La poesía de Enriquillo Sánchez: “puñal y maicena”

ES

Para Pedro Delgado Malagón

La poesía del dominicano Enriquillo Sánchez (1947-2004), también cultivó el cuento, el ensayo y la novela, va –según Bojear. Poesía reunida (Sto. Domingo, R.D.: Ediciones Ferilibro, 2012)– de 1976 a 1989. Es decir, empezó a publicar poesía casi entrados los treinta años y dejó de hacerlo apenas superados los cuarenta. Es más, podríamos decir que su producción literaria en este rubro casi se circunscribe al año 1985 donde escribió la mayoría de entre sus ocho poemarios; varios de estos premiados local e internacionalmente (Premio Latinoamericano de Poesía Rubén Darío, en la Nicaragua sandinista, con Sheriff ©on ice cream soda, 1985). Sin embargo, y un tanto al modo de sus inmediatos predecesores: Antonio Cisneros o incluso el mismo Roque Dalton, no fue en estricto un escritor realista o inequívocamente “comprometido”. Más bien, constantemente hurgó en su fuero interno sin dejar de trajinar la calle; no desdeñó el humor; y, acaso su mejor herencia, atinó a pensar con inusitada intensidad ilustrando con ello lo que Ezra Pound sostenía que era la poesía: “cargar al lenguaje con sentido al grado máximo”.

En cuanto a este último tenor, algunas de sus sentencias o epigramas o incluso greguerías –logopoeia, en suma– entramadas en el tejido mayor de sus poemas, podríamos ilustrarlo del modo siguiente:

IX

Regresar.

Regresar desde la brevedad de la pureza.

Anocheció, obviamente:

las avenidas (Quintopatio, quizá, en algún anuario

inescrupuloso), el jengibre, los anuncios lumínicos,

los automóviles, los incendios,

sea: es un instinto la retórica

(y su urgente urbanidad).

Despedirse

(hasta otros grafitos musicales).

Saquear, entonces, todas las instituciones.

(La habías instituido,

ligera, en el espejo).

Aproximarse a la memoria,

manuables los sabuesos.

Atravesar la noche.

Leer pastores: pastorear el alba con sus dientes.

La primera persona es un hurto.

Pero las fieras tienen derecho a la palabra.

Uno de los hombres que soy

no sabe que soy temporal.

Baruch de Spinoza, yo también apuesto:

Sentimos y experimentamos que somos eternos.

Poema IX, perteneciente a “La nemorosa presencia de Salicio” que, asimismo, funge de telón de Bojear (‘bojar, costear, navegar, rodear, circunvalar’). Sin embargo, título el de esta poesía reunida, que también puede juntar opuestos y actuar cual un oxímoron, al modo en que lo ensaya César Vallejo, de boca (voz) y página (hojear); y, acaso no menos, de golpes al “hipócrita lector” (‘bokear’) tanto como su simultáneo y reparador “hechizo” (‘ojear’ o ‘mal de ojo’). Hechizo, por cierto, vía la elocuencia, el lenguaje y la técnica impecables de los versos de Enriquillo Sánchez; factura que no iguala ni mejora, por cierto, ninguno de sus contemporáneos en la República Dominicana. Poema IX, a modo de representación de toda esta poesía, que echa mano de lo que se cocinaba en la época: Huidobro, Borges, Vallejo, Neruda, la poesía española contemporánea y de antaño, la música y el habla populares de su pago natal, las pegajosas imágenes de los comics y los mass media. Es decir, cocina que integra estos distintos materiales, creativamente, y guisa muy sabroso.

Eso sí, la vena popular que honra permanentemente la poesía de Sánchez lo salva de ser, a pesar de los premios por esa guisa recibidos, un buen discípulo nerudiano. Podríamos decir que nuestro poeta tanto más acierta cuanto discurre en los poemas en vez de cantar; expía en vez de denunciar; conecta contrarios (propone antítesis u oximorones: “puñal y maicena”) en vez de enumerar –de modo caótico o no– en la senda del Canto General:

“fi bá   gallo

dímele a tu mami que me mande un chin de tenteallá”

Invención verbal, al modo más bien huidobriano, ligada al habla de la calle que le otorga una saludable cuota de opacidad a su escritura y una todavía más saludable sangre ligera:

“los hunos y los otros

usted le mete al cabo en la mirada

el tirito la gracia la corneta

el miedo es libre

será donde nazca la música

chorreaba ella

la discípula

material de ombligo y calamar

nos baña el ojo”

La poesía de Enriquillo Sánchez, a pesar de cierto –voluntario o no– activo y concertado soslayamiento local, goza de plena salud y autoridad entre la que cultivan ahora mismo sus pares dominicanos; y, obvio, entre la que ejercitaron los denominados poetas del “pensar” (canónica postura ochentista en la media isla). Sánchez, publicando poesía en la misma época, no se evadió en el pensamiento o, mejor dicho, en ciertas lecturas tipo Pedro Salinas o un adaptado Juan Ramón Jiménez. Su potencia inventiva, su sentido de la realidad, su demostración de agudeza vía el humor –inexistente entre aquellos que “pensaban”– son superiores a los de toda su generación y brindan cabal prueba de su arte.  Por lo tanto, Enriquillo Sánchez es todavía –y en varios sentidos– un autor por descubrir.

 

Puntuación: 5 / Votos: 3

Comentarios

  1. Grisel escribió:

    “Puñal y maicena” me hace recordar un título del gastrónomo Xabier Gutiérrez: “Harina y Arena. Victorino y Arzak, miradas cruzadas” El movimiento hecho arte. La plasticidad hecha carne. El temblor espera por dentro…Palabras de la contraportada

    1. PEDRO GRANADOS AGUERO Autor escribió:

      Miradas cruzadas, precisamente, el sustento del oxímoron. Muchas gracias, Grisel, por este aporte. Pedro

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