La educación en el Perú está que se cae a pedazos. Acabo de regresar de la región Ucayali en donde, casi de pura casualidad, fui testigo de la desorganización del encuentro Tinkuy, que deja a los niños de comunidades nativas practicamente sin alimentación mientras se preparan para viajar a Lima (esto, sin mencionar que la invitación formal a la escuela no llegó a pesar de que sí se había enviado con bastante antelación desde el Ministerio de Educación, y que no se les dió dinero para viajar a la ciudad con los padres a sacar el permiso notarial para el viaje, ni para trasladar a los niños desde la comunidad a la ciudad… ). Los niveles de comprensión lectora en el país, como todos saben, son bajísimos. En la gran mayoría de colegios hay muy pocos materiales educativos, no existen bibliotecas y mucho menos hay laboratorios. En muchas escuelas no hay suficientes maestros, o, en el caso de las escuelas EIB, muchos de estos no hablan la lengua. Hay lugares en los que simplemente no hay escuela. En fin, las dificultades son enormes y múltiples y todos los que trabajamos en el campo educativo las conocemos.
Recientemente he visitado una escuela en una comunidad Shipibo y he encontrado a los profesores preocupados no solamente por los avances de los niños en lectura, escritura o matemáticas, como suele ser el caso, sino preocupados, consternados mejor dicho, por tener que pintar el local escolar de un color llamado “pantone” que nadie sabe que color es en realidad y que según entiendo no es un color sino un código (corríjanme por favor los que saben). Las preocupaciones eran varias: cual es ese color, dónde lo venden, si es o no matizado, el costo del galón de pintura (58 soles según me dijeron, una cantidad altísima para muchas escuelas), si los van a supervisar de la UGEL o la DREU, si los van a multar en caso de no pintar, si la pintura va a resistir la lluvia y las inclemencias del clima amazónico, y un largo etc. La directora de inicial me decía, con justa razón, que esa norma la habían hecho en Lima y que la realidad de la selva era distinta.