Archivo de la categoría: Opinión y coyuntura

Mis opiniones sobre coyuntura

País que no lee (actualizado)

He puesto este comentario en el Gran Combo. Sé que la lectura no es el fuerte de los peruanos, pero igual la experiencia de ver hasta qué punto no leemos (con el costo no sólo personal sino social que esto tiene), me ha dejado inquieta:

Un país que lee?

Actualización
Los problemas de lectura se hacen patentes en el Metropolitano. Ver aquí » Leer más

El constructivismo mal entendido

Pirata del Callao - Paulo 4 años

Desde mi experiencia como profesora universitaria que trabaja formando futuros educadores, y también a partir de la experiencia de formar a docentes ya en ejercicio, me he ido dando cuenta de que el constructivismo en realidad no se entiende. Siempre que toco el tema en alguna clase con estudiantes de educación, hay quien levanta la mano para decir cosas como estas: “pero el constructivismo ya pasó de moda, ya lo ha superado tal o cual autor”; “Piaget no es lo único que hay, su modelo ya está obsoleto y hay cosas mejores más recientes”; “el constructivismo no es lo único, hay otros modelos mejores, existe el personalismo, o el humanismo, (o cualquier otro “ismo”…); “el conductismo no es válido, ya fué refutado”; “el constructivismo es extranjero, hay que crear nuestro propio modelo peruano”… y un largo etcétera.

La verdad es que estos comentarios (que no hacen sino sacarme de quicio y atentar contra mi buen humor) reflejan un concepto muy pobre del desarrollo humano. No se entiende que los seres humanos son precisamente una construcción, y que por lo tanto existen dimensiones múltiples en sus procesos de aprendizaje y desarrollo. Como psicóloga de formación cognitiva y en este sentido crítica del conductismo (al que reconozco sus limitaciones), me apena mucho ver cómo éste es satanizado injusta e indebidamente tanto por psicólogos que no lo entienden, como por educadores con escasa formación que ven al mismo diablo en los conceptos conductistas. Si se comprendiera de verdad que el ser humano es una construcción, se entendería que las leyes conductistas explican los procesos más básicos del aprendizaje, sobre los cuales se van a montar otros más sofisticados para los que las primeras leyes (las del conductismo clásico) ya no son suficientes. Pero eso no invalida las leyes en sí mismas, simplemente define su rango de acción. Existen diferentes niveles de aprendizaje que van desde lo preasociativo (impronta, sensibilización, habituación), pasan por lo asociativo (condicionamientos), y llegan a lo cognitivo y lo meta cognitivo; que existan los aprendizajes cognitivos y metacognitivos, muchos de ellos específicamente humanos, no quiere decir que no existan también los asociativos (soy ignorante en física pero imagino que ocurre algo parecido, las leyes de la física newtoniana explican aun un cierto grupo de fenómenos, pero no otros más complejos que demandan otros principios). Justamente el ver al ser humano como una construcción nos haría entenderlo como una entidad compleja cuyo comportamiento puede analizarse desde diferentes ángulos y niveles.

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Especialización psicológica: la psicología en la escuela

Soy partidaria de respetar las especialidades al interior de la psicología, y por lo tanto, me parece mejor una formación que prepare a los estudiantes para enfrentar problemas específicos que una que les de solo un perfil general. Aunque reconozco que en el Perú la sobreespecialización puede ser entendida como un lujo, también es cierto que el conocimiento psicológico es demasiado complejo y específico como para que alguien pueda manejarlo todo con un nivel de competencia que pueda considerarse aceptable. La especialización es necesaria.

Es en este contexto que quiero tocar un problema que me procupa sobremanera, y es el poco reconocimiento que hacen muchos psicólogos de los límites de su competencia. Como me interesa la educación pienso sobre todo en la escuela, en donde, lamentablemente, muchos de los psicólogos que conforman los departamentos psicopedagogicos no tienen las competencias necesarias para responder a las demandas que el sistema educativo les hace.

