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El papa Francisco, primer sumo pontífice latinoamericano y muy popular entre los fieles de todo el mundo pero enfrentado a una feroz oposición en su reforma de la Iglesia católica, murió este lunes a los 88 años.
El jesuita argentino, líder de la Iglesia católica desde 2013, había pasado 38 días hospitalizado por una grave neumonía y tras ser dado de alta el 23 de marzo, parecía debilitado, aunque participó el domingo en la celebración de la Pascua.
“Esta mañana a las 07H35 (05H35 GMT), el obispo de Roma, Francisco, volvió a la casa del Padre”, anunció el cardenal Kevin Farrell en un comunicado publicado por el Vaticano en su canal de Telegram.
El viernes 14 de febrero de 2025, Francisco ingresó en el hospital Gemelli de Roma aquejado de una bronquitis. Le diagnosticaron una neumonía en ambos pulmones que requirió un intenso tratamiento y puso su vida en peligro. Finalmente fue dado de alta el 23 de marzo.
El domingo, todavía convaleciente , apareció en el balcón de la basílica de San Pedro del Vaticano y con una débil voz le deseó una “feliz Pascua” a los miles de fieles congregados allí por la Pascua.
El fallecimiento del papa dará inicio a una serie de actos protocolarios, dictados por la tradición y regidos por normas muy precisas.
Se prevén nueve días de exequias y un plazo de entre 15 y 20 días para organizar un cónclave con cerca de 130 cardenales electores, para elegir a un sucesor. Más de dos tercios de ellos fueron nombrados por Francisco.
Mientras tanto, es el cardenal camarlengo, el irlandés Kevin Farell, quien ocupará el cargo interinamente.
El lunes en el Vaticano, la bulliciosa plaza de San Pedro quedó en silencio mientras sonaban las campanas.
“Vivió esta Pascua y se fue”, dijo Cesarina Cireddu, de la isla italiana de Cerdeña, con lágrimas en los ojos. “Ha vuelto con el Señor, vaya con Dios”.
Los grupos de turistas seguían caminando por la extensa plaza, mientras grupos de personas en silencio se apoyaban en una valla para rezar.
“Hemos perdido a nuestro padre espiritual”, declaró Riccardo Vielma, un venezolano de 31 años que estudia para ser sacerdote.
Infografía con los momentos clave del papado de Francisco. Fuente: AFP
“Un legado profundo”
Francisco afirmó a finales de 2023 que quería simplificar los funerales papales y anunció su deseo de ser enterrado en la basílica de Santa María la Mayor de Roma, y no en la de San Pedro.
El exarzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio fue el primer pontífice en elegir el nombre de Francisco, el santo de los pobres, cuyas enseñanzas inspiraron su pontificado, iniciado el 13 de marzo de 2013.
El primer papa jesuita y latinoamericano de la historia se implicó sin descanso en la defensa de los migrantes, el medio ambiente y la justicia social, sin poner en entredicho las posiciones de la Iglesia en temas como el aborto o el celibato de los curas.
Numerosos dirigentes mundiales elogiaron su liderazgo de una Iglesia más abierta y compasiva.
El vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, que el domingo se reunió con el pontífice en el Vaticano, declaró desde India que su “corazón está con los millones de cristianos” del mundo.
El presidente argentino, Javier Milei, saludó la “bondad y sabiduría” del papa a pesar de las “diferencias” entre ambos.
El presidente del Gobierno español, el socialista Pedro Sánchez, destacó “su compromiso con la paz, la justicia social y los más vulnerables”.
“Nos dejó un gran hombre”, dijo la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, mientras que el presidente francés, Emmanuel Macron, afirmó que Francisco siempre estuvo “con los más vulnerables”.
Bergoglio – que con 21 años sufrió una pleuresía aguda que le supuso la ablación parcial del pulmón derecho y era conocido por sufrir de una ciática crónica que lo obligaba a cojear vistosamente – gozó pese a todo de relativa buena salud hasta 2023.
Ese año su estado se debilitó significativamente, que lo obligó a desplazarse en silla de ruedas y atizó los rumores sobre una posible dimisión, siguiendo el ejemplo de su predecesor Benedicto XVI.
El líder espiritual de 1,400 millones de católicos del mundo estuvo hospitalizado dos veces en 2023, lo que le llevó a reconocer los “límites” con los que tenía que lidiar y a cancelar su participación en actos destacados como la COP28 de Dubái en diciembre.

Reformas
Amante de la música y el fútbol y poco adepto a tomarse vacaciones, Francisco mantuvo durante años un ritmo frenético de trabajo, encadenando a menudo una docena de citas al día.
Tanto en Roma como en el extranjero, el “papa del fin del mundo”, que fue líder de los jesuitas durante la dictadura argentina en la década de 1970, denunció sin descanso todas las formas de violencia, los conflictos, la trata de seres humanos, la explotación económica y defendió los derechos de los migrantes.
Pero, pese a ser un acérrimo oponente al comercio de armas, asistió impotente a las guerras en Ucrania y en Oriente Medio.
Francisco, un político avispado conocido por su franqueza, también trabajó para reforma la Curia, el gobierno de la Santa Sede, desarrollar el papel de las mujeres y los laicos en la Iglesia y sanear las finanzas del Vaticano.
Para luchar contra los abusos sexuales a menores en la Iglesia, levantó el secreto pontificio y obligó a religiosos y laicos a denunciar los casos a su jerarquía.
Sin embargo no convenció a las asociaciones de víctimas, que lo criticaron por no haber ido lo suficientemente lejos.
Muy apegado al diálogo interreligioso, sobre todo con el islam, defendió hasta el final una Iglesia “abierta a todos”, lo que le costó duras críticas por parte de movimientos extremistas por su apoyo a los migrantes.

“Periferia”
El estilo cálido de este papa reformista que cada domingo deseaba “buen provecho” a los fieles en la Plaza de San Pedro despertó un gran fervor popular.
Pero también fue muy criticado por la oposición conservadora por su supuesta falta de ortodoxia y por ejercer un gobierno considerado como autoritario.
Esas críticas -plasmadas en peticiones, libros y carteles en las paredes de Roma- también proliferaron por la sombra de Benedicto XVI, que residió en el Vaticano hasta su muerte a finales de 2022, lo que hizo que durante años hubiera “dos papas”.
También hubo conflictos internos, con críticas de algunos cardenales, especialmente sobre el el sínodo sobre el futuro de la Iglesia celebrado de 2023, un proyecto que quedó inconcluso.
El estilo de Francisco, que prefirió un sobrio apartamento de dos habitaciones de 70 m2 al lujoso palacio apostólico e invitó a personas sin hogar y prisioneros a su mesa, también le valió críticas por desacralizar en exceso su papel.
El papa número 266º pareció más interesado por la “periferia” del planeta que por los grandes países occidentales.
