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Civiltà Cattolica

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Antonio Spadaro SJ

El Prepósito General de la Compañía de Jesús, padre Adolfo Nicolás Pachón, nombró nuevo director de la “Civiltà Cattolica”, la centenaria revista de la Compañía de Jesús, al italiano Antonio Spadaro SJ, quien a partir del primer cuaderno del próximo mes de octubre, en el año 162 desde su fundación, asumirá la responsabilidad del “Colegio de los Escritores”, en reemplazo del padre GianPaolo Salvini SJ, que desempeñaba este cargo desde julio de 1985.
El padre Antonio Spadaro nació en Messina (Sicilia) y tiene 45 años. Es licenciado en Filosofía por la Universidad de Messina, y doctor en Teología por la Pontificia Universidad Gregoriana. Fue durante 5 años responsable de las actividades culturales de los jesuitas en Italia.
Comenzó a escribir en la Civiltà Cattolica en 1994. Se ocupó sobre todo de cultura y, en particular, tanto de crítica literaria –estudiando especialmente autores italianos y estadounidenses–, como del modo en el que las nuevas tecnologías de la comunicación están cambiando la forma de vivir y pensar, también la fe. Publicó 15 libros, dirigió otros 8. Promovió varias iniciativas culturales ligadas al mundo de la literatura y de la Red. Es catedrático en la Universidad Gregoriana.
El padre Salvini, milanés de 75 años, seguirá formando parte del “Colegio de los Escritores” como cronista de la vida de la Iglesia.
Una revista en la que solo escriben jesuitas
La Civiltà Cattolica, fundada en 1850, es la más antigua de las actuales revistas italianas. Depende directamente del padre general de la Compañía de Jesús. La redacción recibe el nombre de “Colegio de los escritores”, según los estatutos de Pío IX aún en vigor. Uno de los artículos establece que sólo escriban jesuitas en ella. La revista sale el primero y tercer sábado del mes (24 cuadernos al año, 2500 páginas en 4 volúmenes).
El primer director de la Civiltà Cattolica, y su inspirador, fue Carlo Maria Curci, pero quien la quiso fue sobre todo el papa Pío IX (en ese momento exiliado en Gaeta). La idea que empujó a la fundación de la revista fue la de defender la “civilización católica”, como entonces se la concebía, amenazada por los enemigos de la Iglesia, en particular de liberales y masones, que inspiraban muchas de las ideas clave de la Italia del Risorgimento.
La revista mantuvo siempre una relación especial con la Santa Sede: no es un órgano oficial, pero trabaja desde siempre en sintonía con ella. Los originales de la revista son revisados por la Secretaría de Estado vaticana antes de ir a la imprenta.
Sacerdotes que “abandonan”, sacerdotes que “regresan”
por GianPaolo Salvini SJ
Muy frecuentemente se escucha hablar en los medios de comunicación de los sacerdotes, sobre todo –lamentablemente– para divulgar casos que causan escándalo o para condenar las actitudes de la Iglesia que son juzgadas demasiado duras respecto a ellos. Mucho menos se habla del cuidado personal que la Iglesia ejerce constantemente hacia los sacerdotes. […]
¿Cuál es hoy la situación de aquellos que, después de haber abandonado el sacerdocio – cosa que usualmente ocurre con mucho sufrimiento –, piden ser reintegrados en el ministerio sacerdotal? ¿Quiénes son y cuántos son? Ya que en este campo se hace circular datos a veces inverosímiles, quisiéramos dar una correcta información sobre el fenómeno tanto de los abandonos, así como el menos conocido de las readmisiones al ejercicio del ministerio de los sacerdotes que lo habían anteriormente abandonado. En efecto, a nuestro parecer, es un campo en el que se manifiesta, en modos que hoy son más comprensibles, la benevolencia y el cuidado de las personas por parte de la Iglesia, más exactamente de la “maternidad” de la Iglesia, que raramente se pone en evidencia.
No existe una estadística precisa que permita conocer el número actual de los sacerdotes que, habiendo abandonado el ministerio, se han casado. Sobre la base de las indicaciones llegadas al Vaticano de las diócesis, desde 1964 al 2004, han dejado el ministerio 69,063 sacerdotes. Desde 1970 al 2004, 11,213 sacerdotes han retomado el ministerio. Ello significa que los sacerdotes casados no pueden ser hoy más de 57,000. Probablemente son bastante menos, porque en 40 años un cierto número de ellos ha fallecido. Las cifras indicadas por la prensa y por las asociaciones de sacerdotes casados, que hablan de 80,000 a 100,000 ex sacerdotes, no tienen por tanto fundamento.
Hoy la proporción de las defecciones está en ligero aumento, pero no es comparable a la de los años sesenta. Desde el 2000 al 2004, cada año, en promedio han abandonado el sacerdocio el 0.26% de los sacerdotes, o sea, en cinco años 5,383 sacerdotes. Paralelamente está en aumento también el número de aquellos que piden ser nuevamente admitidos al ministerio sacerdotal. De los 1,076 sacerdotes que cada año dejan el ministerio, 554 piden la dispensa de las obligaciones derivadas del estado sacerdotal: celibato y rezo del breviario (1). De los otros 522 sacerdotes, 74 cada año regresan al ministerio. Se puede notar que el 40% de las solicitudes de dispensa provienen de sacerdotes pertenecientes a una orden o a una congregación religiosa. Desde el 1 de agosto del 2005 el 16% de las solicitudes de dispensa provienen de los diáconos. Pero en el periodo del 2000 al 2004, hay 2,240 sacerdotes cuya situación no se conoce.
Datos más precisos para cada año revelan que en el 2000, se registraron 930 abandonos de sacerdotes, mientras 89 fueron reintegrados. Fueron concedidas 571 dispensas, de las cuales 68 antes de los 40 años y 39 próximos a morir. Las dispensas concedidas a los diáconos fueron 112. En los cinco años siguientes las cifras aumentaron, pero no mucho. En el 2002 los abandonos fueron 1,219 y los reingresos 71; las dispensas concedidas 550, de las cuales 19 antes de los 40 y 31 próximos a morir; 98 las dispensas concedidas a los diáconos. En el 2004 hubo 1,081 abandonos y 56 reingresos; 476 las dispensas concedidas a sacerdotes, de las cuales 27 fueron antes de los 40 años y seis próximos a morir. Desde el 1 de agosto del 2005 a octubre del 2006 la congregación para el clero recibió 804 pedidos de dispensa, incluidas las de los diáconos. Considerando también los 100 trámites de la congregación para los sacramentos, las solicitudes provienen: 185 de los Estados Unidos, 119 de Italia, 60 de España, 59 de Brasil, 52 de Polonia, 48 de México, 32 de Alemania, 31 de Filipinas, 29 de Argentina, 27 de la India, 26 de Francia, 23 de Irlanda, 22 de Canadá, etc. Se habla de congregaciones vaticanas diferentes porque hasta el 1988 la competencia para las dispensas era de la congregación para la doctrina de la fe; después la competencia pasó a la congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos; desde el 2005 por voluntad del Santo Padre pasó a la congregación para el clero.
Las causas de los abandonos, al menos la declaradas, son muy variadas. La mayor parte de las solicitudes de dispensa se debe a situaciones de inestabilidad afectiva, junto a otros factores que terminan por hacer la situación de muchos sacerdotes casi irreversible, pero no faltan casos de crisis de fe, de conflicto con los superiores o de dificultades con el magisterio, depresiones y graves límites de carácter. En promedio, con todas las oscilaciones que un promedio comporta, el abandono ocurre después de 13 años de ministerio. Se trata de personas ordenadas a los 28 años y que tienen 50 años al momento de la solicitud de la dispensa, porque en general esperan unos diez años antes de solicitarla. El 50.2% de aquellos que piden la dispensa por lo tanto ya están casados civilmente, el 14.5% están en situación de convivencia, mientras el 35.2% viven solos.
Generalmente, observando los casos de las solicitudes de dispensa enviadas a partir del año 2000, se puede decir que la mayor parte de los sacerdotes que han dejado el ministerio han encontrado un arreglo digno en los sectores más diversos. Casi todos tienen un empleo o una actividad profesional y no están necesitados de ayuda. Varios de ellos han sido acogidos por obispos para desarrollar encargos eclesiales y, una vez obtenida la dispensa, para enseñar religión o para trabajar en instituciones dependientes de la autoridad eclesiástica. No faltan algunos casos de ex sacerdotes que desarrollan tareas delicadas también en la formación de jóvenes o en la formación permanente del clero. Se han creado también asociaciones, que evidentemente no tienen ninguna relación con la jerarquía, ni gozan de alguna aprobación, u organizaciones que reúnen sacerdotes casados para ofrecer sus servicios sacerdotales a quien lo requiera, como fieles que a causa de su situación irregular o por comodidad no desean recurrir a los servicios de un sacerdote regular (2).
Finalmente, existe un discreto grupo de sacerdotes que después de haber abandonado el ministerio, trascurrido un cierto tiempo, manifiestan una evidente nostalgia y un fuerte deseo de retomar el ministerio sacerdotal, al que estaban llamados y para el cual se habían preparado. Muchos de ellos presionan para ser readmitidos al sacerdocio, pero sin abandonar la vida de sacerdotes casados, cosa que la Iglesia no puede conceder sin modificar la ley sobre el celibato. No pocos de ellos buscan ejercitar un ministerio sacerdotal en las confesiones de los protestantes o en las sectas.
En la Iglesia católica han existido siempre hombres casados que lícitamente ordenados ejercitan el ministerio sacerdotal: son los del rito oriental católico. Esta es una práctica tradicional en las Iglesias orientales tanto ortodoxas como católicas, y que ha sido plenamente confirmada por el Concilio Vaticano II. Pero hay también en la Iglesia del rito latino, sacerdotes casados en el pleno y legítimo ejercicio de sus funciones sacerdotales. Se trata de ministros que provienen del anglicanismo protestante o de otras Iglesias y grupos cristianos y que se han pasado a la Iglesia católica. Pero está también la presencia de sacerdotes católicos casados de rito oriental, que, como hemos dicho, han existido siempre, pero hasta ahora estaban presentes sólo en las zonas de rito predominantemente oriental, donde ejercitaban el ministerio junto al clero ortodoxo o no católico, sin causar problemas en la comunidad. Cuando se encuentran fuera de sus territorios tradicionales, se les pide atenerse a la obligación del celibato. Pero hoy un cierto sector de sacerdotes católicos de rito oriental, casados, emigran a las ciudades de occidente, donde son aceptados por los obispos, que encontrándose en dificultad por la falta de clero, les confían a ellos parroquias. Fieles y sacerdotes miran con cierta sorpresa este fenómeno nuevo al cual no están acostumbrados. […]
Cuando se habla de “recuperación” de sacerdotes casados, con una terminología quizá no del todo feliz, es necesario distinguir la variada casuística y aclarar de qué cosa se está hablando. Ante todo existe el caso de los ex ministros anglicanos o luteranos casados, que, convertidos a la Iglesia católica, piden ser sacerdotes y a los cuales desde los tiempos de Pío XII les fue concedido el poder continuar la propia vida conyugal en familia. De los casos individuales se pasó al de algunos cientos de pastores anglicanos, en su gran mayoría casados, que pidieron pasar a las filas del clero católico, por no estar de acuerdo con algunas decisiones de su Iglesia, especialmente en materia de admisión de mujeres a las sagradas órdenes. Pedidos de tal naturaleza siguen ocurriendo hoy y son por lo general acogidas con benevolencia. La media es de siete a ocho al año. Los pedidos que han llegado en los últimos años han sido respectivamente 12 en el 2004, 9 en el 2005, 13 en el 2006.
Están también los sacerdotes que han dejado el ministerio sacerdotal y se han casado, pero una vez libres del vínculo matrimonial, piden ser reintegrados al ejercicio del ministerio. Si una vez se trataba de casos individuales, hoy estos se han multiplicado, y la Iglesia ha modificado la propia legislación para acompañar mejor el camino de las personas que habían consagrado su vida al servicio de ella y que después optaron por otros caminos. Han sido establecidos nuevos procedimientos, que ofrecen a los obispos “benévolos” (como se dice en el lenguaje canónico) una guía, y en la mayoría de los casos se concluye con la concesión de la gracia pontificia.
Las solicitudes de reintegración en los años 1967–2006, por lo tanto tratadas todavía por la congregación para la doctrina de la fe, han sido 438. Fueron concedidas 220, no concedidas 104, mientras otras 114 estaban a la espera de documentación suplementaria. Para poder solicitar la reintegración al ejercicio del ministerio, aparte de la petición del interesado, es necesaria la declaración de un obispo “benévolo”, o de un superior mayor religioso que manifieste su disponibilidad para incardinar a la persona en su diócesis (o en su Instituto religioso con la profesión de votos temporales), ofreciendo garantías sobre la ausencia de peligro de escándalo si la solicitud fuera acogida. El solicitante debe estar libre del vínculo matrimonial sacramental y no debe tener obligaciones civiles hacia la mujer o hacia los hijos menores. Esto supone normalmente que los hijos sean mayores, autosuficientes económicamente y no vivan con el padre. Si ha estado casado, es necesario el certificado de la muerte del cónyuge si quedó viudo, o el decreto relativo en el caso de nulidad del matrimonio del solicitante. Además se requiere que la edad sea “razonablemente no muy avanzada” y que se pueda tener el testimonio de laicos y eclesiásticos sobre la idoneidad para reasumir el ministerio. En fin, si se trata de un ex religioso que ahora desea ser incardinado en una diócesis, se requiere también el nulla osta de parte del superior religioso correspondiente.
Como se ve, la praxis de la Iglesia, aunque no modifica la legislación vigente en materia de celibato, ha cambiado ampliamente, en el sentido de salir al encuentro del deseo de hombres que habían abandonado el ministerio por diferentes motivos y que ahora desean retomar una misión para la cual se habían preparado por años y cuyos valor y significado siguen percibiendo. La rigidez de antaño, que juzgaba y condenaba duramente cada abandono del sacerdocio, ha sido moderada por una praxis pastoral ciertamente más comprensiva y más “maternal”. […]
En este sentido es bastante significativo el hecho de que en cerca de 30 años hayan sido readmitidos al ejercicio del ministerio sacerdotal 11,213 sacerdotes que por diferentes motivos lo habían abandonado. […] Aunque en pleno respeto por cuantos deciden servir mejor al Señor en un estado de vida diferente abrazado después de haber percibido el no ser adecuados para la vida sacerdotal, cada retorno al ministerio sacerdotal no puede no alegrar a la Iglesia entera, que reencuentra una persona disponible a servir con todo su ser a la comunidad eclesial y a la causa del Evangelio.
NOTAS
(1) En el pasado la situación era muy diferente, incluso a causa de las normas muy rígidas en vigor hasta el 1964, que a continuación se hicieron más benévolas y posteriormente, después del 14 de octubre de 1980, nuevamente un poco rígidas. La normativa se reflejó claramente en el número de las dispensas solicitadas y concedidas en los diferentes periodos. Antes de 1980 el porcentaje de las dispensas concedidas era del 95%; desde entonces se ha descendido a un tercio de las solicitudes. Desde 1914 al 1963 llegaron 810 solicitudes de dispensa, de las cuales 315 fueron acogidas y 495 no fueron concedidas. Del 1964 al 1988 las solicitudes recibidas fueron 44,890, de las cuales 39,149 se concedieron y 5,741 se rechazaron, para un total de de 39,464 dispensas concedidas y 6,236 rechazadas, de 45,700 solicitudes que llegaron a la congregación para la doctrina de la fe.
(2) Entre estas asociaciones un tanto paradójicas, podemos citar “Rent a priest” (alquila un sacerdote), muy activa en los Estados Unidos. Incluye 167 sacerdotes organizados en “decanatos” que cubren todo el territorio estadounidense. Cuenta con unos quince miembros en Alemania, cinco en Canadá y algunos otros esparcidos por el mundo.
Traducción de Juan Diego Muro

