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Jurista Enrique Ghersi desnuda la guerra al interior de la Iglesia: Rafael López Aliaga es el verdadero objetivo de la progresía
Ataque a Juan Luis Cipriani sin darle ningún derecho de defensa ni de conocer las acusaciones de hace más de 40 años es una aberración.
Por Plinio Esquinarila– Diario EXPRESO.
Observadores de la política peruana han llamado la atención sobre el hecho de que haya sido justo después de que el alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, condecorara al Cardenal Juan Luis Cipriani, el pasado 7 de enero de 2025, con la medalla al mérito de la Ciudad Capital, curiosamente se dé a conocer una información de presunta pederastia que tendría más de cuatro décadas de antigüedad.
Se trata de supuestos sucesos ocurridos en 1983. “Resulta grave que se publique de manera parcial información que parece proceder de documentación reservada por la Santa Sede que ni siquiera yo tengo en mi poder”, respondió Cipriani a El País de España en carta aclaratoria.
En ella el purpurado reafirma su inocencia en relación a las acusaciones pretéritas. Añade que el año 2018 recién fue informado de la denuncia en su contra, sin que se le entregara documento alguno para una defensa aunque sea tardía.
Es más, las “penas” impuestas por el papa Francisco, incluyendo su exilio del Perú, se hicieron sin darle la oportunidad de defensa ni de ser escuchado.

Los gestos…
“Como no hay casualidades en la sociedad ni menos en la política, es claro que apenas el Cardenal Cipriani tuvo una participación política, aun siendo mínima, provocó una reacción inmediata de sus enemigos dentro y fuera de la Iglesia”, señala el jurista Enrique Ghersi.
Y es que en política, aunque parezcan mínimos, los gestos lo son todo.
“La asociación de López Aliaga y el Cardenal Cipriani evoca las gigantescas marchas del colectivo ‘Con Mis Hijos No te Metas’, que arrebató a la izquierda el control de la movilización callejera. Esta es una pesadilla para los camaradas, especialmente ad portas de una campaña electoral”, agrega Ghersi.
Además, el único político peruano invitado a la juramentación del presidente de Estados Unidos Donald Trump, fue López Aliaga, codeándose con Javier Milei, por ejemplo, lo que causó preocupación en la izquierda internacional.
Igualmente, un hombre como el cardenal Cipriani, confesor de rehenes, subversivos y comandos de la Operación Chavín de Huántar, tiene actualmente contactos con las iglesias cristianas, socialmente conservadoras, que puede constituir un frente de derecha con muy fuerte raigambre popular, eventualmente explosiva en una campaña, según la óptica liberal de Ghersi.
Ataque brutal
A Cipriani lo han atacado brutalmente porque los analistas de la gauche caviar han tenido claro que el otrora Obispo de Ayacucho en los días más difíciles de la guerra antiterrorista, es un enemigo muy poderoso.
Ellos daban por descontado que Cipriani estaba fuera de juego, pero saltaron las alarmas apenas apareció en escena en el reconocimiento que le hizo el Concejo Provincial de Lima, recuerda el citado abogado en conversación con EXPRESO.
Hoy en día, en medio de la decadencia caviar -que la llegada del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, convertirá en extinción-, el eje del poder de la izquierda pasa a la Iglesia, en especial a los radicales con gran influencia en El Vaticano, añade.
“Tienen independencia económica porque sus fuentes de financiamiento no se verán afectadas por la nueva administración americana, cuentan con una implantación popular importante y son muy disciplinados”, advierte.
En ese orden de ideas, el Cardenal Cipriani nunca ha sido un personaje puramente religioso. Siempre fue más cercano a un Cardenal renacentista que a un cura de barrio. Por eso el ataque del que ha sido víctima es un ataque político. Debe leerse como la clericalización de la izquierda, señala.
No hay coincidencias en política. Tampoco ingenuidades. Nadie actúa por altruismo. Como decían los viejos maoístas: “Salvo el poder, todo es ilusión”, concluye.

La Iglesia católica bajo ataque del progresismo
Cardenal Cipriani desmiente categóricamente denuncia de El País
Por Víctor Andrés Ponce- ElMontonero.pe
Toda denuncia de abuso de menores convoca en cualquier ser humano de buena voluntad una ira que emerge desde lo más hondo de nuestro ser. Una denuncia en contra de un sacerdote sensibiliza en extremo. De allí que es necesario empezar esta reflexión señalando que la denuncia en contra del Cardenal Juan Luis Cipriani debe investigarse y aclararse por el bien de la sociedad, del pueblo católico y del honor del propio Cardenal.