También puso sobre la mesa nuevos debates dentro de la Iglesia, como con su encíclica ecologista y social “Laudato si”, un alegato contra el mundo de las finanzas y un llamado a salvaguardar el planeta.
Fuente: Diario Gestión.

El papa Francisco, el primer jesuita y el primer latinoamericano en dirigir la Iglesia católica, falleció. Tenía 88 años. © Mazur/catholicnews.org.uk.
Durante sus 11 años de pontificado, registró varias otras primicias
Fue el primer papa en dirigirse a una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos, el primero en pedir leyes de unión civil y aprobar bendiciones eclesiásticas para parejas del mismo sexo, y el primero en visitar Irak, la Península Arábiga, Mongolia y Myanmar.
Pero mientras los medios occidentales lo retrataron como un revolucionario que llevó a la Iglesia Católica al siglo XXI, en la práctica el Papa Francisco a menudo adoptó un enfoque más evolutivo ante el cambio.
Aunque los críticos lo acusaron persistentemente de intentar alterar la doctrina católica, parecía aspirar sobre todo a transformar la cultura de la Iglesia, instando a los católicos a encarnar lo que él consideraba las tres características de la presencia de Dios: cercanía, compasión y ternura. También buscó contrarrestar lo que consideraba la plaga del clericalismo ampliando progresivamente las responsabilidades de los laicos, incluso en el gobierno de la Iglesia.
Cuando Francisco fue elegido a los 76 años, algunos comentaristas predijeron que sería un papa interino sin trascendencia. Pero pronto se consolidó como una de las figuras más impactantes —e inusuales— que han ocupado la Sede de Pedro en la era moderna.
El 265° sucesor de San Pedro se presentó ante los católicos por primera vez la noche del 13 de marzo de 2013, vestido de blanco, sin la capa roja ribeteada de armiño que usan los nuevos papas. Desde la logia con vistas a la Plaza de San Pedro, invitó a los allí reunidos a rezar por él antes de impartirles su bendición. Al día siguiente, fue fotografiado pagando la cuenta en el hotel de Roma donde se alojó antes del cónclave.
En otra señal de que estaba dispuesto a romper con la costumbre papal, anunció que no se mudaría al Palacio Apostólico, la residencia de los Papas, sino que viviría en la Casa Santa Marta, una casa de huéspedes del Vaticano que alberga a los cardenales durante los cónclaves.
Estas primeras decisiones marcaron el tono de su papado poco convencional.
Camino al sacerdocio
El papa Francisco nació con el nombre de Jorge Mario Bergoglio el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, la capital argentina. Sus padres, Mario Bergoglio y Regina Sívori, eran inmigrantes italianos.
El mayor de los cinco hijos del matrimonio, el futuro Papa, terminó la escuela con un diploma de técnico químico. Entre sus pasiones se encontraban el fútbol (fue hincha de toda la vida del club porteño San Lorenzo de Almagro), el cine neorrealista italiano y la milonga, un baile anterior al tango argentino.
Su vocación al sacerdocio surgió una mañana cuando pasaba frente a su parroquia y sintió la inspiración de entrar. Vio a un sacerdote desconocido sentarse en un confesionario.
“Sentí como si alguien me agarrara por dentro y me llevara al confesionario”, recordó. “Obviamente, le confesé mis cosas. Me confesé… pero no sé qué pasó. Ahí mismo supe que tenía que ser sacerdote; estaba completamente seguro”.
Fue aceptado en el seminario diocesano de Buenos Aires en 1956. Pero a los 21 años, sufrió una enfermedad pulmonar que puso en peligro su vida. Atribuyó su supervivencia a una enfermera que triplicó sus dosis de penicilina y estreptomicina. Los cirujanos le extirparon la parte superior del pulmón derecho.
Durante su convalecencia, decidió abandonar el seminario diocesano y solicitó la admisión en la Compañía de Jesús. Ingresó al noviciado jesuita en Córdoba, en el centro de Argentina, en 1958. Soñaba con servir como misionero en Japón y, sin éxito, pidió al Padre Pedro Arrupe, superior general de los jesuitas entre 1965 y 1983, que lo considerara para la tarea.
Fue ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1969 por el arzobispo Ramón José Castellano, arzobispo emérito de Córdoba. Era una época convulsa en la Iglesia católica tras el Concilio Vaticano II y la publicación de la encíclica papal Humanae vitae. La orden jesuita estaba a la vanguardia del cambio, especialmente en Latinoamérica. También estaba en crisis: muchos de los hombres presentes en el noviciado cuando él llegó una década antes se habían marchado.
En su ordenación, su abuela Rosa le entregó una carta que guardaría en su breviario el resto de su vida. «Que estos nietos míos, a quienes he entregado lo mejor de mi corazón, tengan una vida larga y feliz», escribió, «pero si en algún día doloroso, la enfermedad o la pérdida de un ser querido los llena de dolor, recuerden que un suspiro ante el Sagrario, y una mirada a María al pie de la Cruz, pueden hacer que una gota de bálsamo caiga sobre las heridas más profundas y dolorosas».
Desatando los nudos
Poco después de tomar sus votos perpetuos como jesuita en 1973, fue nombrado superior de la provincia jesuita de Argentina (incluyendo la responsabilidad del vecino Uruguay), sucediendo a un provincial que se había visto obligado a dimitir debido a las convulsiones dentro de la orden.
La provincia era significativamente más débil que cuando se unió el futuro Papa. A principios de la década de 1960, la provincia argentina de la Compañía de Jesús contaba con más de 400 miembros, con más de 100 hombres en formación, incluidos 25 novicios. Para 1973, contaba con un total de 243 jesuitas, nueve en formación y dos novicios.
Presidir la conflictiva provincia resultó extremadamente difícil para el hombre de 36 años, a quien sus compañeros jesuitas apodaban “La Gioconda” debido a lo que percibían como una inescrutabilidad al estilo de la Mona Lisa.
Poco después de asumir el cargo, estalló la Guerra Sucia en Argentina. Las fuerzas de seguridad y los escuadrones de la muerte atacaron a los opositores a la dictadura militar. En un incidente que sería analizado minuciosamente tras su elección papal, los sacerdotes jesuitas Padre Orlando Yorio y Padre Francisco Jalics fueron capturados y torturados por agentes de la junta.
Inmediatamente después de su elección, el papa Francisco fue tildado de “papa de la dictadura” por críticos que afirmaban que había traicionado a los sacerdotes ante las autoridades —o al menos no los había protegido—, citando el testimonio del padre Yorio, fallecido en el año 2000. Sin embargo, el padre Jalics declaró en 2013: “El hecho es que Orlando Yorio y yo no fuimos denunciados por el padre Bergoglio“. Los partidarios del papa señalaron que ningún jesuita perdió la vida mientras él era provincial y argumentaron que había salvado decenas de vidas.
