Usualmente me consideran demasiado cuestionadora y hay personas que no quieren que les examine su trabajo porque no les gusta exponerse al análisis y al juicio crítico. Y bueno, entiendo que es difícil someterse al excrutinio de otros y que muchas personas viven esa situación con desagrado. Sin embargo, aseguro que mis críticas y cuestionamientos nunca son hechos con mala intención, ni con ganas de destruir o de molestar. Los que me conocen saben que lo que me mueve es siempre el deseo de aportar a que las cosas mejoren, se afinen, para que finalmente los procesos educativos sean los que los niños necesitan y merecen. Y así como cuestiono, estoy dispuesta a que me cuestionen también.
Entonces… no me puedo quedar callada frente a cosas mal dichas, ideas equivocadas, conceptos incompletos, marcos conceptuales contradictorios. Lo fundamentos de las propuestas curricualres son importantes, no son debates intelectuales accesorios, como algunos intentan hacer ver, sino los cimientos en los que se apoyan las intervenciones pedagógicas. Con teorías confusas, la práctica pedagógica lo será también. Hay que recordar siempre que no hay nada más práctico que una buena teoría.
Dicho lo anterior, pongo un ejemplo de un concepto mal definido que aparece en el nuevo marco curricular. No se quien habrá inventado esta tautología, pero que una cosa así aparezca en un documento de alcance nacional es de verdad chocante: Intentan definir creatividad del modo siguiente: “La creatividad es la capacidad de generar ideas de solución creativas y plantearlas como alternativas de solución“ (pag. 65 tercera versión del nuevo marco curricular).
De Ripley. ¿No se puede hacer una cosa mejor? ¿Consultar a una experta en el tema, como la Dra. Sheyla Blumen? ¿Leer? No hay justificación posible para que, luego de tres años de trabajo, la definición de creatividad del marco curricular nacional sea esa.