Exquisita caridad

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Responsables de la exquisita caridad: Irme Stetter-Karp, presidenta del Comité Central de Católicos Alemanes (ZdK), y el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, obispo Georg Bätzing, © ZdK/Philipp Hecker

400,000 católicos abandonaron la Iglesia en Alemania

Por Luke Coppen y Brendan Hodge– The Pillar Catholic.com
Según la Conferencia Episcopal Alemana, en 2023 hubo 402,694 “salidas de la iglesia”, la segunda cifra anual más alta después del récord de 522,821 establecido en 2022.
Un total de 1’779,014 personas han dicho que abandonaron oficialmente la Iglesia en Alemania desde 2019, año en que se lanzó la vía sinodal, a raíz de una devastadora crisis de abusos.
Según cifras de la Conferencia Episcopal, a finales de 2023 había 20.3 millones de católicos en Alemania, lo que representa el 24% de la población total de 84.7 millones.
En la arquidiócesis de Colonia, afectada por la crisis y que tiene la mayor cantidad de católicos de las 27 diócesis de Alemania, 40,913 personas abandonaron formalmente la Iglesia el año pasado, en comparación con 51.345 el año anterior.
El vicario general de Colonia, Monseñor Guido Assmann, expresó cierto alivio ante las nuevas estadísticas.
La tendencia de que los católicos seamos cada vez menos continúa”, dijo al sitio web de noticias católicas alemán domradio.de.
“Sin embargo, también hay un avance positivo: el número de personas que abandonan la Iglesia ha disminuido en comparación con el período anterior”.
Para abandonar formalmente la Iglesia en Alemania, un católico bautizado debe concertar una cita en el registro civil o en un juzgado local, presentar la documentación oficial y pagar una tasa de unos 35 dólares. Se le entrega un certificado que confirma que ya no está registrado y, por lo tanto, no está sujeto al impuesto eclesiástico del país .
También reciben una carta de los funcionarios de la Iglesia local, informándoles que ya no pueden recibir los sacramentos, ocupar cargos en la Iglesia ni servir como padrinos de bautismo o confirmación.
Las nuevas cifras de la Conferencia Episcopal destacan el pronunciado descenso de las vocaciones sacerdotales en Alemania.
Un total de 38 nuevos sacerdotes (34 seculares y 4 religiosos) fueron ordenados en el país en 2023, frente a los 45 (33 seculares y 12 religiosos) del año anterior.
En comparación, en 2023 se ordenaron 88 sacerdotes en la vecina Francia, que tiene una mayor población de católicos practicantes.
En Austria, que tiene aproximadamente una cuarta parte del número de católicos bautizados de Alemania, hubo 29 ordenaciones sacerdotales en 2023.
El descenso de las ordenaciones sacerdotales parece continuar en Alemania en 2024. Este año solo se ordenarán siete sacerdotes en las cinco diócesis católicas de Renania del Norte-Westfalia (el estado más poblado de Alemania).
Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, no habrá ordenaciones sacerdotales en la diócesis de Würzburg y en la archidiócesis de Bamberg, ambas situadas en el corazón tradicional de la Iglesia católica alemana, Baviera.
En total, en 2023 había en Alemania 11,702 sacerdotes, incluidos 5,971 párrocos, frente a los 11,987 de 2022.
Otros sacramentos también muestran una tendencia a la baja, según las nuevas estadísticas.
En 2023 se celebraron en Alemania 131,245 bautismos, frente a los 155,173 de 2022. Las confirmaciones descendieron a 105,942, en comparación con las 110,942 del año anterior.
El número de bodas en la iglesia disminuyó a 27,565, desde más de 35,000 el año anterior.
Pero las nuevas estadísticas también muestran avances positivos.
La proporción de católicos que asisten a misa aumentó del 5.7% en 2022 al 6.2% en 2023.
El número de personas que se unieron a la Iglesia también aumentó, de 1,447 en 2022 a 1,559 en 2023.
La diócesis de Görlitz, situada en la antigua Alemania del Este y con la menor población católica entre las diócesis de Alemania, registró el mayor porcentaje de asistencia regular a misa, con un 13.9%.
Las diócesis vecinas de Aquisgrán y Tréveris, en Alemania occidental, tuvieron los porcentajes más bajos en conjunto: un 4.2%.
Estas disparidades ponen de relieve las marcadas diferencias regionales en Alemania, una república federal que se reunificó en 1990, tras el colapso del Bloque Comunista.
Se espera que la Conferencia Episcopal Alemana anuncie próximamente cuánto recibió la Iglesia Católica a través del polémico impuesto eclesiástico en 2023.
La Iglesia en Alemania recaudó un récord de 6,848 millones de euros en impuestos eclesiásticos en 2022. Pero los obispos creen que la recaudación fiscal de la Iglesia disminuirá significativamente en los próximos años debido a la disminución del número de católicos y al empeoramiento de las condiciones económicas.
La diócesis de Maguncia, por ejemplo, se prepara para reducir sus gastos en aproximadamente un 25% en los próximos años. Esta diócesis, situada en el centro-oeste de Alemania, atiende a unos 621,000 católicos.
La Iglesia Protestante en Alemania (EKD), una federación de 20 iglesias regionales luteranas, reformadas y unidas, anunció en mayo que perdió 380,000 miembros en 2023.
Los ingresos por impuestos eclesiásticos de la EKD cayeron un 5.3% en 2023.
La presidenta del Consejo de la EKD, la obispa Kirsten Fehrs, dijo: “Nos estamos convirtiendo en una iglesia más pequeña y más pobre, tenemos que afrontar este hecho”.

