Archivo por meses: julio 2018

Los poetas vivos y más vivos del Perú (y de otras latitudes) (I, II, III, etc.)

Ud. conoce tan bien como yo la sociedad que caracteriza a los intelectuales de nuestros países.  Intelectuales frenéticos de ignorancia y de arribismo, los peores enemigos de la poesía y siniestros simuladores…”

(Carta de César Moro al poeta chileno Enrique Gómez Correa. 10/12/1942)

“40 años de helante soledad [desde la muerte de César Vallejo], 26 años [los que Georgette estaba viviendo en Lima], en esta tierra ingrata y cruel, de calvario interior sangriento y mancillado con indirectos ataques de barriada, no habiendo más repugnante y cobarde que esa hampa…letrada [intelectuales, editores y profesores que, de un modo u otro, hacían que sus derechos de autor fueran un mito]”

Pasaje de una carta de Georgette de Vallejo a Jorge Wilson Izquierdo, fechada el 23/ 10/ 78, de la Asociación Periodística WARPA de Celendín (Cajamarca)

I: https://www.babab.com/no15/poetas_peru.htm

II: http://blog.pucp.edu.pe/blog/granadospj/2016/05/18/coda-a-los-poetas-vivos-y-mas-vivos-del-peru/

III: http://www.letras.mysite.com/pg270605.htm

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Narradores (y poetas) animales

“Respecto de los narradores animales, o en proceso de devenir-animal, hemos ya intentado argumentar cómo, mediante la elaboración de esa suerte de habla anónima, de lenguaje sin sujeto, Kafka ha contribuido a desideologizar, es decir, a denunciar la ideología que operaba en la gran mayoría de las fabulaciones teriomorfas de la tradición occidental.  Esos amaestramientos antropomórficos que utilizan a las bestias como pretexto para afirmar, mediante la figura de la prosopopeya, la moral y la ideología humanistas. “Siempre un discurso del hombre; sobre el hombre, incluso sobre la animalidad del hombre, pero para el hombre y en el hombre”, dice Derrida (2008, 54) refiriéndose a la fábula clásica. En Kafka, el discurso animal, lejos de someterse al rigor de la metáfora, produce un desvío: sosteniendo la figuración a medio camino entre lo animal y lo humano, en el territorio intermedio y potencial de lo viviente, crea un hiato entre el sujeto de la enunciación y su discurso. Consigue así que lo que dicen estos animales no les pertenezca –que no hablen en nombre de una identidad, que no construyan un marco personal para sus palabras–, sin que, sin embargo, puedan ser considerados autómatas, títeres o ventrílocuos del hombre o de la voluntad divina. De ese modo, la metáfora animal es desmantelada y el sentido es sometido a un proceso de variación anómala (Sauvagnargues 2006, 69) cuyo resultado son esas extrañísimas criaturas kafkianas, hablantes que exponen con crudeza su relación de impropiedad respecto del yo y del mundo. Los narradores animales resisten la personificación, la cristalización de la imagen, la representación; niegan la relación intrínseca entre “pertenencia” y sujeto, y de ese modo cuestionan el fundamento metafísico sobre el que se asienta la estructura jerárquica del discurso de la especie.

Si Kafka nos enseña a leer es precisamente porque su obra engendra una multitud de imágenes que emergen de encuentros con la vida. Y en ella esa forma de encuentro y de pensamiento se relaciona de modo directo, al igual que en la filosofía nietzscheana, con la presencia de los animales. Sus roedores, monos, perros, caballos, chacales, buitres, insectos indeterminados, siempre ligados a situaciones de transición entre el sueño y la vigilia, generan las impresiones más extrañas y duraderas de los relatos, y tal vez por eso le permiten al lector vivenciar lo estrecha que es su olvidada relación con su propia animalidad”

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ROXOSOL (portada)

Bibiana Vélez Cobo (ilustración de la portada)

Amálio Pinheiro (versión al portugués)

“La poesía de Pedro Granados es el hilo de habla que emerge de una herida en el cuerpo del lenguaje español. Habla que es hilo de vida, huella de sangre, texto de la voz que borbotea con asombro y convicción. Estos poemas, por lo mismo, palpitan en cada sílaba, con sobriedad y desnudez, o con la dignidad que hay en la desnudez que recibe la palabra viva del poema como una rama de fuego arrancada de la voz.  Esa palabra en carne propia reverbera en la intimidad de una conversación en la que la confesión y la súplica, la oración y la convocatoria, se suman, con ardor y sed, para que el poema sea una historia de vida, una breve memoria de la muerte viva.  De allí la demanda que nos impone el poeta. Es una demanda de pasión vital y ardor verbal. Aun cuando el lenguaje sólo puede dar cuenta de la fragilidad y fugacidad del tiempo presente, el poema demora ese ardimiento, ese brío del habla en el coloquio.  Como si la poesía  fuese capaz de concedernos todavía verdad y piedad”

Julio Ortega

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