Como superior, buscó reformar la provincia argentina, comenzando por la formación de los estudiantes jesuitas. Revisó su programa de estudios, enfatizó la labor pastoral y ofreció una base más profunda en la espiritualidad ignaciana.
Tras cesar en su servicio como superior en 1979, fue nombrado rector del Colegio Máximo de los jesuitas en Buenos Aires. Sin embargo, perdió el favor de miembros influyentes de la Compañía de Jesús en Argentina y otros lugares, y vivió un período de exilio que marcó profundamente su carácter.
Aceptó mudarse a Alemania en 1986 para trabajar en una tesis sobre el influyente teólogo alemán de origen italiano, Romano Guardini, pero sentía nostalgia. Durante su breve estancia, peregrinó a la ciudad bávara de Augsburgo, donde contempló una imagen mariana conocida como «María Desatanudos», una devoción que posteriormente popularizaría.
Tras abandonar su doctorado, regresó a Argentina, donde las tensiones dentro de la provincia jesuita alcanzaron su punto álgido, culminando en 1990 con su traslado a Córdoba, ciudad a más de 640 kilómetros de Buenos Aires, donde ejerció principalmente como confesor. Sus partidarios también fueron expulsados y se les pidió que no se pusieran en contacto con él.
Al reflexionar sobre su introspección en Córdoba, en su primera entrevista importante como Papa, dijo: «Mi autoritarismo y mi rapidez para tomar decisiones me llevaron a tener serios problemas y a ser acusado de ultraconservador. Viví una época de gran crisis interior cuando estuve en Córdoba. Claro que nunca he sido como la beata Imelda [una persona virtuosa], pero nunca he sido derechista. Fue mi autoritarismo al tomar decisiones lo que me creó problemas».
El camino a Roma
Su exilio terminó en 1992, cuando el Papa Juan Pablo II lo nombró obispo auxiliar de Buenos Aires, por iniciativa del cardenal Antonio Quarracino, nombrado arzobispo de Buenos Aires dos años antes.
En su consagración, repartió estampas de oración que representaban a María Desatanudos. Tomó como lema episcopal las palabras «Miserando atque eligendo» («Y mirándolo con misericordia, lo eligió»), extraídas de una homilía en la que San Beda describió la vocación de Cristo a San Mateo.
Quarracino lo nombró vicario general, encargándole de la administración de la archidiócesis —que contaba con más de tres millones de habitantes— y contando con su gran apoyo como asesor. Aquejado de problemas de salud, el cardenal convenció a Juan Pablo II para que nombrara a Bergoglio en 1997 arzobispo coadjutor con derecho a sucesión, a pesar de la oposición en el mundo político argentino y en Roma. El nombramiento sorprendió a los observadores locales, ya que el hombre de 60 años tenía un perfil público relativamente bajo.
Tras el fallecimiento de Quarracino en febrero de 1998, Bergoglio lo sucedió de inmediato. Adoptó un enfoque distintivo en el liderazgo de la arquidiócesis, rechazando solicitudes de entrevistas y la residencia oficial del arzobispo, optando por vivir en un edificio de la curia arquidiocesana junto a la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Se centró en la evangelización y la atención a los pobres, y se le veía usando el transporte público, paseando por las villas miserias de la ciudad, asoladas por la droga, y lavando los pies a los enfermos de sida.
En febrero de 2001, el Papa Juan Pablo II le confirió el capelo cardenalicio durante un consistorio en Roma, junto a otras 36 personas, entre ellas el futuro decano del Colegio Cardenalicio Giovanni Battista Re, el inglés Cormac Murphy-O’Connor, el influyente brasileño Cláudio Hummes y Theodore McCarrick de Washington.
En octubre de 2001, sustituyó al cardenal Edward Egan como relator general de una asamblea del Sínodo de Obispos en Roma, después de que el arzobispo de Nueva York se viera obligado a regresar a su patria debido a los atentados terroristas del 11-S. Este puesto le permitió contactar con líderes de la Iglesia de todo el mundo, lo que elevó considerablemente su visibilidad internacional.
Bergoglio inicialmente rechazó el papel de presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, pero aceptó en 2005 y fue reelegido en 2008 para un nuevo mandato de tres años.
En abril de 2005, participó en el cónclave que eligió a Benedicto XVI. Según versiones posteriores, obtuvo el segundo mayor número de votos.
En 2007, desempeñó un papel crucial en la creación del influyente Documento de Aparecida, un modelo para renovar los esfuerzos de evangelización en Latinoamérica. El texto afirmaba que la Iglesia estaba llamada a una profunda y profunda revisión de su misión y necesitaba relanzarla con fidelidad y audacia en las nuevas circunstancias de Latinoamérica y del mundo.
Cumplió 75 años en 2011, la edad en la que los obispos diocesanos suelen presentar sus renuncias, pero permaneció en el cargo de arzobispo de Buenos Aires.
Una elección sorpresa
Cuando Benedicto XVI, de 85 años, renunció dramáticamente en 2013, muchos consideraron que el cardenal Bergoglio, de 76 años, era demasiado mayor para ser candidato a sucederlo. El papa alemán había indicado que quería dar paso a una figura más joven y vigorosa para abordar los problemas del Vaticano.
Pero el argentino impresionó a sus colegas cardenales con un discurso en una reunión previa al cónclave instando a los católicos a salir “a las periferias” y evitar la trampa de una “Iglesia autorreferencial”.
Fue elegido papa el 13 de marzo de 2013, en la quinta vuelta. Al aparecer en el balcón de la Plaza de San Pedro, sus primeras palabras fueron: «¡Hermanos y hermanas, buenas noches!». Pidió oraciones «por todo el mundo, para que haya un gran espíritu de fraternidad».
Pocos días después de ser elegido, explicó que había elegido el nombre de Francisco en honor a San Francisco de Asís y soñaba con una “Iglesia pobre, para los pobres”.
En lugar de mudarse al palacio apostólico, optó por permanecer en la Casa Santa Marta. Aclaró que la decisión no se tomó por motivos de austeridad, sino por lo que él llamó “razones psiquiátricas“: que no le convenía vivir solo. Posteriormente, colocó un cartel en la puerta de su suite con la advertencia “Prohibido quejarse“.
Francisco se hizo conocido y apreciado rápidamente por su atención a los marginados. Unas semanas después de su elección, celebró la misa del Jueves Santo en una prisión de Roma, lavando y besando los pies de doce reclusos como parte de la liturgia. Su pontificado estuvo marcado por encuentros espontáneos y sinceros con personas marginadas.
Otro sello distintivo del papado de Francisco fue su tendencia a reservar textos preparados para pronunciar discursos improvisados en los eventos papales. Con frecuencia decía a las multitudes reunidas ante él que quería hablarles “con el corazón“.
El estilo informal de comunicación del Papa también incluía largas ruedas de prensa durante los vuelos de regreso de sus viajes internacionales. Los periodistas solicitaban con frecuencia sus comentarios sobre la actualidad política y eclesiástica, que solían generar titulares internacionales, junto con críticas por la ambigüedad o la confusión de sus palabras.