Fuente: Civiltà Cattolica y www.chiesa.espressonline.it

Estatutos pueden ser adecuados

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Oración

El Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, Monseñor Salvador Piñeiro, invocó a la Asamblea Universitaria de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) que confíe en la Iglesia Católica.
En entrevista con Radio Vaticano, el religioso se pronunció sobre el pedido del Vaticano para que la PUCP adecue sus estatutos a la Constitución Apostólica, requerimiento que ha despertado gran polémica en la comunidad universitaria.
Lo que se les pide es muy sencillo, que la Asamblea elija tres candidatos, una propuesta de tres docentes idóneos, y de esos tres la Sagrada Congregación de Educación Católica designará al rector“, comentó.
Entonces, estamos conjugando lo democrático, la decisión de la Asamblea, y por otra parte también que la Iglesia es jerárquica y que no queremos intervenir en la cuestión económica de sus bienes“, añadió Piñeiro.
Piñeiro aseguró que la Iglesia no pretende intervenir ni poseer los bienes de la Universidad Católica, sino que espera tener un diálogo y acuerdo con las autoridades universitarias.
Usted ha participado en una reunión importante sobre la situación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. ¿Qué nos puede adelantar al respecto?
He estado muy contento porque el cardenal Bertone nos ha recibido al cardenal Cipriani, al segundo vicepresidente del episcopado peruano, monseñor Del Río y a mí. Con qué sencillez, como buen educador salesiano y antiguo rector de la universidad de su congregación, nos ha hecho recordar la constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae del beato Juan Pablo II, y cómo la universidad católica la cumple; por eso yo no sé por qué hay ese temor a aceptar la normatividad de la Iglesia. El título de esta constitución es tan hermoso: “En el corazón de la Iglesia”, porque allí nacieron las universidades y por eso hay que cuidarlas para que tengan esa identidad católica. Había dos temas que eran aparentemente de conflicto. Uno es que la universidad quiere que la asamblea elija al rector, pero debemos saber que en la vida de la Iglesia hay la parte jerárquica y democrática. Entonces lo que pide la Iglesia es que la asamblea denomine una terna con tres posibles rectores, como sucede en todas las universidades católicas. Pido a nuestra universidad católica que comprendan el cariño que le tiene el papa a esta institución y que sus autoridades serán elegidas por la Sagrada Congregación para la Educación Católica dentro de los tres candidatos que presente la asamblea. Y el otro tema de conflicto -en que mucho daño ha hecho la interpretación de alguna prensa sesgada-, es que el arzobispo de Lima quiere acaparar la economía…¡No señores!, la Iglesia también cuida los bienes que con tanto sacrificio se han labrado en esta querida universidad católica del Perú. Por eso nos ha dicho el cardenal Bertone que de alguna manera lo supervise la Conferencia Episcopal Peruana. Y así será, con mucho gusto, veremos el presupuesto y si hay que dar algunas autorizaciones para algunas ventas, podemos trabajar en eso. Yo creo que va a haber una solución y que estamos por un buen camino de entendimiento.
Confío que el señor rector será el mejor comunicador a la asamblea de esto que pide la Santa Sede: que se acojan a las enseñanzas de la Iglesia. Porque es una universidad pontificia que quiere mucho al papa, al cual también honró dándole el grado de doctor honoris causa cuando visitó el Perú siendo el cardenal Ratzinger.
Cuando saludé al papa en la audiencia general, me envió una bendición especial para Ayacucho y para la Universidad Pontificia Católica del Perú.
Alfonso Rivero
En medio de la polémica por lo que será la decisión de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) en torno al pedido de modificar sus estatutos, el ex embajador del Perú ante el Vaticano Alfonso Rivero se pronunció a favor de la demanda de la Santa Sede.
Rivero terminó sus funciones diplomáticas en Roma en noviembre del año pasado y, según considera, las diferencias entre la Iglesia y la PUCP son un tema que le pertenece en estricto interno al Vaticano.
Rivero habló con El Comercio sobre el acuerdo de 1980, vigente entre el Perú y el Vaticano, y su relación con la Ley Universitaria, en la que se ampara la Universidad Católica para argumentar el concepto de autonomía universitaria.
El ex embajador señaló que si bien la Ley Universitaria dice que la asamblea es la que elige al rector, el tratado que tiene el Perú con la Santa Sede, firmado en 1980, prima sobre esta. Indicó que los artículos I y XIX de ese tratado le dan a la Iglesia plena autonomía para crear y manejar los centros educativos privados de todo nivel. Su artículo 1 dice: “La Iglesia Católica en el Perú goza de plena independencia y autonomía”; y en el artículo 19 señala que “la Iglesia tiene plena libertad para establecer centros educacionales de todo nivel, de conformidad con la legislación nacional, en el ámbito de la educación particular”.
De otro lado, sostuvo que las divergencias por la adecuación de los estatutos han llegado a un nivel muy alto en el Vaticano.
El que la Secretaria de Estado haya hecho suyo el caso implica que pasa a ser materia de decisión más cercana al Santo Padre”, dijo.
Para Rivero, el plazo que ha dado el Vaticano a la Universidad Católica es un llamado a la reflexión, a pensar en la importancia de la transmisión de los valores católicos en este centro.
Fuente: Diario El Comercio y ZENIT.org
Rebelión contra el Papa y el Estado Vaticano
Por Federico Salazar
Un atentado contra la autonomía universitaria. Esto es lo que denuncian las actuales autoridades de la hasta ahora Pontificia Universidad Católica del Perú.
El Estado Vaticano le ha dicho a esta universidad que se adecúe a la constitución apostólica del sumo pontífice Juan Pablo II sobre las universidades católicas. Las autoridades actuales de la PUCP se rebelan.
En 1917, el padre Jorge Dintilhac fundó la Universidad Católica “con la aprobación de la autoridad eclesiástica”, como señala el preámbulo histórico de los estatutos de la PUCP, publicado en su página web.
La Pontificia Universidad Católica del Perú –dicen esos estatutos– es también persona de derecho eclesiástico, erigida canónicamente por el Santo Padre Pío XII”.
Si es persona de derecho canónico, ¿no se somete a las normas de ese derecho? No, dicen las autoridades actuales de la PUCP. “Nuestra universidad”, sostiene en su respuesta al Vaticano, “se rige por la Constitución Política del Perú, la legislación peruana y su estatuto”.
La Constitución establece que los tratados tienen fuerza de ley y, además, que los tratados priman sobre las leyes comunes.
Hay un tratado internacional entre el Estado Vaticano y la República del Perú. Ese tratado reconoce a la Iglesia Católica el derecho de organizar sus instituciones según sus propias normas.
La Ley Universitaria, además, reconoce que cada universidad se gobierna según las peculiaridades “propias de su condición jurídica”. La condición jurídica en este caso es la canónica, como reconoce la propia PUCP.
La pretensión del Vaticano, entonces, no contraviene ni la Constitución ni las leyes peruanas. Solo contradice, como es evidente, las partes de los estatutos que fueron modificadas sin su consentimiento.
Lo que pretenden las actuales autoridades de la PUCP es sacarles la vuelta a los fundadores de la universidad. Pretenden rebelarse contra la “Ex Corde Ecclesiae” de Juan Pablo II y contra la autoridad del papa Benedicto XVI.
Es fácil burlar a los muertos. No creo que lo sea tanto, en cambio, evadir las obligaciones jurídicas derivadas de la fundación canónica de la PUCP.
Universidad rebelde
Por Andrés Beltramo Alvarez- Vatican Insider
La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) se resiste a cambiar su estatuto, pese a la solicitud expresa del Vaticano. Representantes de profesores y alumnos se manifestaron en las últimas horas contra el ultimátum impuesto por la Secretaría de Estado de la Santa Sede, que puso al 8 de abril como límite para presentar enmendada la normativa interna universitaria. Las autoridades de la casa de estudios están ante una encrucijada: cumplir las peticiones de Roma o mantener su rebeldía y exponerse a una drástica sanción.
Nuestra universidad se rige por la Constitución Política del Perú, la legislación peruana y su estatuto”, declaró el vicerrector Efraín González de Olarte en un video publicado este lunes 21 de febrero en el sitio de internet de la PUCP. Con esas palabras el funcionario mantuvo la postura ya decretada por la Asamblea Universitaria el 23 de septiembre de 2011: una posición de rechazo a la solicitud vaticana de adherir formalmente a la constitución apostólica “Ex Corde Ecclesiae”.
La PUCP debió cambiar sus documentos internos más de 10 años atrás, para incluir en los mismos una serie de indicaciones desprendidas de dicha constitución emanada por Juan Pablo II en 1991. Pero nunca lo hizo y, por el contrario, se enfrascó en una controversia con el arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani Thorne, quien al mismo tiempo funge como “gran canciller” de la institución.
Pero los tiempos del diálogo y la negociación tuvieron su punto final este lunes 21 en Roma, cuando el rector Marcial Rubio fue recibido por el secretario de Estado del Vaticano, Tarcisio Bertone. La audiencia duró apenas 15 minutos, en un ambiente para nada amistoso. El cardenal se limitó a entregar al funcionario una carta en la cual le instó a modificar el estatuto “por el bien de la misma PUCP y de la Iglesia en el Perú”.
En la capital peruana la reacción al ultimátum fue negativa. La presidenta de la Federación de Estudiantes del centro educativo, Sigrid Bazán, dijo a la estación de radio RPP Noticias que los alumnos rechazan cualquier reforma.
La postura de los estudiantes es no aceptar las reformas si siguen siendo las que presentó el cardenal Cipriani el año pasado. Es un rechazo a todas las reformas que planteo él, pero en todo caso, la posible pérdida del título honorifico de Pontificia no afectaría a cuestiones como la calidad académica”, aseguró.
Con esas palabras Bazán se refirió a dos puntos fundamentales de la actual controversia: por un lado al papel del gran canciller en la administración cotidiana de la universidad y, por otro, a las represalias que podría sufrir la misma si se niega a cumplir las exigencias de Roma.
En su carta entregada al rector Rubio, Bertone indicó que la universidad está obligada a introducir en su estatuto una serie de indicaciones emitidas por la Congregación para la Educación Católica del Vaticano en julio de 2011. Se trata de una lista larga de enmiendas que, ante todo, reservan el derecho del gran canciller de intervenir en la administración cotidiana de la casa de estudios, desde la protección de su identidad católica hasta la elección de futuros rectores.
Las modificaciones exigidas por la Santa Sede buscan terminar con una situación irregular que se arrastra desde hace muchos años, incluso antes de la llegada de Juan Luis Cipriani al arzobispado de Lima. Porque, con el correr de las décadas, la PUCP logró forjar un sistema de gestión interna independiente de todas las estructuras eclesiásticas, que en la actualidad se encuentran totalmente marginadas de su vida institucional.
Mientras el gran canciller es ignorado por todas las instancias, tampoco son tomados en cuenta por la Asamblea Universitaria los cinco representantes del episcopado peruano (diversos obispos del país), quienes desde hace cuatro años optaron por no asistir a las sesiones de trabajo de ese organismo.
A esta situación el rector Marcial Rubio y sus colaboradores la llaman “autonomía universitaria”, que se extiende también al ámbito económico y administrativo. De hecho, paralelamente al conflicto eclesiástico, existe un contencioso jurídico entre las autoridades de la PUCP y el arzobispo limeño por el manejo de los bienes de la institución, especialmente los terrenos heredados a la misma por el poeta y político José de la Riva Agüero en la década de los 40 del siglo pasado.
Al donar esas tierras el benefactor estableció, como una de sus condiciones, que vigilara sobre los mismos una Junta de Administración formada por representantes de la universidad y del arzobispado. El órgano funcionó correctamente por más de 50 años hasta que, en 1994, el entonces rector Salomón Lerner y Carlos Valderrama, nombrado por el entonces Arzobispo de Lima, cardenal Augusto Vargas Alzamora, “convinieron en que la intención de Riva Agüero los conducía a acordar que la universidad debería ser quien administrara sus bienes, y que la junta sólo administraría las mandas testamentarias”.
Este acto también dio independencia administrativa a la PUCP para decidir unilateralmente sobre unas posesiones que, según una auditoría de 2010 realizada por la firma estadounidense Pricewaterhouse Coopers, asciende en la actualidad a 219 millones de euros (unos 290 millones de dólares).
Para defender su control independiente sobre esos recursos las mismas autoridades universitarias abrieron -en 2007- un proceso ante la justicia civil que llegó hasta el Tribunal Constitucional peruano y que, en todas las instancias, dio la razón al arzobispado de Lima. La última sentencia data de diciembre de 2012 y, hasta el momento, no ha tenido cumplimiento efectivo.
Para resolver definitivamente este conflicto, con todas sus aristas, El Vaticano realizó un último esfuerzo y ordenó una visita apostólica, una auditoría que encargó al cardenal húngaro Peter Erdö. La misma tuvo lugar del 5 al 11 de diciembre pasado. ¿Su resultado? Un rotundo fracaso, porque no logró mover ni un ápice la posición de franca rebeldía de quienes dirigen la casa de estudios.
Con todos estos antecedentes no es difícil comprender el ultimátum impuesto por la Secretaría de Estado del Vaticano. El 8 de abril es la fecha límite para que la universidad demuestre su filial adhesión a la Iglesia y al Papa, modificando su estatuto. Si no cumple corre el riesgo de sufrir una sanción drástica: perder sus títulos de “pontificia” y “católica”.
A eso se refería la líder de los estudiantes Bazán. Para algunos en Lima si la Sede Apostólica decide privar a la institución de esos nombres, poco importa. Pero el riesgo, a esta altura del conflicto, es real y las consecuencias serían deplorables, especialmente para los alumnos. Si deja de ser “pontificia”, denominación que ostenta desde 1942, tendría serias dificultades en lo que respecta a su capacidad de otorgar títulos de grado.
Además un desconocimiento oficial de parte del Vaticano provocaría una transferencia de los bienes donados por Riva Agüero al arzobispado de Lima, que se vería obligado a fundar otra universidad.
Por lo pronto el rector Marcial Rubio informará el próximo 26 de febrero de su reunión con Tarcisio Bertone a la Asamblea Universitaria. Ese día quedará clara cuál será la posición oficial de las autoridades universitarias. ¿Mantendrán su abierta rebeldía?

Desbalance ideológico

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Luis Arias Graziani
Lima, Agosto 27, 2003
Señor Doctor SALOMÓN LERNER FEBRES
Presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
Presente
Señor Presidente:
Le agradeceré dejar constancia de que suscribiré el informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación bajo Reserva, posición que adopto en plena comunión con mi conciencia.
1. La Comisión que Ud. dignamente preside ha cumplido con seriedad y esmero encomiable su cometido, pues consta a todos la esforzada tarea que ha realizado con el propósito de buscar la verdad de lo que sucedió en los 20 años de violencia que azotó a nuestro país.
El Informe Final de la Comisión procura reflejar, como verdad encontrada, la que le ha sido posible hallar o calificar como tal, dentro de los límites de la temporalidad vigente, pues tratándose de hechos simultáneos a nuestras vidas y que han conmocionado al país, ha sido inevitable que pasemos de “Testigos a Investigadores”, con la carga de subjetivismo que ello con lleva. Por ende, inevitablemente, aportamos a esa “verdad”, consciente o inconscientemente, nuestras percepciones personales, sean estas aprobatorias o desaprobatorias.
Por eso considero que el veredicto definitivo lo dará la Historia, que sólo se construye con el tiempo. El informe final de la Comisión de su digna Presidencia, por tanto, deberá ser contrastado con la verdad histórica que la Nación oportunamente encontrará.
2. No hay duda de que la violencia que se desarrolló en el periodo 1980- 2000, fue iniciada por Sendero Luminoso, grupo que agredió al Estado y a la Nación de manera cobarde y aleve, constituyendo el origen de las violaciones que afectaron tan gravemente al Perú. Esta decisión fue absolutamente intencional y perversa de Sendero Luminoso, cuyo propósito era destruir al Estado para construir otro de corte totalitario.
Aún está fresco en nuestro recuerdo el hecho que Sendero Luminoso atacó y afectó principalmente a quienes supuestamente defendía, es decir a las poblaciones campesinas de la Sierra y Selva, donde arrasaron grupos humanos enteros, siendo sometidos algunos de ellos a la esclavitud y además destruyendo gravemente su infraestructura. Esta cruel situación fue el factor propiciante de una dura respuesta Estatal y de la Sociedad en su conjunto, que afectó los Derechos Humanos.
3. La responsabilidad de Sendero Luminoso tiene como agravante que inició la violencia precisamente, cuando se había dado la nueva constitución y se instauraba en el país un régimen democrático, que abría perspectivas favorables a la instauración de un auténtico Estado de Derecho y, por qué no, de justicia.
4. Por consiguiente, no puede juzgarse con el mismo nivel de responsabilidad a las infames huestes terroristas (Sendero Luminoso y MRTA) con los contingentes de las Fuerzas Armadas. Estas últimas participaron en la acción contrasubversiva en cumplimiento de su misión Constitucional, por disposición de los Gobiernos de turno en dos décadas. Es de relevar que esos Gobiernos habían sido elegidos por el voto popular, lo que hace suponer que analizaron democráticamente la conveniencia de ordenar la participación de las Fuerzas Armadas, así como declarar los Estados de Emergencia y establecer los mandos Políticos-Militares.
5. No cabe duda de que los Gobiernos se vieron obligados a tomar estas decisiones en atención a que la acción terrorista había rebasado el control de las autoridades civiles y policiales, llegando incluso a establecer zonas liberadas, con lo cual se ponía en grave riesgo la Seguridad Nacional y el Estado de Derecho. Es pues, en éste contexto, en que debe buscarse la Verdad.
6. A tal efecto, es importante revisar un muestrario del marco legal vigente promulgado por el Estado Peruano (léase Congreso y Ejecutivo) durante el largo periodo de violencia terrorista. De esta revisión se podría recibir el real papel que le fue asignado a las Fuerzas Armadas, a las Fuerzas Policiales y junto a esas fuerza profesionales, a los Comités de Autodefensa y alas Rondas Campesinas, situación que es muy indicativa del enfoque estratégico del Estado:
(a) El control del Orden Interno que asumen las Fuerzas Armadas comprende los diferentes campos de la actividad en que se desarrolla la Defensa Nacional, para hacer frente a las situaciones que motivan la declaratoria del Estado de Excepción. Cada situación se sujetará a las directivas y planes aprobados por el Presidente de la República (art. 2 de la Ley 24150)
(b) El control del Orden Interno en las zonas de emergencia fue asumido por un Comando Político Militar que estaba a cargo de un oficial de alto rango designado por el Presidente de la República (art. 4 de la Ley 24150)
(c) Los Comités de Autodefensa son organizaciones de la población surgidas espontánea y libremente para desarrollar actividades de autodefensa de su comunicad, evitar la infiltración terrorista, defenderse de los ataques de éstas, apoyando a las Fuerzas Armadas y Policía Nacional en las tareas de pacificación (creadas por el D.Leg. 741).
(d) Los Comités de Autodefensa podrán adquirir armas de caza del tipo calibre 12 GAUGE, retrocarga, comprándolas o recibiéndolas en donación del Estado o de particulares (art. 4 del D. Leg. 749)
(e) Las Rondas Campesinas son organizaciones comunales autónomas y democráticas. No dependen de las Fuerzas Armadas (Ley 27908).
Este listado, a modo de ejemplo, demuestra lo dispar de la legislación, a través de la que el Gobierno de turno, con indisimulable desesperación, intentó buscar soluciones de todo tipo al, entonces, inmanejable problema del terrorismo.
7. Durante todos estos años se expresó que la violencia había producido alrededor de 20,000 muertos, de los cuales la gran mayoría se imputaba a la responsabilidad de las Fuerzas del Orden. Sin embargo, las investigaciones efectuadas por la Comisión de la Verdad demuestran, ahora, que esa mayoría corresponde a los terroristas. En tal sentido, esta verdad debe ser expresada de manera clara e indiscutible; no hacerlo así, contribuye a dejar sombras sobre este sensible aspecto del problema.
8. Al margen de ser verdad que las huestes terroristas violaron sistemáticamente los derechos humanos, es innegable que en base a la recopilación de más de 16,000 testimonios hecha por la Comisión, se demostraría que también han existido casos en que miembros de las Fuerzas del Orden, excediendo su función, han violado los Derechos Humanos. Sin embargo, no debe dejar de considerarse que los referidos testimonios, por su propia naturaleza de prueba indirecta, son indicios y, por tanto, deberá ser el Poder Jurisdiccional el que, respetando el Debido Proceso, individualice y juzgue a los presuntos responsables, sin que pueda la Comisión adelantar juicio definitivo sobre situaciones jurídicas individuales. Esa actitud no es conducente con la Verdad. Sin perjuicio de ello, creo que en el Informe deben figurar los nombres de aquellos cuya responsabilidad se presume con un alto grado de veracidad y que en la mayoría de los casos son ya de conocimiento público, para evitar así que una reserva absoluta coadyuve a mantener un anonimato incompatible con la verdad comprobada.
Es nuestra opinión que la relación del resto de presuntos responsables debe ser entregada reservadamente al Gobierno, para que éste, a su vez, lo remita al Ministerio Público para la investigación correspondiente. Esta institución y el Poder Judicial serán los que precisen las responsabilidades a que hubiere lugar.
9. Es del caso advertir que a la Comisión le han sido menos difícil precisar posibles responsabilidades e identificar, con sus nombres, a los miembros de las Fuerzas del Orden, por cuanto es personal que conformaba organizaciones militares ubicadas en lugares precisos, especialmente cuarteles. Por el contrario, en el caso de los terroristas sólo se ha podido identificar a aquellos que ya han sido procesados y están en prisión. A muchos otros no se las ha podido identificar porque no se conoce su paradero ni se sabe quienes puedan ser, pues es su práctica criminal pulular entre la población, sin uniformes. En tal sentido, la Verdad que se pronuncia sobre este extremo es parcial, relativa, y genera de alguna manera, una percepción negativa para las Fuerzas del Orden, lo cual, como se ha comprobado, no es verdad. Además, debe quedar claramente distinguida esa responsabilidad individual de la responsabilidad Institucional que se pretende sugerir.
10. Los últimos análisis efectuados por la Comisión de la Verdad y Reconciliación elevan a casi 60,000 los muertos producidos por la violencia, de los cuales la responsabilidad de la mayoría corresponde ahora a Sendero Luminoso.
En este punto es importante precisar que el número de víctimas debidamente documentada está entre 24,000 Y 25,000 personas. Cualquier otra cantidad que la Comisión estime como probada es producto de una proyección matemática o estadística, la que si bien es cierto ha sido realizada con soporte científico por parte de los técnicos peruanos y extranjeros, no pasa de ser una proyección. Por ende, estimo que esa no es una verdad comprobada.
11. Parece ser evidente que la mayor cantidad de víctimas y afectados corresponde a campesinos de la Sierra Central, fundamentalmente de la zona de Ayacucho, quienes no estando involucrados en el conflicto sufrieron la violencia de ambas partes. Fueron pues, las verdaderas víctimas. Esta realidad de tantos inocentes que injustamente sufrieron, nos conmueve profundamente y merece que todo el pueblo peruano les pida perdón y sean reparados por el Estado en forma colectiva, pues las reparaciones individuales alcanzan a montos que escapan a las posibilidades económicas del país.
12. Para el suscrito no cabe la menor duda de que las causas de la violencia se engendraron por siglos, en la pobreza y el abandono de miles de pobladores de nuestro país, especialmente de la Sierra. Pero, asegurar que sólo esa injusta realidad ha sido la causa de la violencia, a mi juicio es un gran error, pues es indiscutible de que se requirió que un estímulo para convertir a miles de peruanos en terroristas e inducirlos a cometer actos demenciales, exaltando las pasiones y carencias a efectos de incentivar el odio contra la sociedad y así, lanzarlos al enfrentamiento armado, haciéndoles creer que era la única forma de superar su injusta situación. Según los cabecillas terroristas que agitaban a las masas, sólo destruyendo el Estado corrupto que existía se podía construir un nuevo Estado que les permitiera vivir con dignidad y bienestar. Al inculcar en lo más profundo de sus mentes este concepto, se les llevó al extremo de entregar sus vidas en defensa de una causa verdaderamente cruel y equivocada. Debemos distinguir las causas determinantes de las causas coadyuvantes para evitar falsas respuestas.
13. La reconciliación tiene que entenderse como un proceso de búsqueda de la unión de todos los peruanos, pero de ninguna manera debe entenderse como la reconciliación de Sendero Luminoso y el MRTA con las Fuerzas del Orden. La violencia que se produjo en el Perú fue obra macabra de los terroristas contra todos los peruanos: por consiguiente con ellos no cabe una reconciliación, pues fueron quienes principalmente violaron los Derechos Humanos.
Debe precisarse claramente la inmensa diferencia entre las responsabilidades de los terroristas y las de las Fuerzas del Orden, aunque con ello de ninguna manera pretendo justificar o propiciar la impunidad
14. Es muy importante que todos los peruanos conservemos en nuestra memoria el respetuoso recuerdo que nos merecen los miles de miembros de las Fuerzas del Orden que murieron, fueron heridos o quedaron incapacitados, como consecuencia de la defensa de nuestra sociedad contra los actos de violencia desatada por el terrorismo. Son víctimas que cayeron en cumplimiento de su deber, actuando en el marco de la Constitución y las leyes, respetando órdenes para defendernos a los peruanos, a la Sociedad y a la Democracia. Merecen nuestro respeto y agradecimiento y con cargo a ello, debemos preservarlos de los efectos de una acusación global de violación de derechos humanos a la institución a la que pertenecen, que pueda generar en ellos una sensación de incomprensión e ingratitud.
15. Mis principios y mi conducta de toda la vida, hacen que mi propósito sea encontrar la verdad con la más absoluta imparcialidad y Justicia. Creo que al firmar el Informe Final con esta Reserva, cumplo como miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación y con mi Conciencia.
Aprovecho la oportunidad para reiterar a usted señor Presidente, los sentimientos de mi más alta consideración y estima personal.
Teniente General FAP LUIS ARIAS GRAZIANI
Fiscalización
El ex ministro de Defensa y actual congresista, Daniel Mora Zevallos, exigió a la Agencia Peruana de Cooperación Internacional (APCI) tener mayor control y decisión para determinar en qué invierten las ONG el dinero que reciben del exterior para solventar sus actividades. “Son millones de dólares que van a estas ONG y muchas de ellas sólo se encargan de desprestigiar a las Fuerzas Armadas”, indicó.
“Las ONG pueden existir pero no pueden hacer lo que les viene en gana ni poner en riesgo la estabilidad del Estado peruano. Así de simple. El Perú tiene todo el derecho de saber en qué se utilizan esos recursos económicos que ingresan al país, así como vemos cuando ingresa dinero que pueden ser para lavar activos, así también tenemos que ver en qué se utiliza. O se utiliza para crear clima de subversión, o crear caos o crear ingobernabilidad”, dijo.
En otro momento de sus declaraciones, Mora saludó la designación de Pedro Cateriano como defensor del Estado ante la CIDH, por el caso Chavín de Huántar, pero se dio tiempo para criticar la actitud de su antecesor, procurador César Azabache, quien renunció a esta designación.
“Es una corrección interesante, no tengo mayores detalles de él, en el caso del anterior procurador nombrado (César Azabache) que para mí sí tenía serios cuestionamientos porque no podía adelantar opinión, pero sí lo había hecho diciendo que sí hubo muertes extrajudiciales en el operativo ‘Chavín de Huántar’. Con qué pruebas decía esto, si todavía ni el juicio había terminado, y él ante la Comisión IDH nos iba a defender”, indicó.
Mora precisó que lo que se debe hacer es fortalecer la APCI, por lo que presentará un proyecto para darle a esta institución más importancia y poderes para controlar a estas ONG.