Marc Chagall

Aunque dudé de discutir este tema en el blog, por miedo a que fuera de interés sólo para psicólogos, lo hago porque creo que tiene importantes aristas éticas, de perfil y responsabilidad profesional, y de relación del psicólogo con la escuela, y que puede interesar también a las instituciones educativas.

Al grano. Tengo muy buenos amigos clínicos, muy competentes como profesionales y muy buenos seres humanos, y no quiero referirme en este artículo a nadie en particular. Más bien me interesa analizar un hecho fáctico: la mayoría de psicólogos escolares (los que trabajan en los colegios) vienen de la clínica, y es innegable que muchos estudiantes de esta especialidad entran a practicar y trabajar a la escuela. El debate sobre si esto es aceptable o no lo he tenido muchísimas veces con mis colegas de clínica, sin que hayamos llegado a ningún acuerdo. Muchos sostienen que donde hay seres humanos hay problemáticas que un clínico puede abordar, que las especialidades tal como las concebimos son obsoletas, y que el mercado (los colegios en este caso) piden a veces psicólogos clínicos, lo que evidencia una demanda a la que ellos deben responder. Yo sin embargo discrepo por varias razones, entre las que destacan que

1) La función del psicólogo en la escuela es muy distinta a la que puede cumplir un psicólogo clínico, quien por su formación no tiene ninguna herramienta para entender el proceso educativo, ni conoce los procesos psicológicos que subyacen a las asignaturas curriculares, ni sabe armar un psicopedagógico (repito, un psicopedagógico, no un consultorio psicológico), ni es capaz de detectar ni corregir dificultades de aprendizaje, ni puede apoyar al docente en su quehacer cotidiano de aula porque no habla siquiera su mismo lenguaje (de allí que muchos psicólogos trabajen en los colegios “a puerta cerrada”, sin que los docentes tengan ni idea de lo que hacen);

2) Tomando en cuenta el lamentable estado de la educación en el Perú, el papel de un psicólogo escolar debería ser optimizar los procesos de aprendizaje y de desarrollo al interior de la escuela, dinamizándolos y haciéndolos más eficaces. Su rol no es el de evaluar y detectar patología (cosa que también podría hacer el psicólogo educacional, en todo caso, para derivar el caso luego si fuera necesario a un psicólogo clínico fuera de la escuela). Aunque los psicólogos clínicos se resisten a aceptar este rol, y argumentan que la clínica está cambiando hacia una orientación más positiva que enfatiza no la enfermedad sino la salud y que trabaja también con grupos y no solo con individuos, yo pienso que el “lente” con el que miran el mundo está orientado a la detección de problemáticas, lo que no es adecuado para un contexto educativo, menos aun si una institución escolar va a contar con un solo psicólogo, lo que hace inviable una aproximación meramente individual;

3) El mercado debe ser educado justamente en las diferencias entre las distintas especialidades, para que se rompa el estereotipo imperante que asocia al psicólogo a la especialidad de clínica. Lo que el mercado pide es para mí, en este sentido, parte del problema.

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Culto a la extroversión

Paulo - 4 años

Tengo la siguiente preocupación: creo que la sociedad (urbana y occidental especialmente) valora sobremanera ciertos rasgos de personalidad en detrimento de otros. Convendría ser más conscientes de que en nuestra cultura se valora la extroversión y se ve con malos ojos a la introversión, siendo ambas simplemente dos patrones de personalidad; la valoración que se hace de uno por encima del otro es cultural y no inherente al patrón mismo.