La polémica de ‘Amoris’
Las críticas alcanzaron su punto álgido con la publicación por Francisco de la exhortación apostólica Amoris laetitia en 2016. El documento, que abordaba la pastoral familiar, abordaba en gran medida ideas como el amor, la vocación y la superación del sufrimiento en el matrimonio y la vida familiar.
Pero una nota a pie de página en el octavo capítulo del documento, que se centraba en el acompañamiento de aquellos en “situaciones irregulares”, provocó una controversia significativa por su aparente sugerencia de que algunos católicos que se habían divorciado y vuelto a casar civilmente sin una anulación podrían recibir la Eucaristía.
“En ciertos casos, esto puede incluir la ayuda de los sacramentos… También quisiera señalar que la Eucaristía ‘no es un premio para los perfectos, sino una medicina poderosa y un alimento para los débiles’”, decía la nota.
Meses después de la publicación del documento, cuatro cardenales escribieron al Papa Francisco haciéndole cinco preguntas —conocidas como dubia (del latín “dudas”)— sobre la interpretación del capítulo ocho.
Los cardenales Walter Brandmüller, Raymond Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner apelaron al Papa para que “resuelva las incertidumbres y aporte claridad”. Francisco se negó a responder, dejando que el debate sobre Amoris laetitia se extendiera a lo largo de su pontificado, con la implementación del documento variando en todo el mundo.
La batalla contra el abuso
En 2019, el Papa promulgó Vos estis lux mundi, un conjunto de políticas canónicas para investigar las denuncias de abuso, mala conducta o negligencia administrativa por parte de los obispos. En 2023, publicó una versión actualizada, que amplió las políticas para incluir a los líderes laicos de asociaciones internacionales reconocidas por la Santa Sede.
Vos estis fue aplaudido como un importante avance en la lucha contra los abusos en la Iglesia, al crear un mecanismo para responsabilizar a los obispos y otros líderes por su incapacidad para abordar las denuncias. Sin embargo, los críticos argumentaron que los protocolos seguían siendo insuficientes, en parte debido a la falta de transparencia en las investigaciones realizadas bajo su jurisdicción.
En Estados Unidos, varios obispos fueron objeto de investigaciones de Vos estis. Algunos fueron exonerados formalmente tras las investigaciones de Vos estis, y a uno se le permitió renunciar tras ser declarado culpable de mala conducta administrativa. Sin embargo, los resultados de varios otros casos no se hicieron públicos, y no quedó claro si se resolvieron.
Francisco fue acusado a menudo de aplicar un doble rasero en casos de abuso, mostrando indulgencia con sus aliados, como el desacreditado obispo argentino Gustavo Zanchetta y el artista de mosaicos, el padre Marko Rupnik. Si bien reconoció errores —por ejemplo, durante una visita a Chile en 2018, cuando describió a un obispo acusado de encubrimiento como víctima de calumnia—, insistió en que, en general, la Iglesia estaba avanzando en la lucha contra el abuso, que, según él, era un problema que afectaba a toda la sociedad.
Una de las contribuciones más perdurables de Francisco fue la creación en 2014 de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores, dirigida por el cardenal de Boston, Seán O’Malley. Este organismo promovió la protección de menores en todo el mundo, incluso en los países en desarrollo, pero sufrió escasez de fondos, disputas internas y obstrucciones en la Curia Romana.
Represión litúrgica
Tras una cirugía de colon en julio de 2021, el Papa Francisco publicó la carta apostólica Traditionis custodes , imponiendo estrictas restricciones a la celebración de la Forma Extraordinaria de la Misa, también conocida como Misa Tradicional en Latín. Bajo las nuevas regulaciones, los sacerdotes estaban obligados a pedir permiso a su obispo para celebrar la Misa en latín, que ya no podía tener lugar en una iglesia parroquial.
El documento surgió a raíz de un cuestionario enviado en 2020 a los obispos del mundo por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el que se preguntaba sobre los aspectos positivos y negativos de la celebración de la antigua forma litúrgica. Se esperaba ampliamente que el Papa introdujera modificaciones modestas en Summorum pontificum, la carta apostólica de 2007 emitida por Benedicto XVI para permitir un uso mucho más amplio de la Misa Tradicional en latín. Sin embargo, los cambios radicales anunciados por Francisco sorprendieron a gran parte del mundo católico.
Francisco argumentó que si bien Summorum pontificum había “pretendido recuperar la unidad de un cuerpo eclesial con sensibilidades litúrgicas diversas”, había sido “explotado para ampliar las brechas, reforzar las divergencias y alentar desacuerdos que hieren a la Iglesia, bloquean su camino y la exponen al peligro de división”.
La represión fue controvertida. Algunos obispos decidieron suspender por completo la celebración de la Forma Extraordinaria en sus diócesis, mientras que otros invocaron su propia autoridad como pastores de la iglesia local para conceder dispensas a las nuevas regulaciones. El Vaticano intentó endurecer progresivamente las restricciones, insistiendo en que los obispos debían consultar a Roma antes de otorgar dispensas.
Los católicos con sensibilidades tradicionalistas lamentaron lo que vieron como la destrucción de comunidades que florecieron bajo las disposiciones de Summorum Pontificum, y algunos participaron en protestas públicas, especialmente en Francia.
El Papa Francisco buscó delinear una visión litúrgica positiva en su carta apostólica Desiderio desideravi de 2022 , que enfatizó la importancia del silencio, el asombro y una formación más profunda.
Vías sinodales
Una idea que gradualmente llegó a ubicarse en el centro del pontificado fue la “sinodalidad”, un neologismo que señala un intento de vigorizar las Iglesias locales promoviendo el debate y la colaboración entre el clero, los laicos y el Obispo de Roma.
En un discurso pronunciado en conmemoración del 50º aniversario de la institución del Sínodo de los Obispos por parte de Pablo VI en 2015, Francisco señaló que estaba comprometido a mejorar ese órgano consultivo.
«Es precisamente este camino de sinodalidad el que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio», afirmó.
En 2021, inauguró un “proceso sinodal” global, una iniciativa trienal sin precedentes que comenzó con un ejercicio de escucha en las diócesis descrito como el mayor ejercicio de consulta en la historia de la Iglesia.
La etapa inicial, que se vio afectada por la baja participación en muchos países, fue seguida por asambleas continentales. La fase final consistió en las asambleas de los obispos del mundo en Roma en 2023 y 2024, con una participación laica significativamente mayor que en asambleas anteriores. El Sínodo sobre la sinodalidad concluyó con un documento final que instaba a una mayor participación laica en los procesos de toma de decisiones de la Iglesia, documento que el papa Francisco decidió incorporar a su magisterio papal ordinario.
