Archivo por meses: octubre 2021

[Una canción charra en Puebla]

Una canción charra en Puebla

Un huevo prehistórico

Un meteorito, más bien.

Recién nacido

La vida se me va

Y no podré protestar ni

Evitar

Que me traigan otra vez por aquí.

Desde el recuerdo de alguien

Desde la memoria de mí.

La vida no me interesa

Aunque el cansancio cotidiano

Pareciera dictármelo.

Ni ansioso espero a la muerte.

Chulapa de Las Vistillas

Abalorios de mis negras

De La República Dominicana de Haití.

Alguien tuvo que hacerlo,

Es todo.

Alguno hubo de zambullirse

Desde tercer piso más alto del mundo

Y no morir, si no de a pocos.

Bello, nacer; menos

Volverse viejo e infame

Y escéptico.

Ante tanto huevo prehistórico

Y alarde dominical

Y doble rabadilla e inflada pechuga

Y tarde insolente de empanada

Y refrita escenografía.

Pero no añoro volver. Que tal lisura!

Ni el beso de Dios

En mi mejilla

Me salvaría de tamaño aburrimiento.

De Soledad impura (Poemas 2003 – 2008)

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“Hablando sobre Vallejo” (Entrevista)/ Amalia Domínguez

Periodista mexicana Amalia Domínguez

Para estudiar a César Vallejo hay que dibujarlo, combinar el lenguaje icónico con el simbólico, ya que la suya es una poesía para verla, una poesía tridimensional, un atentado contra la linealidad del lenguaje.

Quien así se expresa es el poeta peruano Pedro Granados (Lima, Perú, 1955), estudioso de la obra vallejiana, uno de cuyos frutos es el libro Poéticas y utopías en la poesía de César Vallejo, publicado por el Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, recientemente. Granados, busca compartir sus conocimientos sobre Vallejo y su poesía, en el curso que impartirá bajo el mismo nombre de su libro, en Profética, la casa de la lectura (México), a partir de este jueves 17 de junio.

En entrevista sobre el tema, destacó que Vallejo es un poeta importante que se ha leído poco, porque es difícil. Lo que se conoce de él es el Vallejo comunista, combativo, que si bien es una artista mayor, no ha tenido la suerte de Octavio Paz, (Pablo) Neruda, y otros. De hecho lo que más se conoce de él es Los Heraldos Negros, Trilce –el libro más difícil de la poesía en español-, y la compilación España, aparta de mí este cáliz, que hizo Manuel Altolaguirre, pero que el autor no conoció; sin embargo fue también un cronista extraordinario, dramaturgo y novelista, pero estas facetas poco se conocen de él. Los libros de Crónica fueron de los pocos que le dieron plata, como corresponsal de periódicos y de la agencia France Press, pero la poesía es la flor de su obra, la más interesante y bonita.

Vallejo es una gran lección para la poesía de ahora. El resuelve muchas cosas con ese espíritu de aclimatación que tenía, por eso es llamado poeta del oxímoron, los contrarios conviven en él, lo mismo los heraldos negros que los heraldos blancos, son dos ejes, uno predominando sobre el otro. Lo curioso es que Vallejo no quiere hacer literatura; cuando se pone a escribir dice, “quiero escribir pero me sale espuma”.

Por lo que se refiere a las utopías vallejianas, básicamente no es el alcanzar un mundo mejor, donde todos seamos gordos, tengamos salud y un auto. Entre otras cosas, su utopía consiste en su maternidad, Vallejo se hizo mamá, siempre le interesó lo femenino. Uno de sus versos que ilustra esto, dice: “Y hembra es el alma del ausente, y hembra es el alma mía”.

Vallejo fue un poeta de vanguardia, que combinó nihilismo, dadaísmo, siglo de oro, especialmente el barroco, la cultura andina y la literatura modernista, todo ello lo hace ser un vanguardista no deshumanizado. Por tanto es el poeta de ahora, actual, al igual que Borges, ambos son íconos de la poesía contemporánea latinoamericana, sostuvo su compatriota Pedro Granados.

