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Tagliaferri, Dossena, Passigato y Musaró
Por Carlos Castillo Mattasoglio- Diario El País.
Después de terminar mi bachillerato en sociología, en 1973, decidí dejar la capital para conocer más a fondo mi país. Me fui a vivir en donde pude conseguir un trabajo como profesor de sociología, en Cerro de Pasco, una zona minera a 4,300 metros de altura sobre el nivel del mar. Desde pequeño quería ser sacerdote, pero mis acompañantes espirituales me insistieron en que conociera primero la realidad peruana a la que tendría que servir. En Cerro de Pasco coincidían la Universidad Daniel Alcides Carrión y el mundo laboral, minero y campesino. En un contexto de fuerte tensión social y en medio de un debate teológico cada vez más intenso, la Iglesia crecía en las comunidades populares de las periferias.
Estando en Cerro de Pasco, desde 1974 observé la reacción, sobre todo en Lima, contra la “Teología de la liberación” de Gustavo Gutiérrez. Especialmente en 1978 con la publicación del libro “Como lobos rapaces: Perú ¿una iglesia infiltrada?” de Alfredo Garland. Detrás estaba Figari. Allí empezó todo el drama de la persecución injusta contra el padre Gustavo Gutiérrez. Desde el inicio, aquella respuesta demencial era, en el fondo, un ataque contra el cardenal Juan Landázuri, considerado demasiado abierto para ellos. Atacaron a Helder Camara o Hans Kung, pero sobre todo a Gustavo Gutiérrez, considerado izquierdista. En cambio, se trataba solamente de un hombre abierto al Evangelio y a los signos de los tiempos, que actualizaba la fe para nuestro continente pobre y profundamente creyente. Se cuestionaba que, tras la Conferencia de Medellín, la Iglesia del continente se hubiera insertado en la vida y sufrimiento de los pobres, especialmente de los campesinos, llamados por Pablo VI “sacramento de Cristo”.
En 1979 regresé a Lima y me presenté ante el cardenal Landázuri, al que conocía desde los 15 años como delegado de la JEC. Solicité ser candidato para los estudios de filosofía en el Seminario. Quería ser sacerdote. En aquellos años me iba guiando el misionero del Sagrado Corazón padre Germán Schmitz, obispo auxiliar de Lima desde 1970, preocupado especialmente por la formación de los agentes de pastoral y uno de los redactores principales del Documento de Puebla. Su “opción preferencial por los pobres”, por su fidelidad a Dios y a los hombres, contrastaba fuertemente con las noticias que me iban llegando de la formación que ofrecía el Sodalicio a sus adeptos: consignas ideológicas elitistas, pensamientos simplistas, rechazo del análisis racional. Me enteré también de que el Sodalicio, con intervención del joven sacerdote Jaime Baertl, había convertido un terreno en Lurín, un distrito al sur de Lima donado por la Familia Aguirre Roca, en un cementerio privado libre de impuestos. Así, comenzaba el despegue económico del Sodalicio.
En aquellos años, este grupo, hasta entonces desconocido, empezó a tener un nombre en Roma. Yo era testigo de primera mano, pues estudié allí desde octubre de 1979 a junio de 1987. Algunos prelados de la Curia se referían a Figari como un “laico ejemplar”, “avanzadilla de la solución” a los problemas de aquella Iglesia latinoamericana post-conciliar, pues ante una “Teología de la liberación” sospechosa de izquierdismo, este fundador laico proponía una “Teología de la reconciliación”.
Por aquellos años empezó la persecución contra Gustavo Gutiérrez, y el Sodalicio intervino. El cardenal Ratzinger había pedido a los obispos peruanos que examinaran los escritos del padre Gustavo. Un día de 1984, año de mi ordenación, Gutiérrez llamó por teléfono desde Lima y me indicó que estaba enviando un paquete lleno de documentos que yo tenía que entregar directamente al cardenal Ratzinger. Antes de ello, el padre Gutiérrez había sido inquirido con diversas preguntas por el mismo cardenal, las cuales siempre habían sido respondidas.
