La patria del alma
Por Javier Torres Seoane- Blog El Arriero
Hace varios años, en alguna aburrida reunión de ONG, conocí a Marc Willems, quien tenía como característica el decir siempre cosas muy sensatas y muy políticas. Pero lo único que supe sobre él durante muchos años fue que trabajaba en Andahuaylas. Le perdí el rastro, hasta que me enteré que había escrito un libro llamado La patria del alma. Testimonio del país que hábito y que me habita (Los Ríos Profundos, 2014).
Como tantos otros jóvenes europeos de los años 60, Willems y su compañera Lieve Delanoy decidieron dejar Bélgica y venir a Sudamérica con sus dos hijos pequeños porque pensaban “que el hombre nuevo del que hablaba el Che Guevara lo iban a encontrar en Latinoamérica”. Y así llegaron a trabajar en 1978 a Parinacochas, donde descubrieron “que el mundo fue completamente distinto a nuestros esquemas…que no cuadraba en mi imagen…donde hasta los hacendados eran recontra pobres diablos. Un mundo de pobreza extrema, pero muy mágico, donde la gente manejaba mucho los códigos andinos míticos. Nunca tomabas sin tinkar con la tierra o con el Apu Sarasara”.
Y en ese mundo Willems descubrió también a los danzantes de tijeras, entre ellos a un joven Qori Sisicha. “Estos hombres tan distintos pero que tenían una forma de encanto y deidad, hijos del Apu Sarasara”, en un tiempo en que aún no alcanzaban el reconocimiento que tienen hoy en Lima, y cuando se decía de ellos que tenían “un pacto con el diablo, y no les dejaban entrar en la Iglesia, ni enterrar en los cementerios”.
En esa misma época, “Sendero existía, como los buenos pero equivocados, era un actor, por más que no se les veía, eran como una nube que está por encima…un actor invisible pero bien presente”, pero además se hablaba “de Sendero, de Bandera, de Patria, de Trinchera, había miles de movimientos rojos”.
Andahuaylas, más allá de la violencia
En 1982 Marc y su familia se van a vivir a Andahuaylas, donde “la ciudad misma no pesaba tanto, la mayoría vivía en las comunidades campesinas. Los comuneros no eran ciudadanos todavía. Andahuaylas tenía la fama de ser ciudad de mistis, de mentalidad muy ayacuchana… y fue la zona de las tomas de tierras, muy importante en la historia del mismo Perú”. Pero como recuerda Marc “lo que les llamo la atención era que era una zona de pichicateros“. Y a esta mezcla se le agrega “la presencia de Sendero, con alguno de sus mejores cuadros como Edith Lagos”; eso fue lo que llevó a que desde el comienzo la provincia fuera declarada zona de emergencia.
Pero como afirma Marc “la vida continua. No hemos dejado de comer un pan menor porque había terrorismo, no había una fiesta de promoción o un quinceañero menos porque fue zona de emergencia. Tú entrabas a una fiesta y en vez de irte a las ocho, salías a las 6 de la mañana, porque la vida continuaba”. Además, Marc y sus compañeros de trabajo pensaban que si uno esta convencido de algo, tiene que hacerlo y “nuestro papel era el trabajo en el campo. Y decíamos, si tu tienes un compromiso en la comunidad lo cumples, y si has dicho que vas a estar en la comunidad a las dos de la mañana estarás ahí”. Y como recuerda Marc, “lo hicimos”.
Marc y Lieve también administraron el cine Anton Spinoy, una sala que tenía los mejores equipos de proyección del Perú. Y así durante diez años hicieron un intenso trabajo cultural donde “solamente se daban buenas películas… y nada de extrema violencia”. Pero además se organizaron “las muestras nacionales de teatro, y un teatro sobre los problemas de ellos mismos”.
Marc, además, incursionó en la política electoral, llegando a ser candidato a alcalde, aunque él mismo reconoce que “si bien fue muy interesante, fue un rol equivocado“. Al perder las elecciones, luego de renunciar a su trabajo en la ONG, se le abrieron nuevos caminos… pero como él señala la experiencia “fue en el camino de la conquista de los derechos de la gente”.
Kutina Chaka : El puente del retorno
Luego de esto, Marc comenzó a trabajar con la gente de Oreja de Perro que se había desplazado hacia la ciudad de Andahuaylas, y que “tenía los oficios más humildes”. Pero el principal problema era que la gente les decía “queremos volver, pero hay que hacer un puente peatonal sobre el río Pampas….y lo hicimos, sin presupuesto al comienzo…con cuatro carretillas, dos barretas, veinte picos, veinte lampas y un poco de dinamita”.
