Vicariato de Iquitos

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El 22 de febrero de 1921 la Prefectura de San León del Amazonas fue elevada a vicariato apostólico y el 27 de febrero de 1921 fue segregado parte de su territorio para erigir la Prefectura Apostólica de San Gabriel de la Dolorosa, confiada a los pasionistas.
El 13 de julio de 1945 fue segregada nuevamente la parte oriental del río Putumayo y creada la Prefectura Apostólica de San José del Amazonas, confiada a los Franciscanos canadienses. En agosto de 1945 este vicariato adoptó la actual denominación.
Prefectos apostólicos de San León del Amazonas:
Paulino Díaz Rodríguez OSA (1902-1911)
Pedro Prat Escalas OSA (1911 -1913)
Rufino Santos Pérez OSA (1914-1916)
Rosino Ramos OSA Pro-Vicario apostólico (1935-1938).
Claudio Bravo Moran OSA Administrador apostólico (1938-1942).
Vicarios apostólicos:
Sotero Redondo Herrero OSA
José Constantino García Pulgar OSA
Angel Rodríguez Gamoneda OSA
Gabino Peral de la Torre OSA
Julián García Centeno OSA
Miguel Olaortúa Laspra OSA
Miguel Fuertes Prieto OSA Administrador apostólico
Miguel Ángel Cadenas Cardo OSA

Historia

Por Gregorio Martínez OSA y Joaquín García OSA.
Antecedentes Históricos
Las misiones agustinianas en el Oriente peruano son continuación de la obra de los jesuitas en la antigua región del Maynas, que durante más de un siglo evangelizaron a lo largo de la cuenca del Amazonas a los indios Maynas, Cofanes, Jeberos, Omaguas, Iquitos, Pebas, etc. Expulsados de los territorios hispanos en 1767, estas misiones quedaron, precarias e inestables, a merced de distintas demarcaciones durante casi un siglo y medio, bajo la responsabilidad de los franciscanos de la Provincia de San Francisco Solano y algunos clérigos seculares (1).
En julio de 1802 la Comandancia General de Maynas, hasta entonces dependiente del Virreinato de Nueva Granada, se agregó al Virreinato del Perú y todos los ríos afluentes del mismo Marañón hasta donde dejan de ser navegables por razones estratégicas. Se crea, después, el Obispado de Maynas con sede primero en Jeberos y después en Moyobamba, siendo su primer obispo Fray Hipólito Sánchez Rangel OFM, quien con grandes trabajos visitó tan dilatada diócesis y realizó el primer censo. Tenía Iquitos entonces 81 almas. Su fidelidad al Rey de España le obligó a renunciar al obispado pasando a la Península donde murió siendo Obispo de Lugo (2).
El gobierno peruano mantuvo la creación del Obispado pero dispuso que se llamase de Chachapoyas, agregándole dos provincias, hasta entonces de la diócesis de Trujillo, y conservando todos los lugares que habían constituido la Diócesis de Maynas, disposición que fue sancionada por Gregorio XVI en 1843. Las misiones fueron atendidas esporádicamente por clero nacional. Los indígenas se vieron desamparados y la fe se debilitó. En 1840 solamente había 11 clérigos en toda la región de Maynas; 13, cinco años más tarde (3).