Fuente: Diario Expreso. Sigue leyendo

Beato Pedro Calungsod

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Pedro Calungsod (1654–1672) fue un mártir católico de Filipinas, asesinado en Guam por el jefe chamorro Mata’pang, quien se oponía a los bautismos que hacían los misioneros bajo el liderazgo del sacerdote jesuita español Diego Luis de San Vitores, que también fue asesinado en el mismo evento. Pedro tenía 18 años y fue beatificado el 5 de marzo de 2000 por el Papa Juan Pablo II. Era oriundo de Molo, un barrio chino de la ciudad de Iloilo. Luego, partió para Cebú, también en el centro del archipiélago, para anunciar allí el evangelio. Estudió con los jesuitas de Loboc, en la isla de Bohol.
La campaña católica de San Vitores hizo que muchos nativos recibieran el bautismo en las Islas Marianas. Pronto se creó un grupo de resistencia a la acción misionera liderado por algunos jefes chamorros y apoyados por un influyente comerciante chino de nombre Choco, quien avivó rumores de que los misioneros esparcían veneno en el agua bendita que daban al pueblo durante las ceremonias como el bautismo y la Eucaristía. La muerte de algunos niños recién nacidos y que habían sido bautizados, seguramente por contacto de virus con los europeos, reafirmó la creencia popular de que el bautismo era la causa de las muertes. Choco tenía el respaldo de los macanjas (chamanes), de los urritaos (prostitutos) y de los apóstatas. Se creó entonces todo un partido para perseguir a los misioneros.
El asalto tomó lugar el 2 de abril de 1672, un domingo, después de las ceremonias del Domingo de Ramos de aquel año. Cerca de las siete de la mañana, Pedro, que tenía entre 17 y 18 años de edad, y su superior en las misiones, padre Diego, fueron a la aldea de Tumon en la isla de Guam. Allí les dijeron que una bebé había nacido recientemente. Los misioneros pidieron que fuera traída para ser bautizada. Su padre, un tal Mata’pang, se negó furiosamente a que fuera bautizada. Este Mata’pang era originalmente católico y amigo de los misioneros, pero había apostatado.
Para darle a Mata’pang tiempo para que se calmara, los dos misioneros reunieron a los niños de la aldea y algunos adultos para impartir catequesis. Invitaron también a Mata’pang quien se negó.
Determinado a asesinar a los dos misioneros, Mata’pang se retiró y buscó a otro aldeano de nombre Hirao. Este rehusó la invitación en principio porque reconoció la amabilidad de los misioneros hacia la gente, pero después cambió de idea cuando Mata’pang lo llamó cobarde. Durante la ausencia de Mata’pang y con el consentimiento de la madre, el padre Diego y Pedro bautizaron a la bebé.
Al saber el evento, Mata’pang se puso furioso. Primero le tiraron lanzas a Pedro que pudo evitarlas. Los testigos dicen que Pedro tenía toda la agilidad y posibilidad de escapar, pero que no quería dejar solo al sacerdote. También dicen los testigos que si Pedro hubiese tenido un arma de la época consigo, hubiese podido derrotar fácilmente a los agresores, porque era un muchacho fuerte y valiente, pero el padre Diego nunca permitió que sus compañeros llevasen armas. Finalmente, Pedro recibió una lanza en su pecho y sucumbió. Hirao se avalanzó sobre el muchacho y lo remató en el lugar. El sacerdote Diego le dio inmediatamente la absolución y también fue asesinado por los agresores.
Mata’pang tomó el crucifijo del padre Diego y lo golpeó con una piedra. Los dos asesinos desnudaron a sus víctimas y los arrastraron hasta la playa, les ataron piedras grandes a sus pies, los pusieron en una barca y después los arrojaron al mar.
Cuando los otros misioneros se enteraron de su muerte, exclamaron ¡Un muchacho afortunado! Cuán bien premiados estos cuatro años de perseverancia al servicio de Dios en las dificultades de la misión: se hizo el precursor de nuestro superior, padre Diego, en el cielo.
Los misioneros recordaban a Pedro como un muchacho de buena disposición, catequista virtuoso, buen creyente y perseverante hasta el punto de dar su vida.
El papa Juan Pablo II beatificó a ambos misioneros. Primero al padre Diego Luis de San Vitores el 6 de octubre de 1985 y después al muchacho el 5 de marzo de 2000 en Roma.
Pedro fue beatificado junto a otros 43 siervos de Dios. Acerca de Pedro, el Papa dijo en la homilía: Desde su niñez, Pedro Calungsod se puso sin vacilaciones del lado de Cristo y respondió generosamente a su llamado. Los jóvenes de hoy pueden tomar motivación y fuerza del ejemplo de Pedro, cuyo amor a Jesús lo inspiró a dedicarse a Él desde sus años de adolescencia a enseñar la fe como catequista laico. Dejando su familia y amigos atrás, Pedro aceptó con gusto el desafío que le puso el padre Diego de San Vitores para unirse a él en la misión entre los Chamorros. En un espíritu de fe, marcado por una fuerte devoción a la Eucaristía y a la devoción mariana, Pedro se comprometió en el trabajo difícil que se le ponía y con valentía se enfrentó a muchos obstáculos y dificultades. Frente al peligro inminente, Pedro no abandonó al padre Diego, sino que como un “buen soldado de Cristo”, prefirió morir al lado del misionero.