Me recibió el monseñor Joseph Clemens y, tras una larga espera, me pasó al cardenal Ratzinger: “¿Qué es esto?”, preguntó. “Son los documentos que ha escrito como respuesta a las preguntas que usted le hizo llegar. Los envía a través de mí porque le preocupaba no recibir de usted respuesta alguna”. Entonces el cardenal Ratzinger apostilló: “Es decir que los documentos que tenían que haber llegado vía Nunciatura no han llegado”. Añadió: “Ya sabía que algo pasaba, porque el padre Gutiérrez es sumamente serio y no podía haber fallado”. Había habido un cortocircuito en Nunciatura o en otra parte. Aunque la primera opción era la más probable, pues un miembro del Sodalicio apoyaba externamente el trabajo en Nunciatura.
Allí también dije al cardenal Ratzinger que Gutiérrez había escrito su libro sobre espiritualidad llamado “Beber en su propio pozo” que la editorial Queriniana lo estaba corrigiendo para publicarlo el próximo mes de junio de 1984 y que el teólogo Rossino Gibellini quería presentarlo en Roma con la presencia del padre Gustavo. El cardenal asintió y me dijo: “Yo publico también en Queriniana y Rossino siempre publica textos sólidos. Enviaré a alguien. ¿Cuándo es la presentación?”. Le dije el 7 de junio. “Allí estarán dos de mis colaboradores”, respondió. Nos despedimos amablemente y luego comprobé que aquella presentación había sido un éxito. El 8 de junio partí de Roma para ser ordenado el 15 de julio.
En octubre de 1984, llegó la Conferencia Episcopal en pleno a Roma. El “caso Gustavo Gutiérrez” terminó con un documento hecho por el marianista Óscar Alzamora, amigo de Gutiérrez, pero también del Sodalicio. En este documento, como decía el padre Gutiérrez, no se le condenaba a él, sino a Jesús. Gutiérrez, mostrando gran obediencia y amor a la Iglesia, rehizo el borrador de su texto, lo sometió al parecer de monseñor Schmitz y lo presentó a la Asamblea reunida en Roma. Finalmente, emergió la verdad y Gustavo Gutiérrez fue salvado. Los titulares decían: “Landázuri y Wojtyla salvan a Gutiérrez”. A pesar de que no se habló de Ratzinger, él había salvado a Gutiérrez, al que conocía bien por sus profesores.
Puro slogan
Sin duda, el monseñor Alberto Brazzini, Óscar Alzamora SM, Ricardo Durand Flórez SJ, Fernando Vargas SJ y el Sodalicio, cercanos ya entonces a la geopolítica que tomaría cuerpo después en el pontificado de Juan Pablo II con los Cardenales Sodano y López Trujillo, estuvieron a punto de hacer algo grave con el padre Gutiérrez. Mientras, la “Teología de la reconciliación” se quedaba en puro slogan.
El Sodalicio se oficializó con el cardenal Landázuri y creció con el también cardenal Vargas Alzamora. Al inicio convencieron a varios laicos y sacerdotes con influencia entre las clases altas limeñas, como Harold Griffith, Armando Nieto SJ y Alberto Brazzini. Al final, salvo Brazzini, todos terminaron desencantándose. También les apoyaron los Nuncios: Tagliaferri y Dossena, en su proceso de reconocimiento canónico por lo demás plagado de irregularidades; después Passigato y Musaró, consolidando su estructura económica.
En 1987, cuando regresé como cura a Lima y fui vicario de jóvenes de la pastoral universitaria, tuve un altercado con los sodálites, pues se querían apropiar de las capillas universitarias e imponer allí sus símbolos. Me acusaron de prohibirles tener un espacio por no dejarles poner su letrero. Me hicieron un informe, denunciándome ante el cardenal Augusto Vargas. Él me dijo: “Acaban de estar aquí los del Sodalicio y les he dicho que esto no es la Gestapo”. Se había hartado de tanta instrumentalización por parte de este grupo religioso hermético y elitista. El cardenal no lo vio porque falleció en 2000, pero los años siguientes confirmarían que aquella apariencia de perfección eclesial, alabada y celebrada por una parte de la jerarquía, escondía una realidad turbia e inquietante.
