A todos los que preguntan cuál es la mejor manera de llevar a cabo la educación moral (formación ética, educación en valores o como se desee llamarla), les diría que hay muchas maneras de hacerla. Lo importante no es qué metodología se usa, sino recordar que, por el camino que sea, la educación moral debería tener como eje central el autodescubrimiento por parte del estudiante de las connotaciones morales de sus experiencias. No se trata de una inculcación de los valores del profesor, ni de una transmisión acrítica de las normas sociales. La experiencia y las investigaciones demuestran que este tipo de enseñanza tiene muy poca o ninguna incidencia en el desarrollo moral. De lo que se trata, por el contrario, es de ayudar al estudiante a razonar sobre sus conflictos morales, a reconocerlos en su vida diaria y en la historia de la humanidad, y a fortalecer aquellas características personales que lo harán ser una persona éticamente más sensible, más lúcida en relación al reconocimiento de los Derechos Fundamentales de las personas y la protección de la naturaleza, y más proclive a mantener coherencia entre su acción y los principios morales que reconoce y discierne. Para esto, educación y psicología deben ir –ineludiblemente- de la mano y alimentarse la una a la otra.
He escrito algo sobre los fines de la educación moral aquí:
Artículo Palestra – Susana Frisancho
Y sobre este tema, Jean Piaget, en su libro La Nueva Educación Moral (librito bastante poco conocido por cierto) dice lo siguiente (pp. 7-8):