En un programa de tutoría encuentro estos enunciados:
Hay que desarrollar aquellos valores universales como la justicia, la honestidad, el amor y la fidelidad.
Y luego (sí, en el mismo programa, un poquito más abajo solamente), leo lo siguiente:
Los alumnos deben elaborar su propia jerarquía de valores para que vivan de acuerdo a ella, según lo que ellos crean.
Ya es hora de que alguien que sepa algo de ética y de desarrollo moral asesore a quienes hacen estos programas. ¿Es que nadie se da cuenta de la contradicción? Si de lo que se trata es de desarrollar “universales” como la fidelidad o el amor (¿a qué se referirán con esto?) pues los alumnos no pueden desarrollar la jerarquía de valores que ellos crean conveniente. Una cosa no va con la otra, simplemente.
Mas peligroso aun me parece lo que vi en un libro de inicial con el que pretendían educar a Paulo antes de que yo lo cambiara de colegio: En una lámina con dos figuras debía marcar la que mostraba al niño bueno y feliz. El niño bueno y feliz era el que obedecía al adulto. El niño “malo e infeliz” era el que no obedecía. En la parte de atrás de la lámina estaba la frase que el niño debía aprender: Debo obedecer siempre a los mayores.
Preocupante por donde se mire. El primer caso es una muestra más de la confusión que existe en el sector educativo acerca de los procesos de construcción de los sistemas éticos humanos. Me da pena que así sea porque hay muchísimo avanzado en esta línea del conocimiento y simplemente no se toma en cuenta al momento de diseñar planes y programas o de elaborar textos escolares, los que se hacen “de la cabeza” del autor de turno, sin importar si este conoce el tema o no.
En el ejercicio del libro de inicial, la postura que subyace es la que primó en la psicología en los años 20, postura que entendía la moral como un conjunto de conductas (desde ayudar a otros hasta resistir la tentación de copiar) que dependían de etiquetas y clasificaciones culturales y no compartían ninguna característica intrínseca. Pero hace ya décadas que ocurrió un cambio notable en esta concepción, cuando se reconoció -obviamente por influencia filosófica- que la moral no consiste en una lista específica de comportamientos observables (como obedecer siempre a los adultos, tal como propone el libro) sino en una especial perspectiva del agente en relación con el mundo. Este cambio de concepción tuvo un impacto también en los programas educativos, los que evolucionaron desde proponer solamente (y como un fin) la interiorización de normas culturales externas, ya sea por mecanismos de asociación y reducción de ansiedad o de identificación, hasta plantearse como meta la construcción / desarrollo, por parte de los estudiantes, de significados, perspectivas y categorías para la comprensión del fenómeno moral. Psicológicamente, se entiende así que un comportamiento es moral si es intencional, si es una respuesta a un sentido de obligación y si este sentido de obligación es respuesta a un ideal (aunque tal ideal esté vagamente entendido). Obedecer siempre a los adultos -por la razón que sea, incluso conveniencia o temor- no encaja en absoluto en esta definición.
Hay muchas cosas investigadas y escritas sobre el desarrollo y la educación moral, y están disponibles desde hace muchos años. Pero el sistema educativo peruano parece ser impermeable a ellas. Cuando veo cosas como las que comento líneas arriba me parece que, lamentablemente, la discusión y los avances en psicología moral no han llegado por aquí todavía.
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