Tal como leemos en el último terceto del último de los cuatro sonetos que forman «Nostalgias imperiales» —«La niebla hila una venda al cerro lila/ que en ensueños milenarios se enmuralla,/ como un huaco gigante que vigila»—, el pasado incaico permanece en el presente. Mas ¿qué es exactamente un huaco en Los heraldos negros? Para intentar responder a esta pregunta tenemos que remitimos a otro poema de «Nostalgias imperiales», precisamente al que lleva por título «Huaco»:
Yo soy el coraquenque ciego
que mira por la lente de una llaga,
y que atado está al Globo,
como a un huaco estupendo que girara.
Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza 5
la necedad hostil a trasquilar
volutas de clarín,
volutas de clarín brillantes de asco
y bronceadas de un viejo yaraví.
Soy el pichón de cóndor desplumado 10
por latino arcabuz,
y a flor de humanidad floto en los Andes,
como un perenne Lázaro de luz.
Yo soy la gracia incaica que se roe
en áureos coricanchas bautizados 15
de fosfatos de error y de cicuta.
A veces en mis piedras se encabritan
los nervios rotos de un extinto puma.
Un fermento de Sol;
¡levadura de sombra y corazón!
Aquí nos percatamos de que los dos versos finales nos ilustran, a manera de respuesta, del modo siguiente: «Un fermento de Sol;/ ¡levadura de sombra y corazón!» (vv. 19-20), con la salvedad de que el yo poético, ateniéndonos a la anáfora (vv. 1, 5, 10, 14), también está tácitamente incluido en esta especie de síntesis temática: «[Yo soy] Un fermento de Sol/ ¡levadura de sombra y corazón». Es decir, tanto el «Huaco» como la persona poética son «levadura» —‘causa o motivo o influjo’ (Diccionario de la Lengua Española)— para que el «sol» aparezca o reaparezca. Si este último fuera el caso, y todo pareciera indicar que lo es —bástenos revisar una a una las estrofas anteriores, muy en particular la tercera—, (1) ambos serían «fermento» del Inkarry, del mito panandino del retorno al poder del Inca, hijo del Sol que yace por ahora vencido y enterrado: «nervios rotos de un extinto puma» (v. 18), y plena vigencia —salida también al exterior en todo su esplendor— de la cultura preeuropea. Mito que implica, entonces, una idea de cambio radical o pachacuti y que, en su concepción misma, encarna una reivindicación cultural y anhelo de justicia social para el pueblo perdedor o conquistado, en este caso, el incaico frente al español. Nunca mejor ubicado o autodefinido, el yo poético es, entonces, en estos poemas de «Nostalgias imperiales», fundamentalmente un ser solar. Esto sin descuidar el dato de que en «Huaco» el yo poético es de «piedra» (v. 17), característica que será fundamental tomar en cuenta para adentrarnos sobre todo en la poesía póstuma de César Vallejo.
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