
Si uno revisa los diferentes programas para “educar en valores” que se ofrecen en las escuelas en nuestro medio encontraremos que la mayoría de ellos asume una postura tradicional, es decir, entiende esta educación como la trasmisión directa de un conjunto de valores o virtudes previamente seleccionados que se inculcan luego por medios diversos en los niños y jóvenes. Las listas varían al gusto de cada quien… la más divertida me la enseñó alguna vez Oscar Pain; pertenecía a una especie de coalición por los valores o algo parecido e incluía valores (y “antivalores” ¿¿¿????) tales como autoestima, templanza, pulcritud, recato, chismosería, drogadicción, morbosidad, masturbación, rufianismo, pesimismo, zalamería, embusterismo, lascivia y otras cosas por el estilo, cada una más disparatada que la otra.
Pero la verdad -a parte de que a uno le hagan reir ciertos listados- este es un tema bastante serio, pues está a la base de cualquier programa de educación en valores, especialmente de la manera en que esta se asume aquí en el Perú. Larry Kohlberg criticó siempre a los sistemas educativos que asumen una manera de educar la moral a la que él denominaba “bolsa de virtudes”, un aproximación que coloca diferentes virtudes en un listado o “bolsa” de la cual cada persona extrae las que mejor le parecen o convienen para cada situación. Esta postura se ve por ejemplo en los muy conocidos Proyecto Optimist y Proyecto Snipe, los que han sido incorporados por muchísimos colegios en el país. El Proyecto Optimist anuncia por ejemplo que “favorece la adquisición de hábitos de conducta a través de obras incidentales. Potencia en el niño la obediencia, el orden, y la generosidad entre otras virtudes”, mientras que el Proyecto Snipe enfatiza en “el fortalecimiento de la voluntad a través de las virtudes humanas”.