Finalmente, en el 2019, apenas fui nombrado arzobispo de Lima, un jesuita me informó que un chico necesitaba hablar conmigo. Había sido afectado por un sodálite, le daban pastillas para la esquizofrenia, que nunca tuvo antes y que le habían provocado. Tenía que pagar la deuda que contrajo al comprar aquellos medicamentos y no le alcanzaba. “Han experimentado conmigo”, me dijo. Este chico me pedía ayuda porque solo le dieron unos pocos miles de soles en concepto de reparación. Además, acumulaba deudas por lo que gastó durante el tiempo que fue sodálite. Escribí al Superior General: “mi feligrés de Lima, que ahora vive en Santiago de Chile, maltratado por un experimento de ustedes en su psique, necesita esta ayuda y les exijo que, al menos, salven esta deuda mínima”. Le dieron el dinero.
Como teólogo y sociólogo empecé a preguntarme qué es realmente el Sodalicio y movimientos eclesiales parecidos. No es solo política, como en sus inicios; ahora es religión instrumentalizada para un plan político. Figari coincide con Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo, un depravado en lo personal y con un proyecto político económico escondido tras una fachada religiosa. “¿Por qué han experimentado con este chico?”, me pregunté. No era el único.
Es lo que hicieron con víctimas como Rey de Castro, conocido por ser un “esclavo de Figari”: servilismo y control mental. Recordé, entonces, algo que estudié en mi tesis: “los conquistadores como todos los tiranos intentan siempre desordenar los entendimientos de los indios a través de volverlos pusilánimes para que no piensen en su libertad”, de “Historia de las Indias” de Bartolomé de las Casas. El Sodalicio ha destruido a las personas, sometiéndolas a sus intereses de conquista. Esto no tiene nada de cristiano.
Pelagiano
Mi hipótesis es que el Sodalicio obedece a un proyecto político. Es la resurrección del fascismo en América Latina, usando arteramente la Iglesia, mediante métodos sectarios, experimentando cuan fuerte eres o forzándote a dormir boca abajo en unas escaleras para forjar el carácter. Es decir, puro ascetismo pelagiano. Todo ello deriva hacia un control mental de personas que terminan convertidas en ejércitos de robots que conquistan y dominan. Mi idea es que, si América Latina es una reserva católica sometida a mil y un intereses ajenos, entes como el Sodalicio impiden que se desarrolle un cambio en ella. Llegaríamos a este cambio si anunciáramos el amor gratuito de Cristo y, en libertad, donde cada uno tiene “todo el tiempo de la vida para convertirse”, como gustaba decir Las Casas. Jesuitas y dominicos eran ejército y sus reducciones buscaban un cambio social con el aporte de la fe. Pero estos movimientos son reducción total y el cambio político que pretenden, su lucha contra el marxismo en este caso, pasa por someter a las personas.
El uso de la religión para fines ajenos a la extensión de la buena noticia de Jesús es lo más destructivo para la Iglesia Católica. Por ello, he llegado a la conclusión que en el Sodalicio no hay carisma. Solo hay carisma cuando la persona recibe un don del espíritu para toda la Iglesia y sus obras son buenas. El fundador y el grupo pueden cometer errores y pecados, pero el balance es altamente positivo por las obras buenas generadas. Figari, en cambio, verificado como abusador, y con él gran parte del núcleo fundacional y otros, inventó un presunto carisma para proteger un proyecto político y sectario. Este experimento lo compraron gente bienintencionada que creían que era un proyecto bueno para luchar por Perú. Pero no es este el camino. No el de la manipulación sectaria.
El Sodalicio y los otros grupos fundados por Figari no son salvables porque nacen mal y sus frutos a lo largo de los últimos cincuenta años así lo demuestran. Al servicio de la guerra fría latinoamericana, ha sido una máquina destructora de personas, inventado una fe que encubre sus delitos y su ambición de dominio político y económico. No hay nada espontaneo en sus miembros. No hay libertad y sin ella no hay fe. Como experimento fallido, debería ser suprimido por la Iglesia.
Arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, y Laura Hochla, encargada de negocios de la Embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede, reunidos en Villa Richardson Roma, donde se celebró el 4 de julio con la reciente elección del primer papa nacido en EE. UU. (Foto: Cortesía de la Embajada de EE.UU. ante la Santa Sede)
Embajada de Estados Unidos en Roma honra al primer Papa nacido en Estados Unidos mientras celebra un hito diplomático entre Estados Unidos y el Vaticano
Por Courtney Mares/CNA
En 1984, el presidente Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II establecieron relaciones diplomáticas plenas.