Al terminar la obra, los comuneros y Marc decidieron llamarlo “Kutina chaka”, puente del retorno que es un monumento de memoria viva… y volvimos con quinientas familias a la Oreja de Perro… y durante quince años he recorrido toda la Oreja, un lugar inmenso y tremendamente bello”. Y aunque usted no lo crea, Marc sigue haciendo camino… y hoy siembra café muy cerca al Cerro de la Sal en terriitorio ashaninka, recorriendo esa “patria del alma” que quiere y conoce mucho mejor que algunos peruanos.
Mark Willems
Por Jorge Zavaleta Alegre- Diario Los Andes
Los peruanos y latinoamericanos estamos nuevamente huérfanos. El Perú no se encuentra dentro de los bloques de Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay, por más que esta fue la propaganda para ganar las elecciones. Tampoco estamos en otro bloque. Todos nos toman en serio por los minerales, algo por la gastronomía que siempre ha existido y es nuestra identidad, perspectiva que refleja una profunda limitación y una falta de liderazgo.
Esta es la opinión de Mark Willems, belga que hace 35 años vino a los andes, con su familia, entusiasta por lo que América Latina significaba mucho en la construcción de la unidad de la Región.
Explica que si la oligarquía vive en su plenitud, es porque los peruanos no tenemos identidad. Un país es un conjunto de muchas cosas: lenguas, culturas distintas (andinos, costeños, selváticos, del norte, del sur). La oligarquía y sus defensores están con su vientre en el Perú pero con su alma en Miami Beach. A veces pienso que estamos luchando por causas perdidas.
Como belga de nacimiento, siento que he vivido la vida que he soñado y compartido con esas diferentes culturas, tanto yo como mi esposa y mis cuatro hijos. Siempre pienso en la idea de proteger el bosque, desde una chacra en la selva, que la adquirí después de jubilarme en la cooperación internacional, años que “escribí decenas de informes enviados a las financieras, extranjeras y del Estado, documentos que son muy aburridos y repetitivos” (post scriptum, en Lima, enero del 2014)
Aunque la sociedad siga apostando por este progreso social tan estéril, debemos insistir en la necesidad de retomar un conjunto de viejas palabras, a la búsqueda de justicia social, a la solidaridad humana.
Esta reflexión, en el prólogo de su libro La Patria del Alma, se inicia con la frase “Sobre el puente, sé puente” de José María Arguedas”. Es un “Testimonio desde el país que habitó y que me habita”, editada por “Rios Profundos.”
Mark Willems, nació en Gante, en 1948. Se encontró con su compañera Lieve Delanoy en Suiza, actriz que ahora trabaja en el Grupo Yuyachkani. La pareja cuenta con cuatro hijos. Se encuentran en el Perú desde hace 35 años, cooperando en proyectos de desarrollo en la sierra de Lima, Ayacucho, Apurímac, Cusco. De ese peregrinaje por diferentes pueblos y comunidades, brota una secuencia de historias y pensamientos, sobre cuán posible es construir un mejor futuro colectivo: “La vida que vivimos no es sino un sueño de otro”, dice en Saim en libro negro de Orham Pamuk.
En uno de sus relatos “por los caminos del recuerdo”, Willems resume el Perú, después de la guerra interna que azotó a las comunidades y familias enteras:
La aventura de los “retornantes” a sus tierras, constituye un enorme desafío, tal como describe el esfuerzo y la imaginación de los jóvenes para construir un puente sobre el río Apurímac y otros proyectos, con o sin apoyo financiero ni técnico de un Estado que solo favorece solo a la inversión extranjera y los programas sociales son solo paliativos, burocracia plena de cada agrupación que reclama su cuota de poder.
Considera que ese retorno de los campesinos a sus tierras, para policías y militares los pobladores de los andes eran terroristas, requisitoriados y pichicateros. Para los sueños de algunos ex gamonales volver a saquear las riquezas de esos suelos con peones a su servicio. Para los dueños de las tiendas con clientes fáciles de embaucar y de estafar en moneda y en peso. Para la autoridad son perros del hortelano. Y para ellos mismos, son pobres.
Caminando a la cuarta década que dejó Bélgica, comenta que vino al Perú, motivado porque en América Latina se vivía los ecos de la revolución cubana, después del proceso de reformas de las fuerzas armadas liderado por el general Velasco Alvarado, que la izquierda negó su respaldo a dicha etapa de cambios.
Libros como el de Mark Willems, encarnan una visión más clara del país del presente siglo, al señalar que los gobiernos y la fría tecnocracia se envuelven en su misma telaraña, no perciben que abrir puertas al intercambio de miradas es una perspectiva valiosa, que abre espacios para la reflexión y la fortaleza de tener fe y convicciones sobre el valor de la cultura y costumbres de los pueblos, donde la pureza del viento, del paisaje y la de sus habitantes constituyen el motor de la historia, del desarrollo intrínseco y esencial.
Llapanchik
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