La semana pasada me puse a mirar, de casualidad, los libros de formación ciudadana de una conocida editorial. Revisé detenidamente el libro 1 y el 2, y lo primero que me saltó a la vista no fueron los contenidos, muchos de los cuales eran interesantes, sino ese cuadradito que aparece al final de cada unidad y que, bajo el título “Metacognición”, le presenta al estudiante preguntas tan irrelevantes, descontextualizadas y absurdas como estas:
¿Qué aprendiste en esta unidad? ¿Cómo vas a aplicarlo a tu vida diaria?
¿Tuviste alguna dificultad para entender los temas? ¿Qué estrategias utilizaste para resolverla?
¿Cuál es la principal actitud que aprendiste en el estudio del tema?
¿Se te hizo difícil alguna parte del texto? ¿Cómo lo resolviste?
Y así por el estilo, con muy poca variación. Entiendo que el Ministerio de Educación obliga a las editoriales a incluir la metacognición como parte de los textos que diseñan, pero la verdad es que esta manera de hacerlo es verdaderamente absurda. En primer lugar, no se quién les ha dicho que la así llamada metacognición debe aparecer con ese título al final del capítulo en un recuadro pequeño con preguntas repetitivas. Claro, es mucho más difícil dar pautas para que los procesos metacognitivos ocurran A LO LARGO DE TODA LA LECTURA, como debe ser, y resulta más sencillo poner unas simples preguntas luego de cada tema. Sin embargo, esas preguntas no significan nada, ni van a ayudar en nada porque aparecen, valga la redundancia, de la nada, sin contexto alguno que les de soporte y, sobretodo, sin que el profesor haya hecho mucho durante las clases para que el estudiante se vuelva estratégico y tome conciencia de sus procesos cognitivos y del modo en que interactua con el objeto específico de su aprendizaje. Esto revela además una forma de entender el funcionamiento psicológico que no incluye una visión de proceso y que lo reduce a una simple actividad, que parece comenzar y terminar con algunas preguntas que se hacen al final de un tema.
Además de que las preguntas asumen supuestos que no deberían asumir (como que el estudiante sabe qué es una estrategia, o puede identificar los problemas que tuvo al leer y, además, resolverlos), formuladas así son preguntas vacías, sin marco conceptual que las sustente e inútiles para desarrollar el pensamiento crítico y la conciencia sobre los propios procesos cognitivos y los modos particulares que tiene cada uno de aprender.
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