Martires TailandesesBeato Felipe Siphong Onphitak
Felipe era un hombre felizmente casado. Padre de 5 hijos y maestro de escuela. Nació en la provincia de Nakhon Phanom, Tailandia, el 30 septiembre 1907 y allí fue bautizado. Este país asiático es casi totalmente budista y aunque a lo largo de los últimos siglos algunos misioneros intentaron llevar el Evangelio a estos lugares, fue recién en 1881 cuando se inició un apostolado más estable.
La Providencia quiso que Felipe sea uno de los primeros católicos tailandeses. Estudió en el colegio parroquial de Non Seng y terminados sus estudios secundarios había dado muestras de una adhesión tan fuerte a la fe que los misioneros lo enviaron a evangelizar Songkhon. En este pueblo se casó con María Thong y allí también le nacieron sus cinco hijos.
Para 1940 los católicos tailandeses eran ya unos 700 pero lamentablemente estalló la guerra entre Tailandia y la Indochina Francesa y los católicos fueron considerados como amenaza para la identidad nacional, pues eran dirigidos por misioneros franceses. Felipe se desempeñaba como maestro y catequista de la escuela parroquial y al ser obligados los misioneros a abandonar el país, él se quedó a cargo de esta pequeña comunidad de creyentes.
Los soldados llegaron a este pueblo en agosto de 1940 y comenzaron a presionar a los creyentes para que abandonaran esta fe “extranjera”. Animados por Felipe y las religiosas Agnese Phila y Lucía Khambang, todos permanecieron firmes en la fe. Los soldados llegaron a la conclusión de que eliminando a Felipe esta comunidad cedería finalmente a las presiones. Con una carta falsificada citaron a Felipe a la subprefectura y la tarde del 15 de diciembre él se trasladó en bicicleta al supuesto llamado que le hacían, pero fue interceptado por un par de soldados que le esperaban y que al día siguiente, 16 de diciembre, le dispararon sin que él les guardara ningún rencor. De esta forma su sangre fecundó la semilla del Evangelio que empezaba a germinar en este país del Asia.
A los pocos días los soldados mataron a dos religiosas y a cuatro laicas más. En 1959 los restos de Felipe fueron reunidos con los de estas mártires y en torno a ellas se ha construido un Santuario. Juan Pablo II los beatificó el 23 de abril de 1989. Hoy la Iglesia en Tailandia tiene una gran vitalidad, cuenta con 243,000 católicos y 10 diócesis.
Mártires de Songkhon (Tailandia):
Agnese Phila, religiosa de la Congregación Hermanas Amantes de la Cruz, 31 años;
Lucía Khambang, religiosa de la Congregación Hermanas Amantes de la Cruz, 23 años;
Agatha Phutta, laica, 59 años;
Cecilia Butsi, laica, 16 años;
Bibiana Khamphai, laica, 15 años;
María Phon, laica, 14 años.
Nicolas Bunkerd KitbamrungBeato Nicolás Bunkerd Kitbamrung
Nicolás es el primer sacerdote tailandés que asciende a la gloria de los altares. Nació el 31 de enero de 1895 en la región de Nakhon Chaisiri, provincia de Nakkon Pathon, en el reino de Tailandia. Tuvo la dicha de nacer en una familia católica. Sus padres, José Poxang e Inés Thiang, lo llevaron a bautizar recién nacido y en el bautismo se le impuso el nombre de Benito, pero por alguna causa desde pequeño le dijeron Nicolás y éste fue el nombre que usó toda la vida. Además de ser educado religiosamente en su casa, Nicolás frecuentó desde niño la misión católica, donde aprendió el catecismo e hizo la primera comunión. Tenía trece años cuando dijo con firmeza que quería ser sacerdote y fue admitido en el seminario menor de Bang Xang. Aquí permaneció como alumno, haciendo los correspondientes estudios hasta que en el año 1920 es admitido en el seminario mayor de Pinang, en Malasia. Seis años fue alumno de este seminario mayor y cursó en él la filosofía y la teología, fue ordenado sacerdote el 24 de enero del año 1926 en la catedral de Bangkok. Seguidamente fue enviado a ejercer su ministerio pastoral en el pueblo de Bang Nokkuek en calidad de coadjutor. Cuando poco después los salesianos se hicieron cargo de esta misión, Nicolás continuó con ellos un tiempo, dedicado a la catequesis y a enseñarles a los nuevos misioneros la lengua.
En 1930 le dieron un nuevo encargo que denotaba gran confianza en sus cualidades y en sus virtudes: fue enviado a la zona norte del país donde numerosos católicos, quizás por falta de asistencia pastoral, habían abandonado la fe formal o prácticamente. La tarea era difícil porque los cristianos estaban dispersos por muchos poblados y en una zona montañosa, muchos de cuyos pueblos eran de difícil acceso. Nicolás no se arredró ante las dificultades, y a lo largo de siete años visitó casa por casa a todos los cristianos de cuyo abandono religioso constaba y pacientemente los invitó a regresar a la práctica religiosa y al seno de la Iglesia. En este tiempo y en este cargo se demostró el extraordinario temple apostólico de este sacerdote, su espíritu de sacrificio y su entrega generosa al ministerio del buen pastor que busca las ovejas descarriadas.
En 1937 se le nombra párroco de Khorat, donde igualmente había cristianos que habían abandonado la fe o la práctica religiosa y su celo logró recuperar a no pocos, instituyendo, además, una catequesis sistematizada para los no cristianos. Se le encomendó también la parroquia de Non Kaeo. La vida del padre Nicolás era ejemplar a los ojos de la comunidad cristiana y aun de los no cristianos que veían su mansedumbre y buena voluntad en todas las cosas. La misa diaria, el breviario, el rosario, la oración asidua y su fervorosa devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen María alimentaban su sincera piedad y su continua dedicación al bien de las almas. Cuidaba con mucho interés el catecismo de los niños y fomentaba en ellos la piedad así como las señales de vocación sacerdotal o religiosa.
Llegada la guerra entre Francia e Indochina, la situación de los católicos en Tailandia, país que se vio afectado por la guerra, se volvió difícil. Porque se empezó no solamente a sospechar de los misioneros franceses sino también a mirar con malos ojos a los tailandeses conversos al cristianismo, a quienes se veía como traidores a su cultura y a su patria. Y así se dieron medidas persecutorias que buscaban que los fieles abandonaran la religión y volvieran al budismo. En mitad de esta persecución el padre Nicolás fue detenido, el 12 de enero de 1941 bajo la acusación de ser sacerdote católico, y fue recluido en la cárcel de Khorat. Aquí empezó a pasar numerosas penalidades. Llevado ante un tribunal militar y probada su condición de sacerdote, fue condenado a quince años de confinamiento vigilado. Encerrado en una celda inmunda, muy pronto pudo verse que se le había declarado la tuberculosis. Fue trasladado luego a la cárcel de Bang Khwang y destinado a la zona de tuberculosos. El mal trato, incluso físico, las burlas, el desprecio que sufrió muchas veces lo llevó con ánimo paciente. No perdió la serenidad ni la confianza en Dios y no dejó de manifestar que perdonaba a sus agresores y que estaba disponible para lo que Dios quisiera de él. Aprovechó que tenía compañeros de prisión para anunciarles a Jesucristo y logró algunas conversiones. Para su tuberculosis no recibió cuidado ni medicina alguna, de modo que poco a poco la enfermedad se fue apoderando de su organismo. Justamente a los tres años de su detención, el día 12 de enero de 1944 moría en la cárcel a causa de su enfermedad, expirando con la muerte de los justos y bendiciendo al Señor. La Iglesia de Tailandia, curtida en la persecución, conservó la memoria de este pastor insigne y de su muerte martirial. Fue beatificado por el papa Juan Pablo II el día 5 de marzo del año 2000.
Fuente: Wikipedia.
Beato Clemente Vismara PIME
Por Piero Gheddo
El domingo 26 de junio de 2011, en la Plaza de la Catedral en Milán fue beatificado el padre Clemente Vismara (1897-1988), que en 1983, cuando cumplió sus sesenta años de misión en Myanmar, la conferencia episcopal lo proclamó “Patriarca de Birmania”.
Nacido en Agrate Brianza en 1897, participa como infante de trinchera en la primera guerra mundial, al final de la cual es sargento mayor con tres medallas al valor militar. Entiende que “la vida tiene valor sólo si las donas a los otros” (como escribía), se hace sacerdote y misionero del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras, PIME, en 1923 y parte para Birmania. En Toungoo, la última ciudad con un gobernador británico, se queda seis meses en casa del obispo para aprender inglés, luego es destinado a Kengtung, territorio forestal, montañoso, casi inexplorado y habitado por tribus, todavía bajo el dominio de un rey local (saboá) patrocinado por los ingleses. En catorce días a caballo llega a Kengtung, tres meses de para con el fin de aprender algo de las lenguas locales y luego el superior de la misión en seis días a caballo lo lleva a Monglin, su último destino en el límite entre Laos, China y Tailandia.
Era el mes de octubre de 1942 y en 32 años (con la segunda guerra mundial de por medio, prisionero de los japoneses), Clemente Vismara funda de la nada tres parroquias: Monglin, Mong Phyak y Kenglap. Escribía en Agrate: “Aquí estoy a 120 km. de Kengtung, si quiero ver otro cristiano debo mirarme al espejo”. Vive con tres huérfanos en un galpón de barro y paja. Su apostolado consiste en dar vueltas a caballo por las aldeas tribales, pintar sus tiendas y darse a conocer: lleva medicinas, saca dientes que duelen, se adapta a vivir con ellos, al clima, a los peligros, al alimento, al arroz y salsa picante, la carne se la procura cazando. Desde el inicio llega a Monglin huérfanos y niños abandonados para educarlos. En seguida fundó un orfanatorio que se convierte en la casa de 200-250 huérfanos, hombres y mujeres. Hoy es invocado como “protector de los niños” y hace muchas gracias que a los pequeños y a las familias.
Una vida pobrísima y Clemente escribía: “Aquí es peor que cuando estaba en la trinchera en el Adamello y el Monte Maio, pero esta guerra la he querido yo y debo combatirla hasta el fin con la ayuda de Dios. Estoy siempre en las manos de Dios”. Poco a poco nace una comunidad cristiana, llegan las religiosas de María Niña a ayudarlo, funda escuelas y capillas, arrozales y granjas, canales de irrigación, enseña carpintería y mecánica, construye casas con muros y lleva nuevos cultivos, el trigo, el maíz, el gusano de seda, verduras (zanahoria, cebolla, ensalada: “el padre come hierbas”, decía la gente).
En breve, el beato Clemente fundó la Iglesia en un rincón del mundo donde no hay turistas sino sólo contrabandistas de opio, brujos y guerrilleros de varias facciones; ha traído la paz y estabilizado en el territorio las tribus nómades que a través de la escuela y la atención de la salud, se incrementaron y hoy tienen médicos y enfermeras, artesanos y maestros, sacerdotes y religiosas, autoridades civiles y obispos. No pocos se llaman Clemente y Clementina.
En 1956, después que había fundado la ciudadela cristiana de Monglin y había convertido a unas cincuenta aldeas a la fe en Jesucristo, el obispo lo traslada a Mongping, a 250 kilómetros de Monglin en la exterminada diócesis de Kengtung, donde debe volver a comenzar de cero. Clemente escribía a un hermano de comunidad: “obedezco al obispo, porque entiendo que si hago lo que pienso entonces me equivoco”. Con sesenta años da inicio a una nueva misión y funda la ciudadela cristiana y la parroquia de Mongping, una segunda parroquia en Tongta y deja en herencia otras cincuenta aldeas católicas.
Muere el 15 de junio de 1988 en Mongping y es sepultado cerca a la iglesia y a la gruta de Lourdes construida por él. Sobre su tumba, visitada también por muchos no cristianos, no faltan nunca flores frescas y velas encendidas. Ahora, 23 años después, el padre Clemente Vismara será proclamado beato de la Iglesia universal y el primer beato de Birmania. Una causa de beatificación muy rápida, considerando los tiempos largos de estos “procesos” romanos.
¿Por qué el padre Clemente Vismara es hecho beato? En vida no hizo milagros, no ha tenido visiones o revelaciones, no era un místico y tampoco un teólogo, no ha realizado grandes obras ni ha destacado por cualidades o carismas destacados. Era un misionero como todos los otros, tanto es así que cuando en el PIME se discutía iniciar su causa de beatificación, alguno de sus hermanos de comunidad en Birmania dijo “si lo hacen beato a él tendrían que hacernos beatos a todos nosotros que hemos vivido su misma vida”. En 1993 fui a Kengtung con dos misioneros que habían estado con Clemente en Birmania y pedimos al obispo Abraham Than: “¿por qué quiere hacer beato al padre Clemente?”. Respondió: “hemos tenido tantos santos misioneros del PIME que han fundado esta diócesis, incluido el primer obispo Erminio Bonetta, todavía recordado como un modelo de caridad evangélica, y otros cuyo recuerdo está vivo. Pero por ninguno de ellos se ha verificado esta devoción y este movimiento de pueblo para declararlos santos, como por el padre Vismara. Yo veo en esto un signo de Dios para iniciar el proceso de investigación diocesano”.
Beato Clemente VismaraDecía un hermano suyo: “Vismara era extraordinario en lo ordinario”. A los ochenta años tenía el mismo entusiasmo por su vocación de sacerdote y misionero, sereno y alegre, generoso con todos, confiado en la Providencia, un hombre de Dios aún en las trágicas situaciones en que vivió. Tenía una visión de aventura y de poesía de la vocación misionera, que lo ha hecho un personaje fascinante a través de sus escritos, quizá el misionero italiano más conocido del siglo XX.
Su confianza en la Providencia era proverbial. No hacía balances, ni previsiones, no contaba nunca el dinero que tenía. En un país en el que la mayoría de la gente en algunos meses del año sufre de hambre, Clemente daba de comer a todos, no despedía nunca a ninguno con las manos vacías. Los hermanos del PIME y las hermanas de María Niña lo resondraban por acoger a demasiados niños, viejos, leprosos, minusválidos, viudas, desequilibrados. Clemente decía siempre: “Hoy hemos comido todos, mañana el Señor proveerá”. Se confiaba de la Providencia, pero escribía a los benefactores de medio mundo para tener ayuda y colaboraba con artículos para varias revistas. Sus noches las pasaba escribiendo cartas y artículos a la luz de una candela (he recogido más de 2000 cartas y 600 artículos). Es necesario agregar que los escritos del padre Vismara, poéticos, llenos de aventura, inflamados de amor par los más pobres, suscitaron numerosas vocaciones sacerdotales, misioneras y religiosas no sólo en Italia.
Clemente representa bien las virtudes de los misioneros y los valores que trasmitir a las generaciones futuras. En el último medio siglo la misión a las gentes ha cambiado radicalmente, pero siempre siguen siendo lo que Jesús quiere: “Id a todo el mundo, anunciado el Evangelio a todas las creaturas”. Pero los métodos nuevos (responsabilidad de la Iglesia local, inculturación, diálogo interreligioso, etc.) deben ser vividos en el espíritu y en la continuidad de la Tradición eclesial que se remonta a los apóstoles.
Clemente es uno de los últimos eslabones de esta gloriosa Tradición apostólica. Estaba enamorado de Jesús (¡rezaba mucho!) y de su pueblo, especialmente de los pequeños y de los últimos escribía: “estos huérfanos no son míos sino de Dios, y Dios no permite nunca que falte lo necesario”. Vivía al pie de la letra lo que decía Jesús en el Evangelio: “No os preocupéis demasiado diciendo: ¿qué comeremos? ¿qué beberemos? ¿cómo nos vestiremos? Son los que no conocen a Dios los que se preocupan de todas estas cosas. Ustedes en cambio busquen el Reino de Dios y hagan su voluntad: todo el resto Dios se los dará por añadidura” (Mt 6, 31-34) ¿Utopía? No, en Clemente era una realidad vivida, que lo traía alegría al corazón a pesar de todos los problemas que tenía.
Lo visité en Birmania en 1983, a sus 86 años todavía era párroco en Mongping. Quería entrevistarlo sobre sus aventuras y me decía: “Olvídate de mi pasado, que lo he contado muchas veces. Hablemos de mi futuro”. Y me hablaba de las aldeas por visitar, de las escuelas y capillas por construir, de las solicitudes de conversión que le venían de varias partes. Como decía un hermano: “Murió a los 91 años sin haber envejecido nunca”. Había conservado el entusiasmo de los primeros tiempos por su misión.
El Padre Clemente Vismara es uno de los cerca de 200 misioneros PIME que desde 1867 a hoy han fundado en Birmania nor-oriental seis de las 14 diócesis de Myanmar: Toungoo, Kengtung, Taunggyi, Lashio, Loikaw y Pekong, con cerca de 300 mil bautizados, obispos, sacerdotes y religiosas indígenas, más de la mitad de los católicos de Birmania.
Clemente es uno de tantos que, todos juntos, representan bien la tradición misionera y el espíritu del PIME, que sigue asistiendo de varias formas a la Iglesia de Myanmar, entre otras cosas asumiendo sus vocaciones misioneras, formándolas y enviándolas en las comunidades del Instituto en todos los continentes para anunciar a Cristo y fundar la Iglesia también en otros pueblos.

Pederastia

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Artemio

La pederastia (del griego παιδεραστία) es la práctica sexual entre un adulto y un menor de edad, sin aceptación del menor, dado que se reconoce la edad adulta a los 18 años.
Inicialmente fue denunciado por terrorismo y narcotráfico. Ahora el senderista Florindo Flores Hala, alias ‘Artemio’, también fue acusado de violar a menores de edad en el Alto Huallaga, reveló el procurador Julio Galindo.
El fiscal Luis Landa, en la última sesión del juicio oral, indicó que ‘Artemio’ habría violado a niños menores de 12 años. Si esto fuera verdad, sería un hecho bastante grave”, declaró el funcionario.
Galindo aseveró que ante la gravedad de los delitos imputados, incluyendo este último contra niños en el VRAEM, el terrorista podría recibir una condena de cadena perpetua.
DecanoDecano detenido
El Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Científica del Perú, Francisco Dongo Arévalo, fue detenido en la ciudad de Iquitos por presuntamente contratar los servicios sexuales de una menor de edad, con quien se le encontró en un hotel.
Fuentes de la Unidad de Trata de Personas de la Policía informaron que durante un operativo, sorprendieron a Dongo con una joven de 16 años en una habitación de hotel, tras haber sostenido relaciones sexuales.
Además, capturaron al supuesto proxeneta, identificado como Freddy Ramírez Tenazoa, quien aguardaba fuera de la habitación.
Las pesquisas señalan que Ramírez Tenazoa se reunió con Dongo y que después de llegar a un acuerdo económico contactó a la joven por teléfono.
Según las fuentes, la menor reconoció que iba a recibir un pago de 150 soles, mientras que Dongo, ex Decano del Colegio de Abogados de Loreto, negó en todo momento los hechos.
Luego de permanecer detenido por un día, Dongo Arévalo fue dejado en libertad bajo comparecencia restringida por el Segundo Juzgado Penal de Maynas.
El presunto proxeneta fue internado en el penal de Iquitos. Ramírez Tenazoa no contó con un abogado defensor y solo fue asistido por un letrado de oficio.
El decano afirmó que la intervención en su contra se trataría de una trampa. En diálogo con el diario regional “Pro & Contra”, adujo que no conoce a la menor ni al hombre que también fue capturado: “Se está tergiversando los hechos. Esto parece una trampa en mi contra. Yo me encontraba con mi pareja en el hotel y al momento de la intervención no sé de dónde salió la menor y tampoco el sujeto que supuestamente es proxeneta. A estas personas no las conozco”, manifestó.
Dongo será procesado por el presunto delito de favorecimiento a la prostitución y el acusado de proxenetismo por supuesta trata de personas.
Fuente: Diario El Comercio.
La VictoriaAsesinan a menor en La Victoria
Efectivos de la comisaría de Apolo encontraron el cuerpo de Paulo Fernández Lázaro de 17 años en la calle Horacio Cachay Díaz, en Santa Catalina, La Victoria. Presentaba un orificio de bala en la garganta.
El cadáver del adolescente, quien cursaba el tercer ciclo de Administración de Empresas en el Instituto IDAT, fue arrojado de un vehículo en movimiento, muy cerca de la casa de su madre.
Los parientes de la víctima señalaron que la camioneta era conducida por Guillermo Alfredo Martínez de Vivanco (41) apodado ‘Yiyo’. También habría estado Miguel Ángel Urteaga Bracamonte, alias ‘Mike’; y su hermana Katerine Janet Urteaga Aznarán (19). Los cuatro habrían estado tomando licor antes del fatal desenlace.
Este crimen está relacionado con el hallazgo de una camioneta marca Suzuki, modelo Gran Nómade, color plomo, en el estacionamiento del cruce de las avenidas Punta del Este y El Jacaranda (Jesús María). Tenía sangre en el asiento trasero y en la llanta posterior derecha. Adentro había un revólver, una gorra ensangrentada y seis botellas vacías de cerveza.
La dueña de la unidad, de placa AOO-383, es la empresaria joyera Ana María de Vivanco Rivera, de 63 años. El menor fue hallado sin vida en el cruce de la avenida Canadá con jirón Horacio Cachay. Su cuerpo fue arrojado desde un vehículo en marcha. María Isabel Lázaro Armas (31) y Miluska Mercedes Flores Vela (28), familiares del infortunado, reportaron el homicidio a las autoridades.
Las investigaciones policiales sindican a Guillermo Alfredo Martínez de Vivanco, alias ‘Yiyo’ (41) como la persona que disparó al menor y le quitó la vida. Al ser interrogada por los agentes del orden, Urteaga Aznarán reveló que el homicidio sucedió dentro de la camioneta 4×4 color gris oscuro.
Fuente: Perú21.