En algunos sectores, la iniciativa generó expectativas de cambios radicales en la doctrina y la práctica católicas. Dichas expectativas fueron particularmente altas en Alemania tras un proceso sinodal de varios años en el que obispos y laicos selectos aprobaron resoluciones a favor de las diaconisas, una revisión del celibato sacerdotal, la predicación laica en las misas, las bendiciones a personas del mismo sexo y la diversidad de género.
Pero el Papa Francisco criticó con frecuencia la iniciativa alemana y trató de distinguirla del proceso global, que, insistió, era “un camino según el Espíritu, no un parlamento para exigir derechos y reivindicar necesidades según la agenda del mundo”.
‘¿Quién soy yo para juzgar?’
El Papa Francisco subrayó que adoptará un enfoque diferente a la homosexualidad que sus predecesores inmediatos durante una conferencia de prensa en el vuelo al final de su primer viaje al extranjero, a la Jornada Mundial de la Juventud en Brasil.
Cuando se le preguntó sobre su actitud hacia un supuesto “lobby gay” en el Vaticano, respondió: “Si alguien es gay y está buscando al Señor y tiene buena voluntad, entonces ¿quién soy yo para juzgarlo?”.
El comentario acaparó titulares internacionales y fue aclamado por muchos como una señal de que el Papa quería cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la sexualidad. Posteriormente, el Papa explicó que estaba enfatizando que las personas no deben ser marginadas ni definidas por su sexualidad.
La ahora famosa frase “¿Quién soy yo para juzgar?” se convirtió en un grito de guerra entre quienes esperaban que el Papa guiara a la Iglesia hacia un rumbo más progresista. Otros católicos expresaron su frustración con el estilo improvisado del Papa, quejándose de que propiciaba confusión y falta de claridad en cuestiones morales.
En un documental emitido en 2020, Francisco recordó que, mientras ejercía como arzobispo de Buenos Aires, había abogado por leyes de unión civil para parejas del mismo sexo. En 2023, apoyó la despenalización de la homosexualidad en todo el mundo.
También elogió la labor del Ministerio New Ways —cuyos cofundadores, la hermana Jeannine Gramick y el padre Robert Nugent, fueron prohibidos por el Vaticano en 1999 de realizar trabajo pastoral con personas homosexuales— y del jesuita estadounidense, el padre James Martin.
En diciembre de 2023, el Papa Francisco aprobó la publicación de una declaración de la Oficina de Doctrina del Vaticano que aprobaba bendiciones breves y espontáneas para parejas del mismo sexo y parejas en “situaciones irregulares”.
El documento provocó una gran reacción, especialmente entre los líderes de la Iglesia africana, quienes luego anunciaron que habían recibido una exención para bendecir a las parejas del mismo sexo porque la práctica estaría “en directa contradicción con el espíritu cultural de las comunidades africanas”.
Reformando el Vaticano
La mayoría de los observadores creían que Francisco fue elegido con una doble tarea: reformar la Curia Romana, el gobierno central de la Iglesia Católica, y sanear las turbias finanzas del Vaticano. Persiguió ambos objetivos con determinación, pero adoptó un enfoque gradual que le provocó numerosos reveses.
Uno de sus logros más destacados fue la promulgación de una nueva constitución del Vaticano, Praedicate evangelium, en marzo de 2022, después de una gestación de nueve años supervisada por el Consejo de Cardenales, un órgano asesor que estableció meses después de su elección.
La constitución establecía que «cualquier fiel» podía, en teoría, dirigir un dicasterio o una oficina del Vaticano, según su competencia específica. Creó un nuevo Dicasterio para la Evangelización, que figuraba en primer lugar entre los dicasterios, por delante del otrora dominante Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
Francisco creó una nueva Secretaría de Economía en 2014, dirigida por el enérgico cardenal australiano George Pell y encargada de “supervisar las estructuras y actividades administrativas y financieras de los dicasterios de la Curia Romana, las instituciones vinculadas a la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano”.
Pero figuras de la poderosa Secretaría de Estado consideraron el organismo una amenaza a su tradicional autonomía financiera y se opusieron. El Papa pareció alinearse en cierto momento con la resistencia, cuando la Secretaría de Estado suspendió una importante auditoría interna.
Después de que se supiera que la Secretaría de Estado había perdido millones tras una dudosa inversión en un lujoso inmueble londinense, el Papa quiso despojar al dicasterio de sus fondos financieros y de sus activos inmobiliarios, lo que supone un duro golpe a su prestigio.
El fiasco inmobiliario dio lugar a un largo proceso legal denominado “el juicio del siglo” del Vaticano, en el que participaron las principales figuras del acuerdo, entre ellas el cardenal Angelo Becciu, anteriormente segundo funcionario de mayor rango en la Secretaría de Estado, quien renunció a su cargo y perdió sus derechos como cardenal a instancias del Papa en 2020.
Atención a los migrantes
Francisco fue uno de los defensores más destacados del mundo de la dignidad de los migrantes y refugiados. Señaló que sería una prioridad de su pontificado cuando realizó su primer viaje como papa a Lampedusa, la isla más meridional de Italia, destino de decenas de miles de migrantes africanos. Allí, criticó lo que llamó “la globalización de la indiferencia“.
En una misa celebrada en 2016 en Ciudad Juárez, ciudad mexicana fronteriza con Estados Unidos, lamentó la tragedia humana que supone la migración forzada. Meses después, realizó una visita conjunta con el Patriarca Ecuménico Bartolomé I a un campo de refugiados en la isla griega de Lesbos. El viaje destacó el impacto humano de la crisis migratoria europea, impulsada por acontecimientos como la guerra civil siria.
En 2025, envió una carta a los obispos estadounidenses criticando las deportaciones masivas anunciadas por la administración Trump.
Guerra y paz
A lo largo de su pontificado, Francisco se interesó activamente en los asuntos internacionales, buscando utilizar los recursos diplomáticos de la Santa Sede para promover la paz y la reconciliación en todo el mundo, con resultados mixtos.
En 2014, el Papa alentó con éxito al presidente estadounidense Barack Obama y al presidente cubano Raúl Castro a forjar un acuerdo para comenzar a normalizar las relaciones entre los dos países.
En 2015, Francisco publicó la histórica encíclica Laudato si’ , que influyó en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de ese año en París, que adoptó un tratado internacional vinculante sobre el cambio climático.
Cuando Rusia lanzó su invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, tomó la inusual decisión de visitar la embajada rusa ante la Santa Sede para alzar la voz por la paz. En ocasiones, sus comentarios sobre el conflicto ofendieron tanto a los gobiernos ruso como ucraniano, pero estos continuaron colaborando con él entre bastidores en los intercambios de prisioneros y respondieron con respeto a sus propuestas de paz.
El derramamiento de sangre en Europa del Este pareció confirmar su convicción, largamente sostenida, de que el mundo estaba presenciando una “Tercera Guerra Mundial fragmentada”, librada a menudo fuera de la vista de los medios globales en Medio Oriente, África y Asia.