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El “silencio” Vallejo-Cabral de Melo Neto: un Neruda elocuente (PDF)

João Cabral de Melo Neto (1920, Recife – 1999, Río de Janeiro)

Este ensayo se propone, por un lado, reconstruir un diálogo intelectual y artístico en apariencia inexistente entre César Vallejo (1892-1938) y Joao Cabral de Melo Neto (1920-1999). En la biografía del poeta brasileño, de modo recurrente y acaso no menos sistemático, no existe mención alguna del peruano; aunque España fuera en ambos tema y motivo fundamental de sus respectivas obras literarias; y, según ventilaremos aquí, ambos poetas tuvieran mucho en común, repetimos, tanto en el aspecto literario como en el político de sus poemas. Por otro lado, en cuanto desencadenante de este paralelo entre dichos autores, se analizará el poema cabralino “España en el corazón” (homónimo del poemario nerudiano editado por primera vez en1937). Es decir, aquel poema del brasileño será el puente, de ida y vuelta, para transitar e iluminar los “silencios” entre las poesías del brasileño y del peruano y, no menos, tornar inesperada y particularmente elocuente la poesía del chileno. El presente trabajo se enmarca, por un lado, en el contexto de la actual literatura comparada; es decir, aquélla que: “ha dejado de lado la perspectiva historicista tradicional y su correlato los viejos estudios de fuentes e influencias y ha pasado a ocuparse cada vez más del texto literario y de sus relaciones interliterarias e interdisciplinarias” (Eduardo F. Coutinho). Asimismo, tiene que ver con la cuestión del canon y su discusión o puesta al día o incluso puesta en valor; en particular aquí, el rol ideológico que, frente a la Guerra Civil Española, les cupo a Pablo Neruda y César Vallejo. Y, por último, este breve ensayo gira también alrededor de la traducción, entendida ésta, según Benjamin, como “una ampliación de la operación crítica de la lectura” (Delfina Muschietti)

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Shoe: Sarah Arvio

Versos entrecortados, en fragmentos o, más bien, en fermentos en vías  de abreviar un duelo o reconocer estar envueltos en una entrañable y permanente compañía.  Versos como pasos, pasos como los de un joven y bello alazán para los que resulta estrecha cualquier caballeriza; versos como los de un poema que nos instala en pleno campo abierto, elegantes o, más bien, desnudos; noche como la que tenemos aquí mismo, a la mano, amplísima y tan disponible. O breve, discreta e íntima, únicamente para nosotros, como la que experimentamos al escuchar aquí “Shoe” de Cry Back My Sea.

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Trilce no Brasil e os limites da megantropofagia

Como su lema lo indica, y en tanto “línea de investigación”, todo aquí es tentativo, en vistas a profundizarse y susceptible de debatirse hasta, acaso, desconfigurarse por completo y pasar a constituir otra propuesta, claro, con distintas hipótesis.

Una cosa fundamental que en los últimos tiempos se ha ido filtrando, en torno a la recepción de la poesía de César Vallejo, es la de parecernos hoy más arbitraria e incluso divertida respecto a aquélla anterior o tradicional; cuando lo de divertida le queda corto.

Vallejo es un poeta henchido y su poesía no es menos gozosa.  Recordemos, aunque ya tengan sus años, y en un ápice dejen de ser ciertos, los sucesivos intentos de rescatar el humor vallejiano; al Vallejo burlón (al modo como, verbigracia, se pinchaban de modo mutuo Góngora y Quevedo). Si antes el público leía y escindía, entre un Vallejo políticamente comprometido o consumido por el dolor de otro que era, sobre todo, magnífica pirotecnia del lenguaje (pensemos sobre todo en Trilce).

Hoy pareciera se ha devaluado el político y plañidero, un tanto menos el pirotécnico verbal, para dar paso a la recepción de un Vallejo más casual – arbitrario, nihilista, lúdico, etc. – y montado en plataformas o formatos que no se restringen al de la literatura o el ensayo.

Diría incluso que en la percepción internacional entre la “gente relativamente joven y culta” predomina esta última postura estético-ideológica. Aunque, por lo general, no siempre, quede la impresión de no divertirse nadie y, más bien, se marque aún más una mueca de mayor desencanto. Pareciera que cierto consistente ideal actual (anterior o que no coincide necesariamente con los efectos de la generalizada pandemia del Covid 19), al menos entre los nuevos poetas hispanoamericanos, estriba en impostar cierta “alma argentina”; según Anahí Mallol1:

Al leer la poesía argentina reciente uno queda, en cierto sentido, devastado, porque los textos de la poesía argentina contemporánea son inteligentes y a la vez indigentes (dan cuenta de una mirada que comprende y entiende y no organiza porque no hay nada que organizar, sino sólo dar cuenta de un derrumbe que no es un apocalipsis propiamente dicho; hablan de un final que ha estado aquí desde el inicio mismo, sólo que ahora se acelera por la inacción del que no le encuentra sentido a nada)

Utopía/distopía, sin embargo, un tanto menor en la recepción caribeña – o al menos dominicana2 – de la poesía de César Vallejo que les ha permitido liberarse allí, poco a poco, del monopolio de los civiles versos de Pablo Neruda: tozudo hipotexto en la poesía hispanoamericana; aunque paralelo o contemporáneo en el tiempo al de César Vallejo, anterior a la actual importancia estético-geopolítica de Trilce. Y mucho menor todavía en el caso de la recepción brasileña donde juntos, poetas y críticos, han tendido a leer la poesía del peruano, y en particular el poemario de 1922, como un performance o evento –con amplia participación del cuerpo – y no primordialmente como documento ideológico o manual sentimental. Es decir, la escritura vallejiana ha sido casi inmediatamente canibalizada en el Brasil. Sobre todo desde Haroldo de Campos y su propuesta de entender la traducción en tanto tradição-transcriaço-transculturação; hasta llegar a Amálio Pinheiro – discípulo de Haroldo – que también conecta con aquello3, aunque lo profundiza y ve más en detalle; entre esto, la vinculación entre César Vallejo y Oswald de Andrade:

Exercício de uma nova física existencial, constatada a exaustão caduca dos paradigmas, muito embora permanentes, ocidentalizantes de se organizar o mundo. Contra a herança retórico-messiânica peninsular, que castrara, a partir da Reconquista, a vertente hispano-afro-árabe (Pinheiro, 1993)4

Haroldo de Campos, el que se impusiera, con la ayuda del peruano Julio Ortega, traducir lo más “difícil” de Trilce:

– He decidido – me dijo – que traduzcamos juntos al portugués unos poemas de Vallejo del libro más difícil de la lengua española, Trilce, pero sólo los imposibles de traducir, aquellos que nadie haya descifrado y resulten enigmas sin glosa creíble.

– Pero Haroldo – me defendí –, si no se entienden en español serán sólo parodias en portugués.

– No lo creas – replicó él – […] ¡El canibalismo de los poetas del modernismo brasileño es una modesta cena comparado con la bomba de tiempo verbal de nuestro proyecto revolucionario!5

Sin embargo, subsecuente testimonio de Julio Ortega, en tanto co-traductor, que para efectos de lo que intentamos plantear aquí resulta retador: “[Respecto a Trilce XXIX] el poema es, en español, más hermético y severo, más ceñido y concentrado; en la versión portuguesa resuena más vocálico y aliterativo, quizá más fluido que hierático”. Es decir, la noción (es) de las Humanidades en la cual milita el oceánico erudito Haroldo de Campos – libros o canon, multicultural o “barroca” e, incluso, libertaria en tanto llamarnos la atención sobre la naturaleza constructiva o narrativa de las mismas6 –, antropocéntricas a fin de cuentas, encuentra aquí sus propios límites. Aquello de “hierático” observado por Ortega, una vez trasvasados aquellos poemas de Trilce al portugués, constituye un guiño muy significativo. Nos invita a no idolatrar o confinar en demasía nuestra lectura en el lenguaje – por más creativa que resulte la “tradição-transcriaço-transculturação” correspondiente – y abordar el asunto de otro modo; o, más bien, agregar a aquellas tres nociones de las humanidades una adicional. Aunque no a manera de la suma de un elemento más, entre otros, sino de la impronta de uno catalizador y que active un salto cualitativo, un “giro ontológico”. Y junto a permitirnos superar el narcisismo y el nihilismo a través del “perspectivismo”7, facilitar nuestro reencuentro con lo colectivo y con el mito, el cual: “no es nunca de su lengua, es una perspectiva sobre otra lengua” (Claude Lévi-Strauss). Noción de las Humanidades a la que, siguiendo a Eduardo Viveiros de Castro, nos animamos a denominar multinaturalista o post-antropocéntrica.