Eclesiología del Vaticano II

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Benedicto XVI Doctor Honoris Causa PUCP
Nosotros somos Iglesia y la Iglesia está en nosotros
Por Cardenal Joseph Ratzinger – Papa Benedicto XVI
Inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial Romano Guardini acuñó una fórmula, que se convirtió rápidamente en un slogan del catolicismo alemán: “Un acontecimiento de incalculable valor ha comenzado: la Iglesia se despierta en las almas”. El fruto de este despertar ha sido el Concilio Vaticano II, el cual expresó en sus documentos y convirtió así en patrimonio de toda la Iglesia lo que en aquellos cuatro decenios llenos de fermento y de esperanzas -de 1920 a 1960- había madurado en cuanto a conocimiento a través de la fe. Para poder comprender el Vati­cano II es necesario, por lo tanto, dar una mirada a este período y tratar de descubrir al menos en grandes trazos, las líneas y las tendencias que han confluido en el Concilio. Por consiguiente, procederé a presentar primero las ideas que se elaboraron en aquel período. para luego desarro­llar los elementos fundamentales de la doctrina conciliar sobre la Iglesia.
1.La Iglesia como “Cuerpo de Cristo”
a. La imagen del Cuerpo Místico
“La Iglesia se despierta en las almas”. Esta frase de Guardini había sido formulada muy conscientemente, porque precisamente en ella aparece que la Iglesia era finalmente reconocida y experimentada como algo interior, que no se encuentra frente a nosotros como una institución cual­quiera, sino que vive en nosotros mismos.
Si hasta ese momento la Iglesia había sido mirada sobre todo como una estructura y una organización, ahora surgía por fin la conciencia propia de que nosotros mismos somos la Iglesia; de que ella es mucho más que una organización: es el organismo del Espíritu Santo, algo vital; que nos aferra a todos a partir de lo más íntimo de nuestro ser. Esta nueva conciencia de la Iglesia encontró su expresión lingüística en el concepto de “Cuerpo Místico de Cristo”. En esta fórmula se expresa una experiencia nueva y liberadora de la Iglesia que Guardini al final de su vida, precisamente en el año de la publicación de la Constitución conciliar sobre la Iglesia, describió otra vez así: la Iglesia “no es una institución imaginada y construida por los hombres…, sino una realidad viva… Ella vive toda­vía a través del tiempo; se desarrolla como todas las realidades vivas; cambia… y sin embargo en su realidad más profunda, es siempre la mis­ma y su núcleo más íntimo es Cristo… Mientras sigamos considerando la Iglesia sólo como una organización…; como un aparato burocrático…; como una asociación… no tomamos frente a ella una justa postura. La Iglesia, en cambio, es una realidad viva y nuestra relación con ella debe ser también vida”. (R. GUARDINI, die Kirche des Herrn, 1965, p. 41).
Es difícil comunicar el entusiasmo, la alegría que hubo entonces con esta toma de conciencia. Durante la época del pensamiento liberal, e incluso hasta la primera guerra mundial, la Iglesia católica era considerada como un aparato burocrático fosilizado, que se oponía tenazmente a las con­quistas de la época moderna. La teología presentaba la cuestión del Pri­mado tan en primer plano, que hacía aparecer a la Iglesia esencialmente como una institución centralísticamente articulada; cuestión ésta que se defendía tenazmente, pero frente a la cual, sin embargo, se colocaba uno tan sólo desde el exterior. Ahora volvía a ser claro que la Iglesia es mu­cho más, que todos nosotros la hacemos progresar de manera vital en la fe, así como ella nos hace progresar. Había llegado a ser claro que la Iglesia vive un crecimiento orgánico a lo largo de los siglos y que conti­núa hoy. Igualmente que a través de ella permanece actual el misterio de la encarnación: Cristo camina aún a través de los tiempos.
Si nos preguntamos cuáles fueron los elementos que se adquirieron duran­te este primer punto de partida y que luego reaparecieron en el Vaticano II, podemos responder así: el primer aspecto fue la definición cristológica del concepto de la Iglesia. J. A. Mohler, el gran renovador de la teología católica después de la desolación del Iluminismo, dijo una vez: una cierta teología católica errónea podría ser sintetizada caricaturísticamente con esta frase: “Al principio Cristo ha fundado la jerarquía y con esto ha provisto suficientemente a la Iglesia hasta el fin de los tiempos”, pero a esto se contrapone el hecho de que la Iglesia es Cuerpo Místico, es decir, que Cristo mismo es siempre su nuevo fundamento y que El jamás es sólo un pasado en ella, sino siempre y sobre todo su presente y su futuro. La Iglesia es la presencia de Cristo, es decir, nuestra contempora­neidad con El y su contemporaneidad con nosotros. Ella vive de esto: del hecho de que Cristo está presente en nuestros corazones. De allí él forma su Iglesia. Por consiguiente la primera palabra de la Iglesia es Cristo y no ella misma; ella permanece sana en la medida en que toda su atención se dirija a él. El Vaticano II ha colocado esta concepción en un modo tan grandioso al vértice de sus consideraciones, que el texto fundamental sobre la Iglesia comienza precisamente con las palabras: “Lumen Gentium cum sit Christus”. Porque Cristo es la luz del mundo, por eso existe un reflejo de su gloria: la Iglesia que transmite su esplen­dor. Si uno quiere comprender rectamente el Vaticano II, debe siempre comenzar de nuevo por esta frase inicial.
En segundo lugar, desde este punto de partida se debe establecer el aspecto de la interioridad y el carácter de comunión de la Iglesia. Ella crece desde lo interno hacia lo externo y no viceversa. La Iglesia signi­fica ante todo la más íntima comunión con Cristo; ella se forma en la vida sacramental, en las actitudes fundamentales de la fe, de la esperan­za y del amor. De esta manera, si alguno pregunta: “¿qué debo hacer para ser Iglesia y crecer como Iglesia?”, la respuesta no puede ser sino la siguiente: debes primero que todo tratar de ser uno que vive la fe, la esperanza, la caridad. La oración y la recepción de los sacramentos, en los que la oración misma de la Iglesia sale a nuestro paso, es lo que cons­truye la Iglesia.
En alguna ocasión un párroco me contó que desde hacía muchos años no salía ninguna vocación sacerdotal de su comunidad. ¿Qué debía hacer entonces? Las vocaciones no las puede fabricar uno, sólo el Señor puede concederlas. Sin embargo, ¿debemos permanecer con las manos cruza­das? El decidió entonces hacer cada año una peregrinación larga y fati­gosa al santuario mariano de Altotting con esta intención de oración, invi­tando a todos aquellos que condividían esa intención para que participa­ran juntos en la peregrinación y en la oración. Año tras año los partici­pantes crecieron de número y el año pasado, finalmente, ellos han podido festejar, con inmenso gozo de todo el pueblo, la primera misa de un sacer­dote de su población.
La Iglesia crece desde dentro: esto es lo que quiere decir la expresión “Cuerpo de Cristo”. Sin embargo, esto implica también otro elemento: Cristo se ha construido un cuerpo y en él estoy llamado a insertarme de manera completa como un humilde miembro (sólo así se puede encontrar a Cristo), puesto que llego a ser un miembro suyo, un órgano suyo en este mundo y por consiguiente para la eternidad. La idea liberal según la cual Jesús sería interesante, mientras que la Iglesia sería un asunto infe­liz, se diferencia completamente por sí misma de esta toma de concien­cia. Cristo se da solamente en su Cuerpo, jamás en un mero ideal. Esto quiere decir: junto con los otros, en la ininterrumpida comunión que atra­viesa los tiempos. La Iglesia no es una idea, sino un Cuerpo. Que Cristo se hiciera carne fue el escándalo con el que tropezaron tantos contem­poráneos de Jesús y que continúa en el escándalo que se ofrece hoya la Iglesia; a este respecto, sin embargo, vale también el dicho: Bienaven­turados los que no se escandalicen de mí.
Este carácter comunitario de la Iglesia significa también necesariamente su carácter de “nosotros”: ella no es una parte marginal, sino que somos nosotros mismos los que la constituimos. Ciertamente ninguno puede decir “yo soy la Iglesia”, pero cada uno puede y debe decir: “nosotros somos la Iglesia”. Y este “nosotros” no es, por su parte, un grupo que se aísla, sino que más bien se mantiene al interior de la comunidad entera de todos los miembros de Cristo, vivos y muertos. De esta manera, enton­ces, un grupo puede decir de verdad: nosotros somos Iglesia. La Iglesia está aquí, en este “nosotros” espacioso que abre fronteras (sociales y políticas como también las fronteras entre cielo y tierra). Nosotros somos la Iglesia: de aquí nace la corresponsabilidad y también la posibilidad de colaborar en primera persona; pero de ahí resulta también, por consiguien­te, un derecho a la crítica, la cual sin embargo debe ser siempre ante todo autocrítica. La Iglesia pues, debemos repetirlo, no está al margen de nosotros, no son los demás sino que nosotros mismos la construimos. También estas ideas fueron madurando hasta llegar directamente al Con­cilio. De ellas derivaron todo lo que se dijo acerca de la común respon­sabilidad de los laicos y todo lo que se instituyó, en cuanto a formas jurí­dicas, para una sensata realización de ello.
En este tema, finalmente, entra además la idea del desarrollo y, por lo tanto, de la dinámica histórica de la Iglesia. Un cuerpo permanece idén­tico a sí mismo precisamente por el hecho de que en el proceso de la vida se hace continuamente nuevo. Para el Cardenal Newman esta idea del desarrollo llegó propiamente a ser el verdadero puente para su con­versión al catolicismo. Creo que efectivamente ella hace parte de aquel número de conceptos fundamentales para el catolicismo, que aún están muy lejos de haber sido considerados suficientemente; sin embargo, el Vaticano II tuvo el mérito de haberla formulado solemnemente por pri­mera vez en un documento magisterial. En efecto, aquel que se quiere aferrar únicamente al valor literal de la Escritura o a las formas de la Iglesia de los Padres, posterga la Iglesia en el “ayer”, la consecuencia de esto es entonces una fe totalmente estéril, que no tiene cosa alguna que decir al hoy, o un poder tal que hace saltar de un golpe dos mil años de historia, botándolos en los tachos de basura de las cosas equivocadas, y que trata por lo tanto de imaginar cómo el Cristianismo debería apare­cer únicamente según la Escritura o según Jesús. Pero lo que saldría de ahí tan sólo puede ser un producto artificial de nuestra propia creación, que no tendría en sí consistencia alguna. Una identidad real con el origen sólo existe donde al mismo tiempo hay una continuidad viva que desarro­lla el origen y, de esta manera, lo custodia.
b. Eclesiología eucarística
Debemos ahora retornar de nuevo a los desarrollos del tiempo preconciliar, La primera fase del descubrimiento interno de la Iglesia se había centrado, como ya lo hemos dicho en torno al concepto del Cuerpo Mís­tico de Cristo, que se elaboró a partir de Pablo y que puso en primer plano las ideas de la presencia de Cristo y de la dinámica propia del ser vivo. Algunos estudios posteriores condujeron a un mayor conocimiento. Principalmente Henri de Lubac, en una obra grandiosa llena de gran erudi­ción, aclaró que el término ‘corpus mysticum’ originariamente designaba la Sagrada Eucaristía y que, para Pablo como para los Padres de la Iglesia, la idea de Iglesia como Cuerpo de Cristo estaba inseparablemente ligada con la idea de la Eucaristía, en la cual el Señor está presente corporal­mente y nos da su cuerpo como alimento. Surgió así una eclesiología eucarística, llamada frecuentemente también eclesiología de la ‘comunión’. Esta eclesiología de la ‘comunión’ llegó a ser el verdadero y propio corazón de la doctrina del Vaticano II sobre la Iglesia, el elemento nuevo y al mismo tiempo totalmente ligado a los orígenes, que el Concilio quiso darnos.
Ahora bien, ¿qué se entiende por eclesiología eucarística? Trataré de referirme brevemente a algunos puntos fundamentales. El primero es que la última cena de Jesús viene a ser reconocible propiamente como el verda­dero acto de fundación de la Iglesia: allí Jesús entrega a los suyos esta Liturgia de su muerte y de su resurrección y les obsequia así la fiesta de la vida. El repite en la última cena el pacto del Sinaí, o mejor aún, lo que allá había sido un presagio a través del signo, ahora llega a ser comple­tamente realidad: la comunión de sangre y de vida entre Dios y el hombre. Diciendo esto, queda claro que la última cena anticipa la cruz y la resu­rrección y, al mismo tiempo, las presupone necesariamente, porque de lo contrario todo permanecería como un gesto vacío. Por esto los Padres de la Iglesia pudieron decir, con una imagen muy bella, que la Iglesia ha brotado del costado desgarrado del Señor, del cual salieron sangre y agua. Cuando afirmo, pues, que la última cena es el comienzo de la Iglesia, en realidad estoy diciendo la misma cosa, aunque desde otro punto de vista. Efectivamente, también esta fórmula significa que la Eucaristía liga a los hombres entre sí, pero no sólo entre ellos mismos, sino también con Cris­to, quien de esta manera los hace Iglesia. Al mismo tiempo con esto se da también la fundamentación constitucional de la Iglesia: la Iglesia vive en comunidad eucarística. La Misa es su constitución, puesto que la Igle­sia en sí misma, en su esencia, es Misa, servicio de Dios y por lo tanto servicio a los hombres, servicio para la transformación del mundo.
La Misa es la forma de la Iglesia: esto significa que en ella se realiza una relación totalmente original, de multiplicidad y unidad, que no existe en otra parte. En cada celebración de la Eucaristía el Señor está real­mente presente. El efectivamente ha resucitado y no muere más, así no se le puede dividir en partes. El siempre se da entero e indiviso. Por esto el Concilio dice: “La Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles que, en unión con sus pastores, reciben también el nombre de Iglesias en el Nuevo Testamento. Ellas son pues en su propio lugar el Pueblo Nuevo, llamado por Dios en el Espíritu Santo y en plenitud (cf. I Tes 1,5)… En estas comuni­dades, por más que sean con frecuencia pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, Cristo está presente, el cual con su poder da unidad a la Igle­sia, una, santa, católica y apostólica” (LG 26). Esto significa que del planteamiento de la eclesiología eucarística se sigue aquella eclesiología de las Iglesias locales, típica del Vaticano II, que representa el fundamento interior, sacramental, de la doctrina de la colegialidad, acerca de la cual debemos hablar ahora.
Sin embargo, debemos ver antes la formulación del Concilio de manera más precisa, para comprender su enseñanza en un modo correcto. En este punto, efectivamente, el Vaticano II se encuentra al mismo tiempo con sugerencias provenientes de la teología ortodoxa y de la protestante, que no obstante integra en una más amplia concepción católica. La idea de la eclesiología eucarística había sido expresada por primera vez en la teología ortodoxa de los teólogos rusos que se encontraban en el exilio y había sido puesta en confrontación con el presunto centralismo romano: toda comunidad eucarística, decían, es ya totalmente Iglesia, puesto que tiene enteramente a Cristo. Por consecuencia, la unidad exterior con otras comunidades no es constitutiva para la Iglesia, por lo que, se conclu­ye, la unidad con Roma puede no ser constitutiva para la Iglesia. Tal unidad es algo hermoso, ya que representa la plenitud de Cristo hacia lo externo, pero no pertenece propiamente a la esencia de la Iglesia, puesto que no se puede añadir algo a la totalidad de Cristo.
Desde el punto de partida protestante, por su parte, su representación de la Ig1esia tendía en la misma dirección. Lutero no podía reconocer al Espíritu de Cristo en la Iglesia universal, a la que por el contrario la veía incluso como instrumento del Anticristo. Tampoco podía considerar a las Iglesias estatales protestantes, que surgieron de la Reforma, como Iglesia en sentido verdadero y propio, en cuanto que eran únicamente instrumen­tos sociopolíticos necesario en vista de un determinado fin, puesto bajo la guía de los poderes políticos, pero nada más. Para Lutero, la Igle­sia se concentró en la comunidad: sólo la asamblea que escucha la Pala­bra de Dios en un determinado lugar es Iglesia. Por consiguiente él sus­tituyó completamente el término “Iglesia” con el término “comunidad”. De esta manera la Iglesia se convierte, en el pensamiento de Lutero, en un concepto negativo.
Si volvemos ahora al texto del Concilio, nos resultan evidentes algunos matices. En efecto, no dice simplemente: “La Iglesia está completamente presente en toda comunidad que celebra la Eucaristía”, sino que formula en cambio: “La Iglesia está realmente presente en todas las legítimas comunidades locales de fieles que, en unión con sus pastores, reciben también el nombre de Iglesias… “. Dos elementos son importantes aquí: la comunidad debe ser “legítima” para ser Iglesia y ella es legítima “en unión con sus pastores”. ¿Qué significa esto? Significa en primer lugar que ninguno puede hacerse Iglesia por sí mismo. Un grupo no puede sim­plemente reunirse, leer el Nuevo Testamento y decir: Ahora nosotros so­mos Iglesia, pues el Señor está allí donde dos o tres se reúnen en su nombre. Así como la fe deriva del escuchar y no es un producto de las decisiones o reflexiones propias, así a la Iglesia pertenece esencialmente el elemento de “recibir”. La fe efectivamente es un encuentro con aque­llo que no puedo discurrir o producir con mi propio esfuerzo, sino que en cambio me debe precisamente salir al encuentro. Esta estructura del recibir, del encontrar, la llamamos “sacramento”. Por esto el hecho de que viene recibido y que ninguno se lo puede conferir a sí mismo entra tam­bién en la forma fundamental del sacramento. Ninguno se puede bautizar a sí mismo, ni puede atribuirse a sí mismo la ordenación sacerdotal, como tampoco puede absolverse sus propios pecados. De esta estructura de encuentro depende también el hecho de que un arrepentimiento perfecto, por su misma esencia, no puede permanecer en el interior, sino que impele hacia la forma de encuentro del sacramento. Por consiguiente, si alguien se entrega la Eucaristía a sí mismo y la toma por sí mismo, no es simplemente una infracción contra las prescripciones exteriores del derecho canónico, sino una herida a la más íntima estructura del sacra­mento. El hecho de que en este sacramento el sacerdote pueda suminis­trarse a sí mismo el Sagrado Don, reenvía al “mysterium tremendum” al que se encuentra expuesto en la Eucaristía: obrar “in persona Christi” es al mismo tiempo representarlo a El y ser un hombre pecador, que vive completamente de ese acoger su Don.
La Iglesia no se la puede hacer, se la debe recibir; es decir, recibirla de donde ella ya existe, de donde ella está realmente presente: de la comu­nidad sacramental de su Cuerpo que atraviesa la historia. Pero se debe añadir algo que ayuda a comprender esa difícil expresión “comunidad legítima”: Cristo dondequiera está entero. Esta es la primera cosa im­portantísima que el Concilio ha formulado, en unión con sus. hermanos ortodoxos. Pero también El dondequiera es uno solo y por lo tanto yo puedo tener la unidad con el Señor solamente en la unidad que El mismo es, en la unidad con los demás que constituyen también su Cuerpo y que, en la Eucaristía, deben llegar a serio nuevamente. Por consiguiente, la unidad entre quienes pertenecen a las comunidades que celebran la Eucaristía no es un añadido exterior a la eclesiología eucarística, sino su condición interna: sólo en la unidad existe el uno. Por esto el Concilio apela a la responsabilidad propia de las comunidades, pero excluye toda auto­suficiencia de ellas. Esto desarrolló una eclesiología para la cual el ser católico, es decir, la comunión de los creyentes de todos los lugares y de todos los tiempos, no es un elemento externo de tipo organizativo, sino una gracia proveniente de lo interno, y al mismo tiempo, signo visible de la gracia del Señor, que solamente puede dar la unidad superando fronteras tan numerosas.
2. La Colegialidad de los Obispos
A la eclesiología eucarística va ligada, muy estrechamente, la idea de la colegialidad episcopal, la cual en la misma medida, también hace parte de las columnas fundamentales de la eclesiología del Vaticano II. Esta idea se desarrolló a partir de los estudios sobre la estructura del culto divino de la Iglesia. Creo no equivocarme al afirmar que el primero que la for­muló de manera clara, abriendo así las puertas al Concilio sobre este punto, fue el liturgista belga Bernard Botte. Esto es importante en cuanto que se hace visible el nexo con el movimiento litúrgico de la época entre las dos guerras, que fue el verdadero y propio terreno de alimentación para la mayor parte de las concepciones que hemos expuesto hasta ahora. Fuera del motivo histórico, esto es importante también porque muestra el nexo interno de las ideas, sin el cual no se las puede comprender correctamente.
