Archivo por meses: agosto 2013

Enseñanza del quechua y el aymara en la universidad

Se ha armado una polémica por este proyecto de ley. Por falta de tiempo no lo comento extensamente como ameritaría, habrá que ir viendo como  se decanta el asunto en los días venideros. Lo que sí puedo decir, como lo he dicho antes, es que estaría de acuerdo en que se haga obligatorio llevar algun curso de quechua o aymara en la universidad, pero no en que su dominio sea un requisito para la graduación.  Creo sin embargo que sí se deberían aceptar como lenguas válidas para graduarse, de modo que quien las habla pueda recibirse con alguna de ellas.  En realidad, este tipo de medidas no resuelve los siglos de marginación a los que hemos sometido a las lenguas indígenas y más bien, crea nuevos problemas. Lo que se debe hacer, y yo apoyaría la medida sin pensarlo dos veces, en hacer obligatoria la enseñanza de una lengua indígena (quechua o cualquier otra, según la región), en la educación básica. Eso sí que sería verdaderamente revolucionario.

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Normas sin mucho sentido

He regresado de Piura donde participé de un encuentro internacional sobre juego y desarrollo. Se va a sacar una publicación con las ponencias así que cuando esta esté lista la difundiré por aquí. Ahora lo que quiero comentar es la única experiencia desagradable que tuvimos en los días pasados allá, que fueron, salvo este incidente, días maravillosos de aprendizaje, ayuda mutua e intercambio.

Seguramente lo que voy a contar sucede en muchos otros lugares del país, pero no por difundido es algo que tenga sentido. Se trata de lo siguiente: en la sede del gobierno regional de Piura, a donde fuimos para dar algunos alcances teóricos y metodológicos a las personas (usualmente voluntarios) que se encargan de las ludotecas en varios puntos muy deprivados de la región, nos encontramos con este cartelito:

Cartel

Haciendo caso de esta indicación, el huachimán de turno no le permitió la entrada a uno de los miembros de nuestro equipo porque vestía con un pantalón que le dejaba ver unos 8 cm. de pierna, tal como se aprecia en la foto que sigue:

El short

Yo -que no puedo con mi genio cuando veo este tipo de cosas- traté inútilmente de razonar con él, desde decirle que esos pantalones no eran de ninguna manera shorts (“yo los interpreto como shorts”, me respondió), hasta explicarle que se trataba de una persona que había venido desde fuera del Perú a apoyar esta capacitación de manera totalmente desinteresada y gratuita. Le dije que era uno de los expositores del evento al que, además, nadie había avisado de esta norma y que no era ni respetuoso con él ni ayudaba al público que nos esperaba ni a los objetivos del evento (que eran los del gobierno regional) que se le retuviera de esa manera en la puerta. Nada funcionó por supuesto, y lo único que logré fue que me pusiera cara de odio y nos amenazara a todos haciendo notar la pistola que llevaba en el bolsillo. Por supuesto, esto me acicateó aún más y no resistí hacerle todo un análisis crítico de lo absurdo de la norma, de su rigidez y su incapacidad de analizar su sentido y flexibilizarla, de la relación enfermiza con el cuerpo que se esconde detrás de reglas como esa, de lo ridículo que era poner en estos temas los esfuerzos en lugar de combatir la verdadera corrupción, y un largo etc.

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Educación y pueblos tradicionales

Enlazo este video del programa El Arriero que dirige mi amigo Javier Torres porque toca, aunque no es el tema principal, un asunto que todos conocemos y que aun no hemos logrado resolver como país: la baja calidad de la educación en las comunidades indígenas.

La verdad, a mi me indigna ver el abandono en que el estado tiene a los pueblos indígenas. Oír de los esfuerzos que tienen que hacer estas personas para tener lo que les corresponde por derecho, una escuela para sus niños o maestros que vayan a darles clases, es terrible y subleva. Los niños tienen “retardo mental”, dice el Apu, y claro que no es verdad, pero sí es verdad que reciben clases de pésima calidad, muy de vez en cuando además, que no están contextualizadas para ellos y que no les hacen ningún sentido, y en esas condiciones por supuesto que no entienden y se distraen. Lo he visto yo misma en la comunidad a la que voy en la región Ucayali, donde los “niños” tienen 20 años y están recién empezando la secundaria, donde no hay suficientes profesores, ni materiales, ni un director que esté es su puesto y haga su trabajo. Es terrible.