Bajo un dosel de pinos romanos, los estadounidenses en Roma celebraron el 4 de julio de este año con algo más que una barbacoa y fuegos artificiales: la histórica elección del primer Papa nacido y criado en Estados Unidos.
“Celebremos el hito de un Papa estadounidense el 4 de julio, en un espíritu de amistad, libertad y propósito compartido”, dijo Laura Hochla, encargada de negocios de la Embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede, dirigiéndose a la multitud en Villa Richardson, la residencia del embajador de Estados Unidos.
La celebración anual del Día de la Independencia de la embajada, realizada el 30 de junio, conmemoró no sólo el 249º aniversario de los Estados Unidos sino también el 41º aniversario de las relaciones diplomáticas formales entre Washington y la Santa Sede, vínculos que ahora encuentran nueva resonancia en el pontificado del Papa León XIV, nativo de Chicago.
El arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario del Vaticano para las Relaciones con los Estados, dijo que la elección del Papa León XIV llevó la contribución de Estados Unidos a la Iglesia “a otro nivel” al ofrecer una visión general de la historia de las relaciones entre Estados Unidos y el Vaticano en su discurso en la fiesta.
“Como inglés, normalmente he abordado la celebración del 4 de Julio y la independencia estadounidense con cierta libertad, más con humor que con independencia”, dijo el arzobispo Gallagher, originario de Liverpool. “Pero ahora que tenemos un papa estadounidense, tengo que reconsiderar mis comentarios”.
Al rastrear las relaciones hasta los inicios de la república, el arzobispo Gallagher señaló que la presencia de la Iglesia Católica en Estados Unidos comenzó con humildes misioneros e inmigrantes. «En su patria adoptiva, los católicos a veces eran vistos con recelo. Sin embargo, a medida que su número crecía, también lo hacía su contribución a la sociedad estadounidense», afirmó.
El primer contacto diplomático [entre Estados Unidos y el papado] se remonta a 1788, cuando Benjamin Franklin envió al papa Pío VI un mensaje de George Washington. En él, afirmaba que el estado recién independizado no veía la necesidad de intervenir en el nombramiento de obispos, ya que la Revolución estadounidense trajo no solo libertad a las colonias, sino también libertad religiosa, relató el arzobispo Gallagher.
Los estadounidenses en Roma celebraron el 4 de julio con barbacoa, fuegos artificiales y el hito del primer papa nacido en Estados Unidos. Crédito: Foto cortesía de la Embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede.
Estados Unidos mantuvo relaciones consulares con los Estados Pontificios a partir de 1797 y relaciones diplomáticas con el Papa desde 1848 hasta 1867, aunque no a nivel de embajador.
Los lazos diplomáticos terminaron en 1867 cuando el Congreso aprobó una prohibición de financiar las relaciones con la Santa Sede, una medida impulsada en parte por el sentimiento anticatólico en Estados Unidos. Desde entonces, el Vaticano y Estados Unidos dependieron de enviados personales durante más de un siglo, incluso durante la Segunda Guerra Mundial.
No fue hasta 1984 que el presidente Ronald Reagan y el Papa Juan Pablo II establecieron relaciones diplomáticas plenas.
El arzobispo Gallagher enfatizó lo lejos que ha llegado la Iglesia católica estadounidense, citando el ascenso de los católicos a altos cargos, desde John F. Kennedy hasta el actual vicepresidente, y las crecientes contribuciones intelectuales de los teólogos estadounidenses, incluido el padre John Courtney Murray, cuyas ideas sobre la libertad religiosa dieron forma al Vaticano II.
El diplomático del Vaticano describió el diverso árbol genealógico del nuevo Papa como “típicamente estadounidense”.
Para muchos estadounidenses reunidos en Villa Richardson, el simbolismo de la elección de León XIV fue profundamente sentido.
“La elección del primer Papa de Estados Unidos representa el paso a la madurez de la Iglesia católica estadounidense”, dijo a CNA Susan Hanssen, profesora de historia en la delegación de la embajada.
