Archivo por meses: diciembre 2013

Cultura y navidad

Feliz navidad!!  Me permito poner este bello texto en el que Ruth Paradise nos cuenta una historia relatada a ella por el educador Pueblo Joseph Suina.

Tomado de Paradise, R. (2011). ¿Cómo educan los indígenas a sus hijos? El cómo y el por qué del aprendizaje en la familia y en la comunidad. En: Frisancho, S.; Moreno, M. T.; Ruiz Bravo, P. y Zavala, V. (eds.)  Aprendizaje, cultura y desarrollo. Una aproximación interdisciplinaria. Lima: Fondo Editorial de la PUCP. (pág. 51)

Era por los días de Navidad y me encontraba en una escuela de la localidad con niños que hablaban karo. La maestra se preocupaba de que sus alumnos más pequeños, los de preescolar, estuvieran siendo bombardeados con la versión de la Navidad propia de los centros comerciales: luces, brillo y juguetes. Me dijo que, como sólo hablaban de estas cosas, quería imbuirles el significado verdadero de la Navidad a través de una actividad sencilla y concreta que podrían relacionar con su propia experiencia. Pensó que un pastel de chocolate podría servirle para mostrar a los niños que la Navidad es una conmemoración del nacimiento de Cristo, por lo que horneó un pastel para celebrar con ellos este nacimiento. Cuando llegó el momento de destapar el hermoso pastel ante los alumnos y prender su única vela, los niños la miraban expectantes y ansiosos para comérselo. Cantaron alegremente la canción “Feliz Cumpleaños”, que habían aprendido en el cumpleaños de algún compañero, como si Cristo estuviese entre ellos. Lo que la maestra no anticipaba -aunque estaba en la mente de todos sus alumnos mas no en la de ella- era la cuestión de quién iba a soplar la vela para apagarla. Por un momento los niños se miraban unos a otros. Al parecer, a ninguno le gustó la idea de tomar el papel de Jesucristo y apagar la vela. Después de una breve discusión entre ellos, en la que la maestra no pudo participar porque no entendía su idioma, parece que los alumnos llegaron a una decisión. La maestra estuvo a punto de sugerirles el nombre de un niño que pudiera sustituir al “cumpleañero” cuando dos niños de cinco años se pararon y se acercaron al pastel. Como si lo hubiesen practicado antes, uno de ellos lo tomó en sus manos y lo llevó con la vela todavía encendida, mientras que el otro se apresuró a llegar a la puerta y abrirla, con los demás niños siguiéndole. Como habían anticipado, el aire que entró desde afuera apagó la vela. La maestra quedó asombrada y desconcertada de lo que había presenciado. Aunque había quedado excluida del proceso por la barrera del idioma y por la orientación religiosa de los niños, acerca de la cual sólo tenía información de segunda mano, me dijo que había aprendido mucho ese día. Para esos niños, Cristo, Dios, el Gran Espíritu, o cualquier nombre con el que se le quiere denominar, es el viento, la lluvia y la luz del sol. No fue necesario imaginar al Cristo o al Espíritu porque los espíritus están siempre presentes alrededor y dentro de nosotros. La maestra intentó enseñar a estos niñitos pero admitió que aprendió mucho más de ellos de lo que ella hubiera podido enseñarles en todo el día.

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Artículo sobre la ética del cuidado en la práctica docente

Recomiendo leer este artículo reciente sobre la ética del cuidado. Es una muy buena aproximación al tema desde una perspectiva de formación de maestros. Presenta una buena introducción conceptual a la perspectiva del cuidado (pero breve, asi que en verdad, si alguien no está familiarizado con esta teoría tendría que revisar adicionalmente otras lecturas) y da además interesantes ideas de como llevar el modelo a la práctica docente y los procesos de reflexión de los maestros. Explora además las principales dificultades que muchos profesores tienen para entender e incorporar el modelo dentro de su práctica.

Buen artículo. Abajo la referencia para que lo ubiquen en alguna base de datos.

Rabin, C. & Smith, G. (2013). Teaching care ethics: conceptual understandings and stories for learning. Journal of Moral Education 42, 2, 164-176.

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Educación moral: la mentira

Creo que una buena manera de educar moralmente a los niños y jóvenes es intentar dar mayor soporte a los principios éticos que se les exigen o que se desea que construyan, explorando y trayendo a  la luz sus fundamentos filosóficos. Esto, lamentablemente, se hace muy pocas veces en el proceso educativo, más habituado a dar órdenes sin razones que las sustenten o a prescribir normas de conducta con argumentaciones que no corresponden al dominio moral sino al convencional (apelación a la reglamentación, por ejemplo) y que, por lo tanto, no ayudan realmente a entender la naturaleza ética de  las trasgresiones. Ahora ya no se enseña filosofía en la secundaria y, cuando se enseñaba, las clases se limitaban a repetir de memoria conceptos inintelegibles de algunos filósofos, sin que tales conceptos se analizaran críticamente o se utilizaran para discernir situaciones de vida.

El ejemplo que quiero usar para ilustrar mi punto es la mentira. Engañar al otro es incorrecto no porque haya una regla sobre ello, porque a nuestros padres no les guste o porque la escuela o el maestro lo prohiban. Esas no son razones suficientes para entender el sentido de la recomendación de no mentir. Mentir o engañar suele ser inmoral (aunque hay excepciones a esta regla, como cuando mentir es el menor de dos males) porque trasgrede un elemento básico de confianza y reciprocidad que debe prevalecer en las relaciones humanas. Estas no son sostenibles sin esa reciprocidad.  La regla de no mentir tiene que ver además con la evitación del sufrimiento y el daño al otro.

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Cartelitos en las aulas

En este post solo voy a describir un problema, no a analizarlo: Lo que uno encuentra pegado en las paredes de los colegios a veces causa una impresión de la que es difícil recuperarse. Fíjense lo que encontré en una escuela rural, intercultural, en una de las paredes del aula de 5to de secundaria:

20131207-cartel_corto.jpg

Sí, aunque pareza increíble, ese cartel estaba allí día a día, alimentando las conciencias de los estudiantes. Lo más alarmante es que nadie en esa institución supo darnos razón de porqué es que estaba allí, con que intención lo habían puesto, como había llegado el cartel hasta esa pared. Nada…. simplemente allí estaba. Nadie, ni el director, ni los profesores, sabían el origen del letrero ni entendían lo tremendo del mensaje. Me pareció, por decirlo en una sola palabra, terrible.

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