La disputa sobre la colegialidad no es una discusión entre el Papa y los Obispos acerca del poder que: tienen en la Iglesia. Sin embargo, fácilmen­te se podría degenerar en ello, de tal modo que quienes están implicados deben siempre preguntarse si no han caído en esa vía equivocada. Tam­poco es propiamente una disputa acerca de las formas jurídicas y de las estructuras institucionales. La colegialidad en su esencia, está en cam­bio ordenada a aquel servicio verdadero y propio de la Iglesia: el servicio divino (la Misa). Bernard Botte tomó este concepto de las más antiguas prescripciones litúrgicas que nos han sido transmitidas y lo concibió a partir de allí. Sin embargo esto fue objetado, aún durante el Concilio, por parte de los adversarios de la Colegialidad, quienes por su parte remitían al hecho de que la Colegialidad en el derecho romano y en el derecho de las asociaciones de comienzos de la época moderna tiene un significado que no se puede armonizar con la constitución eclesial. En efecto se pue­de encontrar allí una concepción de colegialidad que comprometería el sentido del servicio divino. Por esto es importante retornar siempre al núcleo originario de esta concepción, para protegerla de estas altera­ciones.
¿Qué se pretende entonces? Botte en sus investigaciones aludió a dos niveles de la idea de colegialidad. El primer nivel consiste en el hecho de que el Obispo está rodeado por el colegio de presbíteros. En este dato se expresa lo que ya antes habíamos encontrado, es decir, que la Iglesia antigua no conocía autosuficiencia por parte de las comunidades particulares. Efectivamente, los presbíteros que sirven al Obispo están juntos: el uno junto al otro forman el “consejo” del Obispo. Las comuni­dades se mantienen unidas entre ellas por medio de los Presbíteros y a través del Obispo se mantienen al interior de la más amplia unidad de la Iglesia entera. Ser sacerdote implica siempre un estar juntos el uno al otro y la subordinación a un Obispo, la cual constituye al mismo tiempo un insertarse en la Iglesia universal. Esto significa también que los Obis­pos, por su parte, no pueden actuar aisladamente, por sí solos, sino que ellos forman en conjunto el “ordo” de los Obispos, tal como se formuló con el lenguaje del derecho romano, el cual compaginaba la sociedad en diversos “ordines”. Más tarde el término “ordo” llegó a constituirse formalmente como contraseña del sacramento de la Ordenación sacerdo­tal, de cuyos contenidos esenciales forma parte la entrada en un servicio comunitario, en el “nosotros” de aquellos que sirven. El término “ordo” se alterna, por lo demás, con el de “Collegium”. Ambos, en el contexto del servicio divino, significan la misma cosa: el Obispo no es Obispo a solas, sino que lo es únicamente en la comunión católica con aquellos que lo fueron antes que él, que lo son con él y que lo serán después de él. De esta manera la dimensión del tiempo está también comprendida en este término: la Iglesia no es algo que hacemos hoy, sino que la reci­bimos de la historia de los creyentes y que la transmitiremos a otros como algo incompleto que solamente se realizará plenamente con el regreso del Señor.
El Concilio, en una síntesis orgánica fundió esta idea con la de la suce­sión apostólica, que es un concepto también fundamental de la ordena­ción episcopal. Este recuerda que también los Apóstoles eran comunidad. Antes de obtener el nombre de Apóstoles figuran con el título de “Los Doce”. La llamada de doce hombres por parte del Señor tiene un carácter de signo que podía ser comprendido por cualquier israelita ya que recuer­da los doce hijos de Jacob, de los cuales derivó el pueblo de Israel, que constaba de doce tribus. Doce, por lo tanto, es el número simbólico del pueblo de Dios; si Jesús llama doce hombres, este gesto simbólico signi­fica que él mismo es el nuevo Jacob-Israel y que ahora con estos hom­bres inicia un nuevo pueblo de Dios. Marcos lo representó muy clara­mente en su evangelio, describiendo el acontecimiento de la llamada con estas palabras: “El los constituyó doce” (Mc 4,14). Además se sabía que doce era también un número cósmico, el número de los signos zodiacales que forman el año, el tiempo del hombre. De ese modo se subrayó la unidad entre la historia y el cosmos, es decir, el carácter cósmico de la historia de la salvación: los Doce debían ser los nuevos signos del zodía­co de la historia definitiva del cosmos. Pero volvamos a lo que nos inte­resa directamente: los Apóstoles constituyen lo que son, sólo por “el estar juntos” de la comunidad de los Doce, la cual por eso después de la traición de Judas fue nuevamente completada. Por consiguiente, se llega a ser sucesor de los Apóstoles entrando en la comunidad de aque­llos en los que su ministerio prosigue. La “Colegialidad” pertenece a la esencia del ministerio episcopal; se vive y se realiza solamente en “el estar juntos” de aquellos que representan, al mismo tiempo, la unidad del nuevo pueblo de Dios.
Si nos preguntamos qué significa esto prácticamente, debemos responder ante todo que la dimensión católica del ministerio episcopal (como tam­bién de la consagración sacerdotal y de toda vida comunitaria) viene subrayada bastante expresamente. Las particularizaciones contradicen ra­dicalmente la idea de colegialidad. Tal como el Concilio la formuló, la colegialidad constituye en sí misma no una figura jurídica, sino más bien una anticipación teológica de primer rango tanto para el derecho de la Iglesia cuanto para la acción pastoral. El Concilio Ecuménico es la for­ma jurídica que representa la expresión más inmediata de la realidad teológica de la “Colegialidad”. Por esto en el nuevo Código de Derecho Canónico el Concilio viene colocado de manera singular en el contexto del artículo sobre el colegio episcopal (ca. 336-341). Todas las demás for­mas de realización colegial no pueden aducir que se derivan directamente de este principio fundamental, sino que solamente pueden representar unas tentativas de mediación secundaria de éste en la realidad cotidiana. Se debe, por lo tanto, verificar siempre si esas demás formas correspon­der. verdaderamente al significado fundamental de este principio, que es precisamente el de sobrepasar el umbral del horizonte local para llegar al corazón del elemento común de la unidad católica, del cual hace parte también la dimensión de la historia de la fe, que parte de los comienzos y tiende al Señor que volverá.
3. La Iglesia como “Pueblo de Dios”
En la exposición acerca de la idea de colegialidad viene finalmente la expresión que seguramente están esperando desde hace tiempo: la Iglesia como Pueblo de Dios. ¿Qué comporta esto? Para una mejor comprensión debemos referirnos una vez más a los desarrollos de este término que habían precedido al Concilio.
Después del primer entusiasmo por el descubrimiento de la idea de Cuer­po de Cristo, se llegó poco a poco a profundizaciones y correcciones en una doble dirección. La primera corrección ya la hemos visto al hablar de Henri de Lubac el cual concretiza la idea de Cuerpo de Cristo en rela­ción con la eclesiología eucarística, abriéndola a las cuestiones concre­tas del ordenamiento jurídico de la Iglesia y de la recíproca ordenación de la Iglesia local e Iglesia universal. La otra forma de corrección se inició al final de los años treinta en Alemania, después de que varios teólogos criticaron el hecho de que con la idea de Cuerpo Místico per­manecía sin clarificar la relación entre el elemento visible y el invisible, entre derecho y gracia, entre orden y vida. Ellos propusieron por lo tanto el concepto de “Pueblo de Dios”, sacado sobre todo del Antiguo Testamento, como la descripción más amplia de la Iglesia, que por lo demás se deja manejar más fácilmente con categorías socio­lógicas y jurídicas, mientras que Cuerpo de Cristo permanecía como una “imagen”, ciertamente importante, pero que no podía ser suficiente por sí sola, dada la pretensión de la teología de expresarse mediante “conceptos”.
Esta crítica a la idea de Cuerpo de Cristo, que al comienzo fue bastante superficial, se fue profundizando a partir de diversos aspectos que permi­tieron luego el desarrollo de un contenido positivo, a través del cual el concepto de Pueblo de Dios entró en la eclesiología conciliar, Un primer punto importante fue la disputa sobre la pertenencia a la Iglesia que tuvo lugar a partir de la Encíclica sobre el Cuerpo Místico de Cristo, publicada el 29 de junio de 1943 por el Papa Pío XII. Allí él había establecido que la pertenencia a la Iglesia estaba ligada a tres presupuestos: Bautismo, fe recta y pertenencia a la unidad jurídica de la Iglesia, Con esto, sin em­bargo, los no-católicos eran excluidos de la pertenencia a la Iglesia. Esta afirmación condujo a intensas polémicas sobre todo en Alemania, en donde la cuestión del ecumenismo urgía de manera muy fuerte. ya que el Código de Derecho Canónico había abierto otra perspectiva, Con base en la tradición jurídica de la Iglesia fijada en el Código, el Bautismo fun­da una forma da pertenencia constitutiva a la Iglesia que es imperdible, de esta manera es claro que el pensamiento jurídico, en determinadas circunstancias, puede dar más movilidad y apertura que una concepción “mística”.
Se pregunta, entonces, si la imagen de Cuerpo Místico no sería demasia­do restringida como punto de partida para definir las múltiples formas de pertenencia a la Iglesia que se encuentran en la maraña de la historia humana. La imagen de cuerpo ofrece, para el problema de la pertenencia, solamente una forma de representación: la de “miembro”. En esta repre­sentación no hay términos medios: son miembros o no lo son. Pero, se pregunta, ¿no es acaso un poco estrecho el punto de partida de la imagen, ya que en la realidad existen manifiestamente grados intermedios? Así nos encontramos entonces con el concepto “Pueblo de Dios” que, bajo este punto de vista, es bastante más amplio y más noble. La constitu­ción eclesial lo asumió propiamente de esta manera, cuando describe la relación de los cristianos no católicos con la Iglesia católica utilizando el concepto de “vínculo”, y la relación de los no cristianos con el término “ordenación”, apoyándose en ambas ocasiones en la idea de pueblo de Dios (cf. LG 15 y 16).
Se puede decir entonces que el concepto de “Pueblo de Dios” fue intro­ducido por el Concilio sobre todo como puente ecuménico. Lo mismo vale para el resto aunque bajo otra perspectiva, el redescubrimiento de la Iglesia, después de la primera guerra mundial, había sido un fenómeno común para los católicos y los protestantes e incluso el movimiento litúr­gico no se limitaba exclusivamente a la Iglesia católica. Pero precisa­mente este compartir los mismos intereses llevó consigo también una crítica recíproca.
La idea de Cuerpo de Cristo se desarrolló en la Iglesia católica en el sentido de que la Iglesia es presentada como “el Cristo que sigue viviendo sobre la tierra”, describiéndola como la Encarnación del Hijo que continúa hasta el fin de los tiempos. Esto provocó la oposición de los protestantes, que vieron en ello una insoportable identificación de la Iglesia con Cristo, en la que la Iglesia, por así decir, se adoraba a sí misma y se colocaba como infalible. Algunos pensadores católicos sin llegar hasta ese punto, también fueron encontrando poco a poco que con esta fórmula se atribuía una definitividad a todo decir y obrar ministerial de la Iglesia, que hacía aparecer cualquier crítica a ella como un ataque a Cristo mismo, olvidando de esta manera el elemento humano de ella. Por esto, se decía, es necesario que aparezca claramente evidenciada la diferencia cristológica, es decir, que la Iglesia no es idéntica con Cristo, sino que le esto de frente. Ella es Iglesia de pecadores, que necesita siempre de nuevo purificarse y renovarse. Así, entonces, la idea de “reforma” se convirtió en un elemento decisivo del concepto de Pueblo de Dios, que no se podía desarrollar fácilmente a través de la idea de Cuerpo de Cristo.
Un tercer aspecto que jugó un papel en el favorecimiento de la idea de Pueblo de Dios fue el título que en 1939 el exégeta evangélico Ernst Kiisemann dio a su monografía sobre la carta a los Hebreos: “El pueblo de Dios peregrinante”. Este título llegó a ser un slogan en los ambientes de los debates conciliares, puesto que hacía resonar algo que, en el curso de la discusión acerca de la Constitución sobre la Iglesia, había llegado a ser más consciente: la Iglesia no ha llegado aún a su meta. Ella tiene su verdadera y propia esperanza todavía ante sí. De esta manera el mo­mento “escatológico” del concepto de Iglesia vino a ser claro y se pudo, sobre todo, expresar la unidad de la historia de la salvación, que como prende juntamente a Israel y a la Iglesia a lo largo de su peregrinación. Asimismo se pudo expresar la historicidad de la Iglesia, que se encuen­tra en camino y que llegará a ser completamente ella misma sólo cuando se hayan recorrido todas las etapas del tiempo y hayan desembocado en las manos de Dios. También se logró expresar la unidad interna del Pueblo de Dios, en el cual, como en todo pueblo, hay diversidad de ministerios y servicios, pero en el que a través y por encima de todas estas dis­tinciones, todos son peregrinos en la única comunión del Pueblo de Dios peregrinante.
Si se quieren resumir entonces, a grandes trazos, los elementos sobre­salientes del concepto de Pueblo de Dios que fueron importantes para el Concilio, se podría decir que allí llegó a ser claro el carácter histórico de la Iglesia, la unidad de la historia de Dios con los hombres, la unidad interna del Pueblo de Dios más allá de las fronteras de los estados de vida sacramental, la dinámica escatológica, la interunidad y fragmentariedad de la Iglesia siempre necesitada de renovación y, finalmente, también la dimensión ecuménica, es decir, las diversas maneras en las que la vin­culación y la ordenación a la Iglesia son posibles y reales, aún más allá de las fronteras de la Iglesia católica.
Con esto, entonces, se ha hecho ya también alusión a todo lo que no se puede buscar dentro del concepto de Pueblo de Dios. Quizá se me per­mita aquí referirme al tema de manera un poco más personal. en cuanto que yo mismo pude tomar parte, modestamente, en la pre-historia que condujo al Concilio, En los comienzos de los años cuarenta, cuando la idea de Pueblo de Dios había sido recientemente lanzada al debate, mi maestro de teología, basándose en algunos textos de la patrística y en otros testimonios de la tradición, había llegado a la convicción de que “Pueblo de Dios” podría ser en efecto el concepto básico de la Iglesia, mucho mejor que “Cuerpo de Cristo”, Como él era un hombre muy meti­culoso, no se contentó con esta certeza aproximativa, sino que queriendo ver aún con mayor claridad, se propuso hacer escribir una serie de tesis doctorales acerca de dicha cuestión, a fin de conducir unas investigacio­nes sobre el argumento que cubrieran todas las capas de la tradición. Así me correspondió el encargo de tratar el Pueblo de Dios según Agustín en el que mi maestro creía haber evidenciado la idea de pueblo de Dios. Cuando inicié el trabajo, vi prontamente que debía incluir también a los teólogos africanos precedentes que habían preparado el terreno a Agus­tín, especialmente Tertuliano, Cipriano, Octato de Mileto y el donatista Ticonio. Naturalmente se debían tener presentes también las teorías más importantes del Oriente, por lo menos figuras como Orígenes, Atanasio y Crisóstomo. Finalmente no se podía dejar de lado el estudio de los fundamentos bíblicos, De esta manera llegué a un resultado inesperado: el término “Pueblo de Dios” aparece muy frecuentemente en el Nuevo Testamento, pero sólo en poquísimas ocasiones (en el fondo solamente en dos) indica la Iglesia, mientras que su normal significado remite al pueblo de Israel. Más aún, allí donde el término puede referirse a la Igle­sia viene mantenido el sentido fundamental de Israel de tal modo que el contexto deja entender claramente que ahora los cristianos han llegado a ser el nuevo Israel. Podemos entonces decir que en el Nuevo Testamento la expresión Pueblo de Dios no es una denominación de la Iglesia; pero sin embargo, puede indicar el nuevo Israel, sólo en la interpretación cris­tológica del Antiguo Testamento y pasando por consiguiente a través de la transformación cristológica.
La denominación normal de la Iglesia en el Nuevo Testamento está cons­tituida por el término ‘Ecclesia’, que para el Antiguo Testamento indicaba la asamblea del pueblo convocado por la palabra de Dios. El término ‘Ecclesia’, Iglesia, es la modificación y la transformación del concepto veterotestamentario de pueblo de Dios. Se le emplea porque en él va incluido el hecho de que sólo el nuevo nacimiento en Cristo hace que el no-pueblo se vuelva pueblo. Pablo después resumió consecuencialmente este necesario proceso de transformación cristológica en el concepto de Cuerpo de Cristo.
Debo anotar, además, antes de presentar las consecuencias de todo esto, que durante ese tiempo el estudioso del Antiguo Testamento Norbert Lohfink mostró que también en el Antiguo Testamento el término “pueblo de Dios” no se refiere simplemente a Israel en su facticidad empírica. En efecto, ningún pueblo a nivel puramente empírico es “pueblo de Dios”. Colocar a Dios como un marco de una descendencia o como contraseña sociológica sólo podría ser siempre una insoportable presunción, incluso hasta una blasfemia. Israel viene indicado con el concepto de pueblo de Dios en cuanto que se ha dirigido al Señor, no simplemente en sí mismo, sino en el acto de la relación y del superarse a sí mismo, que lo hace aquello que de por sí no es. Por esto la continuación neotestamentaria es consecuente: ella concretiza este acto de dirigirse a otro, en el miste­rio de Jesucristo que se dirige a nosotros y que en la fe y en el sacra­mento nos asume en su relación al Padre.
¿Qué significa concretamente esto? Significa que los cristianos no son simplemente pueblo de Dios. Desde un punto de vista empírico, ellos son un no-pueblo, como cualquier análisis sociológico puede rápidamente demostrar. Dios no es propiedad de alguien y ninguno puede apropiárselo. El no-pueblo de los cristianos solamente puede ser pueblo de Dios por medio de inserción en Cristo, Hijo de Dios e Hijo de Abraham. Aunque se hable de pueblo de Dios, la cristología debe continuar siendo el centro de la doctrina de la Iglesia y ella, por consiguiente, debe ser considerada esencialmente a partir de los sacramentos del Bautismo, de la Eucaristía y del Orden. Nosotros somos pueblo de Dios únicamente a partir del Cuerpo de Cristo crucificado y resucitado. Llegamos a serio en una viva orientación hacia El y sólo en este contexto tiene sentido el término.
El Concilio clarificó muy bien esta conexión, poniendo en primer plano también, junto con el término “Pueblo de Dios”, un segundo término fundamental para la Iglesia: la Iglesia como Sacramento. Se es fiel al Con­cilio sólo si sacramento y pueblo de Dios, dos palabras centrales de su eclesiología, se leen y se piensan juntas. Aquí podemos ver cómo el Concilio está aún ante nosotros: la Iglesia como Sacramento todavía no ha entrado en nuestra conciencia. Por lo tanto es contrario a su verdadero significado el que, a partir del hecho de que el capítulo sobre Pueblo de Dios anteceda al capítulo sobre la Jerarquía, se quiera deducir un cam­bio de concepción de la jerarquía y del laico, como si todo bautizado llevara ya en sí toda la potestad sagrada y la jerarquía fuera tan sólo un factor en vista de una buena organización. El segundo capítulo de la Lumen Gentium tiene que ver con la cuestión de los laicos sólo en cuanto viene significada la esencial unidad interna de todos los bautizados en el orden de la Gracia, subrayando así el carácter de servicio que tiene la Iglesia. Pero dicho capítulo no puede fundar una teología propia del lai­cado por el simple hecho de que al Pueblo de Dios pertenecen todos: allí se trata de la totalidad de la Iglesia y de su esencia. Cada uno de los esta­dos que se encuentran en ella vienen presentados más tarde en el siguien­te orden: Jerarquía (capítulo 3), laicos (capítulo 4), religiosos (capítulo 6). Para completar, al menos en cierta medida, esta presentación de la ecle­siología del Vaticano II, debería ahora desarrollar los contenidos de los capítulos que quedan y también lo que se dijo acerca de la vocación uni­versal a la santidad y de la relación de la Iglesia terrena con la celeste. Pero esto supera muchísimo los límites de una conferencia. Me urgía tan sólo aludir brevemente a los cimientos sobre los que luego se puede asentar el resto.
Pero para concluir quisiera llamar la atención sobre una última cosa. La Constitución sobre la Iglesia termina con el capítulo sobre la Madre de Dios. Como es conocido por todos, la cuestión acerca de si se habría debido dedicar un texto propio fue ampliamente debatida. Yo pienso que de todas maneras fue una buena disposición el que el elemento mariano hubiera entrado directamente en la doctrina de la Iglesia. Así, en efecto, una vez más resulta visible el punto de partida del que hemos comenzado: la Iglesia no es un aparato burocrático, no es simplemente una institu­ción, tampoco una de las tantas entidades sociológicas, sino que ella es persona. Ella es femenina, es madre, es viviente. La comprensión mariana de la Iglesia es la más decidida contraposición a un concepto de Igle­sia meramente organizativo y burocrático. La Iglesia no la podemos hacer nosotros, debemos ser Iglesia. Nosotros somos Iglesia y la Iglesia está en nosotros, solamente en la medida en que nuestra fe, más allá de nues­tro obrar, informe nuestro ser. Llegamos a ser Iglesia sólo siendo maria­nos. No podemos olvidar que también la Iglesia en su origen no fue hecha, sino engendrada. En efecto, ella fue engendrada cuando en el alma de María se suscitó el Fiat. Esta es la más profunda voluntad del Concilio: que la Iglesia se suscite en nuestras almas. Y María nos muestra el camino.