“Una comunidad católica inmigrante, consciente de su propia situación, que luchaba contra la asimilación, de repente estalló en vocaciones sacerdotales y conversos prominentes durante el resurgimiento de Juan Pablo II. Fue un espectáculo de confianza en la verdad de la fe y su poder para abordar los problemas de la modernidad”, añadió Hanssen, quien actualmente imparte clases en el programa de verano de la Universidad de Dallas, una universidad católica con un campus en Roma cerca de Castel Gandolfo, donde se encuentra la residencia de verano del Papa.
“El Papa León, al acoger a León XIII como su patrono, representa este momento de madurez”, afirmó.
Hamburguesas, perritos calientes y una escolta de la Infantería de Marina añadieron un toque estadounidense a la velada. A pesar de la celebración, la embajada sigue sin un embajador confirmado por el Senado ante la Santa Sede. El candidato del presidente Donald Trump, Brian Burch, fue aprobado por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en mayo, pero enfrenta un obstáculo procesal en el pleno del Senado después de que los demócratas suspendieran la designación de varias candidaturas al Departamento de Estado debido a preocupaciones sobre la financiación de la ayuda exterior.
Hasta que el Senado actúe, la embajada continuará bajo el liderazgo de Hochla, quien asumió el cargo de encargada de negocios en julio de 2024.

Carlos Castillo Mattasoglio con el Papa Francisco
El Cardenal Carlos Castillo enfrenta serias acusaciones de encubrimiento de abuso sexual por parte del sacerdote Nilton Zárate Rengifo en la Arquidiócesis de Lima, según testimonios y documentos revelados por medios católicos (concretamente, The Pillar).
Contexto de las acusaciones
El artículo detalla testimonios de una religiosa que denunció haber sido víctima de acoso y manipulación por parte del padre Zárate, quien era su director espiritual. Según la denunciante, el sacerdote hizo solicitudes inapropiadas, que incluyeron tocamientos indebidos y presiones para enviarle fotos íntimas. A pesar de haber denunciado estos hechos a las autoridades eclesiásticas, la denuncia fue tratada de manera negativa y con falta de sensibilidad.
Reacción de la Arquidiócesis de Lima
La investigación eclesiástica ha sido criticada por su falta de rigor y respeto hacia la denunciante. Se informó que la religiosa se sintió obligada a aceptar actas que no reflejaban sus declaraciones. Su abogado indicó que las comunicaciones dirigidas a Castillo y el Vaticano no han recibido respuestas formales, lo que plantea dudas sobre la gestión del caso.
Cultura de Encubrimiento
Fuentes dentro de la Arquidiócesis sugieren que este caso podría no ser aislado. Se ha mencionado la existencia de una cultura de encubrimiento donde sacerdotes con acusaciones previas han sido protegidos en lugar de ser sancionados. Esto pone de relieve una aparente doble moral en el manejo de acusaciones dentro de la iglesia.
La situación del Cardenal Castillo sigue generando controversia, y las reacciones a la cobertura de estos hechos por parte del clero y la comunidad siguen su curso. Esta serie de eventos refleja la lucha continua dentro de la Iglesia Católica por abordar serios problemas de abuso y protección de víctimas.
Fuente: Infobae.com

GRAVES ACUSACIONES DE UNA RELIGIOSA CONTEMPLATIVA
La Arquidiócesis de Lima atraviesa un momento de profunda turbulencia tras las recientes acusaciones contra el cardenal Carlos Castillo Mattasoglio, según un reportaje publicado por The Pillar el 30 de junio de 2025.
Las denuncias, que abarcan desde presuntos malos manejos financieros y administrativos hasta el grave señalamiento de encubrir un caso de abuso sexual, han desatado un torbellino de críticas que cuestionan el liderazgo del arzobispo.
Las acusaciones según The Pillar
El reportaje de The Pillar expone tres líneas principales de acusaciones contra el cardenal Castillo: irregularidades financieras, inestabilidad administrativa en la vicaría judicial y, de manera particularmente alarmante, el presunto encubrimiento de un caso de abuso sexual perpetrado por el padre Nilton Ronie Zárate Rengifo, un sacerdote cercano al arzobispo. Según el testimonio de una monja contemplativa, Zárate la acosó sexualmente y la manipuló en su rol como director espiritual y confesor desde 2018, actos que constituyen un delito canónico grave, como absolver a un cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento.