Aperturas al mundo islámico
En las relaciones interreligiosas, el papa Francisco priorizó el diálogo con el mundo islámico. En los primeros años de su pontificado, la violencia islamista azotaba Europa y Oriente Medio.
Deploró los ataques, pero se negó a equipararlos con el Islam, insistiendo en que eran intentos absurdos y blasfemos de justificar el asesinato en nombre de Dios, y sugiriendo que “en casi todas las religiones siempre hay un pequeño grupo fundamentalista“.
Pero también destacó los sacrificios de los cristianos asesinados por islamistas, apoyando la causa de beatificación del padre Jacques Hamel, asesinado mientras celebraba misa en Francia en 2016, y añadiendo al Martirologio Romano los 21 mártires coptos ortodoxos decapitados en una playa libia por militantes del Estado Islámico.
Durante una visita a los Emiratos Árabes Unidos en 2019, Francisco firmó el Documento sobre la Fraternidad Humana junto con el jeque Ahmed el-Tayeb, Gran Imán de Al-Azhar. El texto, considerado un hito en las relaciones entre católicos y musulmanes, invitaba a «todas las personas que tienen fe en Dios y fe en la fraternidad humana a unirse y trabajar juntas».
En 2021, el Papa Francisco realizó una visita histórica al Gran Ayatolá Ali al-Sistani, una de las autoridades religiosas más importantes del Islam chiita, en la ciudad iraquí de Nayaf.
Aperturas ecuménicas
Francisco realizó importantes esfuerzos para profundizar los lazos entre la Iglesia Católica y otras comuniones cristianas tanto de Oriente como de Occidente.
Disfrutaba de un vínculo afectuoso con el Patriarca Ecuménico de Constantinopla y aparecía frecuentemente junto al Arzobispo de Canterbury, respectivamente líderes de la segunda y tercera comuniones más grandes del mundo después del catolicismo.
También se acercó a las comunidades protestantes, pidiendo perdón a los valdenses de Italia por las actitudes y conductas anticristianas e incluso inhumanas de los católicos en siglos pasados. Conmemoró el 500.º aniversario de la Reforma con un viaje a la Suecia históricamente luterana.
También promovió lo que llamó el “ecumenismo de sangre”: la convergencia de cristianos bajo la amenaza de persecución en regiones como Oriente Medio.
Se convirtió en el primer Papa en reunirse con el jefe de la Iglesia Ortodoxa Rusa, firmando una declaración conjunta con el Patriarca Kirill durante su reunión en el Aeropuerto Internacional José Martí en La Habana, Cuba, en febrero de 2016.
Las relaciones con Kirill se deterioraron en medio de la guerra de Ucrania, después de que el Papa dijera que le había advertido al patriarca que no se convirtiera en el monaguillo de Putin. Sin embargo, los contactos de bajo nivel entre Roma y el Patriarcado de Moscú se reanudaron poco después.
Relaciones con la Iglesia de Estados Unidos
El papa Francisco viajó a Estados Unidos en 2015, justo después de una visita a Cuba. Se convirtió en el tercer papa en visitar la Casa Blanca, donde fue recibido por el presidente Barack Obama. Pronunció un discurso histórico ante una sesión conjunta del Congreso. Canonizó al misionero español Junípero Serra, habló en la Asamblea General de la ONU en Nueva York y celebró la misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.
En 2018, la atención se centró en las relaciones entre la Iglesia estadounidense y el Vaticano, tras la aparición de acusaciones de abuso sexual contra el cardenal Theodore McCarrick. El influyente exarzobispo de Washington renunció al Colegio Cardenalicio y posteriormente fue destituido del estado clerical. El Vaticano se enfrentó a una intensa presión para aclarar qué sabía y cuándo sobre las acusaciones contra McCarrick, que se remontaban a décadas atrás, pero no detuvieron su ascenso en la Iglesia.
En 2020, el Vaticano dio el paso sin precedentes de publicar un informe de casi 500 páginas que describe el grado de conocimiento que la Santa Sede tenía sobre McCarrick durante los papados de Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. El informe defendió a Francisco ante las acusaciones de que, tras su elección, había ignorado las restricciones al ministerio de McCarrick impuestas discretamente por Benedicto XVI. Insistió en que la decisión del Vaticano de permitir que McCarrick siguiera visitando China, donde había establecido fuertes vínculos, «no requirió ninguna modificación de las indicaciones previamente transmitidas por la Congregación para los Obispos, ya que estas siempre habían permitido a McCarrick realizar actividades con el permiso de la Santa Sede».
En noviembre de 2018, el Vaticano intervino para impedir que los obispos estadounidenses votaran sobre un código de conducta episcopal y la creación de un organismo dirigido por laicos para investigar las denuncias contra obispos. En cambio, se orientó a los obispos hacia un “modelo metropolitano“, en el que los arzobispos metropolitanos supervisarían las investigaciones de las denuncias contra obispos dentro de sus provincias. Un modelo similar se adoptó finalmente a nivel de la Iglesia Universal en el documento Vos estis.
En 2021, el Vaticano bloqueó una declaración de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos sobre el presidente entrante Joe Biden, que lamentaba que el segundo presidente católico de Estados Unidos tuviera la intención de “aplicar ciertas políticas que promoverían males morales y amenazarían la vida y la dignidad humanas, más seriamente en las áreas del aborto, la anticoncepción, el matrimonio y el género“.
El Vaticano intervino de nuevo más tarde ese mismo año en un debate entre los obispos estadounidenses sobre la «coherencia eucarística», que abordó si los políticos católicos que apoyaban el aborto legal debían recibir la Comunión. El Vaticano recalcó la importancia del consenso en un episcopado profundamente dividido sobre el tema.
En medio de estas tensiones, el obispo Joseph Strickland de Tyler, Texas, se erigió como un crítico episcopal singularmente franco del papa Francisco. En una medida canónicamente inusual, el papa destituyó a Strickland, quien había acusado a Francisco de “socavar el Depósito de la Fe“, de su cargo en 2023.
Francisco realizó nombramientos significativos en la Iglesia estadounidense que fueron ampliamente percibidos como un intento de inclinar el episcopado hacia una dirección “progresista“. Otorgó capelos rojos a obispos estrechamente vinculados a su programa, como el cardenal Blase Cupich y el cardenal Robert McElroy, mientras que pasó por alto a otros candidatos que ocupan sedes cardenalicias tradicionales en Estados Unidos.
Viajes históricos, nuevos cardenales y encíclicas
Francisco viajó a más de 40 países, y continuó hasta bien entrada su papado, cuando estuvo prácticamente confinado a una silla de ruedas. Una misa que celebró en Filipinas en enero de 2015 fue el evento papal más grande de la historia, con más de 6 millones de participantes. Con su viaje a la República Centroafricana en 2015, se convirtió en el primer papa en visitar una zona de guerra activa. También fue el primero en visitar Irak, donde pasó varios días en marzo de 2021.