Sin embargo, luego de leer la carta aclaratoria del Cardenal Cipriani al diario El País, yo le creo, no solo porque la misiva desvela hechos dolorosos, sino porque conozco y he seguido la trayectoria de un pastor de la Iglesia que lo ha entregado todo a su feligresía. En su misiva Cipriani señala que hubo una denuncia anónima el 2018 sobre un supuesto suceso acaecido en 1983. Sobre la base de esa denuncia en el 2019 la jerarquía eclesial le informó que se le habían impuestos restricciones a su ministerio sacerdotal, se le pidió que residiera fuera del país y que guardara silencio. Y así lo hizo.
Sin embargo, Cipriani también aclara que el 4 de enero del 2020 tuvo una audiencia con el papa Francisco y luego de esa junta la máxima autoridad de la Iglesia le permitió reanudar sus tareas pastorales. Luego Cipriani vivió en Roma cumpliendo funciones en la Iglesia hasta que se retiró a los 80 años para vivir en Madrid.
Sin embargo, este proceso silencioso, reservado en la Santa Sede, se filtró a manos de la burocracia progresista del Vaticano con el objeto de publicar medias verdades, tal como se reseña en el artículo del diario El País, el mismo diario que utilizó al cardenal Castillo Castillo para despacharse con un feroz artículo contra la derecha católica nacional y sentar una especie de manifiesto progresista.
Como yo le creo a Cipriani me atrevo a señalar que no es la primera vez que el Cardenal más nítido de la derecha latinoamericana padece este tipo de ataques. Allí están las cartas falsas que un político llevó al Vaticano. Sin embargo, ¿por qué hoy se reactualiza una denuncia anónima del 2018 sobre un hecho de 1983 y que fue tramitada por el papa Francisco en el 2020? La respuesta es simple: un reciente ataque a la figura de la Virgen María dejó en claro que, en el Perú, la abrumadora mayoría es católica y está dispuesta a marchar en defensa de su fe. El Perú no es París, en donde las parodias de imágenes del catolicismo en la inauguración de Las Olimpiadas desataron sentimientos encontrados.
Asimismo, se reactualiza un caso cerrado en el Vaticano por el propio Santo Padre en el preciso momento en que el Cardenal Castillo, nítido representante del progresismo en la Iglesia, perdió la presidencia de la Conferencia Episcopal por haber tenido una posición equidistante entre la defensa de la Virgen y una imagen que blasfema de la figura sagrada en la obra llamada “María Maricón”.
Igualmente se resucita un caso cerrado en el Vaticano en donde queda absolutamente claro que el Perú es uno de los mayores pueblos católicos del planeta y, de una u otra manera, se pretende quebrar la moral de los creyentes con este tipo de acontecimientos. La cristiandad es una de las mayores explicaciones filosóficas de que en Occidente se alcanzaron los mayores espacios de libertades políticas y económicas y el progresismo y el neocomunismo se lanzan desesperadamente a minar las tradiciones católicas en el país, uno de los muros más poderosos contra el antisistema.
En la teología cristiana se preguntan por qué a veces Dios permite que se extienda el mal y la respuesta siempre es para que emerja el bien, la bondad. Quizá es hora de que los católicos peruanos defiendan su Iglesia con uñas y dientes. El papa Juan Pablo II y los católicos polacos derrotaron al comunismo a punta de oraciones. Los católicos nacionales deben multiplicar sus oraciones en la casa del cardenal Castillo y, como en Polonia, los católicos deben tomar calles y plazas para orar a viva voz.

LO DIJE EN EL AÑO 2018 Y MUCHOS NO ME CREYERON
Por Luciano Revoredo– LaAbeja.pe
En el año 2018, publiqué en este portal un artículo titulado “Cuando atacar a la Iglesia es un negocio” (que recomiendo leer), donde expuse la utilización de estrategias globales para desacreditar a la Iglesia Católica. Este artículo se centraba en casos específicos y personajes como Pedro Salinas, quien estaba implicado en proyectos internacionales que bajo la apariencia de buscar justicia para las víctimas de abusos, en realidad servían para atacar y destruir a la Iglesia, especialmente a sus sectores más conservadores.
El artículo citaba documentos clave como el “Acuerdo de Varsovia 2017”, donde se detallaban objetivos para presionar al Vaticano y a la Iglesia Católica a nivel global. Entre los objetivos destacaban la eliminación de protocolos internos de la Iglesia sobre estos crímenes en favor de adoptar recomendaciones de la ONU, y la persecución legal de la Iglesia por crímenes contra la humanidad. Estos documentos evidenciaban una coordinación internacional para debilitar el poder de la Iglesia Católica.
En ese momento, ya habíamos advertido que estas acciones no eran solo sobre justicia para las víctimas, sino parte de una estrategia más amplia para reformar la Iglesia desde una perspectiva progresista. La campaña contra figuras como Monseñor Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima que ya percibíamos en esos tiempos y lo anunciábamos, era un claro ejemplo de esta estrategia.