¿Es el Sínodo Italiano una advertencia para el mundo?

El Sínodo italiano, querido por el Papa Francisco como “modelo sinodal” ha naufragado porque los laicos más poderosos lo consideran “insuficientemente progresista”

Por Alejandro Bermúdez– www.hoyenlaiglesia.org
El borrador del documento final del Sínodo de la Iglesia en Italia, después de cuatro años de trabajo, ha sido bloqueado por los laicos “rebeldes” en un episodio que deja lecciones preocupantes para los planes sinodales a nivel mundial que comenzarán este año.

Qué pasó

En un artículo publicado en la Nuova Bussola Quotidiana, el periodista y analista italiano Stefano Fontana relata que cuando todo parecía que iba según lo planeado por los obispos italianos, el borrador del documento final de la Asamblea Sinodal fue cuestionado, el trabajo suspendido y finalmente pospuesto hasta el próximo otoño europeo. ¿La razón? El texto del proyecto propuesto no satisfizo a la mayoría progresista de los presentes en la asamblea que querían algo más “profético” y “valiente”.
Pese a que el Sínodo debió ser un evento eminentemente episcopal -es decir, de obispos, aunque con la ayuda habitual de consultores-, el episcopado italiano trató de ampliar la discusión a una “asamblea eclesial”, tal como la que está prometiendo, a nivel mundial, la Secretaría del Sínodo de los Obispos.
Y el grupo de laicos “progres” -muy bien organizados- se encargaron de presentar el borrador como el esfuerzo de los “dirigentes” -los obispos de “frenar el impulso innovador”, bloqueando el camino “desde arriba”, mientras que el “pueblo de Dios” pretendía seguir abierto a las innovaciones “sugeridas por el Espíritu”.

El problema de “Asamblea eclesial”

Fontana describe así el problema: El Sínodo confirmó su carácter artificial y su función en un proyecto de cambio de la visión de la Iglesia. Una “asamblea” eclesial no tiene carácter teológico y no está claro qué valor debe tener su documento final, más allá del de forzar un proceso continuo. Los participantes en esa asamblea eran como “autoconvocados” o una élite de personas designadas según un criterio desconocido”.
El problema, señala el analista, comenzó con la selección de los delegados, que, según afirma, se había realizado según criterios políticos eclesiásticos.
Una asamblea sinodal de ese tipo no satisface ni las necesidades teológicas y canónicas ni las democráticas, por lo que no representa a nadie y menos aún puede expresar alguna forma de “profecía”.