La investigación interna, liderada por los sacerdotes Jorge Andrés López Vignand y Edwin Limas en agosto de 2020, fue descrita por la denunciante como “traumática”, con interrogatorios que ella calificó de “inquisitoriales” y carentes de empatía. Un sacerdote testigo señaló que el trato hacia la monja fue “despectivo y autoritario”, lo que sugiere serias deficiencias en el proceso. La monja afirmó no haber recibido notificación formal sobre el resultado de la investigación, salvo un mensaje verbal transmitido por su abadesa en noviembre de 2023, indicando que el caso había sido archivado.
El abogado canónico de la religiosa expresó su preocupación por la falta de una investigación adecuada sobre los “graviora delicta” del padre Zárate, quien, según las acusaciones, estaría protegido por su relación con el cardenal Castillo. Estas afirmaciones han intensificado las sospechas de encubrimiento y han puesto en tela de juicio la transparencia de la arquidiócesis en casos de abuso.
En cuanto a las acusaciones de mala gestión financiera y administrativa, The Pillar señala una “inestabilidad constante” en la vicaría judicial y cuestionamientos sobre el manejo de los recursos económicos de la arquidiócesis. Aunque no se ofrecen detalles específicos, la percepción de desorden administrativo ha generado un creciente malestar entre los fieles y el clero, alimentando la narrativa de un liderazgo incapaz de garantizar una gestión ordenada y transparente.
Las acusaciones actuales no son las primeras que enfrenta el cardenal Castillo. Su propio sobrino, Dino Castillo, lo acusó públicamente de conductas que, según él, contradecían los principios de la Iglesia. En una carta abierta, Castillo Sánchez calificó a su tío de “hipócrita” y cuestionó su compromiso con los valores católicos, acusándolo de priorizar intereses personales, económicos y políticos por encima de su misión pastoral.
Como medio comprometido con la defensa de la fe católica y los valores tradicionales, es nuestro deber señalar que las acusaciones contra el cardenal Castillo reflejan un problema más profundo en la arquidiócesis de Lima. La percepción de que el arzobispo ha favorecido a clérigos cercanos, como el padre Zárate, y la falta de claridad en el manejo de los recursos económicos han generado desconfianza entre los fieles, especialmente entre aquellos que anhelan una Iglesia fiel a su misión evangelizadora. La oscuridad en la gestión financiera, es un tema recurrente que merece una explicación detallada por parte de las autoridades eclesiásticas. Asimismo, la inclinación hacia posturas teológicas progresistas cuando no heréticas son gravísimas.
El caso del padre Zárate, en particular, es profundamente preocupante. La falta de una resolución clara y transparente en un caso de presunto abuso sexual no solo daña la credibilidad de la arquidiócesis, sino que también hiere a las víctimas y a los fieles que esperan justicia y verdad.
Las acusaciones contra Castillo, si bien requieren una investigación rigurosa para establecer su veracidad, reflejan una crisis de confianza que no puede ser ignorada. La percepción de favoritismo, la inestabilidad administrativa, corrupción y las sospechas de encubrimiento en casos de abuso exigen una respuesta clara y decidida. La Iglesia peruana debe recordar que su misión es ser luz en las tinieblas, especialmente en tiempos de crisis.
Las acusaciones contra el cardenal Carlos Castillo Mattasoglio representan una prueba de fuego para la arquidiócesis de Lima. La gravedad de las denuncias, especialmente en lo que respecta al presunto encubrimiento de abusos, exige una investigación exhaustiva y transparente. La arquidiócesis de Lima, como corazón de la Iglesia peruana, debe recuperar la confianza de los fieles a través de acciones concretas que reflejen los valores del Evangelio. La verdad, la justicia y la caridad deben prevalecer, y solo una respuesta firme y transparente podrá sanar las heridas de esta crisis.
Fuente: LaAbeja.pe
Calín Cardó Franco SJ y Ernesto Cavassa Canessa SJ
El Arzobispo de Lima debió salir ayer
Salen a la luz malos manejos económicos, especialmente sueldos astronómicos, de parte del Arzobispo Carlos Castillo Mattasoglio… y saldrán más
Por Alejandro Bermudez.
Solo un día después de que el medio católico norteamericano The Pillar revelara graves irregularidades morales y económicas en la Arquidiócesis de Lima, el portal católico español Infovaticana ha publicado dos artículos consecutivos revelando casos de evidente corrupción económica.