Aquí dejo un artículo que también aborda el tema, precisamente con las comunidades Shipibo-Conibo que es también el grupo con el que venimos trabajando nosotros. Es de Giancarlo Rolando y se lee aquí.

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La moral es razonamiento

Existe la tendencia a pensar que la moral está constituída básicamente por emociones. Esta idea no solo está en el sentido común, sino que ha tomado fuerza también en el mundo académico debido al trabajo tanto de filósofos como de psicólogos que, retomando antiguos paradigmas (el psicoanálisis entre ellos, aunque no solamente) plantean que los juicios y razonamientos no tienen mucha cabida en el desarrollo moral de las personas. Hay quienes llegan incluso a decir que mientras más automáticos y rápidos sean los juicios, mientras más inconscientes, mientras menos piensen las personas y más rápido actuen, más morales son.

Nada más equivocado.  Por supuesto, las emociones existen y tienen un papel importante en la moral, pero funcionan como marcos evaluativos para los juicios y no como factores determinantes. En este blog he tocado este asunto en repetidas ocasiones, porque no se trata solamente de posturas teóricas neutrales sino que, como toda teoría o modelo que se asume, tienen también consecuencias para las prácticas pedagógicas y las políticas sociales. Dos entradas antiguas (de entre varias otras) en la que he abordado este tema son esta y esta otra.

Quiero ahora poner solamente esta cita de Elliot Turiel, que resume bien lo que pienso. La traducción de abajo es mía.

“The findings show that reasoning, reflection and evaluative scrutiny of the ways people relate to each other are very much a part of the ways people function that are not the province of any particular set of social arrangments or cultures. In contrast with recent trends (actually evoking earlier ones) in psychology and other social sciences that people’ s decisions are non-concious, non-rational, and that reasoning, insofar as it occurs, is a form of rationalization to support choices in a post-hoc fashion, the research shows that social and moral decisions involve discriminations and the weighing and balancing of different concerns and goals”.

Turiel, E. (2012). Moral universality and relativism: variations in social decisions, social opposition and coordination as bases for cultural commonalities. En: Construyendo Mentes. Ensayos en homenaje a Juan Delval (Constructing Minds. Essays in honor of Juan Delval). Juan A. García Madruga, Raquel Kohen, Cristina del Barrio, Ileana Enesco, Josetxu Linaza (Editores). Madrid: UNED, 2012

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La ciudadanía sin moral está vacía de sentido

Es difícil entender la relación entre educación moral y educación ciudadana.  Un libro que trata de sus semejanzas y diferencias es este.  También hay un número especial en el Journal of moral education que aborda con amplitud esta relación. Se titula The moral roots of citizenship and citizenship education  y fue editado por B. Gates en el 2006 . Y aquí puse un video aficionado en el que José Alberto Mesa discute su visión de la educación moral y la educación ciudadana.

He vuelto a pensar en esta relación porque veo que, si bien en el Perú estamos en un muy buen momento en cuanto a la educación ciudadana se refiere (antes había que pelear el tema incluso en el propio Ministerio; ver aquí), ya que esta se ha priorizado como aprendizaje fundamental para todo el país, me parece que aun las propuestas que se tienen no integran bien, o lo hacen insuficientemente, la formación ciudadana con el desarrollo moral. Este último queda como una pieza insignificante de toda la propuesta, al nivel de otros procesos menos relevantes o secundarios, como un tema más y no como un eje articulador y generador de sentido, o como una direccionalidad de fondo que debería atravesar toda la educación.

Porque limitarse a educar para deliberar o participar, sin telos, sin principios que orienten esa deliberación y esa participación, es correr el riesgo de que estas actividades se pongan al servicio de fines perversos, pierdan el norte y se ensimismen, se conviertan en fines y olviden su papel de medios para la consecución de la justicia o para el bien común. Porque, en efecto, la educación ciudadana tiene que ver con los valores públicos de una sociedad, mientras que la educación moral se preocupa, además de lo público, de las virtudes privadas del individuo, la búsqueda del sentido de su vida, la formación de su carácter y el desarrollo de su conciencia ética. Tal como las entiendo, la primera está incompleta sin la segunda.

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