Por Antonio Elduayen Jiménez CM
Todos estos domingos Jesús nos viene hablando del Reino de Dios por medio de parábolas. Él nunca quiso definirlo, sin duda porque vio que tanta grandeza no cabía en palabras. Pero sí nos fue dando algunos detalles, por ejemplo, los 8 del capítulo 13 de Mateo, que venimos leyendo. El Reino de Dios, que está poblado por buenos y malos (“el trigo y la hierba mala”: Mt 13, 24-30.36-43), se nos presenta pequeño, pero con una inmensa fuerza de crecimiento y de expansión (“grano de mostaza” y “puñado de levadura: Mt 13, 31-33), y debe producir abundantes frutos (“sembrador”: Mt 4, 1-8`). A estos detalles, hay que añadir los otros 4 que Jesús nos da en las parábolas del evangelio de hoy (Mt 13, 44-52), cuando compara el Reino de Dios con un tesoro, una perla preciosa, una red barredera y un baúl familiar.
Evidentemente las parábolas del tesoro y de la perla preciosa nos dicen que el Reino de Dios tiene un valor incalculable. ¿Es tan invalorable para nosotros? Porque lo que estamos dispuestos a hacer por el Reino de Dios y por su señorío en el mundo y en nosotros, va a depender del aprecio que le tengamos, de cuánto nos motive. Es increíble que poseyendo un tesoro tan grande o una perla de tantos quilates, no saltemos de contento ni nos sintamos como millonarios ni lo protejamos para no perderlo. Sin duda, nuestra desgana y desmotivación de cristianos, nuestras flaquezas y caídas, se deben a que el Reino de Dios no tiene en nosotros el mordiente que debiera, el atractivo y la seducción que merecen.
La parábola de la red barredera, que recoge toda clase de peces, pareciera apuntar a lo mismo que la del “trigo y la hierba mala”: en el Reino de Dios hay toda clase gentes…Ciertamente será poco cuanto se insista en este punto y en la idea de que los buenos tienen que hacer santos a los pecadores. Pero la red barredera apunta más bien a otra característica del Reino de Dios: no discriminar a la hora de “pescar…” Como las redes barrederas, “los pescadores de hombres” (los apóstoles y nosotros) tenemos que recoger toda clase de peces y de cosas… La selección la harán Dios y sus ángeles en el juicio final.
La parábola del baúl familiar (Mt 13, 52) la solemos pasar por alto, pero es de la mayor importancia, sobre todo en nuestros días. Nos dice que el Reino de Dios es para todos los tiempos y circunstancias. En ese baúl hay de todo lo bueno que necesita el mundo según los signos de los tiempos. Corresponde a los cristianos sacar del arcón lo que más conviene a cada época. En la nuestra, cuanto, por ejemplo, más se refiere a la dignidad de la persona, a la verdad, la libertad, al valor de la vida, etc. De ahí sale hoy la llamada Nueva Evangelización.
Toda clase de peces
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