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Nancy Obregón Peralta

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Nancy

Por Américo Zambrano- Revista CARETAS
El pasado vuelve a moverle el piso a la ex congresista cocalera y aliada del gobierno de Ollanta Humala, Nancy Obregón Peralta.
El barullo por su incorporación como asesora del programa Gestores para el Desarrollo del Congreso, que promueve el presidente del Parlamento Daniel Abugattas, se sumó a la comentada contratación de su hija de 19 años, Sheyla Chávez Obregón, como auxiliar de la Oficina de Prevención y Seguridad del Legislativo, en setiembre del año pasado.
Abugattas, sin embargo, defendió a Obregón y la mantuvo en el puesto hasta el martes último, cuando se anunció su sorpresiva separación del programa Gestores.
En realidad, el presente de comidilla es apenas un inocente chacchado.
Su remoción no se explica en los últimos titulares sobre el Congreso. ¿No será acaso que el gobierno tiene más información que la complica?
La semana pasada, el ex ministro del Interior general PNP (r) Miguel Hidalgo señaló que las investigaciones de la División de Investigaciones Especiales (DIVINESP) de la DIRANDRO establecieron que existía una relación entre Obregón y ‘Artemio’, el senderista capturado cerca de la casa de la ex congresista en Santa Rosa de Mishollo, Tocache (CARETAS 2219).
Obregón se negó a responder sobre ‘Artemio’ y se enfrentó a los periodistas que le preguntaron por el terrorista. “Mire señorita, ya estoy cansada de tanta huevada, no me venga con cojudeces, pues, carajo. Ya me tienen harta”, le espetó a una periodista del programa Cuarto Poder, el fin de semana. “¿Me ves cara de terruca?”, le increpó a otra reportera de Canal N.
El propio Abugattas sacó cara por su operadora política en declaraciones a la prensa, el jueves 16. “Ella me ha asegurado que nunca ha tenido una comunicación ni telefónica ni personal con ‘Artemio’”, remarcó el presidente del Congreso.
El aprista Jorge del Castillo se preguntó el lunes 20: “¿Qué le habrán descubierto para haber sacado a la señora Obregón? Si veinticuatro horas antes Abugattas la estaba defendiendo a morir”.
Es muy probable que el cambio de parecer de Abugattas tenga relación con un voluminoso expediente de la DIRANDRO y el Ministerio Público que relaciona a Obregón con ‘Artemio’ y Sendero Luminoso. CARETAS tuvo acceso a ese documento secreto.
LOS ONCE TESTIGOS
El expediente reúne los testimonios de 11 colaboradores eficaces que brindaron a las autoridades una serie de detalles comprometedores para Obregón en 2010 y en el marco de una gigantesca operación de inteligencia contra el terrorismo y el narcotráfico en el Valle del Huallaga.
El testigo de clave CDT-1020 declaró al equipo D de la DIVINESP y al titular de la Cuarta Fiscalía Supraprovincial, Marco Guzmán Baca, que “Nancy Obregón colabora y coordina abierta y directamente con ‘Artemio’, a quien conoce desde hace 12 años, cuando ella vivía con su familia en Santa Rosa de Mishollo. En julio de 2007, cuando la columna del camarada ‘Piero’ se encontraba en Alto Uchiza, en el distrito de Nuevo Progreso, el referido mando terrorista dijo que llegaría una amiga a verlo, resultando esta la (ex) congresista Nancy Obregón, quien se apareció acompañada de tres sujetos desconocidos, siendo recibida por ‘Piero’ con un saludo de ‘compañera’”.
Otro testigo, de clave CDT-1013, sostuvo que Obregón “colaboró abierta y directamente con el Partido (Sendero Luminoso) junto con la (ex) parlamentaria andina Elsa Malpartida”. Según el colaborador, “en abril de 1998 (ambas) fueron llamadas por ‘Artemio’ a la zona de Pueblo Nuevo, donde se reunieron para que ellas sean las representantes de los campesinos cocaleros ante el gobierno y luchen por la defensa de los cocaleros. En dichas reuniones ambas recibieron directivas de ‘Artemio’ para formar y dirigir los gremios cocaleros. ‘Artemio’ les ofreció su apoyo para que llegaran a ser autoridades de la coca. Sin embargo, cuando Obregón y Malpartida llegaron al Congreso se olvidaron de sus promesas, razón por la que el camarada ‘Artemio’ cambió de actitud hacia ellas tildándolas de traidoras y miserables”.
Por su parte, el testigo de clave TM-012808080014 aseguró que Obregón fue “manejada por ‘Artemio’ y recibió consignas orientadas a manipular a los campesinos cocaleros para que se opongan a la erradicación de los cultivos de coca. Esta posición legal lejos de estar orientada a reivindicar al campesino cocalero fue por conveniencia de los camaradas ‘Artemio’ y ‘Piero’, quienes eran dueños de grandes extensiones de terrenos con plantaciones de coca en el Alto Huallaga, la que estaba destinada a su transformación en pasta básica”.
El testigo de clave CDT-1010 dijo que presenció una reunión entre Obregón y ‘Artemio’ en la localidad de Magdalena, en mayo de 2005, y sostuvo que ambos “sellaron allí un pacto que consistía en recibir los votos de la población del Alto Huallaga, comprometiéndose a cambio a apoyar al partido.
Asimismo en caso alcanzaran sus objetivos políticos, ambas deberían combatir la política de erradicación de coca, compromiso que cumplieron a cabalidad”.
El colaborador eficaz CDT-1011 añadió que Obregón y Malpartida se reunían constantemente con ‘Piero’, lugarteniente de ‘Artemio’, quien les trasmitía órdenes de cómo debían organizar a los campesinos cocaleros para que lleven a cabo sus protestas, recordándoles al mismo tiempo su sujeción incondicional al partido. En esos encuentros se les explicó cómo el partido ha venido organizando a los cocaleros, logrando juntarlos en un solo gremio”.
Otro testigo, de clave 02161008, declaró que presenció un encuentro entre Obregón y ‘Artemio’ en el caserío de Soledad en febrero de 2005. “Trataron el tema de los paros y las protestas contra la erradicación de la hoja de coca. ‘Artemio’ les pidió que cuando sean autoridades no traicionen al pueblo”.
El testigo de clave 003-2009-FEA-TM recordó que, en 2004, “a raíz de la marcha de los productores cocaleros a Lima se produjo una descoordinación entre los las señoras Obregón, Malpartida y ‘Artemio’ por la falta de apoyo que éstas mostraron hacia los pobladores que participaron en dicha movilización. Sin embargo ellas continuaron participando y dirigiendo las marchas y protestas, permaneciendo en sus cargos hasta julio de 2006, en que ambas, con el apoyo de la población del Alto Huallaga, salieron elegidas congresistas. Ante esto, ‘Artemio’ decidió formar nuevamente las bases y la asociación de cocaleros en el Huallaga porque decía que los otros grupos no estaban bien organizados y que Obregón y Malpartida se habían aprovechado del partido”.
El colaborador CDT-1005 testificó que Obregón, a quien dijo conocer como “logística del Ejército Guerrillero en los años 1988 y 1989 en Santa Rosa de Mishollo, coordinaba con los camaradas ‘Geiner’ y ‘Paolo’”. Más adelante, en 2004, el testigo dijo haberla visto reunida con ‘Artemio’ en Magdalena.
Otro testigo, de clave EPTM-1020, sostuvo que, a inicios de 2003, Obregón y Malpartida se reunieron con ‘Artemio’ en la localidad de Aucayacu para “coordinar acciones de movilizaciones que se iban a realizar contra la erradicación de la hoja de coca, acordando todos ellos que no se iba a firmar ningún acuerdo con ‘Chemonics’, DEVIDA, USAID y otras organizaciones”.
INMUNIDAD PARLAMENTARIA
Según el ex ministro Hidalgo, se trató de “testigos calificados, cuyas informaciones fueron cruzadas por la DIVINESP. No se trató de personas cualesquiera que dicen lo que se les antoja. Toda esa información se corroboró”, dijo.
Las declaraciones de los 11 testigos permitieron capturar, en noviembre de 2010, a 42 personas, entre dirigentes cocaleros y narcotraficantes relacionados con ‘Artemio’. La gigantesca redada fue denominada ‘Operación Eclipse’.
“Eran ‘topos’ calificados”, dijo un alto oficial de la DIRANDRO. Esos mismos testigos siguieron colaborando y fue en parte gracias a sus colaboraciones que la DIVINESP pudo captar nuevos informantes y penetrar la guardia de ‘Artemio’.
En ese orden de ideas, ¿por qué entonces no fue capturada la ex congresista Nancy Obregón?
Hidalgo explicó a CARETAS que el fiscal Marco Guzmán Baca solicitó al Congreso el levantamiento de su inmunidad parlamentaria, pero el Parlamento denegó la solicitud alegando que los hechos narrados por los testigos ocurrieron antes de que la cocalera fuera nombrada congresista, en 2006.
La investigación, sin embargo, se mantuvo abierta en la Cuarta Fiscalía Supraprovincial que emitirá un informe preparatorio en los próximos días.
El equipo de la DIVINESP y el Ministerio Público interrogarán a ‘Artemio’ esta semana y le preguntarán por sus presuntos nexos con Obregón y Malpartida. Al cierre de esta edición, ‘Artemio’ no había declarado porque no encontraba un abogado. Se tenía previsto asignarle un defensor de oficio.
La caída de ‘Artemio’ no ha acabado, ni mucho menos, con el terrorismo. De hecho, el pasado jueves 16, cuatro días después de la captura, una columna senderista atacó la base contrasubversiva Unión Mantaro, ubicada en el distrito de Llochegua, a orillas del río Mantaro, provincia de Huanta, Ayacucho, en el corazón del Valle de los Ríos Apurímac Ene (VRAE).
En el ataque murió el capitán EP Germán Parra del Carpio, nieto del conocido general retirado de filiación aprista Germán Parra. En 2011, los remanentes de Sendero Luminoso asesinaron a 13 miembros de las FF.AA en el VRAE. La base Unión Mantaro ha sufrido 10 ataques terroristas desde 2008 y es considerada la más vulnerable, pero los atentados continúan.
Resulta indudable que, independientemente de un planeamiento que comenzó hace unos cinco años, el gobierno de Ollanta Humala se anotó un tremendo punto con la captura de ‘Artemio’. El problema es que algunos de sus aliados, aquellos que se sumaron en el huaico del “antisistema” y caminaron en una delgada línea que diferencia el piteo del delito, le siguen metiendo autogoles.

Cardenal Gualberto Guevara

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Cardenal Gualberto Guevara

Juan Gualberto Guevara y Cuba fue el XXIX Arzobispo de Lima y Primer Cardenal del Perú. Mantuvo el prestigio de la Iglesia Católica frente a los cambios sociales y políticos de la década del cincuenta en el Perú.
Hijo de Don Simón Guevara y de Doña Eulogia Cuba. Nació en la ciudad de Vítor- Arequipa, el 12 de julio de 1882. Inició sus estudios en el colegio de los padres lazaristas dirigido por Hipólito Duhamel, teniendo como profesor al futuro arzobispo de Lima Emilio Lissón. La educación que allí recibió fue determinante para que orientara su vocación religiosa.
Sus estudios religiosos los hizo en el Seminario de San Jerónimo, recibiendo las órdenes menores de subdiaconado y diaconado de manos del obispo Manuel Segundo Ballón. Fue ordenado presbítero en Puno, el 2 de junio de 1906 por el obispo Ismael Puirredón, y empezó a ejercer su ministerio como vicepárroco y capellán de Yura.
Pasó a ser vicepárroco de Arica, cargo que ejerció entre 1906-1910. En Tacna, ciudad peruana ocupada por los chilenos, demostró su patriotismo al ayudar a los sacerdotes peruanos expulsados a salvar libros parroquiales que ayudarían en la preparación del plebiscito que decidiría si la provincia permanecería en poder de Chile, plebiscito que nunca se realizó. Las autoridades chilenas lo expulsaron de Arica y pasó entonces a regentar la parroquia de Vítor.
En 1912 ingresó a la Universidad de Arequipa, y se graduó de bachiller en letras. También se desempeñó como Vicerrector del Seminario de Arequipa en 1914, Subdirector del periódico católico “El Deber” en 1916 y Sacristán en la Catedral de Arequipa entre 1916-1920.
En 1920 viajó a la ciudad de Roma y en la Universidad Gregoriana optó el grado de Doctor en Derecho Canónico en 1922. De regreso al Perú, asumió la dirección de “El Deber” en 1923 (cargo que ejerció por más de veinte años), y se incorporó a la plana docente del Instituto Arévalo. Canónigo del cabildo diocesano (1927), en 1930 fue promovido a la dignidad de IX tesorero. Ese mismo año fue designado capellán del colegio de los Sagrados Corazones de Arequipa y al año siguiente dirigió la Acción Social Católica arequipeña.
Luego de haber sido honrado con el título de prelado doméstico de Su Santidad, fue preconizado para ocupar la vacante sede diocesana de Trujillo, por fallecimiento del obispo Carlos García Irigoyen. Consagrado obispo de Trujillo el 2 de marzo de 1940, el 23 de mayo de 1943 fue elevado a la dignidad arzobispal. Entre las acciones que realizó se hallan una exhaustiva visita por el extenso ámbito de su jurisdicción hasta Pataz; la separación del colegio de externos del local del seminario; la celebración en Trujillo del Tercer Congreso Eucarístico Nacional (27 al 31 de octubre de 1943) y la coronación canónica de la Virgen de la Puerta de Otuzco (1944).
Todo ello le valió el reconocimiento de la alta jerarquía eclesiástica. El Papa Pío XII ordenó su nombramiento como Arzobispo de Lima el 16 de diciembre de 1945. Recibió asimismo los títulos de Primado del Perú y Vicario General Castrense.

Primer Cardenal del Perú
Casi al finalizar dicho año de 1945 le fue anunciada su promoción a Cardenal de la Santa Iglesia Romana, que por primera vez en 400 años recaía en un prelado peruano. El 11 de enero de 1946 tomó posesión de la arquidiócesis de Lima por intermedio de un delegado, ya que debió viajar de urgencia a Roma a recibir el capelo cardenalicio. En esta ciudad se le confirió la dignidad cardenalicia con fecha 18 de febrero y el 28 de abril tomó posesión personalmente de su cargo, habiéndosele asignado el título presbiterial de San Eusebio y como miembro de la Reverenda Fábrica de San Pedro y de las Sagradas Congregaciones de Ritos y de la Iglesia Oriental.
El 8 de mayo de 1946 accedió al cargo de Segundo Gran Canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
El Cardenal Juan Gualberto Guevara tuvo por obispo auxiliar a monseñor Federico Pérez Silva CM, pero más tarde éste fue trasladado a Piura y su cargo fue ocupado por Juan Landázuri Ricketts OFM.
Suprimida la ley sobre la previa autorización del gobierno que tenían que solicitar los arzobispos y obispos para poder viajar fuera de sus jurisdicciones eclesiásticas, visitó diversas parroquias de la costa de su sede limense y fue legado papal a latere ante el Congreso de Sucre (Bolivia) y ante el cuarto Congreso Eucarístico Nacional de Cusco (1949). Brindó un permanente y decisivo apoyo a la Acción Católica Peruana, organización laica nacida años antes con el Primer Congreso Eucarístico Nacional (1935) y que trabajaba por dotar de contenido cristiano a la familia y las instituciones. Presidió cinco asambleas episcopales.
Se preocupó del buen funcionamiento del Seminario mayor de Santo Toribio, impulsando las vocaciones sacerdotales, y gracias a ello, durante su gestión logró un significativo aumento en el número de seminaristas. Proyectó también crear la Casa del Sacerdote, con el fin de brindar cómoda pensión a los que viajaban a Lima.
Disciplinadamente dedicado a los deberes de su gobierno, el cardenal Guevara mereció diversas condecoraciones tales como la Gran Cruz de Honor y Devoción de la Soberana y Militar Orden de Malta, Gran Cruz de la Orden del Sol del Perú, Gran Cruz de la Orden del Cóndor de los Andes de Bolivia, Gran Cruz de la Orden del Mérito de Bernardo O’Higgins de Chile, Gran Cruz de Isabel la Católica de España y Gran Cruz de la Ordem do Cruceiro do Sul del Brasil.
Falleció en la ciudad de Lima víctima de cáncer el 26 de noviembre de 1954, en vísperas de celebrarse el V Congreso Eucarístico Nacional y Mariano del Perú, que había diligentemente preparado y convocado y que fue presidido por el cardenal Federico Tedeschini. Sus restos reposan en la cripta de la Catedral de Lima. Fue sucedido por Juan Landázuri Ricketts OFM.
Fuente: Wikipedia.