Hago este señalamiento por experiencia propia: personalmente recibo todo el tiempo comentarios (seguramente bien intencionados pero desde mi punto de vista equivocados) acerca de que Paulo tiene que salir más, que debe desapegarse de su mamá y de su casa, que debe variar su rutina y tener más actividades, que debería jugar fútbol… Obviamente se trata de un niño que aunque es muy sociable también es introvertido, al que le gustan más las actividades calmadas (leer cuentos, armar rompecabezas, pintar) que las físicas, la música que el deporte, que no soporta estimulación muy intensa y que disfruta de estar en su casa mucho más que de salir. El asunto es que esos rasgos no son socialmente valorados: muchas veces me han llegado a decir que debe cambiarlos “por su bien”, que si no lo hace “va a sufrir”, y cosas parecidas. En nuestra cultura tan caracterizada por la agitación y la competitividad, la gente -y aquí incluyo también a los docentes- aprecia más al niño que corre todo el tiempo, que no le teme a los extraños, que es activo y se lanza a explorar el mundo sin mayor temor que a uno que, como Paulo, prefiere simplemente estar con personas conocidas, no le gusta que lo visiten a deshoras, y siente temor o rechazo cuando se enfrenta a una situación extraña (de hecho, costó un par de meses lograr que se acostumbrara a manipular la plastilina, pues su textura blanda lo espantó al primer contacto. Que diferencia con uno de sus amigos más cercanos, extrovertido al 100%, a quien todo lo nuevo no solo no lo espanta sino que lo atrae, aunque sea algo peligroso!).

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El junior achievement

No hay programa educativo que me sea más aversivo por lo que representa que el Junior Achievement (quizá el de cultura de la legalidad esté pisándole los talones en la lista de programas nefastos, pero de ese hablaré en otro momento).

Cuando duermes - Henry Rodríguez

En el Perú este programa está liderado por la USIL, la Universidad San Ignacio de Loyola (la que, dicho sea de paso, no se cómo consiguió utilizar un nombre tan ligado a la Compañía de Jesús. ¿Lo habrán peleado los jesuitas?). Los que no conocen el programa pueden ver aquí la página del junior achievement worldwide y aquí la página peruana.

Dicho en sencillo, considero que el Junior Achievement es una expresión más de ese falso liberalismo que cree que el mundo entero puede (y debe!) entenderse solamente con la lógica del mercado. Sobre este debate, al que no entraré en este momento porque ya se ha dado inteligentemente en otros blogs, puede leerse aquí, y también aquí y aquí.

No estoy en contra a priori de que se desarrollen habilidades y capacidades que hagan que los niños entiendan mejor como funciona el mercado y puedan de alguna manera operar eficientemente en él (lo que no es malo per se), pero sí creo que la educación no debería presentar una visión parcializada de nada. Los niños y jóvenes, en aras de la formación del espíritu crítico y de la autonomía moral y de pensamiento tendrían que ser expuestos a todas las opciones. Junto con este programa, ¿por qué no les pasan también, por ejemplo, el ingenioso documental La Corporación? Pondría un poquito de polémica en una visión monolítica que intenta hacer creer a los niños y adolescentes en formación que las reglas del mercados son suficientes para mover el mundo y hacer felices a las personas.

Me pregunto además si este programa tiene algún componente de educación moral o formación ética empresarial. No lo sé, y no me sorprendería que no lo tuviera (me han contado cosas -que aunque no me constan son de buena fuente- que hacen dudar de que ese componente esté presente. Que me corrijan si estoy equivocada). ¿Veremos alguna vez un programa educativo de esta magnitud, que tenga la cantidad de recursos y el apoyo empresarial que este tiene, y que trate por ejemplo de la sostenibilidad planetaria, la inclusión y el reconocimiento de la diversidad, o los Derechos Humanos? Si alguien conoce alguno que me avise.
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Los globos y la ciudadanía

Paulo y yo fuimos nuevamente al teatro, esta vez a ver El viaje de Mallqui. Todo bien con la obra, que es entretenida. Sin embargo, a la salida observé algo que quiero comentar:

Globos

Al salir del teatro nos dimos con la sorpresa de encontrar muchos globos rojos, llenos de gas, pegados al techo de la salita de espera del teatro. Eran publicidad, y estaban alli para que los niños los cogieran, y en efecto eso hicieron. Todos como loquitos (Paulo incluído) se lanzaron a los globos y empezaron a jalarlos de las cuerdas plateadas con las que estaban amarrados. Hasta allí nada especial, hasta que de pronto me fijé que muchos niños que habían salido primero, especialmente los más grandes, no cogían uno sino dos, tres, cuatro y hasta ocho o nueve globos, y se iban con ese ramillete felices de la vida, acompañados de sus mamás (y lo recalco: acompañados de sus mamás), dejando sin globos a muchos de los niños que salieron del teatro después. Claro, los globos estaban pensados para que cada quien cogiera uno y no para que un solo niño se llevara ocho o nueve… lo más conmovedor para mí fué que había un grupo como de 20 o 25 niños muy pequeñitos (les calculo menos de tres años, iban en fila tomados de la mano), todos uniformados con un buzo celeste y acompañados de una monjita y un par de señoras que a todas luces eran de alguna institución de escasos recursos (y que probablemente estaban en el teatro por primera vez), y que se quedaron sin globos porque varios niños de 11, 12 o 13 años se los llevaron por racimos, sin que sus madres hicieran nada por impedirlo.

Más allá de lo desagradable que me resultó ver este espectáculo de apropiación a todas luces egoísta de un bien que debía ser usado y disfrutado por todos, hechos como este son los que nos deben llevar a repensar lo que verdaderamente significa aquel dicho que afirma que “la moral empieza por casa”. Si a los 12 años un niño (casi un adolescente) no tiene conciencia de que los globos que encuentran en el hall de un teatro no son solo para ella o para él, porque hay otros que vienen detrás y que tienen igual derecho y quizá incluso, por ser más pequeños, mucha más ilusión… uno debería preocuparse. Pero si sus propias madres, que se supone son las primeras encargadas de formarlos los alientan a seguir y salen con ellos del teatro con sonrisas de orgullo, sin haberse detenido a indicarles que no viven solos en el mundo y que los otros existen… ¿que podremos esperar luego de estos ciudadanos? Da terror de solo imaginarlo. » Leer más

Martin Luther King en la APA

Martin Luther King

Martin Luther King dió un discurso memorable en la APA en 1967. Aunque fué en el mes de Setiembre, hoy recordé que este año será el aniversario número 40 de ese discurso. En una época y una sociedad en que estas cosas no se decían, y en la que muchos psicólogos no cuestionaban en absoluto el status quo (al contrario, funcionaban a veces perpetuando las injusticias), King les dió la voz de alerta.

Este es mi extracto favorito del discurso de King:

There are certain technical words in every academic discipline which soon become stereotypes and even clichés. Every academic discipline has its technical nomenclature. You who are in the field of psychology have given us a great word. It is the word maladjusted. This word is probably used more than any other word in psychology. It is a good word; certainly it is good that in dealing with what the word implies you are declaring that destructive maladjustment should be destroyed. You are saying that all must seek the well-adjusted life in order to avoid neurotic and schizophrenic personalities.

But on the other hand, I am sure that we will recognize that there are some things in our society, some things in our world, to which we should never be adjusted. There are some things concerning which we must always be maladjusted if we are to be people of good will. We must never adjust ourselves to racial discrimination and racial segregation. We must never adjust ourselves to religious bigotry. We must never adjust ourselves to economic conditions that take necessities from the many to give luxuries to the few. We must never adjust ourselves to the madness of militarism, and the self-defeating effects of physical violence.

Puede leerse el discurso completo aquí.

Imagen tomada de aquí » Leer más

¿Qué puede hacerse con el nivel de los estudiantes?

Dibujo de Paulo

Estoy sumamente irritada porque tengo que corregir 95 trabajos y la gran mayoría son malísimos. No me molesta solo la cantidad -es bastante pero la asumo, por algo soy profesora- sino sobre todo la calidad de lo que debo leer y corregir: errores ortográficos muy básicos, pésima redacción (a veces las cosas parecen escritas por cantinflas!), mucha copia de internet, ningún rigor para el manejo de fuentes y/o el tratamiento de los contenidos… Reconozco y confieso que soy exigente para corregir lo que producen mis estudiantes, pero también (creo), he aprendido con los años a tomar en cuenta las diferencias individuales y ser por eso un poquito más considerada y flexible. Mi pregunta es ¿hasta que punto? ¿Cuál es el límite para esto?.