En suma, convidamos con esta línea de investigación a tomar en cuenta algo que, en principio, pareciera contradecir el carácter vanguardista, aleatorio o fragmentario de aquel poemario vallejiano. Existiría en la poesía de Vallejo, y ni hablar para su más concentrada y lograda versión que es Trilce, y a tono con la red oximorónica constante y predominante en todo el libro – y a varios niveles: prosódico, léxico, sintáctico, estructural – una lectura correcta; obligatoria pero no reductiva; y no menos reinvindicativa. Aunque, respecto a esto último, no “sólo” en tanto real politik o el binomio utopía/distopía ni circunscrito geográficamente a América Latina. Vallejo que, estando en Europa, percibió su entorno como si no fuera él el migrante o el provinciano y sí, más bien, a tono con su vocación intergaláctica, un ciudadano del universo. Tal como nos lo ilustra Guido Podestá: “El objetivo de Vallejo [en Europa] es, más bien [de modo semejante a Brassaï (Gyula Halász) y André Kertész], hacer folklore de lo moderno […] En los tres prima la concepción de que el arte tiene – como lo pensaba Baudelaire – dos mitades. La modernidad era tan sólo una de esas mitades. La otra mitad era aquello que era ‘eterno e inmutable’” (Desde Lutecia. Anacronismo y modernidad en los escritos teatrales de César Vallejo). Ergo, en percatarnos de lo que es “eterno e inmutable” en Trilce, y en ensayar una específica teoría y metodología de acceso a ello, consistiría el presente estudio.

Pero esto último sucede durante la estadía del “Cholo” en Europa (1923-1936), mientras Trilce es del año 1922 y fue escrito básicamente en Lima entre 1918 y 1922. César Vallejo, aquel provinciano de los “Cráneos de bronce” (título original de Trilce) y encandilado con el jirón de La Unión de la capital del Perú, escribió su poemario desde el Palais Concert (donde convergía, junto con Abraham Valdelomar, la intelectualidad peruana de la época). Es decir, en tanto amerindio originario de la serranía de Santiago de Chuco y un mundo alternativo al de la discriminadora costa, al dividido occidente y al de las apariencias del mundo tomadas como ciertas, desde aquel célebre café-cine-bar (construido por Gustave Eiffel) Vallejo sintió y pensó su patria y el universo. París constituiría, luego, básicamente un Palais Concert más grande.

Notas

1) “Algunas visones del vacío y la nada en la poesía argentina contemporánea”, Revista Laboratorio, 2017. http://revistalaboratorio.udp.cl/wp-content/uploads/2017/08/Anah%C3%AD-Mallol.pdf

2) Pedro Granados, Poesía dominicana del s.XXI: “leer poesía era (es) leer a Vallejo”.

https://www.researchgate.net/publication/349546086_Poesia_dominicana_del_sXXI_leer_poesia_era_es_leer_a_Vallejo

3) “De modo análogo a Vallejo, Oswald, conforme elucida Haroldo de Campos, atua “em plena operação metonímica, selecionando elementos fornecidos pela realidade exterior e transformando-os em dígitos, para depois recombiná-los livremente e hierarquizá-los numa nova ordem, ditada pelos critérios de sua sensibilidade criativa” (CAMPOS, Haroldo de. “Estilística Miramarina”, em Metalinguagem, p. 91) (Pinheiro 201).

4) “Oswald e Vallejo. Os dois alimentam-se vorazmente de signos próprios e alheios. Opunham à fácil inteligência da lógica herdada os golpes sincrônicos e sintéticos. Frases do Manifesto Antropofágico, tais como “Mas nunca admitimos o nascimento da lógica entre nós” (ANDRADE, Oswald de. “Manifesto Antropofágico”. Ob. cit., p. 15)8, cabem dentro do esforço vallejiano de recuperação das camadas dérmico-sensitivas do continente, de canalizar as energias conforme a nossa espécie sensível, em estado de linguagem subterrânea e latente” (Pinheiro 197). Vallejo/Oswald: Trilce antropofágico”:https://repositorio.ufsc.br/bitstream/handle/123456789/199543/11.%20Am%C3%A1lio%20Pinheiro%20%20VallejoOswaldTrilce%20antropof%C3%A1gico.pdf?sequence=1&isAllowed=y

5) Julio Ortega, La comedia literaria: Memoria global de la literatura latinoamericana. https://books.google.com.pe/books?id=PaHNDwAAQBAJ&pg=PT369&lpg=PT369&dq=haroldo+de+campos+y+Trilce&source=bl&ots=6gvns8mVdn&sig=ACfU3U1fDkMKVIXawswoB2NtV_BWZvGyvA&hl=es419&sa=X&ved=2ahUKEwjD7evRtY_wAhWLppUCHUyEAG4Q6AEwEXoECBUQAw#v=onepage&q=haroldo%20de%20campos%20y%20Trilce&f=false

6) Pedro Granados. “Humanidades”. Uwa’Kürü – Dicionário analítico – volume 5 / organização: Gerson Rodrigues de Albuquerque, Agenor Sarraf Pacheco. – Rio Branco: Nepan Editora; Edufac, 2020. 115-117.

