Archivo por meses: septiembre 2008

“Muchachos del barrio de Gazcue para el mundo”: La poesía neo- testimonial en la República Dominicana

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Barrio de Gazcue en Santo Domingo, R.D.

Tenemos la hipótesis que si en los 80 y 90 el “Taller Literario César Vallejo” permitió superar la estética social-realista predominante durante los 60 y 70; existe una muy reciente promoción de poetas que practica algo que nos animaríamos a denominar poesía neo-testimonial, claro que con distinta propuesta estética que los del 70 y en respuesta a un nuevo contexto histórico y cultural (local y planetario). En general, creemos que actualmente en la República Dominicana –tal como en otros países–, se constata un retorno de lo real (Hal Foster) y una suerte de escribir de cara a la complejidad (Edgar Morin). Representan, pues, la superación de la “poesía del pensar” y sus frutos nos ponen, embrionaria mas orgánicamente, quizá de cara ante la mejor poesía dominicana de todas las épocas por las siguientes razones: madurez artesanal o conciencia de su propio arte; apertura, sin complejos, de su temática al mundo entero y globalizado; liberación de compromisos político-ideológicos inmediatos; y, muchas veces también, un saludable –aunque no menos corrosivo– oportuno sentido del humor (1).
Elaboran, cada uno a su modo, propuestas equivalentes: lenguaje e ideas derivados de la vida inmediata. Es decir, cultivan el grado cero de las teorías, pero no de la inteligencia que se revela aguda y sedienta en todos ellos. Otros signos de su carnet de identidad podrían ser la honestidad y la lucidez de hacer carne en ellos mismos, primero y antes que en nadie, aquello que denuncian:

“Se salvara la isla?
Quedaremos a flote después de tanto bombardeo y tanta insistencia?
Quedarán aún brazos con ganas de construir un paisaje nuevo?
Quién la ama?
Quién realmente ama 48,671 km2 de espejismos?
Toda una extensión de dolor y soledad,
Dolor de madre pariendo hijos muertos”
(Giselle Rodríguez, “Orgullosamente dominicana”);
“Ahora guarda tu instinto, sal de la esquina
mézclate en la papilla democrática que te hacen comer
y espera el momento en que cambie el mundo”
(Marco Antonio Cabezas, “En la esquina de vallekas”).

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La poesía de Aurora Arias (Santo Domingo, R.D., 1962)

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Como en la poeta argentina Alicia Borinsky, también en la poesía de Arias habita un ave enjaulada o un ícaro redivivo. Marcas de una poética aérea –no folklóricamente localizada– que es fundamental en lo que harán los jóvenes cosmopolitas que luego vienen; en particular las mujeres. En la poesía que escriben Rosa Silverio o Rita Diana Hernández, por ejemplo, se percibe semejamte aleteo batiente; es decir, una vez sacudidas de las amarrras locales (geográficas, culturales y de género) se desplazan sin complejos por el mundo entero. En este sentido, de algún modo la poesía de Aurora Arias tanto como la de Marta Rivera, en los 80, transmiten más directamente el legado de luchas ideológicas por la conquista de la independencia de la mujer dominicana.

VIVIENDA DE PÁJAROS
Oh
Yo la hallada en el desierto
luminosa e inédita
domada
bendigo esta jaula
de los pies a la cabeza
del techo a la última raíz
y la proclamo
almacén de todas mis alas
prisión de un pájaro íntimo
y asombroso.

