Las guisabas con mimo, las amabas,
porque tenían que ponermos fuerza
en la sangre. Su hierro lo querías
para así apuntalarmos y que entonces
pudiéramos erguir algo de vida.
Hasta laurel llevabas, todo aroma,
a la gran reunión, a la asamblea.
El fuego, buen amigo de tus manos,
obediente y pequeño, le embestía
a tu otra amiga, su enemiga, el agua.
Era tu guerra chica interminable
en el frente que urdías con el rito
diario, de enfrentar dos elementos
a combatir furiosos por nosotros.
Era aquella tu España diminuta.
Las lentejas cocían tu esperanza,
nuestro futuro tierno, nuestra historia.
Erguían estatura al aire, daban
voracidad de dientes, daban rabia
de paladar. Y alegría de estar vivos.
Lentejas con laurel y lo que hubiera.
Crecíamos. El humo y el aroma
venían de tus manos, hueso ahora,
madres del hueso articulado mío.
De Biografía breve del silencio (1975)
Poeta y novelista española nacida en Valencia en 1925.
Es una destacada representante de la poesía de la posguerra española.
Por la publicación de importantes poemarios de carácter social bajo los títulos “Eva en el tiempo” 1952, “Criatura múltiple” 1953, “Poemas de la ciudad” 1953, “Tierra viva” 1956, y “Vida anterior” 1962, su nombre mereció un destacado lugar en la antología de Leopoldo de Luis de 1965. Posteriormente aparecieron “El agua que rodea la isla” 1974 y “Biografía breve del
silencio” 1975, tras los cuales, la poeta se silenció durante veinte años, reapareciendo en el panorama poético con títulos como “Nocturnidad y alevosía” 1993, “Hojas para algún día de noviembre” 1993, “Para desconocer la primavera” 1994, “El mar, desde la playa” 1999 , “Casi un poco de nada” 2000, y “Eva en el laberinto” 2006.
Entre los galardones obtenidos se destacan: Boscán” en1953, accésit al Adonáis en 1955, Ciudad
Barcelona en 1956, Calvina Tezaroli de Italia en 1956, Valencianas en 1992 y Nacional de la Crítica en catalán 2003.
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Poema, “Tú y las lentejas”, paradigmático de lo que lúcidamente apunta un estudioso como Alberto Medina, respecto a la propuesta de las poetas mujeres –de la postguerra española– frente a la que ensayaron los hombres: “Si estos poetas sienten haber perdido una guerra, también se dan cuenta de que se han perdido en ella a sí mismos [la infancia en guerra como el espacio de la pérdida, del lamento de lo irrecuperable]. [Sin embargo] una gran parte de las poetas del periodo dan un paso más allá en busca de un guión de “repoblación” de ese espacio vacío, esa “tierra de nadie” […] invariablemente se vislumbra una vía de reconstrucción tras la pérdida y, también invariablemente, ésta se lleva a cabo a través de una mediación privilegiada, la madre” (447). A partir de lo cual, el mismo Medina concluye: “Así pues, lo que estas autoras plantean es, a menudo, una meticulosa inversión del paradigma de los poetas masculinos. En el mismo espacio de un yo inestable y fracturado en donde éstos perciben un definitivo desencuentro con la utopía del origen, la imposibilidad de hacerse dueños de sí mismos, las poetas […] privilegian el recuerdo y la reproducción del legado de la madre, no como estrategia de recuperación del origen sino de activa elaboración retroactiva del mismo” (450)
Alberto Medina, “Nada me pertenece sino aquello que perdí”: infancia y guerra en la generación poética del 50”. Letras Peninsulares, Spring 1998