7) “Contrary to the Western idea that there are many cultures but only one nature, in Yanomami ontology [como en la poesia de César Vallejo] there are many natures but only one culture”. Eduardo Viveiros de Castro, “Exchanging Perspectives: The Transformation of Objects into Subjects in Amerindian Ontologies,” Common Knowledge 10.3 (Fall 2004): 463–84.

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STATEMENT OF POETICS PRINCIPLES

Central Park, NY.  Photo by Rosario Bartolini

I imagine that, somewhat in the manner of Pound or Eliot, and no less of César Vallejo, I have stopped at the following:

Any work of art is a mixture of freedom and order. Art oscillates between chaos, on the one hand, and pure mechanics, on the other. A pedantic insistence on detail tends to exclude essential form. If the essential form is firmly held, freedom of detail is possible (Ezra Pound).

Art is an escape from fixed positions; a timely evasion of a norm… (T.S. Eliot).

The technique: it always reveals what we really are and where we are going (César Vallejo).

I say somewhat because, on the other hand, the myth in my poetry is not pasteurized, as it is in Pound; also, although it seems otherwise, in Walt Whitman (“master athlete” and hardened “tramp”) and even – someone as “cerebral” as Pound – in the author of Altazor. Both, these last two, dazzled or casual before the stream of their own images (Imaginism). By the way, I think of a Vicente Huidobro as an intersection between Whitman and Pound. And I also agree with what Octavio Paz thinks of Eliot: palimpsest art from the Western or classical tradition. Therefore, here we also find the myth already deceased; and we only have quotes or traces of him. Analogously to what happens in Pound, we insist vortex of fused and fusing ideas, honest will for aura and style.

However, and on the contrary, in César Vallejo and I verify that also in my poetry, the myth is given raw and is alive; Although it does not pretend to be explicit or, it would be execrable, something merely decorative. That is to say, the myth is an acolyte of itself and creates an archipelago; brings together, such a real and active agent, community. In short, it aspires to become an overseas Amerindian conceptual mediator and cross-sectional to any language. Poetry that finally does not hide, but rather supports, a corrector restorative way in its reception. A reading, for example, by Trilce, and although it is paradoxical in the case of an “avant-garde” text, happier than others. I purposely evade, together with what would constitute a random or arbitrary reading of that collection of poems, the term “pertinent”; and, rather, I refer to an embodied and post-anthropocentric reception of both the poetry of the author of Trilce and mine. Vallejo will not be Whitman, he will not try to corroborate Rousseau’s “ideas” in his poetry; nor will it be Pound. Neither Eliot nor any “little God.” Nor, though both “abolitionists”, would R. W. Emerson share “transcendentalism”. Vallejo is a poet without membership, being Pound’s club, as we know, much more exclusive than Harold Bloom’s 100’s.

And in Spanish, I don’t write.

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Entrevista a Pedro Granados: “Trilce, La mirada y los zorros”. Sasha Reiter e Isaac Goldemberg

Isaac Goldemberg comparte la entretrivisa que, junto s Sacha Reiter, hiciera a Pedro Granados a proposito de la traduccion al ingles de su poemario Amerindios, notese la mencion a la poetica espacial de los ceques. 

A propósito de la publicación de Amerindios/Amerindians (Ney York: Arte Poética Press, 2020), donde ambos escritores tradujeron al inglés La mirada; el cual, junto con Roxosol, traducido por Leslie Bary, completa el conjunto de aquella publicación neoyorquina y bilingüe. Fredy Roncalla

¿Qué relación tienen los poemas de La mirada con Trilce de César Vallejo y con los “zorros” de José María Arguedas? ¿Qué significan en tu libro?