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El doctor Agüero

javiercasoiglesias.blogspot.com

Antonio Ruiz de Montoya, en Lima, es la universidad jesuita donde Agüero trabajó el primer semestre de 2006. Fue elegido el mejor profesor del ciclo, entre los alumnos a los que enseñó Literatura Latinoamericana II (siglo XIX), y también el menos idóneo para continuar laborando allí entre su alta dirección. En realidad, desde el principio se lo advirtieron: sí o sí la cuestión era adaptarse. Pero lo que esto quería significar era lo realmente peludo del asunto. Como esta breve novela se leerá, auguramos, hasta por lo menos unos cinco siglos más no vamos a incidir en mezquinos detalles. Sólo queremos reparar en que existen jesuitas y jesuitas y no nos atreveríamos a generalizar al respecto. Juvenal aprendió con algunos de ellos desde la escuela primaria, en el ya desaparecido colegio Nuestra Señora de los Desamparados, que humanizar era divinizar. Coletazos de los sesenta aún en los setenta. Que si, por ejemplo, los homosexuales eran el 10% de la humanidad –y los heterosexuales el 90%– deberíamos sencillamente ponernos en el caso de vivir en un mundo en que estas proporciones se encontraran invertidas… y tratásemos de pasarla sin homofobia y en paz.
Pero a comienzos del tercer milenio pareciera que aquella medular iniciativa ha llegado a su fin. La iglesia no sigue viendo con buenos ojos la literatura; aunque en la Ruiz de Montoya se ubique una especie de alta estela central con un popurrí de versos entresacados del canon, pero ninguno firmado por alguno de sus alumnos. La literatura, eso sí, debe estar al servicio de una lectura oportunista y pragmática de los signos de los tiempos y, de paso, también de cada uno de nosotros mismos. Algo que dé aliento, hinche de fervor, y corresponda al concepto básico de un Dios encarnado y haciéndose en la historia; es decir, colaborando estrechamente con su grey en perfeccionar su creación aún inacabada. Tinglado fundamental que debería haber llamado a la reflexión y al mejor esfuerzo de los seminaristas en que tendríamos que habernos convertido todos los que estudiábamos o trabajábamos allí. En política, pues, todos correctamente comprometidos; y, en lo humano, mayúsculamente cercenados. En un ejercicio colectivo de creación literaria que Juvenal Agüero propusiera a sus recordados estudiantes –y que solía ensayar desde hacía mucho con distintos grupos y en variedad de contextos– jamás percibió tamaño acartonamiento como en aquella oportunidad. Cierta incapacidad, tanto física como mental, para disfrutar y, por lo tanto, para ser elásticos o arbitrarios –¿tolerantes?– en primer lugar con uno mismo. La inclusión debe comenzar por casa, pensaba Juvenal, y parte fundamental de ésta son la imaginación y el díscolo deseo. Lo cual nos permitiría, a su vez, pensar la política desde dentro –y desde lo cotidiano– y no sólo como una importante lección de historia más por aprender ni de signo de los tiempos preprogramado más por dilucidar. Vaya, pues, este ocioso poema –nada comprometido– dedicado a mis hermanos jesuitas de esta hora y de la todavía media hora más por venir; en esta maravillosa tarde de sábado de diciembre de 2006:

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“Aquí hay un oro narrativo y nadie quiere usarlo”/ Junot Díaz

(Tanto y más oro para la poesía dominicana, el lenguaje vivo y maravilloso de sus calles, como venimos advirtiendo y demostrando a través de diversos artículos desde hace casi ya una década)

http://www.larepublica.com.pe/content/view/241265/28/

Primer dominicano en ganar un Pulitzer arribó a su país para presentar su primera novela.

Santo Domingo. EFE.
El escritor dominicano Junot Díaz, premio Pulitzer 2008 por su primera novela La maravillosa vida breve de Oscar Wao, dijo que su obra es “un llamado de atención” a la sociedad dominicana y el premio, “el fruto de algo que jamás imaginé”.

Díaz arribó el pasado fin de semana a su natal República Dominicana para poner en circulación la versión en español de su obra The Brief Wondrous Life of Oscar Wao, galardonada en inglés con el premio Pulitzer en mayo de este año.

La novela relata la zaga de emigrantes dominicanos en EEUU y ha sido considerada por la crítica como una producción brillante que une con maestría el humor, la ironía, la oralidad y el talento literario.

Díaz utiliza un lenguaje que mantiene el ritmo y la gracia del “spanglish”, que es hablado por una parte importante de los emigrantes latinoamericanos en Norteamérica, según algunos comentaristas.