Para diciembre de 2024, Francisco había nombrado a más de tres cuartas partes de los cardenales con derecho a voto en un futuro cónclave. Supervisó un cambio en la composición demográfica del Colegio Cardenalicio, nombrando miembros de más de 20 países que nunca antes habían tenido cardenales, entre ellos Brunéi y Papúa Nueva Guinea, al tiempo que se negaba a otorgar automáticamente el capelo cardenalicio a los arzobispos de sedes cardenalicias como Milán y París. Por lo tanto, su pontificado marcó un notable cambio de influencia del hemisferio norte al hemisferio sur.
El papa Francisco publicó cuatro encíclicas: Lumen fidei (que completa un texto de Benedicto XVI), Laudato si’, Fratelli tutti —un apasionado llamado a una mayor fraternidad— y Dilexit nos, inspirada en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Otras obras importantes incluyeron las exhortaciones Evangelii gaudium, que estableció un programa de evangelización para su pontificado, y Querida Amazonia, que llamó al desarrollo de una Iglesia con rostro amazónico, cercana a los pueblos indígenas de la región en peligro.
El Papa Francisco nació el 17 de diciembre de 1936. Murió el 21 de abril de 2025.
Fuente: The Pillar Catholic.com

Jordi Bertomeu, el hombre que suprimió al Sodalicio de Vida Cristiana: Crónica de un poder personal y absoluto
Por Erwin Scheuch.
Todo está consumado. El Sodalicio de Vida Cristiana ha sido oficialmente suprimido por el Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Esta es la historia del que lo enterró: el que fue su fiscal, juez, verdugo y hoy Comisario Liquidador, Jordi Bertomeu Farnós.
El reciente artículo “Las ‘amistades peligrosas’ de monseñor Bertomeu, el agente 007 del Vaticano: conflictos de interés y borrado de webs”, publicado por El Español, muestra una comprometedora foto de un grupo de periodistas, todos acusadores del Sodalicio, celebrando en Roma la expulsión de un grupo de sodálites. Junto a ellos vemos a un personaje, qué, aunque riéndose eufóricamente, sabe que no debería de estar ahí: Monseñor Jordi Bertomeu.
El funcionario del Santo Oficio, designado por el Papa Francisco para investigar el Sodalicio de Vida Cristiana está en ese momento exacto al centro de un grave conflicto de intereses.
La red de activistas y comunicadores salió rápidamente en defensa de la culpable fotografía. “El (Bertomeu) no es juez, es investigador” dice uno, “es solo una cena de amigos” añade otro, “ya había terminado su misión”, remata un tercero. Excusas que suenan a mentiras.
¿Investigación diligente o montaje vil?
Como se puede ver en esta publicación con fecha del 22 de octubre, el Papa se reunió en el Vaticano con los dos miembros de la Misión Scicluna-Bertomeu.
Según la misma publicación, estos le reportaron al Papa sobre “los avances de la investigación”, por lo tanto, no es verdad que la Misión había terminado, como afirman sus defensores.
El círculo íntimo: amistades que dictan un juicio
Cabe interesarse por los integrantes de la fotografía revelada por El Español.
Pedro Salinas y Jordi Bertomeu se conocieron en febrero de 2019 en Roma. Desde entonces Bertomeu comenzó a recibir los correos que Pedro Salinas le enviaba sobre las supuestas víctimas del Sodalicio. No faltaron las reuniones amenas e íntimas. “¿Cuál es el problema de tomarse unas cervezas con Bertomeu?”, pregunta Salinas. En tomar cervezas, ninguno. Pero juzgar con anticipación una de las personas que Bertomeu iba a investigar sí lo es. En aquel momento, el funcionario de Doctrina de la Fe dijo que la demanda de Monseñor Eguren contra Salinas era injusta. Semanas después, la justicia peruana condenó a Salinas por difamación.
Años más tarde Bertomeu solicitó una investigación al Sodalicio. Su petición se fundamentó en las acusaciones de Paola Ugaz que denunciaba una supuesta persecución en su contra por parte del Sodalicio. Y aunque esta supuesta persecución nunca ha sido probada por la justicia peruana, Bertomeu obtuvo luz verde.
Se suma Renzo Orbegozo, que no se le conoce profesión, pero ahora se ha vuelto un asiduo escritor de un portal español, a cuyo director Bertomeu ofrece las primicias.
Iniciada la Misión, Bertomeu incluyó entre las acusadoras a la periodista Elise Allen, una exintegrante de las Fraternas. Es ella quien recibe en su casa, junto con su esposo John Allen, al círculo íntimo que festeja en la problemática fotografía.
El gran bluff de Bertomeu
Se desconocen las facultades otorgadas a Bertomeu por el Papa, pues no ha exhibido el decreto que las precise. Tan solo existe un Apunte para la Audiencia, es decir, el memo por el cual Bertomeu pide facultades. No se sabe cuáles fueron finalmente otorgados, pero en todo momento Bertomeu los ocultó. Consiguió algo que pocos pueden: ejercer poderes de los cuales probablemente carece.
Según él, vino a investigar solo asuntos económicos, pero luego admitió que la Misión vino a investigar múltiples acusaciones. En realidad, a Bertomeu solo le interesaba conocer el patrimonio del Sodalicio: el mismo que administraría posteriormente.
Sus defensores dicen que solo hacía de notario y que las interrogaciones eran lideradas por Charles Scicluna. No obstante, es Bertomeu quien interrogó a Giuliana Caccia y Sebastián Blanco. Estos dieron sus testimonios por separado y, misteriosamente, acabaron en manos de periodistas, en lo que podría constituir una grave violación del secreto profesional.
Notario, investigador y de repente abogado de quienes alegaban ser víctimas. Según nuestras fuentes Bertomeu incitó a varias personas a que publiquen sus testimonios y pidan reparaciones. Los llevó ante el Papa, ante la Prefecta de Vida Consagrada, y facilitó reuniones con altos funcionarios de la Santa Sede.
La metamorfosis de Bertomeu siguió, revistiendo repentinamente la función de un fiscal acusador. Presentó las notitia criminis a las autoridades del Sodalicio para la investigación de 15 personas. En el escrito tipificaba los supuestos “ilícitos graves” e indicaba el camino que, según él, correspondía seguir: la expulsión por el escándalo grave causado por una conducta culpable (can. 696 CIC).
Tras más de 4,500 páginas de investigaciones, el Superior del Sodalicio no encontró ninguna razón jurídica para expulsar a ninguno de los acusados. La mayoría de los hechos alegados por Bertomeu se probaron falsos, y los que sí sucedieron o causaron escándalo décadas atrás ya habían prescrito y se habían reparado. Los expedientes se entregaron el 26 de agosto a la Misión, siguiendo los plazos acordados con quien supuestamente la dirigía, Monseñor Scicluna. ¿Bertomeu entregó los resultados al Dicasterio de Vida Consagrada?
