Egipto, homicidio en monasterio. Asesinado el obispo copto Epifanio
Por Gianni Valente- Vatican Insider.
Era un hombre de oración y comunión Anba Epifanio, obispo copto ortodoxo y abad del monasterio de San Macario el grande. Celebraba el martirio cristiano como imitación de Cristo y experiencia de victoria, señal de una fe que no se cansaba de pedir al Espíritu Santo el don de la plena comunión “entre nosotros los cristianos”. Ha sido asesinado en su monasterio, al alba, mientras se dirigía a la iglesia para recitar con los demás monjes las oraciones de la mañana. Y su muerte aparece connotada por un rasgo martirial. Todavía más si a asesinarlo no han sido los yihadistas o algún ladrón llegado desde fuera sino alguien –hipótesis inquietante que por el momento no se excluye- que participaba en la vida ordinaria de su comunidad monástica.
La Iglesia copta ortodoxa, a través de su portavoz, ha hablado de “incertidumbres entorno a las circunstancias de la muerte de Anba Epifanio”. Su cuerpo ha sido encontrado en un pozo de sangre al alba del domingo 29 de julio, a lo largo del itinerario que esa misma lo debería haber conducido de su dormitorio a la iglesia. Según las reconstrucciones de los medios locales, el obispo habría sido golpeado en la cabeza con un objeto pesado y puntiagudo. En las investigaciones dispuestas por las autoridades judiciales han sido interrogados los miembros de su comunidad monástica para encontrar indicios que ayuden a individuar al autor y el motivo del homicidio. Mientras el Patriarca copto ortodoxo Tawadros II sigue a través de algunos enviados personales el desarrollo del trágico suceso ocurrido en una comunidad monástica que es muy querida por él por tantos motivos.
En la historia reciente de la cristiandad copta, el monasterio de San Macario el grande (Dayr Anba Maqar), en la región de Wadi Natrun, no es un lugar cualquiera. A partir de finales de los años sesenta del siglo pasado, ese monasterio se convirtió en el centro de irradiación de la obra espiritual de Matta el-Meskin, una de las figuras más luminosas del renacimiento del monaquismo copo en la segunda mitad del siglo XX, a través de la línea que perpetua la tradición de los ’Padres del Desierto’. Sus relaciones con la jerarquía de la Iglesia copta y sobre todo con el Patriarca Shenuda III fueron complicadas y a momentos conflictivas, precisamente en los años en los que el renacimiento del movimiento monástico en Egipto se convertía en un instrumento para descubrir el tesoro de la fe, salvaguardado durante siglos de la dominación musulmana.
Desde su llegada a Dayr Anba Maqar, Matta el-Meskin había sabido dar vida de nuevo al monasterio, había atraído numerosos discípulos. El monje –como ha recordado el estudioso Alberto Elli en su intervención durante el Convenio de la Comunidad de Bose dedicado a Matta el Meskin en mayo de 2016- “había comenzado a conducir una propia acción ecuménica desligada de la del patriarca Shenuda III. Por ejemplo, Matta el-Meskin había adoptado una actitud conciliadora sobre la cuestión del Filioque”. En consecuencia, papa Shenuda había prohibido vender en las librerias parroquiales las obras de Matta el-Meskin.
También Epifanio –como el actual patriarca Tawadros II- había sido influenciado durante su formación por la figura de Matta el Meskin. En ciertas resistencias suscitadas por el magisterio espiritual de Tawadros se encuentra todavía rastro de los contrastes que opusieron Matta el Meskin al patriarca Shenuda. 64 años, nacido en Tanta, licenciado en Medicina, Anba Epifanio entró en el monasterio en 1984 y fue ordenado sacerdote en 2002. Los monjes del monasterio lo eligieron como abate en febrero de 2013, menos de tres meses después de que Tawadros II se convirtiera en patriarca. Del nuevo patriarca, Epifanio había recibido la petición de continuar la obra para llevar el monasterio de San Macario a su antiguo esplendor.
Su mensaje durante el Convenio ecuménico de espiritualidad ortodoxa organizado por la Comunidad monástica de Bose sobre “Martirio y comunión”, en septiembre de 2017, había ofrecido una contribución importante para desmarcarse de los malentendidos difundidos a propósito, de manera cada vez más vergonzosa, sobre la naturaleza y las dinámicas propias e incomparables del martirio cristiano: “El martirio en la Iglesia copta -recordó Anba Epifanio- es una realidad viva que nunca se ha interrumpido en el curso de la historia. Pensábamos que, con el progreso tecnológico, la globalización de los medios modernos de comunicación, la lucha de los pueblos y las naciones por una vida mejor y la difusión de los derechos humanos, el fenómeno del martirio desaparecería y quedaría relegado al pasado. Sin embargo nuestra Iglesia continúa ofreciendo nuevos mártires todos los días”.
