Y la lorita y la yamamoto y juvenal y yo

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Y la lorita y la yamamoto y juvenal y yo y esas luces de chorrillos a lo lejos de mi ventana que me miran más bien ellas me miran intermitentes y reflejando el mar de esta hora 4 pm. 5pm. y yo sin capturar esta estructura donde acerco mi hocico a un follón cursi harto inevitable pero rajado en su base en su mala puerta débil endeble por un capricho del viento salino… ola sin padres tutelares… aliento únicamente nuestro viejo y ridículo… y para concha arrecho y para colmo como remo penúltimo contra los acontecimientos que nos han vencido que nos vencieron hace tiempo con la anterioridad de miles de años de ignotas o atávicas frustraciones manejando mi carro de letras en el perú como si fuera en un bache nomás sobre el mundo pero qué va nada de eso es real frente a los lanzallamas de los pájaros migrantes de esta hora de lima loros de varias formas alargados despeinados tensos en caída libre con máscara o sin ella pero con inmensas ganas de vivir de competir con chorrillos si es preciso esa humareda de presagios lentos albos bobos lívidos de lima y traerse para acá la selva de los tarapotos la arena de las calles de puerto rico que viene cada cierto tiempo puntual desde el sahara más septentrional más octogonal que este cuarto que me rodea y me exige explicaciones como a un gurú que no soy a un escritor que debe prever y desmenuzar las condiciones de la intimidad con un lector y en primer lugar con mi brother a quien no conozco o a quien no quiero conocer porque se me ha adelantado de tanto aparre al absurdo de tanto salto al vacío de tanto confianza con su suerte el loco como cariñosamente siempre le hubimos denominado todos los hermanos cuando estábamos vivos que no toleraba el más mínimo error sobre sus dibujos impecables sobre su vocación prematura por aplicar la línea y el color allí donde cualquier superficie plana se lo permitiera y ejercer conmigo también alguna vez el rol de un maestro sobre nuestra mesa familiar e invitarme a mirar tal como realmente son las cosas el color del trasero de una gallina no es uniforme que van tonos y pajas distintas sobre él y qué bien que lo percibí a mis como cinco años de edad y a regalarme con su sonrisa permanente de brother yamamoto del beat tokeshi un corte limpio breve sobre una turgente patata un símbolo de sonrisa eterna también en amarillo o más bien en ordinario incoloro como esta noche que ya se va que está ya a punto de irse con los pájaros más tranquilos y como exhaustos ante los perros que ya empiezan con sus automáticos ladridos ante el humor tolerante de sus dueños que ya se van a mear al baño antes de volver al trabajo que no es el de este ocioso que manipula una bomba sin casco ni protección alguna salvo la decisión de ir o no ir hasta el centro del blanco si es que lo hubiera hacia el subsuelo si es que ya no estuviéramos a su nivel y escarbara y hallara lo que de nuevo sería inevitablemente superficie arena agua aire fresco que me cae en la cara con sus graznidos sus ladridos y el relente de su lenta humareda

Otro fragmento-anticipo de “Una ola rompe”, novela breve en busca de editor.

Puntuación: 5 / Votos: 10

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