Siempre he tenido la impresión de que en el Perú, en el campo educativo, carecemos de especialistas. Es una pena. Hay muy poca gente verdaderamente formada como para hacer frente a las complejísimas demandas que nos hace la educación hoy.
Por lo general, lo que veo es que se recurre a las personas que se tienen a mano, o a aquellas que alguna vez trabajaron un tema, o que han empezado a trabajarlo desde hace poco, como si haber hecho un estudio o haber empezado a leer sobre algo los convirtiera automáticamente en expertos. Es lo que mi profesor de psicología social Alvaro Gonzalez solía llamar “el cualquierismo”: cualquiera es bueno para hacer cualquier cosa.
Suena duro pero es así. La consecuencia es que los grandes problemas educativos se abordan desde el sentido común, o desde una visión muy poco informada basada en literatura desactualizada, planteamientos parciales e ingenuos, o simplemente en ideas erróneas y prejuicios. Y solemos además dejarnos llevar por las modas e incorporar acríticamente cualquier tema o propuesta que aparezca por allí, usualmente de manera desintegrada, sin ser conscientes de su marco epistemológico, sus fundamentos, y de si estos son o no compatibles con las grandes metas planteadas para la educación.
Lamentablemente estas ideas no se corrigen, o lo hacen muy lenta y penosamente, porque no hay renovación en los equipos de trabajo y se carece de voces nuevas que traigan perspectivas más completas para abordar los problemas. Y además, porque hay muchas resistencias a informarse, aceptar puntos de vista distintos, y cambiar. Entonces, los errores se perpetúan y las dificultades no se resuelven ni mejoran.
Repito: se que suena duro, pero esto convencida de que las cosas son así, lamentablemente para nosotros y para el país.