Los poetas “Erranticistas” de la República Dominicana: El retorno de la plaza pública

http://cristalycolores.blogspot.com/2008/06/la-poesa-al-parque.html
Parque Duarte, en la Zona Colonial de Santo Domingo, lugar donde suelen reunirse los “Erranticistas”.

Frente a los puristas o canónicos de los 80 (“poesía del pensar”) y a los que, de modo tentativo, vamos denominando “muchachos del barrio de Gazcue para el mundo” (promoción de los 90); los “Erranticistas” (en sus veintes) reivindican las raíces afro-dominicanas (“etnia”, así lo resume Glaem Parls, uno de sus nítidos líderes), aunque sin caer en lo folklórico ni, pareciera ser, tampoco en el prurito de la negritud (1). Subvierten creativamente la precariedad de sus economías (parecerían provenir, en su mayoría, de un estrato muy popular). Y, por último, ponen en práctica un concepto muy amplio de la literatura que no los inhibe de regresar –activa y participativamente– a la plaza pública (2).

La que practican los “Erranticistas”, como la de sus inmediatos antecesores, es también poesía urbana; pero ésta pareciera provenir, como identificamos en estas Instrucciones para usar la ciudad de Santo Domingo de Omar Rancier: “de gente que “vive del “otro lado”, entiéndase Ozama, Los Mina, Alma Rosa et alters [o de] un barrio marginal, como La Ciénaga, Los Guandules y La Zurza [ante lo cual es conveniente que uno] averigüe si está vivo y, si lo está, por qué carajo se encuentra en el infierno”. Es decir, y esta vez a diferencia de los neo-testimoniales, en sus versos no brindan testimonio de un deterioro, de algo que fue y de alguna manera ya no es; si no, por el contrario, parecieran testimoniar algo que –por postergación secular– nunca ha sido y en donde denunciar pareciera ocioso o no tener sentido. Dado lo cual, aprovechan su tiempo para conjurar y de antemano celebrar –vía, por lo general, un llano y expeditivo erotismo– lo concreto de una existencia que suele ser de por sí muy difícil o esquiva.

En términos generales –y a diferencia de ochentistas y novecentistas (los primeros más “letrados” que los segundos)– podríamos decir que los poetas erranticistas reivindican la oralidad y, con esto, probablemente: “una forma de conocer la realidad, de autocomprensión y de expresión, ligada a una racionalidad emocional más vinculada con la mentalidad oral, con el mito y con lo poético (en su sentido primordial), que con el estatuto de formas discursivas de una lógica racionalista occidental” (Emeterio 215). Y, asimismo, el performance ya que, tal como esta vez lo explica Benítez Rojo: “uno de los elementos más significativos del carácter rítmico, flujo, reflujo e interrupción, propios de la cultura caribeña es el mecanismo de la improvisación […] sobre todo de la percusión” (Emeterio 215). En definitiva, perciben que el pueblo es el gran ausente en los textos dominicanos contemporáneos y, nadando contra la corriente, acaso piensan que la literatura dominicana debe apropiarse de su centro cimarrón antes que alejarse de él; tal como elocuentemente lo explica Silvio Torres-Saillant: “El pueblo dominicano ha tenido históricamente que adoptar las destrezas del cimarrón [Es la manera como ha podido amortiguar los golpes asestados por la injerencia de fuerzas opresoras provenientes del extranjero y el anexionismo sempiterno de las clases dominantes nacionales]. Culturalmente hemos desarrollado una lógica cimarrona que tiende a subvertir los códigos de la cultura oficial y a contrarrestar las imposiciones de la tradición eurocéntrica” (72).

NOTAS:
(1)Aquello de lo folklórico y prurito de la negritud alude al entusiasmo por la cultura negra observado en las Antillas –luego del denominado “Renacimiento negro” de los Estados Unidos y paralelo a su apoteosis en el “Movimiento de la negritud” del París de los años treinta del siglo pasado– a raíz de lo cual surgieron voces como la del cubano Nicolás Guillén, el puertorriqueño Luis Palés Matos y el dominicano Manuel del Cabral (Davis 171-172). Los erranticistas representarían, más bien, un gran frente amplio de gente joven y de sustrato popular donde, en contra de una división que está lejos de la realidad, no vale la pena diferenciar lo negro de lo blanco; aunque se sobreentienda que este sector social, así como la gran mayoría de los habitantes de la República Dominican, es biológica –aunque a veces no ideológicamente– mulato. Eso sí, y en contraste a la gran sorpresa de James J. Davis al observar que: “en la poesía dominicana de tema negro […] muchos de los poetas se han concentrado en los negros no dominicanos al escribir su obra poética” (186), los erranticistas asumen natural y abiertamente lo que Glaem Parls ha denominado “etnia”. Concepto, entonces, racial o psicológicamente quizá no reivindicatorio; pero, aunque matizando la misma tradición afrohispana, no carente de ácido descontento y de, incluso, patafísica protesta social

(2) Concurriendo también con otros grupos, en el contexto específico de las postrimerías del gobierno del PLD (las elecciones son a mediados del 2008); tales como el encuentro organizado por el colectivo Cielo Naranja –el sábado13 octubre en el parque Duarte de la Zona Colonial — y denominado muy elocuentemente “Bizcocho y poesía” (muy probablemente por aquello que a los del gobierno del PLD se les denomina los “come solos”).

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