Las universidades ofrecen ahora una enorme variedad de programas de extension, diplomas y cursos de post grado que, querámoslo reconocer o no, como deben autofinanciarse terminan muchas veces no seleccionando bien a los candidatos y recibiendo literalmente a cualquiera que postule, es decir, a personas que aun teniendo muy buena voluntad no cuentan con los requisitos mímimos para llevar estos cursos superiores. Se trata a veces de personas que hace muchísimos años no estudian, por lo que no están familiarizadas ya con el ejercicio académico (buscar fuentes, leer, sacar ideas, clasificar teorías y conceptos, argumentar, etc.). O es gente que trabaja, y que tiene poco tiempo disponible para dedicarse al curso. Otras veces son personas con mucha vocación y ganas de aprender, pero que donde están no tienen acceso a material alguno y con esas precarias condiciones (sucede mucho en los cursos virtuales en los que participan alumnos de pequeños pueblos del interior del país) enfrentan muy rudimentariamente el curso. Otras muchas veces se trata de personas que vienen sin los prerequisitos mínimos necesarios, ya sea porque han tenido muy mala escolaridad, o porque son de disciplinas muy disímiles a la del curso, o por alguna otra razón. Súmese a esto el que existe también un grupo de personas altamente desinteresadas, amigas de la ley del mínimo esfuerzo, y motivadas únicamente por la idea de obtener el cartón.

Para mí, este panorama resulta preocupante y desalentador. Soy enemiga de entender a la universidad como una empresa (puede verse aquí un artículo de Gonzalo Gamio sobre este tema, que yo suscribo plenamente), aunque entiendo (a regañadientas la verdad) que los cursos que las universidades ofrecen deben ser rentables. Pero entonces, ¿cual es la salida?. Lo planteo como pregunta porque por más que pienso no se me ocurre ninguna respuesta.

A lo largo de los años que llevo enseñando me he topado con casos terribles, por ejemplo, alguien muy motivado y que hace grandes esfuerzos pero que realmente no reune las condiciones mínimas necesarias para realizar un trabajo medianamente aceptable ni puede lograr los objetivos y aprendizajes del curso… la estabilidad laboral de ese alguien puede además estar supeditada a que apruebe el curso, con lo que una como profesora se enfrenta a dramas humanos y a dilemas morales enormes. O alguien que trabaja, y que argumenta que la empresa no le da permiso de salir y que por eso llega tarde (o simplemente no va) a clases. Yo digo (y se los digo a mis estudiantes, aunque me tilden de “dura”) que si no los dejan salir y no pueden venir a clases derrepente ese no es el momento de asumir llevar un curso, ya que no se pueden comprometer con lo que el curso demanda… Claro, la gente tiene derecho a estudiar y superarse, pero nuevamente, ¿cuál es el límite? Sigo sin saberlo.

