Si alguien ha jugado alguna vez un juego de estrategia con un niño menor de 6 años habrá comprobado lo difícil que le resulta entender la dinámica del juego. Lo común es que el niño se confunda y no logre realmente seguir el hilo de la actividad ni tenga estrategia alguna para jugarla.
Pero no se necesita que sea un juego de estrategia muy complejo para que aparezcan las dificultades: por ejemplo, el juego “¿Adivina quién? presenta dos tableros con personajes, uno para cada jugador, y unas tarjetas sueltas con los mismos personajes. Cada jugador saca una de estas tarjetas, que mantiene en secreto frente al otro. El juego consiste en hacer preguntas de modo que se vayan descartando aquellos personajes que no cumplen con las características del que el oponente ha escogido, hasta quedarse al final con el que el otro jugador seleccionó. Si se adivina, se gana el juego. ¿Sencillo, verdad? Pues los niños menores de 6 o 7 años tienen tremendas dificultades con esto, pues al momento de escoger una característica, simplemente no saben que personajes se deben luego eliminar. Por ejemplo (ejemplo real, me pasa todo el tiempo con Paulo):
El niño pregunta si el personaje elegido por el oponente tiene el pelo rojo
El oponente le dice que no
El niño pregunta: ¿Cuáles volteo, los que tienen el pelo rojo, o los que no tienen el pelo rojo?
Una de las dificultades de los niños de esta edad es no poder trabajar con inversas, dado que su estructura cognitiva no es lo suficientemente formal como para pensarlas. Si bien las acciones (que durante el período sensorio motor eran visibles) ahora son internas y representacionales, aun no se cohesionan para formar sistemas cada vez más complejos e integrados (donde una acción puede anular a otra anterior, dos acciones pueden combinarse para producir una tercera, etc.). Este sistema de acciones se inicia durante las operaciones concretas y se consolidará en el período de las operaciones formales.