Explotando el desinterés

La capacidad de presión de la élite poco representativa se ve lamentablemente fortalecida por el fenómeno más importante: que en la base de la Iglesia italiana no ha habido interés por el camino sinodal.
La mayoría de los fieles ni siquiera saben que ha sucedido algo. El camino ha implicado a pocos y siempre a esos. Han habido muchas formas de participación por “deber” pero sin convicción.
Esta realidad debería ser suficiente para reconocer el fracaso del “camino sinodal” y comenzar desde cero. Pero Fontana dice que esa indiferencia más bien va a ser utilizada por la élite a su favor: La nueva sinodalidad se impondrá en la base eclesial y también quienes hasta ahora no han oído hablar de ella sufrirán igualmente las consecuencias. Desde ahora y hasta octubre se intensificará este proceso para reeducar a los fieles para que acepten “voluntariamente” los cambios.
¿Y cuáles son las características de estos “cambios” supuestamente deseados por “el pueblo”?
Fontana toma el ejemplo de un texto escrito por el director del semanario de Vicenza -una diócesis al oeste de Venecia- que con lenguaje elíptico desvergonzadamente propone:

  • La “pirámide invertida” donde el “pueblo” gobierna sobre los obispos
  • La entrada de la mujer en la liturgia
  • La aceptación de toda “diversidad” especialmente sexual
  • La reducción del sacerdocio ordenado
  • El estilo asambleario como principal método de toma de decisiones
  • La priorización de la protección del medio ambiente

Estas iniciativas continuarán -dice Fontana-, especialmente a través de algunas ‘emergencias’ presentadas como oportunidades: la escasez de sacerdotes y el desafío de las unidades pastorales”.
Este choque, que ha postergado la batalla sinodal italiana para octubre, seguirá, augura el analista, porque “no se desarrolla sólo en el aula sinodal del Vaticano”, sino que ahora se realizará en todo el mundo.

El cardenal Cipriani tiene todo el derecho a afirmar su inocencia, ya que la culpabilidad se prueba en un proceso penal y el supuesto delito prescribió

LA COBARDÍA DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL PERUANA
Por Luciano Revoredo- LaAbeja.pe