El punto crucial y reiterativo de los “zorros” –equivalentes, aunque uno de “arriba” y otro de “abajo”– es que cuando se juntan –hecho extraordinario, tal un mito cumplido– en aquel espacio –nominalmente Chimbote, aunque más bien abstracto, tipo La metamorfosis de Kafka– en lo fundamental miran, observan y comentan lo observado. Tanto que, en aquel tan significativo trance o circunstancia,  Arguedas insinúa pueda tratarse –ya que pueden convertirse en cualquier cosa– de un solo “zorro”; y nosotros agregamos, por ende, constituir una sola “mirada”. Nuestra lectura de aquello, por lo tanto, no es meramente “literaria” (canon) ni en estricto cultural (noción de las humanidades en tanto pueblos, culturas  o minorías); sino mítica o, más bien, ontológica. Trata de rescatar no el asunto ideológico o político, al menos inmediato de la novela, sino su magma filosófico o teológico (prefiero el filosófico) un tanto descuidado por la crítica a la sazón. El ojo de Yhavé, de Buda  o de Guernica podría vincularse a esta lectura… de Arguedas… y a mi concepto de La mirada.

Algo semejante existe con Trilce, la simultaneidad de los “tres soles” (OOO) de mi poemario Roxosol, observen la carátula del mismo, y aunque cada uno de ellos de color diferente en mi sueño, aluden también a su posible, dada la equivalencia, intercambio entre aquellos soles. La continuidad solar, en lo básico (mañana, tarde y noche, como para el hombre antiguo), contemplada tal como una epifanía… tal como una mirada o un encuentro de miradas.

Tu poesía parece estar en un diálogo con Arguedas y con Vallejo. ¿Es así? ¿Cómo?

Fundamentalmente con Vallejo, a través de un paulatino descubrimiento poético que se toca con uno también intelectual, de modo un tanto mas consciente en los últimos veinte años. Lapso de mi tesis de doctorado que le dediqué, junto con poemarios y ponencias; las cuales, estas últimas, por lo general van a contracorriente del modo usual con que hasta ahora se recepciona al autor de Trilce.  Ejemplos de esto: “Trilce, muletilla del canto y adorno del baile de jarana” (2007), Trilce: húmeros para bailar (2014) y Trilce/Teatro: guión, personajes y público (2017). Pero no me considero, en tanto poeta, un vallejólogo ni, mucho menos, un vallejómano; tengo voluntad de estilo y ambición personal que me hacen, tal como la pregunta, dialogar con él y no meramente imitarlo.

¿Hablas quechua? ¿Está influenciado el castellano del hablante de tus poemas por “una” dicción quechua? De ser así, ¿cómo?

Arguedas, desde 1938 (“Vallejo, el más grande poeta del Perú”) y con aquello de “Vallejo era el principio y el fin” (1969), testifica que el autor de Trilce le permitió resolver un problema que todavía sigue vigente para la mayoría de estudiosos; aquél de que el español es un mediador cultural válido del quechua.  Es decir, que fue leyendo Los heraldos negrosTrilce y Tungsteno donde Arguedas se percató de cómo superar sus angustiantes conflictos lingüístico-culturales a la hora de escribir. Sin duda que el haber sido mis padres bilingües (español/quechuas I y II) ha sido cultural y humanamente importante para mi; pero creo que el español “solito” del Perú –¿de los peruanos y andinos incluso fuera de su país? –es quechua también e incluso amerindio. Sé del quechua algunas contadas palabras, pero lo que se ha filtrado en mi escritura sea acaso su sensibilidad, no estoy seguro. En suma, creo que no precisamos enfatizar la diferencia cultural, somos indígenas todos; y el Everest representa nuestro apu mayor. Por eso Vallejo se daba el lujo de no ser un peruano profesional o de utilería; jamás intentó ganarse la vida con su “diferencia” o devenir en un gurú de lo “otro”, ni en su vida ni en su poesía. Entendió que el mito no pertenece a ninguna lengua –o cultura–, sino que cada lengua es traducción de aquél; siempre apuntó hacia al origen de este Babel.

Como tú hablas y lees en inglés, ¿te parece que las versiones de tus poemas en este idioma dicen de alguna manera algo distinto que los originales? Y no me refiero solo a La mirada sino también a Roxosol.

Me parece que en las versiones de mis poemas al inglés se acentúa el aspecto conceptual o intelectual de los mismos; no sé qué tanto sea equivalente, entre ambos idiomas, el aspecto expresivo o más corpóreo.  Acaso aludan, mas bien, a las coordenadas propias de un cuerpo o sensibilidad distintos en inglés. Pero aquello no está mal o no constituye una limitación de la traducción; por el contrario, mi poesía ventila mucho aquel aspecto intelectual, aunque entrelazado a lo cotidiano. Y que el aspecto expresivo al que se ligue en inglés no disminuye, sino, por el contrario, multiplica sus posibilidades apelativas y de configuración de realidad.