La obra de Junot está llena de dominicanismos y términos propios de la isla La Hispaniola, como “fuku” (maldición), por citar un ejemplo, palabras que, según el autor, solo se pueden decir y explicar en español. No obstante, asegura que las palabras pueden ser entendidas por todo el mundo, ya que “el dominicano es capaz de llegar donde sea; somos coloridos, diferentes, únicos”. “Aquí hay un oro narrativo y nadie quiere usarlo”, aseguró.

El escritor, que es el primer dominicano en recibir el Pulitzer con una novela, se demoró siete años aproximadamente para completar la obra y asegura que no fueron una ni dos las veces que intentó abandonarla, pues lo encontraba “loco y extraño”, dijo.

“Para mí, el proceso de escribir esta novela fue el más extraño, pero aún así no podía dejarlo, era una relación que no podía abandonar”, señaló.

La obra posee un nombre que causa curiosidad e intriga, a lo que el escritor respondió que “Oscar Wao es un llamado de atención a la sociedad dominicana”. Oscar Wilde, su inspiración para titular la obra, era un escritor y dramaturgo irlandés que murió por amor tras ser acusado de homosexualidad en los años de 1900.

El escritor dice que la sociedad dominicana también está muriendo sin darse cuenta en el aspecto cultural. “No somos capaces de ver la diversidad y la riqueza que hay aquí, principalmente en el lenguaje”.

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Cómo funciona el sistema literario/ Martín Kohan

(Reseña a LA REPUBLICA MUNDIAL DE LAS LETRAS de Pascale Casanova)

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No es frecuente (no podría serlo, por otra parte) que aparezca un libro que pueda dar cuenta, no ya de tal o cual aspecto literario, de la obra de tal o cual autor, o de un determinado género o de un determinado texto o de un determinado problema rastreado en una serie de textos, sino de algo más abarcador y a la vez más de fondo: la manera en que funciona el sistema literario. La premisa de La República mundial de las Letras es que la literatura funciona como una totalidad medianamente integrada y que responde a un orden específico de posiciones y de valores; su propósito es explicar de qué modo se fundan y se disputan dichos valores, y de qué modo los escritores ocupan o abandonan distintas posiciones. Así, lo que la crítica francesa Pascale Casanova se plantea es el estudio de las reglas de la literatura, en el mismo sentido en que Pierre Bourdieu -su precursor evidente- propuso hace poco un estudio de Las reglas del arte .

La República mundial de las Letras se aparta del registro de especulación filosófica que es propio de las teorías estéticas, y sin embargo, no deja de ser un gran ensayo de teoría literaria; se diferencia del recorrido secuencial que debe trazar toda historia literaria, y aun así, no deja de ser un libro de historia (o más bien de metahistoria, de reflexión sobre la historia) de la literatura; atiende a la existencia de una especificidad de la literatura lo suficiente para que no se lo pueda reducir a un enfoque meramente sociológico, pero no por eso deja de inscribir las problemáticas del campo literario en el marco más amplio del entorno político y social.

No por nada, Casanova comienza por objetar el “monadismo radical” de la crítica textualista pura, que hace del texto una unidad cerrada y autosuficiente, y por disolver la típica antinomia entre los enfoques internos (aplicados a los propios textos, sin considerar lo que pueda haber más allá) y los enfoques externos (aplicados a las condiciones históricas de producción de las obras, pero pasando por alto la particularidad de los textos). Para superar esta antinomia, Casanova saca el máximo provecho de la noción de autonomía relativa: considera lo que hay en la literatura de autonomía, esto es, de una lógica propia, una historicidad propia, una especificidad diferencial; pero, en no menor medida, considera lo que hay de relativo en esa autonomía, es decir, hasta qué punto la literatura (y aun su propia autonomía, que es histórica y es social) dependen de determinadas condiciones sociales y políticas. Por eso puede desarrollar el análisis de cómo una literatura adquiere su autonomía y se afirma en ella, pero siempre a partir de ciertas condiciones históricas sin las cuales el proceso de autonomización resultaría incomprensible, o por lo menos arbitrario. Y por eso puede captar hasta qué punto una literatura depende siempre de ciertas imposiciones políticas, pero también hasta qué punto es capaz de traducir esas problemáticas externas a sus propios términos, para resolverlas en un terreno específicamente literario.

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