Ignacio de Loyola y la mula sabia
Por RAMON IRIGOYEN– Diario El País.
Se cumple el 31 de julio, los 450 años de la muerte de Ignacio de Loyola, y la portada de la revista Historia 16, que compro en un quiosco próximo al parque del Oeste, viene con este titular: “El desconocido Ignacio de Loyola”. ¿Es Ignacio de Loyola un desconocido? Para ver qué opinan los jesuitas telefoneo al convento que la Compañía de Jesús tiene en la calle de Diego de León. Pero, ay, nadie coge el teléfono -algo que se comprende bien: en Madrid cae azufre inflamado del cielo- y, como el termómetro no baja, renuncio a investigar en otras casas de la Compañía de Jesús dispersas por las calles de Maldonado, Almagro, Fernán González, Pablo Aranda, por mencionar sólo las sedes más visibles.
Como haría mi maestro Montaigne en un caso así, me pregunto: ¿qué sabes tú de Ignacio de Loyola? Y me respondo: sé que, en una ocasión, el santo sintió el deseo de matar a un árabe porque habló mal de la Virgen. Recurro, pues, a las Obras completas de San Ignacio de Loyola que han dormido, durante tantos años, el sueño de los justos en una estantería sin haberles dedicado ni un solo minuto de mi vida. Estas Obras completas están vírgenes de lectura pero ha llegado el momento de ver de qué tratan.
Aplazando por si acaso la investigación sobre si Ignacio de Loyola quiso matar o no a aquel árabe o si esta historia es un recuerdo mío erróneo voy directo a la magnífica cronología del santo que, con tanto rigor intelectual, nos da el jesuita Ignacio Iparraguirre en esta edición de Obras completas.
Tras su viaje a Tierra Santa y su estancia en Barcelona, donde estudia gramática, Ignacio de Loyola viene en 1526 a Alcalá de Henares a estudiar Artes. En Alcalá sufrió tres procesos. Fue condenado y terminó en la cárcel, pues lo tenía enfilado el vicario alcalaíno Juan Rodríguez de Figueroa. Hacia el 21 de junio de 1527 Ignacio de Loyola salió de la cárcel y se fue para Salamanca. Como era un intruso en teología -no tenía entonces estudios oficiales en esta ciencia divina- y, sin embargo, predicaba, fue de nuevo procesado y conoció también la cárcel en aquella ciudad bañada por el Tormes.
En la Autobiografía del santo confirmo que, tras un encuentro con un árabe que no creía en la virginidad de la Virgen después del parto, sintió el deseo de apuñalarlo.
El árabe se despidió diciendo que iba a una villa próxima. Ignacio de Loyola siguió su camino y de pronto le hirvió la sangre. ¿Por qué no he sido contundente con este moro -así lo llama él- blasfemo? ¿No es mi deber devolverle su honra a la Virgen? Y el futuro santo escribe literalmente que sentía deseos de ir a buscar a aquel moro y darle de puñaladas por lo que había dicho. ¿Lo apuñalo o no lo apuñalo?, se preguntaba Ignacio de Loyola sin saber qué decisión tomar. Y, como tomar una decisión a veces es difícil incluso para un futuro santo, tomó la determinación de dejar ir a la mula con la rienda suelta hasta el lugar en que se dividían los caminos. Y al fin lo vio claro: si la mula tomaba el camino de la villa, él buscaría al árabe y le daría de puñaladas. Pero, si la mula no tomaba el camino de la villa, sino la dirección del camino real, él dejaría de irse a encontrar con el árabe. Ignacio de Loyola lo hizo así y cuenta en su Autobiografía que Dios Nuestro Señor quiso que, aunque el camino de la villa era muy ancho y muy bueno, la mula tomara el camino real, y dejara el camino de la villa. La Autobiografía de Ignacio de Loyola es apasionante. La fuerza física de Ignacio, su carácter colérico, sus éxtasis -es decir, sus delirios alucinatorios-, su extraordinaria capacidad para crear equipos, su salvaje fe en Dios y su clarividente instinto para acercarse con éxito al poder en todas sus manifestaciones -terrenales y religiosas- lo convierten en un personaje tan peligroso como fascinante.