El hombre religioso

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Julien Ries

Por Lucetta Scaraffia -L’Osservatore Romano
Julien Ries ha prestado un servicio importante a la Iglesia católica: volver a llevar la investigación antropológica a su sentido originario, el de la investigación sobre la naturaleza humana.
En efecto, a partir de Durkheim, con un proceso que halló su culmen en Lévi-Strauss, la antropología renunció a plantearse las preguntas fundamentales sobre el hombre para convertirse en un apéndice de la etnología o de la sociología, ciencias ligadas al comportamiento y a la reconstrucción de sistemas culturales, evitando frecuente y gustosamente la profundización movilizada por los grandes interrogantes existenciales relativos a la naturaleza del ser humano.
Así, estudiar sólo los mecanismos, las estructuras, sin preguntarse nunca quién es el autor de mitos y ritos, qué mueven estos en la profundidad de la psique humana, se hizo habitual en una concepción del ser humano exclusivamente material, como la que sostenía Lévi-Strauss.
En cambio Julien Ries, con un trabajo inmenso y continuado, ha devuelto la investigación antropológica a su centro: el de arrojar claridad sobre la naturaleza del ser humano estudiando los signos culturales de su paso, con una atención particular a la dimensión religiosa, para él connatural a la esencia de la humanidad.
Los resultados de su imponente investigación del ‘homo religiosus’ llevan a confirmar que existe una raíz cultural común al género humano: “Todas las culturas del mundo —escribe Ries en “Symbole, mythe et rite. Constantes du sacré” (recién publicado por ‘Les Éditions du Cerf’)— son creaciones cuyas raíces se encuentran en la imaginación simbólica. La creatividad del espíritu humano (artística, poética, literaria, arquitectónica) se basa en esta función ‘biológica’ del símbolo”. Y para Ries se trata de la raíz que reúne a todos los seres humanos en la búsqueda de una trascendencia, de un Otro con quien construir una alianza. Significa búsqueda de una experiencia religiosa, que es intuición del Infinito divino en lo finito, de lo eterno en lo mortal.
Introduciéndose con gran conciencia científica en la tradición de los estudiosos de las religiones, de quienes hereda modelos de investigación y formas interpretativas -con un particular reconocimiento respecto a Mircea Eliade y Rudolf Otto-, Ries reconstruye, a través de un inmenso trabajo de comparación, las características comunes a la búsqueda del contacto con lo sagrado de las diversas culturas y religiones, y de este modo confirma la tensión a lo divino que permea a cada ser humano y le impulsa a la búsqueda y a la creatividad artística.
Dios se convierte en real para el hombre sólo mediante un acto de fe, pero su presencia se capta a través del conjunto simbólico de lo sacro -empezando por lo natural, como la luz- y desde la percepción del misterio. El ser humano como constructor de mundos simbólicos ha sido el centro de su interés, dilatado en el tiempo y en el espacio con incursiones en la historia -comenzando por las eras primordiales- y en la infinita diversidad de las tradiciones religiosas. Pero esto sin perder jamás el centro, o sea, su mirada hacia la búsqueda desde un punto de vista cristiano, que se trasluce con claridad y sobriedad de sus análisis, que nunca caen en una fácil apologética. Encantado ante el hombre primitivo que veía a Dios en las estrellas, pero también abierto a leer la historia de la relación del ser humano con Dios a través de los mitos, testimoniado por la creación de un vocabulario adecuado para narrarlos.
Dentro y fuera de la historia, como el ‘homo religiosus’ mismo, y precisamente por esto capaz de permitirnos comprender cómo “los ritos religiosos son esencialmente consagraciones cuya función principal es la de hacer participar a la condición humana en un principio que la supera y que la funda: hacer que penetre la potencia numinosa en el orden humano”.
Entrevista a Julien Ries
Por Andrea Tornielli
Usted llega a ser purpurado después de una vida de investigación: estuvo entre los primeros que insistieron sobre la dimensión religiosa como originaria en el hombre. ¿El sentido religioso es verdaderamente connatural?
«Estoy de acuerdo con el paleoantropólogo Yves Coppens, el descubridor de Lucy, quien desde hace años repite que el hombre fue desde el comienzo religioso».
¿Cómo se documenta esta afirmación?
«Consideremos a este hombre religioso como lo conocemos a través de los hechos y de los gestos de la historia: si analizamos sus pinturas, halladas en cientos de grutas descubiertas hasta ahora, sus miles de incisiones rupestres; si examinamos su comportamiento para con los difuntos; si intentamos interpretar los gestos de sus manos elevadas hacia la bóveda celeste -el «Ka» de los antiguos egipcios-, nos vemos obligados a pensar en una experiencia de relación vivida en forma consciente por el hombre arcaico con la realidad misteriosa y ultraterrena».
¿Cuál es el rol de los textos sagrados de las diferentes religiones?
«Los libros sagrados de la humanidad constituyen un prodigioso patrimonio que historiadores y otros especialistas intentan analizar para comprender el discurso con el que el hombre religioso y simbólico tradujo su propia existencia. Este discurso en su conjunto es coherente desde el Paleolítico hasta nuestros días, lo que nos lleva a pensar en una unidad de la experiencia espiritual de la humanidad».
Hoy, ciertos símbolos religiosos parecen dividir en lugar que unir. ¿Es posible la convivencia entre religiones diferentes en nuestras sociedades?
«El cristiano está obligado a comprender y a beneficiarse del aporte de las demás culturas. Los padres de la Iglesia ya habían comprendido esto. De allí deriva la riqueza de la época helenística para la cultura cristiana de los primeros siglos y la gran importancia del Renacimiento. Su pregunta sobrentiende la objeción de Claude Levis Strauss, que intentó determinar el funcionamiento del espíritu humano negándose, sin embargo, a buscar en los mitos un sentido que hubiera sido revelador de las aspiraciones de la humanidad. Para él, los mitos no dicen nada sobre los orígenes del hombre ni sobre su destino. Su investigación desemboca en una visión completamente materialista de la cultura. Nos encontramos de ese modo en presencia de un verdadero pesimismo».
¿Qué novedad trajo el cristianismo a la historia religiosa de la humanidad?
«En su discurso, construido en forma de parábolas, Jesús retoma en parte el simbolismo cósmico y lo pone al servicio del anuncio del Evangelio. Agrega alegorías extraídas de la vida cotidiana. Es una teofanía en el sentido pleno del término. Y esta misma existencia es la revolución religiosa más grande de la historia. Cristo, después de haber enviado al Espíritu sobre los apóstoles, mediante su cuerpo, que es la Iglesia, continúa estando presente en la historia».
¿Cuál considera que es su descubrimiento científico más importante?
«El haber individuado la posibilidad de construir un nuevo campo del saber: la antropología religiosa fundamental. La primera experimentación de esta construcción fue la organización, bajo pedido de mi editor, Jaca Book, del Tratado de Antropología de lo Sagrado, en el que han colaborado unos cien estudiosos y en el que se documenta que el concepto de Homo religiosus es operativo y fundamental para la investigación sobre las religiones y sobre las culturas. Un trabajo que pone en evidencia al hombre religioso y su experiencia en lo sagrado, basándose sobre tres constantes de la experiencia misma: el símbolo, el mito y el rito. La antropología fundamental afronta todo esto y nos abre nuevos horizontes sobre el hombre, incluso en tiempos de crisis como el nuestro».
¿Qué le genera ser designado cardenal a los 92 años?
«La designación de cardenal me llena de alegría. Lo que, en cambio, no me llena de alegría es tener la edad que tengo».

Comandante PNP Horacio Patiño Cruzatti

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Horacio Patiño

Horacio Patiño Cruzatti nació el 4 de diciembre de 1925 en el distrito de Lircay, provincia de Angaraes, departamento de Huancavelica, siendo sus padres don Federico Patiño Zapater y doña Edelmira Cruzatti Hernández. Inició y culminó sus estudios primarios en el Colegio de los Padres Salesianos “Santa Rosa” de la ciudad de Huancayo habiendo hecho los dos primeros años de la secundaria en la Gran Unidad Escolar “Santa Isabel” de la misma ciudad. Culmina sus estudios secundarios en Lima en el desaparecido Colegio Particular Modelo.
Ingresa como cadete, el 15 de marzo de 1945, a la Escuela de Oficiales de la Guardia Civil de la Escuela de la Guardia Civil y Policía. Egresa con el grado de Alférez de Caballería GC el 1 de febrero de 1949, ocupando el puesto Nº 47, e integrando la Promoción “Alférez GC Rafael Vereau Chávez”, pasando a prestar servicios, apenas egresado, en la Dirección General de la Guardia Civil y Policía para luego, ese mismo año, ser destinado a la 26-CGC-Lima-La Victoria y a la 9ª Comisaría GC–Petit Thouars. Durante 1951 estuvo laborando en las 13-CGC-Abancay y 29-CGC-Lima-Radio Patrulla, siendo la última Comandancia donde estuvo prestando servicios por mucho tiempo, habiendo contribuido a su organización.
En 1952 asciende a Teniente GC permaneciendo en la 29-CGC-Lima-Radio Patrulla-3ª Compañía. Asciende a Capitán GC en 1955 y continúa en la 29-CGC-Lima-Radio Patrulla-2º Escuadrón hasta 1957.
En 1958 fue destinado a la Escuela Nacional de Policía–Escuela de Oficiales de la Guardia Civil-Batallón de Cadetes–2ª Compañía.
En 1959 asciende a Mayor GC y, con su nuevo grado, fue adscrito a la Dirección General de la Guardia Civil y Policía, ese mismo año regresa a la 29-CGC-Lima-Radio Patrulla como adjunto del 1er. Jefe y luego, el mismo año, fue destinado a la 3-CGC-Chiclayo.
Ingresa en 1961 al Centro Superior de Estudios Policiales egresando en diciembre de 1962.
En 1963 es destinado a la 5-CGC-Huaraz como 2º Jefe, ese mismo año regresa a la Dirección General de la Guardia Civil y Policía para desempeñar la Jefatura de Relaciones Públicas, el mismo año estuvo en la 11-CGC-Cusco como adjunto.
En 1964 fue Jefe del Departamento Académico del Centro Superior de Estudios Policiales, ese mismo año fue adjunto de la I Región de Policía de la Guardia Civil y Policía con sede en Tumbes. Ese mismo año fue Comisario GC de Sullana, en el Puesto GC de Bellavista.
También estudió en la Escuela Superior de Guerra, Academia de Guerra Aérea y en el Instituto Peruano de Administración Pública.
En 1965 fue nombrado Jefe del Centro Superior de Estudios Policiales y ese mismo año es destinado a prestar servicios en la 10ª Comandancia de la Guardia Civil–Huancavelica, confiándosele el comando del Destacamento que debía actuar en la zona de Salcahuasi de la provincia de Tayacaja.
Guerrillas de 1965
Por esa época la zona central de la sierra del Perú se encontraba convulsionada por brotes subversivos. El 7 de junio de 1965 es tomado por asalto el Puesto GC de Andamarca y los insurgentes se llevaron como rehenes a los Guardias GC Clemente Espinel Hinostroza y Tomás Rengifo Lozano, habiendo ordenado el Comando de la Guardia Civil la organización de operativos de búsqueda en toda la zona. Dos días después ocurrieron, por parte de los insurgentes, ataques a la mina de Santa Rosa y a la hacienda Runatullo y la voladura del puente Maraynioc el cual fue dinamitado.
Ante esta situación el Mayor GC Horacio Patiño Cruzatti, al mando de una Patrulla de 32 efectivos (compuesta de 3 Oficiales y 29 Clases y Guardias) pertenecientes a la 10-CGC-Huancavelica, recibió la misión de capturar a los subversivos y restablecer el orden en el poblado de Pucutá.
El Mayor GC Horacio Patiño Cruzatti es designado para comandar la patrulla que debía ir en busca de los insurrectos que habían tomado como rehenes a los dos Guardias Civiles del Puesto de Andamarca por las siguientes razones: su condición de natural del lugar, su habilidad, su amplitud de criterio, su personalidad recia, entre otros.
La emboscada de Pucutá
El 27 de junio de 1965, la patrulla, integrada por efectivos de la Guardia Civil y del Servicio de Sanidad de Gobierno y Policía, emprende la marcha en condiciones estratégicas desfavorables, desplazándose por el desfiladero montañoso “Lima-Lima” del paraje llamado “Yahuarina”, en dicho lugar las partes altas de los cerros estaban dominadas por los insurgentes, que pertenecían al Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), eran conocedores del lugar, estaban fuertemente armados y en numero mayor que el de los efectivos de la patrulla policial, la cual fue atacada sorpresivamente con fuego cruzado, a las 15.30 horas, habiendo sido diezmados varios de sus integrantes.
Durante el ataque murieron el Mayor GC Horacio Patiño Cruzatti, el Capitán Médico SGP Enrique Torres Gonzáles, el Sargento 2º GC Guillermo Zúñiga Medina, el Cabo GC Eleuterio Ventura Huamán y los Guardias GC Carlos Egúsquiza Ames, Alfonso Soto Martínez y Yen Escobedo Garro. Sobrevivieron a la emboscada los Guardias GC Diógenes Valderrama Bravo y Eusebio Gálvez Silveira, que se encontraban en la vanguardia, quienes fueron tomados, por los insurrectos, como rehenes en el caserío de Yahuarina (Huancavelica) siendo trasladados al campamento de los insurrectos en Púcuta, donde fueron obligados a que enseñen a los insurrectos el manejo de las armas usadas por la Guardia Civil, y que los insurrectos tenían en su poder, negándose ambos Guardias, siendo torturados en forma inaudita y luego asesinados en el paraje denominado Llamismachay el 31 de julio de 1965.
Los Guardias GC que lograron eludir la emboscada fueron a informar a las autoridades sobre lo ocurrido, las cuales procedieron a enviar auxilio a los heridos.
Los restos mortales del Mayor GC Patiño y los de los miembros de su patrulla que murieron, durante el ataque, en Pucutá fueron traídos a Lima y velados en capilla ardiente en el Patio de Honor de la Escuela de Oficiales del Centro de Instrucción de la Guardia Civil y Policía, luego fueron trasladados al Cementerio “El Ángel” de Lima, siendo sepultados en el Cuartel “San Carlos” de dicho camposanto, habiendo recibido honores militares por parte de una Compañía, de cuatro secciones con Bandera de Guerra, de Guardias-Alumnos de la Escuela de Guardias del Centro de Instrucción de la Guardia Civil y Policía, la cual estaba alineada a lo largo de la 7ª cuadra de la Avenida Sebastián Lorente, mientras la Banda de Música del C.I.G.C. tocaba la tradicional marcha militar fúnebre “General Trinidad Morán”.
El 9 de agosto de 1965, entre los poblados de Kiatari y Kubantía, en la provincia de Satipo, Departamento de Junín, es atacado por subversivos un pelotón de Guardias GC que se dirigía rumbo a Kubantía a fin de esclarecer una matanza de campesinos. Durante la emboscada, que ocurrió a 40 kilómetros de Mazamari, murieron el Alférez GC Guillermo Alcántara Mena, Jefe del Pelotón, el Sargento 2º Enfermero SGP José del Carmen Huamán Muñoz y el administrador de la Hacienda “Kiatari” Ingeniero Ismael Castillo Mattasoglio.
Los hechos que sucedieron en Pucutá y en Satipo motivaron la participación de la Fuerza Armada del Perú en la lucha contrainsurgente, disponiendo el gobierno peruano por Decreto del 13 de agosto de 1965 la intervención del Ejército, siendo las tropas de la IV Región Militar las que derrotarían a los insurgentes del MIR en el enfrentamiento ocurrido en Mesa Pelada el 23 de octubre de 1965 y pondrían fin a sus actividades en marzo de 1966.
El Mayor GC Horacio Patiño Cruzatti, fue ascendido póstumamente, por la causal de Acción distinguida, al grado policial inmediato superior de Teniente Coronel mediante la Resolución Suprema del 1 de julio de 1965 y mediante la Resolución Suprema de fecha 26 de agosto de 1965 fue condecorado con la Orden del Mérito de la Guardia Civil y Policía en el grado de Caballero, habiéndosele dado de baja por fallecimiento en acto del servicio por la Resolución Suprema Nº 78-DP-GC-DO del 5 de julio de 1966.
La antigua Sala de Cadetes de la Enfermería del antiguo Centro de Instrucción de la Guardia Civil y Policía llevaba su nombre.
La Promoción de Oficiales 1966-I, egresada de la Escuela de Oficiales del Centro de Instrucción de la Guardia Civil y Policía en Diciembre de 1965, la VIII Promoción 1970 de la Gran Unidad Escolar de la Guardia Civil y Policía “Coronel Leoncio Prado” y la II Promoción 1971 de la Gran Unidad Escolar de la Benemérita Guardia Civil y Policía “Túpac Amaru” ostentan su nombre.
La Plaza de Armas del distrito limeño de San Luis lleva su nombre y en ella se ha levantado un busto en su honor, el cual fue inaugurado el 30 de mayo de 1998.
Un retrato al óleo del Teniente Coronel de Caballería GC Horacio Patiño Cruzatti ostentaba en lugar destacado el Despacho del Director Superior de la Guardia Civil del Perú.
Un Centro Educativo para hijos de Oficiales de la Guardia Civil ostenta su nombre.
En la actualidad sus restos reposan, desde el 31 de marzo de 2000, en la Cripta construida en el Parque Ecológico Camposanto “Santa Rosa de Lima” destinado a conservar los restos de los héroes y mártires de la Policía Nacional del Perú.
Como autor intelectual de la emboscada guerrillera fue sindicado Héctor Béjar Rivera, quién fue capturado y luego amnistiado por el gobierno de Velasco Alvarado (Perú 1965: Apuntes sobre una experiencia guerrillera).
Bibliografía
-Revista de la Guardia Civil del Perú, Año LVI, Nº 434, Noviembre-Diciembre de 1988, artículo: Comandante Horacio Patiño Cruzatti, heroica figura que simboliza la indesmayable lucha contra la subversión, páginas 65-66.
-Revista de la Policía Nacional del Perú, Año 2, Nº 6, Julio de 1990, artículo: Comandante Horacio Patiño Cruzatti, heroica figura que simboliza la indesmayable lucha contra la subversión, páginas 12-13.
-Revista de la Policía Nacional del Perú, Año 5, Nº 23, Mayo-Junio de 1993, artículo: ¿Quién es en realidad Horacio Patiño Cruzatti?, página 55.
-Fundamentos de Doctrina y Ciencia Policial, por el General GC Guillermo Hinostroza Rodríguez, páginas 247 – 249.
-Breve historia de Piura, por Reynaldo Moya Espinosa, Tomo XII, La República 1953 – 1980, Capítulo V, La creación de 12 distritos, La muerte del Mayor Horacio Patiño.
Fuente: Wikipedia.

Inocencio Ríos

Sicarios asesinan a coronel PNP en retiro
Por Hugo Anteparra
Un coronel de la Policía Nacional del Perú en situación de retiro, falleció luego de recibir un disparo en la cabeza, en el distrito de Soritor; por la gravedad de sus heridas fue transferido a Tarapoto, quedando internado en la Unidad de Vigilancia Intensiva del nosocomio de Partido Alto, la víctima es familiar directo de Gloria Collantes Labajos, candidata al Congreso de la República por la agrupación Política Gana Perú.
El fallecido fue identificado como Inocencio Ríos Labajos, de 63 años de edad, quien culminó su carrera policial con el grado de Coronel; hace 12 años se desempeño como jefe de la Policía de Carreteras con sede en Tarapoto; al pasar a situación de retiro se dedicó a la crianza de ganado vacuno en el distrito de Soritor, provincia de Moyobamba.
Ríos Labajos, recibió un impacto de bala en la cabeza cuando salió de su fundo al escuchar ruidos extraños; los delincuentes que se encontraban escondidos en medio de un cacaotal, luego de cometer su fechoría huyeron a bordo de una moto lineal, con dirección a la carretera Fernando Belaúnde Terry.
La esposa de la víctima lo encontró en medio de un charco de sangre, conduciéndolo de inmediato al hospital de Moyobamba, donde ordenaron que sea evacuado a Tarapoto, muriendo a las 4:30 de la mañana; minutos después el doctor Segundo Moisés Alarcón Soplapuco, fiscal de turno, realizó el levantamiento del cadáver, ordenando que sea trasladado a la morgue de Morales para la necropsia.
Trascendió que el móvil del crimen sería la venganza por parte de un trabajador de su fundo, con quien discutió hace unos días; agentes de la Jefatura de Investigación Criminal de la provincia de Moyobamba vienen investigando el hecho para dar con la captura de los delincuentes.
Con el asesinato del coronel Ríos Labajos, se evidencia que la zona del Alto Mayo se está convirtiendo un lugar peligroso, ya que en el presente año se registraron varios asesinatos.
Fuente: Diario VOCES.