsillo no hay quien lo pare. Ya no me simpatiza para nada. No es que sea él sino por el hecho de haber participado de una manera tan inocente en su creación (me siento manipulado). Teniendo en cuenta los conceptos de literatura que lo hacen (a Tobi) ?legitimo? y la lectura sobre la teoría me hacen quedar en ridículo. No solo porque sustenta todo lo dicho sobre lo que es la literatura, sino también porque es un as bajo la manga para Tobi. Luego de toda la información que tengo de las clases, del profesor, de las lecturas, de la experiencia llegue a la siguiente conclusión:
Bajo los encantos del profesor (la institución) y la aprobación de los alumnos (los lectores) creamos a Tobi. Engañados, manipulados y con la verdad a medias (por lo menos así lo siento yo). No solo llego a entender a la literatura, sino que la he estado viviendo en cada clase, con cada aporte para nuestro poeta y he sido cómplice de todo esto. No solo he entendido lo que (yo creo) el profesor quería expresarnos, lo he vivido y he sido parte de todo este proceso. Y para colmo resulta que Tobi vendría a ser (en esta historia) la anti-institución (por lo que responde en su segunda entrevista). El alter ego del profesor desarrollado por los alumnos, influenciados por sus conocimientos. Y así fue como el profesor se mostró en la primera clase; bien anti-institucional en cuanto a la enseñanza del curso de literatura.
Tobi entonces es una “viva imagen” de lo que es la literatura. Algo ambiguo, que te deja la sensación de inexactitud fundamentada, y con el apoyo de los lectores. Cristóbal Kanashiro me hace sentir tan usado, descuadrado y hasta resentido pero gracias a él he entendido el porqué y para qué de su creación y existencia”
Es la sorpresa, pues, de verse envueltos y sentirse, aunque manipulados por la institución literaria vigente, co-creadores del curso de Literatura lo que encandiló a los estudiantes. Pero ahora, respecto al lenguaje o textos poéticos en sí de CTK nos pueden servir, en particular, los siguientes resumidos testimonios de otros estudiantes:
“Poemas frescos, algunos sin sentido aparente, atraen por su espontaneidad y no siguen los parámetros establecidos al momento de escribirlos, son como haikus ligeros que agradan a los lectores” (Ana María Cabrera)
“Forma extraña de escribir, crea una especie de ilusión que enreda aún más al autor” (Angelly Ponce Antinori)
“Tobi Kanashiro es una teoría que pone en cuestión nuestra idea misma de la literatura” (Clara Susti)
Algunos ejemplos de los textos de CTK
Amanecer junto a ella
La vi en la mañana
La vi al despertar
Me asustó su mano
Y su pelo
Pero sabía quien era
Y me sentí bien
Iba caminando
Iba caminando
No frustraba mis pasos
Caminaba sin cesar
Hasta que tropiezo en el camino
O-yos-oí
Con la suela del zapato
Enfermedad
Una historia llamada sol
Y una vida por la luna
Que pronto sabré
Come papa
Vamos a fumar un cigarrillo
[http://blog.pucp.edu.pe/item/100406/ultimos-poemas-de-tobi]
En resumidas cuentas, y ahora en cuanto al pacto poético en sí mismo,
podríamos decir que lo que estos jóvenes aprecian de la poesía de CTK es una suerte de escritura autista con cierto efecto de realidad o, en todo caso, con la anécdota sincopada o fragmentada. Entonces, efectivamente, se cumpliría en este acuerdo el requisito de ?verosimilitud? que apuntábamos antes. Efecto, creemos asimismo, estrechamente vinculado a un ?pacto social?; acaso a cierto perfil de clase en su recepción tan benevolente. Frente a una poesía de contornos figurativos nítidos o, verbigracia, abiertamente comprometida (a nivel ideológico, político o comunitario, valga la redundancia) se preferiría una donde predominara el perfil individual; la zozobra irónica o auto-irónica; la crítica acaso aguda, pero sin ausencia de humor. Una poesía, en suma, que parecería producto de jóvenes listos y de clase media. Mejor dicho, una poesía de esas características y orientada precisamente para esos jóvenes. No debemos perder de vista ni olvidar, en ningún momento, el papel gravitante del docente en la focalización de todo aquello.