Lo cual nos lleva a preguntarte: ¿Piensas que un idioma puede captar la mentalidad cultural de otro idioma? ¿Piensas que es posible traducir una cultura a otra?

Perfectamente posible, aunque no se pueda decir que esta traducción sea mejor o peor respecto a un original. ¿Cuál original? ¿Cuál principio u origen? Bastardos somos todos no sólo a nivel genético, sino asimismo a nivel cultural. Compartimos, a modo de glosolalias insertadas en nuestra cultura y a veces también en nuestras lenguas, desde ya fragmentos de muchas culturas anteriores que sobreviven en nosotros, que sólo de modo aparente se encuentran extintas. Y que se activan y actualizan, algunas de ellas, particularmente cuando se escribe poesía. Somos permanentes homínidos migrantes con una gran y antigua alma en común. Esto sostiene la posibilidad misma de la traducción.

En los poemas de este libro, nos parece que el acto de mirar está identificado con el acto de conocer y saber y de cierto modo con el acto de “poseer” lo que se ve. Asimismo, el lector siente esta preocupación: cómo capturar con palabras lo que ve el ojo. ¿Podrías decirnos cuál es el papel de la mirada en tu poética?

Conocer, saber, “poseer” y consolar o poner en práctica la compasión; no el mero consuelo, sino la mutua identificación con el otro. Pero, finalmente, de ningún modo con un propósito de ayuda o de auto ayuda, de causa-efecto práctico, pragmático o filantrópico. Se puede mirar o contemplar juntos el horror o la dicha suma y, sin esto ser inventado sino real, su consecuencia pedagógica puede mantenerse incierta, latente u opaca. La mirada, eso si, es una invitación a mirar en red; a reavivar y multiplicar, por ejemplo desde la experiencia andina, los ceques o puntos de visión que salían y se orientaban hacia los cuatro puntos cardinales, desde el templo del Sol o Koricancha.

El sol juega un papel protagónico en varios de tus poemas. Alumbra descubriendo los espacios oscuros. Lo mismo desempeña “tu/la” mirada. ¿Hay una analogía entre el sol y el ojo?

La mirada no alude a un ojo ni a dos o mas; es mas bien una cualidad o acontecimiento. Por ejemplo, en El zorro de arriba y el zorro de abajo, son dos zorros que juntan sus rostros y, por ende, sus ojos, los cuales constituyen cuatro entonces, aunque ensayan una sola mirada milenaria dirigida a Chimbote.  Instancia que implica experiencia, y no solo una idea o pensamiento. La mirada se parece a una epifanía y a una anagnórisis porque, en última instancia, aquélla es gozosa. Un mito cumplido; y no solo una utopía o algo abstractamente por venir.

En uno de los poemas de este libro, el hablante se pregunta “dónde está la poesía”. ¿Para ti es esto mejor que preguntarse “qué es la poesía”?

Exacto. Qué es introduce apropiación y corte sincrónico; de algo que no tiene propietario y es algo semejante a un fenómeno continuo y ubicuo. No existe o, por el contrario, existe; no es antes ni después; no implica una disciplina, premio o ascesis; todo va depender de la perspectiva con la que se observa.  Aquí resuena el budismo zen; las propias teorías actuales del multinaturalismo, aquello de que entre nosotros y los animales mayores compartimos un alma (cultura) en común y lo que nos diferencia son sólo los cuerpos; un propio catecismo renovado –desde que la creación continúa, no ha cesado–; etc. ¿Y qué podríamos hacer? No nos queda sino echar mano de lo que tenemos más cerca para orientarnos e intentar explicar nuestra experiencia de ella, de lo que por un mero formalismo denominamos poesía.

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¿En qué momento se jodió la poesía del Perú? (II)

Emilio Adolfo Westphalen, buena poesía para adolescentes, índice de edad o de permanente condición.  No se atreve a encandilarse consigo mismo, con su propio metro y con su propia voz, y delega a que recite el lector.  Actitud muy vieja en empaque surrealista.  Escuela para olvidar pronto.