El imperio contraataca
El artículo de The Pillar, que comenté en la nota Tiempo de partir para el Cardenal Castillo, fue recogido por la edición peruana del portal de noticias Infobae con una noticia que tenía como titular “Cardenal Carlos Castillo: testimonios lo señalan de encubrir abuso sexual por parte de un sacerdote de la Arquidiócesis de Lima“.
Pero a pocas horas de su publicación, el artículo que se encontraba en esta liga desapareció. Y la liga lleva ahora a una noticia aleatoria.
Infobae nunca dio una explicación de por qué bajó la nota, pero la razón no es complicada: la edición peruana, dirigida por Marylin Corrales, está llena de periodistas migrados del diario peruano “La República“, la plataforma de la izquierda política, ideológica y eclesial peruana, lo que podríamos llamar “la coalición woke” y que en el Perú se conoce con el acertado apodo de “los caviares” en referencia a la duplicidad de principios: buena vida para mí, socialismo para los demás.. aunque ideología de género para todos.
Siendo Castillo Mattasoglio una pieza clave de esa coalición, no es descabellado imaginar una llamada del palacio arzobispal, o de un amigo intermediario, para que Corrales se encargara de desaparecer la noticia.
Infobae eliminó el artículo demasiado pronto como para quedar registrado en la memoria de Google o en sitios como Wayback Machine, pero una herramienta de inteligencia artificial logró reconstruir su estructura, que puedes leer aquí.
Entra Infovaticana
Pero los brazos de la coalición woke no son tan largos ni influyentes para evitar los artículos de Infovaticana.
En el primero, publicado el 30 de junio y titulado “Los ‘pobres’ del cardenal Carlos Castillo: Austeridad para el pueblo, privilegios para los suyos”, Infovaticana revela la existencia de un cogollo de personajes cercanos al arzobispo que se han visto beneficiados con sueldos surrealistas para el Perú -especialmente al interior de la Iglesia- mientras la arquidiócesis colapsa económicamente. Revela el artículo:
“Documentos verificados y testimonios reservados revelan una estructura de pagos y contrataciones dentro del Arzobispado de Lima que contradice frontalmente el mensaje evangélico de austeridad. La planilla millonaria de su entorno más cercano sugiere que la pobreza evangélica se exige… pero no se practica”.
Y pone como ejemplo el de una pareja -los Caro-Escalante- que se han visto favorecidos por la magnanimidad de Castillo Mattasoglio para con los suyos.
Hipólito Caro Rodulfo, actual director de ‘Asuntos Culturales’ del arzobispado, recibe un sueldo de 16 mil soles mensuales (unos 4,500 dólares norteamericanos) en un país donde el sueldo mínimo mensual es de 1,130 soles, es decir, unos 323 dólares norteamericanos.
Infovaticana señala que “Nora Escalante, su pareja, también encontró espacio en esta estructura eclesial como “directora de operaciones” —cargo inexistente hasta su creación— con un sueldo igual de elevado. Entre ambos perciben medio millón de soles al año (la friolera de 141,000 dólares norteamericanos), una cifra que escandaliza en cualquier contexto, más aún en una Iglesia que se proclama humilde y cercana al sufrimiento de los más necesitados”.
Otro caso mencionado es el del abogado de referencia del arzobispado, Juan Fernando Castañeda Abarca, que ha triplicado su facturación, alcanzando los 18 mil soles mensuales.
Según Infovaticana: “Estos casos, lejos de ser excepciones, parecen revelar una lógica interna en la administración del cardenal Castillo: premiar la cercanía ideológica y política con generosos contratos financiados por el mismo pueblo creyente que es llamado cada domingo a ‘vivir con lo necesario’.
Se viene más
Antes de escribir esta nota, pregunté a redactores de Infovaticana si esta información estaba corroborada. La respuesta fue que no solo contaban con “documentos contundentes” sobre los casos mencionados, sino que tenían otros más, también vinculados al mal manejo económico de Castillo Mattasoglio en favor de sus protegidos. Me confirmaron además que seguirán publicando más noticias en el futuro inmediato.
Al parecer, el desánimo y la frustración de los funcionarios eclesiásticos en Lima ha llegado al punto de ebullición y están finalmente dispuestos a revelar información que confirma que el momento de ver partir a Castillo Mattasoglio es…ayer.