Ahora, en cuanto al ?diálogo con otros discursos previos?, acaso es también evidente que en CTK existe un rescate y actualización de cierta tradición de la poesía peruana culta; Luis Hernández Camarero, en particular. O, de modo aún más específico, de cierta recepción más bien escapista de la realidad que se tuvo de Hernández a mediados de los 90, frente a los hechos estremecedores de la guerra interna que padecía el Perú por esos mismos años. No pretendemos decir que, en la Lima del 2010, la recepción –del autor de Vox horrísona (1978, 1983)– por parte de tal grupo social (representado, en este caso, por un salón de clase de unos cincuenta alumnos inserto en la PUCP) sea equivalente con aquel de los años noventa. Más bien, y dado el específico perfil de CTK a través de su entrevista (burguesía provinciana, migración, joven trabajador o responsable); plasmado todo esto, además, de algún modo en un retrato –para nada “pituco”– que elaboró espontáneamente otro alumno, Andrés Ennen:
Cristóbal “Tobi” Kanashiro
Pensamos que este mismo lenguaje aparece más encarnado a la experiencia real-vital y globalizada (vía la Internet) de los jóvenes de hoy ; y éste funciona, de modo adicional, incluso como paradigma positivo o de buen ejemplo a seguir, por aquello de (joven) responsable e independiente. Rasgos también que en dicha entrevista de corte autobiográfico –en realidad, entrevistado y entrevistador inventados también; este último, llamativamente, Mariella Orquett –, aunque desarrollada íntegramente por los jóvenes estudiantes, el profesor editó y se encargó, aunque sutilmente, de enfatizar el carácter de aquel paradigma positivo. Acaso con el ánimo de ver cumplido lo señalado por Leonor Arfuch: “el lenguaje, lejos de reflejar el mundo o el pensamiento, lo configura en tanto dimensión significante” (158).
Sin embargo, respecto a la agenda ideológico-ética predominante de la propia
PUCP, “buen ejemplo” el de la poesía de CTK en debate o, al menos, en militante opacidad en relación con la misma. En lo fundamental, son los valores holísticos, democráticos, de compromiso social, de identificación institucional y pro-derechos humanos y de género los que se prodigan en dicha agenda. Al respecto, el caso de CTK, aunque no tan perverso como quizá lo hubiéramos deseado, toma distancia inteligente e incluso parodia, de modo sordo, aquel tinglado universitario políticamente correcto. De allí, probablemente, lo de la fina observación de Juan Pedro Baca: “Y así fue como el profesor se mostró en la primera clase; bien anti-institucional en cuanto a la enseñanza del curso de literatura”. Pero, en lo fundamental, toma distancia o establece un paréntesis con todo aquello porque, interpolando aquí una experiencia del poeta chileno Enrique Lihn como tallerista: “Si en el taller se hubiera abierto un debate político-ideológico, justamente debido a la tensión del medio ambiente [Chile de los años 70], las posibilidades de abordar la poesía como tema de discusión se habrían reducido a cero” (Granados, 2010). Por lo tanto, entre estas coordenadas, el caso de CTK correspondería, aunque esta sumaria descripción resulte en apariencia paradójica, al de un autista socialmente comprometido. Qué tanto captaron o compartieron de modo conciente los estudiantes esta discreta elaboración político-ideológica del profesor, no lo sabemos con certeza; pero sí fue, por cierto, parte de nuestra agenda privada. Una que propiciara expandir la conciencia, las posibilidades del pensamiento, el ejercicio fluido y soberano de la curiosidad? frente a un marco institucional y de gestión cultural más o menos bien recibido o pasivamente aceptado.