César Moro, su contertulio André Breton es mucho mejor.  Poesía para “aguantados” como lo es la inmensa clase media limeña; la cual, de facto, es la minoría que siempre ha leído.  Muy de vez en cuando, arroja la tinta de sus pinceles directamente al aire y hacia la noche, entonces acierta.  Aunque, por lo general, el formato manda, el soporte le ordena.  Aun así, es mucho mejor que Westphalen.

Javier Heraud, murió justo cuando todavía se encontraba en el intersticio entre su ser real y el de la ficción.  Su gesto ético, aquello de morir a los 21 por los ideales socialistas cubanos, nos deja mudos.  Su gesto poético, en cambio, sí nos permite articular que no superó a Antonio Machado ni salió de las homilías de la iglesia del barrio o de su colegio.

Jorge Eduardo Eielson, testigo de la Poesía, cómo no.  Heredero directo de Martín Adán; de aquellos versos de este último: “[Poesía] De Dios que cayó en orgasmo/ Haciéndolo para cisma”.  Sus esculturas enterradas, de modo paralelo a su “secreto” oculto entre sus voluptuosos “nudos”, brindan cuenta de aquello.  Es el último de los grandes poetas peruanos de raza.  Casi a su mismo nivel va Javier Sologuren; admirador de Eielson porque lo que éste intuía, Sologuren lo articulaba y plasmaba a plenitud. Poeta menor de esta misma generación, de los años 50′, es la muy expresiva y expresionista Blanca Varela.

Antonio Cisneros, constituye el más elocuente fruto de la solvencia e influencia de sus amigotes, también, a nivel de la cultura.

Rodolfo Hinostroza, y su tan personal Comala.  La búsqueda del padre, a lo largo de toda su obra (poesía, ensayo, teatro), trasciende  la utilería y el “tono” de época.  Muy inspirador y recomendable para lectura de los jóvenes.  Juego de acertijos para la gran mayoría, mientras el autor permanece atento al tránsito y  conjunción entre Venus y Neptuno.

Raquel Jodorowsky, a esta autora chileno-peruana alguna vez la leímos y, juramos, que en cuanto podamos la vamos a volver a leer.

José Watanabe, la oralidad de su pueblo natal, Laredo (La Libertad, norte del Perú), le salvó la vida literaria.  Uno de los poetas peruanos más inteligentes del siglo pasado; y excelente administrador también de su propia poesía.  Lo poco que tuvo, que es mucho, lo supo mostrar eficazmente en sus versos.  Cauto.  Obvio, dada esta actitud vital y retórica, le faltó arriesgar.  Se la creyó y le creyeron, pero terminó refugiado en los evangelios; como si estos constituyeran algún tipo de refugio.  Su mesura, su decoro, términos asimismo de la retórica, le pasaron factura.

Eduardo Chirinos, como sus amigos Jorge Eslava o Carlos López Degregori, entre otros de su clan: todos los premios, cero goles.  Producto típico (paradigmático) de las funciones de una institución literaria vigente; en este caso conservadora y con galvanizadas raíces en la PUCP.  Jamás fue un poeta, sí, un esmerado estudiante de Letras.  Junto con Montalbetti y otros, menos conocidos aunque con virus equivalente,  apostaron por –el a su vez inexistente– Antonio Cisneros.  Neblinas de verano de Lima.  Ascos comunes y, a su vez, los mismos modales compartidos.  Espejismos, todavía, de algunos profesores que  tozudamente militan en ciertas nociones restringidas de la vida y de las Humanidades.

Jorge Pimentel y Enrique Verástegui.  Más palabrero uno que el otro; engreídos, ambos, por una crítica siempre en cierre de edición; uno mestizo y el otro zambo. Nada más nos sale decir de ellos.

Pedro Granados,  toda aquella aproximación a la poesía y su crítica en la región –que no tome su obra como referente imprescindible y secuencial a Vallejo, Adán y Eielson– es y será una  verdadera pérdida de tiempo y esfuerzo (Ej. Poesía peruana: Entre la fundación de su modernidad y finales del siglo XX).  Trabajos de un mala leches o de un tonto ocupado.

PD Sería muy ingenuo que un lector o “poeta” no peruano (chileno, español, mexicano, brasileño, norteamericano, etc.) considere que con esta crítica, sólo en apariencia ácida hacia la poesía de mi patria, se han librado y se hayan sus obras, como dicen, de puta madre.  No piensen así.

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