Avanzando al presente, en 2025, vemos cómo estas campañas se han intensificado y estructurado incluso desde el Vaticano mismo. Vemos estos avances a través de investigaciones periodísticas y documentales que buscan destacar las fallas de la Iglesia en manejar casos de abusos y se ha logrado una presión significativa, muchos de estos casos no son documentados, simplemente se destruye la imagen de alguien incómodo al progresismo y ya no hay vuelta atrás. En la mayoría de los casos las “víctimas” permanecen en el anonimato o denuncian hechos sucedidos décadas atrás, ya prescritos para la justicia terrena pero imperdonables en la iglesia.
También hemos visto como se han iniciado procedimientos en tribunales nacionales e internacionales contra líderes eclesiásticos conservadores. Desde el Vaticano, se han promovido reformas en la Curia Romana y en las diócesis a nivel mundial que favorecen una Iglesia más abierta y menos rígida en sus dogmas. Esto ha incluido el reemplazo de cardenales y obispos conservadores por figuras más progresistas, como se ha visto en recientes nombramientos en América Latina. En el Perú concretamente sufrimos la presencia de una jerarquía mayoritariamente tomada por el progresismo con algunos representantes realmente deplorables como el propio cardenal Castillo arzobispo de Lima.
Este giro en la política vaticana ha creado un escenario donde, irónicamente, quienes en el pasado criticaban la influencia de la Iglesia sobre la sociedad ahora se presentan como sus reformadores o incluso “salvadores”, impulsando cambios que alinean a la Iglesia con ideologías progresistas. Lo que en 2018 advertíamos como una manipulación estratégica para debilitar a la Iglesia tradicional desde dentro, ahora es una realidad palpable, con una evidente campaña que busca remodelar la Iglesia en un “mundo al revés” donde los enemigos de antaño son los reformadores de hoy, los defensores de la integridad de la iglesia, los papistas más papistas que el Papa.
Basta ver al Papa rodeado de víboras como Paola Ugaz, Pedro Salinas o el conocido satanista José Enrique Escardó, que por cierto es más coherente que los anteriores.

LA DISOLUCIÓN DEL SODALICIO Y EL OLOR DEL DINERO
Por Luciano Revoredo– LaAbeja.pe
Ante lo que sería la inminente disolución del Sodalicio, conviene mencionar algunos hechos que han venido sucediendo paralelamente.
Hace unos días se hizo público que un grupo de personas que se autoperciben víctimas del Sodalicio de Vida Cristiana, o de alguna de las ramas de dicha familia espiritual, se han organizado bajo la Asociación por la Verdad, Justicia y Reparaciones Dignas, una institución que tendría como objetivo brindar apoyo, acompañamiento y asistencia a todas las personas afectadas por las acciones y omisiones de instituciones vinculadas al Sodalicio. El comunicado que dirigieron a la opinión pública explica que su misión tiene tres ejes de trabajo. Uno de ellos es darle publicidad a los temas que tratan. El segundo, es asesorar a las víctimas en los asuntos legales pertinentes. El tercero es trabajar para que “se inicie una reparación justa y digna de los derechos vulnerados de las víctimas (…) propiciando el financiamiento de las acciones necesarias para tal fin”. Este comunicado fue firmado por más de 26 personas.
Llama la atención —para los pocos interesados que a estas alturas siguen el caso Sodalicio— que se cree esta asociación justo cuando últimamente se sienten sonidos de monedas. Y no es una especulación. De hecho, el siempre activo y locuaz (desde Alemania), Martín Scheuch, exsodálite que desde hace varios años no pierde oportunidad de escribir sobre el tema, el 8 de enero de este año publicó un artículo titulado “Sodalicio: Historia de una reparación tardía” en el portal Sudaca, en el cual confirma que le han pagado algún dinero importante. Muchos podrían pensar: si a Scheuch le han pagado, eso quiere decir que a muchos otros deben haberles dado también algún pago. Sobre todo, cuando, me cuentan por ahí, en los últimos meses ha habido un notable flujo de nuevas denuncias contra miembros del Sodalicio y sus instituciones cercanas, coincidiendo con el flujo monetario.
¿Tiene algo de malo que se indemnice a quienes han sufrido algún daño? Personalmente creo que no. Si para reestablecer la justicia dañada hay necesidad de reparar, y esta reparación incluye dinero luego de un proceso bien llevado, enhorabuena. Lo curioso son los tiempos. Y, además, que se haya creado una asociación nueva cuando ya existe una que es liderada por una persona que se declara víctima del Sodalicio desde hace casi tres décadas y a quien varios involucrados en el tema se refieren como el primer denunciante de abusos cometidos por la citada organización religiosa. Se trata de José Enrique Escardó Steck.