La Conferencia Episcopal Peruana (CEP) ha publicado un comunicado el 7 de abril de 2025 que no solo decepciona, sino que indigna profundamente a cualquier persona que valore la justicia, la verdad y el honor de un hombre que ha dedicado su vida a la Iglesia. En respuesta a la legítima exigencia del Cardenal Juan Luis Cipriani de una rectificación pública por las acusaciones que lo señalan de abuso sexual —acusaciones que, como él mismo ha denunciado, carecen de pruebas y de un debido proceso—, la CEP ha optado por una postura cobarde, evasiva y, francamente, infame. Este comunicado, lejos de aclarar las cosas, profundiza la herida de una campaña sucia que busca mancillar el nombre de un pastor ejemplar, mientras expone la complicidad de una institución que debería ser baluarte de la verdad, pero que prefiere esconderse tras un lenguaje ambiguo y tibio.
El Cardenal Cipriani, en una carta publicada el 31 de marzo último, expuso con claridad y valentía la “campaña sucia” en su contra, orquestada desde sectores progresistas dentro y fuera de la Iglesia, que han utilizado acusaciones de abuso sexual —originadas en un artículo de El País del 25 de enero de 2025— para destruirlo moralmente. En su misiva, Cipriani no solo desmiente categóricamente las acusaciones, sino que denuncia que nunca se le permitió defenderse en un proceso canónico justo, y que las medidas disciplinarias impuestas por el Vaticano (restricciones a su ministerio y la exigencia de residir fuera del Perú) se basaron en rumores, no en hechos verificados. Más aún, señaló el silencio cómplice de la CEP, que en enero emitió un comunicado sugiriendo que las medidas contra él eran resultado de una investigación que “verificó la verdad de los hechos”, una afirmación que Cipriani califica, con razón, de “falsa y calumniosa”. Exigió, por tanto, una rectificación pública, un acto de justicia elemental que cualquier hombre, y más aún un cardenal, merece.
¿Qué ha hecho la CEP ante este clamor de justicia? En su comunicado del 7 de abril, firmado por su presidencia, la CEP no solo se niega a rectificar, sino que se escuda en una retórica vacía y deshonesta que agrava la injusticia. El texto, dividido en cuatro puntos, es un monumento a la hipocresía. En el primero, la CEP dice “renovar su compromiso” con las víctimas de abuso, una declaración que suena noble, pero que en este contexto resulta irrelevante, pues no hay evidencia de que Cipriani haya cometido delito alguno. En el segundo punto, afirma que las medidas contra Cipriani fueron tomadas “tras un proceso de investigación”, pero no ofrece detalles ni pruebas de dicho proceso, perpetuando la opacidad que el cardenal ha denunciado. El tercer punto es aún más indignante: la CEP asegura que las medidas contra Cipriani “no tienen relación con el delito de encubrimiento”, una aclaración que nadie pidió y que parece diseñada para desviar la atención del verdadero problema: la falta de pruebas contra él. Finalmente, en el cuarto punto, la CEP se lava las manos, diciendo que “corresponde a las instancias competentes” esclarecer los hechos, como si ellos mismos no tuvieran la obligación moral de buscar la verdad y defender a uno de sus hermanos en el episcopado.
Este comunicado no es una respuesta; es una burla. La CEP, en lugar de enfrentar con valentía las acusaciones y exigir verdad, prefiere mantenerse en una cómoda ambigüedad que protege a los verdaderos responsables de esta infamia: los sectores progresistas que han infiltrado la Iglesia con una agenda que busca destruir a quienes defienden la doctrina tradicional. La mención de “renovar el compromiso con las víctimas” es un golpe bajo, un intento de justificar su inacción con una causa que nadie cuestiona, pero que aquí se usa como cortina de humo. Si la CEP realmente quisiera justicia, habría exigido al Vaticano que publique los detalles de la supuesta investigación contra Cipriani, o habría admitido que no existe tal investigación, como el cardenal sostiene. En cambio, opta por un silencio cómplice disfrazado de neutralidad.
La cobardía de la CEP no solo daña a Cipriani, sino que erosiona la credibilidad de la Iglesia en el Perú. ¿Cómo puede una institución que dice representar a Cristo mostrarse tan tibia ante una injusticia tan evidente? El Cardenal Cipriani, un hombre que fue arzobispo de Lima y una voz firme contra los embates del progresismo, merece algo mejor que este trato indigno. La CEP, con su respuesta, no solo se niega a rectificar una calumnia, sino que se convierte en cómplice de quienes buscan destruir a un pastor por motivos ideológicos. Es un acto de traición, no solo contra Cipriani, sino contra los fieles que esperan de sus obispos un testimonio de valentía y verdad.
La Iglesia peruana está en una encrucijada. Mientras sectores progresistas, como los que menciona Cipriani en su carta, continúan su cruzada contra la fe tradicional, la CEP parece más interesada en no incomodar a nadie que en defender la justicia. Este comunicado es una mancha en su historial, una prueba de que el miedo y la tibieza han reemplazado al coraje que debería caracterizar a los sucesores de los apóstoles.
El Cardenal Cipriani, a sus 81 años, sigue dando una lección de dignidad y fortaleza al no callar ante la injusticia. La CEP, en cambio, ha elegido el camino de la infamia. Que los fieles peruanos tomen nota: la verdad no se defiende con evasivas, y la justicia no se logra con silencio. Es hora de que la CEP rectifique, no con palabras vacías, sino con hechos concretos. El honor de un hombre y la credibilidad de la Iglesia están en juego.

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