Por lo general me gusta ayudar a las personas interesadas en psicología o en educación, y no creo ser mezquina con el conocimiento. Justamente este deseo de difundir lo que considero valioso en estos campos me impulsa a seguir con el blog, pues considero que es una ventana que puede ser de alguna utilidad para psicólogos y docentes, además de padres de familia y cualquier otro interesado en asuntos de psicopedagogía y desarrollo humano.
Además de dar referencias de psicoterapeutas a quien me las han pedido, cuando he podido he enviado artículos a gente que me los ha solicitado (incluso en versión física, por correo postal), he leído trabajos de personas desconocidas y les he dado sugerencias, he servido de juez para instrumentos de medición, he opinado sobre cursos, he escrito algunos ensayos y/o artículos para páginas web, he dado referencias de textos, artículos e instrumentos, he pasado datos de otros especialistas que podrían ayudar, y varias otras cosas más. Todo esto lo hago con mucho gusto, más aun si se trata de estudiantes o de personas que tienen un interés genuino.
Sin embargo, todo tiene un límite. A veces recibo pedidos que simplemente no puedo, ni quiero, ni creo que sea correcto satisfacer. Por ejemplo, fíjense en estos cinco, que son los que he recibido últimamente:
“Necesito que me de una prueba para evaluar el desarrollo moral, mándemela a mi correo“
“Deme un instrumento para medir la autoestima“
“Estoy haciendo mi tesis y le pido por favor que cuelgue en su blog un marco teórico que me sirva“
“Tengo que hacer un trabajo en la universidad. ¿Podría responderme a un cuestionario? Me han dejado el cuestionario pero no encuentro nada para responderlo. Para hoy por favor. Es urgente!!!“
“Tengo que hacer mi tesis y no se que tema trabajar. ¿Podría plantearme un buen problema para investigar?“