Mi parecer sobre Escardó no es el mejor y sé que tampoco él me tiene en buena estima. Pero eso no tiene nada que ver con el análisis que se puede hacer de un fenómeno tomando un poco de distancia como en este caso.
Escardó, desde hace algunos meses, viene difundiendo en sus redes sociales que lidera la Red de Sobrevivientes Perú, una organización que tiene sus versiones en distintos países y que, por lo que se puede ver en sus publicaciones, busca hacer coordinaciones entre todas para buscar justicia para las “víctimas de abuso en instituciones”. Inclusive, Escardó ha compartido que este año 2025 tendrá algunos viajes a otros países de la región para promover esta causa. También se pueden ver distintas publicaciones en las que Escardó busca apoyo económico y donaciones para mantener esta organización que, sin ser experto en el tema, tendría fines muy semejantes con los que promueve la recién creada Asociación por la Verdad, Justicia y Reparaciones Dignas.
Con un mínimo de sentido común, uno puede preguntarse: ¿Por qué fundan una nueva asociación para canalizar denuncias, orientar y buscar reparaciones económicas que tendría que hacer el Sodalicio si es que pueden usar la plataforma ya creada de José Enrique Escardó? ¿No sería lo más lógico, y de esa forma le darían, además, el lugar que -en su misma narrativa- le corresponde como primer denunciante del Sodalicio?
Recuerdo, por analogía, cuando Escardó constantemente publicaba en sus redes sociales que buscaba trabajo. Por lo que tengo entendido, es comunicador. Y esos mismos que defienden víctimas y buscan ayudarlas, ¿hicieron algo por Escardó teniendo acceso a medios importantes como el ABC de España, La República, IDL Reporteros? También viene a mi memoria la reciente foto de un grupo de periodistas -algunos autodeclarados sobrevivientes del Sodalicio- con el Papa Francisco en la que brilla por su ausencia, precisamente, el primer denunciante del Sodalicio. ¿Es un patrón excluirlo?
Esta es una opinión muy personal, pero, por lo que se ve, parecería que algunos empujan una causa unidos hasta que se habla de dinero o de copar protagonismo. Entonces las alianzas se desdibujan un poco y, como en la historia del rey Salomón y las dos mujeres, prefieren cortar el bebé en dos antes que mantenerlo junto por ese bien que dicen perseguir.

Voy por Cipriani
“¿Cipriani por qué se quedó callado ante la acusación? Porque la Iglesia es más vertical aun que el Ejército y tenía que obedecer a Bergoglio…“
Por Aldo Mariátegui- Diario Perú21.
De lo revelado HASTA EL MOMENTO contra monseñor Cipriani, lo que me parece es que el sector rojimio de la Iglesia y la izquierda le han echado un cubo inmundo de basura para desprestigiarlo (a él y al Opus Dei) dentro de las típicas luchas intestinas, despiadadas y maquiavélicas de poder dentro del clero.
¿Qué rigor me merece una acusación anónima, publicada en un medio decadente y tan sesgado como lo es ahora El País, tras ser traidoramente filtrada adrede por una facción de curas, basada solo en la palabra de una sola supuesta víctima sobre un hecho que supuestamente sucedió solo entre Cipriani y él hace nada menos que 42 años, con un papa rojimio que todos sabemos que aborrece a Cipriani y que está maniobrando para que su sucesor sea de la misma línea política, que es antagonista a la de Cipriani, además de una izquierda que jamás le va a perdonar su intervención en el rescate de los rehenes de la embajada japonesa y su lucha frontal contra el marxismo en Ayacucho y la caviarada limeña? Hasta el momento no hay pruebas, más testigos, más víctimas, patrones perversos de conducta, etcétera, que sustenten firmemente una acusación tan delicada.
Y justo esto coincide con el escándalo de María Maricón que había dejado tan mal al sector izquierdista de la Iglesia, con la condecoración de López Aliaga a Cipriani (es evidente que todas estas movidas también buscan afectar a López Aliaga como la misma Paola Ugaz lo dijo) y con la disolución del Sodalitium (que allí SÍ abundaron las pruebas, testigos, víctimas, patrones perversos, etcétera). ¿Cipriani por qué se quedó callado ante la acusación? Porque la Iglesia es más vertical aun que el Ejército y tenía que obedecer a Bergoglio. ¿Y por qué ese mismo Bergoglio le permitió volver a sus actividades religiosas en febrero de 2020, así sea parcialmente, si tanto sospechaba de Cipriani? Nunca he sido ni seré tibio, ni sigo la ola o me ha interesado ser popular, así que aquí me la juego por Cipriani (y NO por religioso, que NO lo soy).