Juez sin ley y verdugo sin capucha
Bertomeu ha dicho que expulsar a los sodálites “era una decisión ya tomada”. No interesaba el debido proceso. Para lograrlo, presionó a las autoridades del Sodalicio, exigiendo que la entrega de las defensas sea el 5 de agosto, y si no se presentaban, se procedería igualmente. Al no presentarse defensas, todas las acusaciones se declararían verdaderas, y así fue. Bertomeu ignoró las indicaciones de su jefe que había autorizado entregar las defensas tres semanas después.
Con ese argumento el 6 de agosto obtuvo del Papa una autorización que utilizó como “arma letal”: se habría facultado al Dicasterio de Vida Consagrada a expulsar por “causas diferentes” a las previstas en el Código de Derecho Canónico.
Aún con el permiso del Papa para expulsar, el Dicasterio debía revisar primero las conclusiones del Superior del Sodalicio, el juez competente. Solo si consideraba que el Superior había actuado contra el derecho podía asumir la causa. Bertomeu habría ocultado las pruebas presentadas por el Superior del Sodalicio, argumentando que la expulsión estaba autorizada. Ello explica los decretos del Dicasterio, que no conocía ni las imputaciones ni tampoco los resultados de las investigaciones. Engañando a unos y otros, Bertomeu se convirtió en juez de las expulsiones.
Hasta ahora no se conocen los motivos de las expulsiones. En ningún decreto figura la motivación, ni existe un razonamiento jurídico: esto impide a los acusados defenderse. Este grave perjuicio procesal no es más que una violación del derecho a la defensa, un derecho reconocido canónicamente y consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Conste que a Bertomeu no le importa el derecho. En sus propias palabras: “la estricta legalidad mata, y lo dice un canonista”. ¡Vaya canonista, nada menos que el 007 de Vanity Fair!
Jactándose de su desprecio del derecho y de la legalidad, Bertomeu hizo expulsar a 15 miembros del Sodalicio, consumando la primera parte de su plan diseñado desde el inicio de la Misión. Pero se necesitaba hacer escarnio, y para ello recurrió al Nuncio Apostólico en el Perú, que firmaría las Notas de Prensa que Bertomeu redactó. Estudiadas para hacer el mayor daño posible, se convierten en las primeras comunicaciones de la Santa Sede que incurren en difamación agravada. En los decretos, las expulsiones se atribuían a un genérico “por otras causas”, pero las notas de prensa mostraban un listado de nombres, junto a otro de faltas, sin especificar a quién correspondía que falta. Así, mientras en el decreto nadie cometió nada, en los comunicados todos pudieron cometer todo.
Y el verdugo se declaró víctima
Finalmente, con las últimas expulsiones terminó la tarea de la Misión, y a su juicio el Sodalicio y todas las obras fundadas por Figari debían ser suprimidas. Para poder sustentar su recomendación al Papa fue necesario que existiera un grupo importante de expulsados, mientras más notables mejor. Varios sodálites de las primeras generaciones, o que habían ejercido puestos de gobierno, fueron sacrificados para tal objetivo. Yo entre ellos.
Bertomeu está gravemente comprometido con las víctimas. Ha creado una expectativa que sería satisfecha con generosas sumas de dinero, que se repartirá en una nueva ronda de reparaciones. Él mismo se ha declarado víctima, junto a los otros integrantes de la fotografía revelada por El Español. Y, como convenientemente señala Bertomeu, hay que ser generosos, algo muy fácil cuando se trata del dinero ajeno. Veremos que hace, porque como él dice: “si no hay, pues no hay, ¿qué quieres que haga?”
Mentiras y manipulación: el laberinto de Bertomeu
Bertomeu ha dicho siempre que el Papa es quien decide. Pero el Sumo Pontífice confía, como lo hace cualquier Jefe de Estado atareado por centenares de asuntos, en quien le lleva los documentos: en este asunto es Bertomeu.
Dos casos demuestran el abuso de confianza de Bertomeu con el Papa.
El primero se refiere al intento de excomunión de los peruanos Giuliana Caccia y Sebastián Blanco. Bertomeu, en su desesperación por una denuncia penal que estos ciudadanos presentaron por violar el secreto profesional, culpó al Sodalicio de ello, y, el mismo día de la expulsión, hizo firmar al Papa un precepto penal con amenaza de excomunión. El precepto nunca se aplicó y dos meses después, ante Caccia y Blanco, el Papa dijo que él no recordaba haber firmado ese precepto, revocándolo.
El segundo caso es el referido a la expulsión de los sodálites Juan Carlos Len y el P. Jaime Baertl, firmado por el Dicasterio el día 21 de octubre y refrendado por el Papa el 23. Las más de 500 páginas del expediente de defensa se presentaron el 14 de octubre, tan solo una semana antes, en los días en que se celebraba el Sínodo en Roma. De hecho, la foto en donde aparece Bertomeu y Scicluna con el Papa es en la Sala del Sínodo, en un descanso entre sesiones. El Papa, los jefes del Dicasterio y Monseñor Scicluna habían estado muy ocupados yendo todos los días al Sínodo. ¿Quién leyó el voluminoso expediente? El único que tenía tiempo para dedicarlo al Sodalicio era Bertomeu, pero sabemos que no le interesaba leerlo. Obtuvo otra firma del Papa, con argumentos que desconocemos.
Los desastres que va dejando sus mentiras y manipulaciones son numerosos: ha comprometido al Papa, a dos Prefectos de Dicasterio, al Nuncio en el Perú, y al Arzobispo de Malta. Hoy quiere cobrar honorarios, algo inusual en funcionarios de la Santa Sede con puesto fijo. Con la excusa de sus cargos, que debieran ser discretos, cobra por viajes donde busca figurar como el enviado del Papa ante miles de personas, sea en Filipinas, en Ecuador o en Bolivia.
Sin duda, estamos ante un personaje que suscita muchas dudas. Notario, abogado, fiscal, juez, verdugo y para rematar, «víctima». Un personaje sin reparos en incurrir en claros conflictos de interés, sin consideración por la ley de la Iglesia ni tampoco por el derecho de los fieles.
Este es Jordi Bertomeu Farnós, el sacerdote que puso fin al Sodalicio de Vida Cristiana mediante la mentira, la amenaza y la manipulación. Tras su paso, deja un sinfín de fieles perdidos, de católicos perjudicados en sus derechos, de sacerdotes sin parroquias, de promesas pecuniarias hechas a periodistas y activistas. Todo un escándalo para la Iglesia de la misericordia.
Este es Jordi Bertomeu Farnós, el todopoderoso funcionario del Vaticano. Tras Chile y Perú, ¿dónde le llevará ahora su ilimitada ambición?