Lo peor del caso es que las universidades ejercen muchas veces presión para que uno sea condescendiente. Me ha pasado más de una vez. Los organizadores del curso me dicen que tenga en cuenta que es gente que trabaja, que les de algún trabajito adicional cuando faltan a clases (alguna vez han pretendido que acepte que algún estudiante no venga nunca a clases, aun cuando existe un requisito que estipula una asistencia mínima), o que sea flexible y les anote al borde del trabajo que no se debe plagiar, pero que no los desapruebe por eso (contradiciendo incluso el propio reglamento de la universidad) ya que es gente que no está acostumbrada a estudiar y que debemos comprenderlos. Peor aún, en alguna universidad en la que por ese motivo no he vuelto a dictar curso alguno, me decían las autoridades que “en maestría no se jala”, y por esa razón me obligaron a darle una oportunidad a un alumno que no presentó su trabajo final (porque no le dió la gana en realidad) ¡un año después de terminado el curso!. En otro caso ocurrido en esta misma universidad una alumna me plagió a mi misma, se copió unas 5 o 6 páginas de un libro mío y me las presentó como trabajo final. La confronté y ví que no tenía noción alguna de lo que había hecho pues decía simplemente que ella estudiaba así, mandando tipear porciones de libros (lo que reveló para mí no solo un problema ético sino sobre todo uno intelectual…. ¿cómo creyó que no me daría cuenta o que no lo consideraría grave?). En fin… la desaprobé y luego me dí con la sorpresa al siguiente semestre de que había pasado el curso, pues alguien de “más arriba”, con la idea de que en maestría no se jala (y también seguramente para garantizar que esa alumna no abandonara una maestría ya con pocos alumnos), la había aprobado.

Asi están las cosas. Esa es mi percepción. ¿Cuál es la salida? Algunos dicen que los cursos teóricos no importan tanto y que lo relevante es que el estudiante apruebe los que son más aplicados o técnicos. Yo discrepo. A veces se ha intentado poner cursos de nivelación. ¿Va por allí la solución? No lo sé…. no tengo respuesta para este problema tan complejo. Pero como valoro la vida académica, lo que sí tengo es una tremenda y a veces angustiante preocupación.

Nota:
Para los que no son peruanos, jalar significa desaprobar.

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Teatro para niños

Paulo y Gonzalo (4 años), Victor y Virgina (papás de Gonzalo), y yo, fuimos a ver Aventuras en los Andes Mágicos, una adaptación del cuento Cholito en los Andes Mágicos, de Oscar Colchado Lucio. He visto bastante teatro peruano para niños y puedo decir que muchas de las cosas que se presentan en ese rubro son MUUUUUUY malas. En este caso sin embargo se trata de una muy buena adaptación, con un montaje muy interesante. No es la típica obrita tonta que parece partir de la premisa de que los niños no piensan. Además, el trabajo que han hecho con los 14 niños que actuan en al obra es simplemente extraordinario.

Máscara de Supay

Sin embargo -y este es el punto del post- creo que no es una obra para niños. Por lo menos no para niños de 4 años. Tiene mucho juego de actores/personajes (por ejemplo, 4 diferentes actores van alternándose en el papel de cholito) que los niños son incapaces de seguir, una voz de narración que es el mismo cholito (a la par que este actúa como personaje está la narración hecha por él mismo, lo que es sumamente confuso para los niños), además de que juega con vocabulario quechua y con una variedad del español con la que los niños no están familiarizados. Los personajes, además, son muy fuertes, quizá demasiado para niños tan pequeños. En fin…. no creo que a Gonzalo o a Paulo les haya hecho daño ver la obra ni mucho menos (aunque vaya uno a saber lo que entendieron!); al contrario, aprendieron palabras nuevas, han desarrollado conceptos y salieron contentos del teatro. Creo sin embargo que decir “teatro para niños” es una abstracción (como bien me señalaba Víctor: ¿cuáles niños? ¿de que edad?), y que los que ofrecen la obra tendría la obligación de precisar o al menos sugerir a los padres un rango de edad recomendado. Ya uno así decide si quiere llevar a los niños o no.

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Razones (y emociones) para no discriminar- Gonzalo Gamio

