Desde lo que conozco sobre el aprendizaje de los seres humanos y sus procesos cognitivos y afectivos, estoy convencida de que hacer talleres descontextualizados para apoyar alguna deficiencia en estos procesos no sirve de mucho. Sacar al niño del aula por ejemplo, para hacerle algún taller o ejercicios de atención y concentración, no va a lograr mayor resultado. Y lo mismo aplica para la universidad, donde es lo común que se ofrezcan a los estudiantes talleres de hábitos de estudio, atención/ concentración, metacognición, etc. etc. etc. fuera de las horas de clase.
Ese es el modelo antiguo: en los años 70 (y creo que hasta cuando yo estudiaba), a los psicólogos se les enseñaba a hacer esto: identificar un problema, preparar ejercicios, y hacer un taller para intentar remediar el problema, con la esperanza de que las personas transfieran lo aprendido en el taller a las situaciones reales de aprendizaje. Pero mucha agua ha corrido desde entonces y hace mucho que ese modelo de trabajo es obsoleto, pues la investigación ha demostrado largamente que esa transferencia no ocurre y que por lo tanto el impacto de esa manera de trabajar es muy bajo, sino nulo.
El problema fundamental es la descontextualización, pues el aprendizaje ocurre através de la participación en prácticas de la comunidad (una comunidad de aprendizaje que puede ser un aula, una comunidad de práctica que puede ser el niño y un grupo de adultos usando un telar, etc.) , y nunca de manera descontextualizada y aislada.
Pensando en la educación formal, tanto en la universidad como en la escuela son los profesores los llamados a trabajar dentro del aula, y con actividades ligadas al trabajo escolar o universitario en sí mismo, de modo que los procesos cognitivos que no han desarrollado de manera adecuada lo hagan in situ, con propósito, y dentro de un contexto específico. El trabajo del psicólogo escolar o educativo es el de facilitar esta tarea al profesor, dándole las herramientas que usualmente no tiene (porque los profesores no suelen estar formados en cómo funcionan los procesos internos de pensamiento de sus alumnos) para que apoye al alumno desde el aula. Esta manera de trabajar será mucho más productiva no solo porque hace mucho más probable que la intervención con el alumno funcione mejor y alcance algún resultado, sino porque además ayuda también a crear vínculos de trabajo entre el docente y el psicólogo, y a romper ese estereotipo tan dañino que muchos psicólogos han construído sobre sí mismos: que el psicólogo trabaja en su oficina y a puerta cerrada, que lo que hace es una especie de misterio, que no puede compartir su conocimiento con el profesor y que su trabajo consiste en sacar al niño del aula para trabajar con ella o con él algo que nadie sabe a ciencia cierta en qué consiste. Se ganaría mucho también si la oficina encargada de la formación de profesores en las universidadeas les diera recursos para que ellos mismos trabajaran desde sus clases los procesos cognitivos y afectivos pertinentes. Suena lejano pero hay experiencias exitosas con docentes universitarios muy motivados por mejorar la calidad de su docencia y por ayudar a sus alumnos. Y definitivamente así se lograrían muchas más cosas que a través de los talleres sueltos que suelen hacerse.
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