Peces - Henry Rodríguez

Siempre me ha interesado entender cómo es que los individuos van construyendo el sentido de sí mismos de manera que los asuntos éticos terminen siendo importantes para ellos. Es evidente que no a todas las personas les importa la ética, que no todas aspiran a vivir de acuerdo a ella. Para algunos lo importante en la vida es realizarse como individuos, lo que puede significar por ejemplo tener éxito en los negocios, divertirse o viajar. Para realizarse en la vida (independientemete de lo que esto signifique para cada uno), algunas personas llegan a hacer cosas cuestionables e incluso a hacerles daño a otros. Algunos sienten más remordimientos cuando hacen algo incorrecto; otros sienten menos. Algunos se avergüenzan y otros no. La pregunta que me inquieta, y que motiva gran parte de mi quehacer profesional, es cómo así aparecen estas diferencias en el curso del desarrollo humano. Lo ideal, creo, sería que a todos los seres humanos les importara la ética por lo menos en un grado mínimo tal que se garantizara una convivencia más o menos pacífica y respetuosa entre todos. Pero esto -lo sabemos- es irreal, pues hay millones de seres humanos que en sus interacciones cotidianas priorizan y colocan otro tipo de valores por encima de la moral y la ética.

Gonzalo Gamio me envía un texto que se aproxima a este tema desde una perspectiva filosófica. Tomando la discriminación a manera de ejemplo, Gonzalo reflexiona acerca de cómo la formación que algunas universidades ofrecen (la que refleja la manera de pensar de un amplio sector de la sociedad) colabora en la construcción de un tipo de ser humano para el que tener una perspectiva etica de la vida que articule y de sentido a lo que uno hace y es ya no es importante, y de hecho, aparece muy por debajo de otros valores que resultan prioritarios, tales como el lucro o el éxito empresarial.

Mi amigo Francois Vallaeys y yo discutimos siempre respecto a si existe o no compatibilidad entre ética y empresa. Yo soy una convencida de que por más intentos que se hagan de ligar ambas cosas -y reconozco que algunos son serios y bien intencionados- en algún nivel más o menos profundo según el caso ética y empresa son conceptos (y realidades) incompatibles. Dentro del contexto de la Responsabilidad Social de las empresas, por ejemplo, Francois opina que no importa la razón o motivación por la que una empresa decide incorporar prácticas éticas. Lo importante es que lo haga, pues ya la mera acción es ética. Pueden leer su posición aquí. Yo discrepo con él en esto pues que las motivaciones de las personas no importen me preocupa, y muy profundamente. Aunque entiendo que es mejor que alguien “se porte bien” aunque sea por intereses mezquinos (o porque lo obligan) a que no lo haga, también entiendo que cuando las motivaciones no son genuinas, los comportamientos no perduran… además de que para mí solo una motivación y justificación ética convierte en ética a la acción, la que no puede ser nunca ética por sí misma. Por lo tanto, además de fortalecer los sistemas legales y la vigilancia ciudadana para forzar a “portarse bien” a los que no desean hacerlo, también -y aquí está mi sesgo psicológico- me preocupa, y mucho, qué pasa por los sistemas motivacionales, afectivos y cognitivos de las personas para que aquellos que desean vivir una vida al margen de la ética empiecen a desearlo cada vez menos.

En la inauguración del año académico 2007 de Estudios Generales Letras de la PUCP, el padre Gustavo Gutierrez dijo que con la edad, cada vez está menos tentado a pensar y a decir que los jóvenes son el futuro (o la esperanza) del país. Y corrigió: los jóvenes son el futuro del país, dependiendo de lo que hagan. Dependiendo de lo que elijan. Me pareció una manera muy bella de decir lo mismo que la psicología del desarrollo moral dice hace tiempo: son los seres humanos los que se construyen a sí mismos como agentes éticos y racionales. Los que eligen -o pueden potencialmente elegir- una forma de vida sobre otra.

Es en este contexto y con estas preocupaciones que cuelgo el artículo de Gonzalo. Lo recomiendo mucho.

20070503-RAZONES (Y EMOCIONES

Actualización 1

Francois Vallaeys ha respondido en su blog a este artículo. Buen debate! Aquí dejo el enlace a su respuesta:

Ética e interés – Francois Vallaeys

Actualización 2

Dejo un artículo que presenta un libro sobre desarrollo moral y negocios, de William Damon. No simpatizo completamente con la idea del libro pero me parece un material interesante de conocer.

The moral advantage – William Damon » Leer más