Las misiones de hoy

Ramón Castilla en 1854 dio el primer paso para recuperar para el Perú la extensa región del Oriente. Para ello decretó que el Prefecto del departamento de Junín prestara toda clase de ayuda al Padre Manuel Plaza, Superior de los Franciscanos del Ucayali, para abrir desde Pasco al Pozuzo y desde éste último hasta el Mayro nuevos caminos, declarando dueños, con pleno dominio, a cuanto peruano y extranjero de cualquier nacionalidad ocupase y trabajase estas tierras. Esta gracia era valedera por veinte años, y se hacía extensiva a todas las Misiones, reducciones y poblaciones existentes, o que en adelante se formaren, emprendieren o promovieren en el espacio peruano.
Tan tentadora oferta no fue suficiente para incentivar a la población; fue necesario que el Papa León XIII, en 1894, estimulara al episcopado peruano para multiplicar “las santas expediciones cerca de los indios; se aumenten los mensajeros de las misericordias que, voluntarios y gozosos, vayan como operarios de la mies del Señor; que sin oír la carne y la sangre, se hagan todo para sus hermanos, a fin de ganarlos para Cristo; y que lleven por entre esos bárbaros pueblos la cultura de la civilización y la suavidad de las costumbres, disipando las tinieblas de la ignorancia, para que, al fin, también ellos reciban, por medio de la Fe, la muerte entre los santos” (4).
La Población
La Misión se estableció sobre una extensión de más de 400,000 Kms. cuadrados, poblada por apenas 50,000 habitantes, 10,000 de los cuales habitaban Iquitos. Peruanos inmigrantes de la Selva Alta, colonias de españoles, portugueses, chinos, judíos y otros, habían conformado este conglomerado humano, atraídos por la ilusión del caucho. Iquitos llegó a contar con nueve consulados en aquella época (5).
A estas tierras llegaron los agustinos, pero con la diferencia que anota el Padre Lucas Espinosa, profundo conocedor de la historia: “Los jesuitas tuvieron gentes sin recelo, ejercicio ni competencia, intereses unilaterales en orden a la cristianización, hombres libres, tierras desocupadas, indios sin pavor al trabajo duro y sin escándalos destructores” (6).

Bautismo de sangre y de fuego

Ocho meses empleó el Padre Paulino Díaz en recorrer de parte a parte el territorio: Yavarí, Amazonas y Marañón, atravesando gran parte de la selva desde el Napo al Putumayo. Una vez impuesto de la realidad, decidió fundar en las cercanías del Pongo de Manseriche, Alto Marañón, la misión de Puerto Meléndez (1904) dejando en ella al Padre Bernardo Calle con el novicio Miguel Vilajolí, un español, viudo, que se incorporó allí a la Orden. El Padre Calle no se daba reposo alguno; busca a los indígenas por trochas y ríos inaccesibles, toma apuntes, estudia sus dialectos, mientras que el hermano mantiene el cuidado de la capilla, catequiza los lugareños que prometen “no matar más” y cuida el convento. El proyecto es ambicioso: “Evangelizados aquellos feroces salvajes no sólo volverán a poblarse aquellos hermosísimos territorios y a ser emporio de riqueza sino que contendrá la invasión que continuamente realizan los ecuatorianos en terrenos pertenecientes sin género alguno de duda al Perú” (7).
Por idénticas razones establece otra misión en Huabico, no lejos de allí, y proyecta otra en el Napo. Nadie sospechaba que medio año más tarde todo sería arrasado a sangre y fuego, incluidos el Padre Calle y el Hermano Vilajolí. Tan temprana y lamentable pérdida, expresión de la guerra declarada por los indígenas que se oponían valientemente a la invasión de sus territorios por los caucheros, produjo en el Padre Paulino la primera prueba y tentación de renuncia.
Pevas (1902-16) a orillas del Napo, no lejos de la desembocadura en el Amazonas, punto intermedio entre el Alto Marañón y el Yavarí, en zona muy poblada de Yaguas y Ticunas, es la segunda fundación que confía a los Padres Prat y Mallo. Mientras el primero inicia la escuela misional, el Padre Mallo se interna con los indios, aprende su idioma, escribe un vocabulario, atraviesa toda la selva hasta el Putumayo y explora el río Yagua. Años más tarde funda en la margen de este río el Padre Laurentino Alvarez, Jericó (1910-12) con la ilusión de hermanar a Yaguas y Ticunas. Cuando ya los frutos estaban en sazón, caucheros aleves, en ausencia del misionero, asaltaron el poblado asesinando o esclavizando a sus moradores y quemando los tambos. Un segundo bautismo de fuego. En uno y otro caso, los indios se remontaron. Jericó era para el Padre Laurentino sinónimo de tierra prometida, “porque después de tres días mortales de andar por cuestas y vericuetos, por carrizales y quebradas, pasando los primeros de rodillas unas veces, a saltos otras y no pocas arrastrándose como las serpientes, y los segundos con el agua hasta la cintura y el barro hasta la rodilla, se llega a una extensa llanura, orillas del susodicho río, en la que hemos sentado nuestros reales, con la firme esperanza actual de no levantarlos tan pronto” (Carta al Padre Paulino Díaz. Anales VI). No se limitó el Padre Mallo a esa fundación, sino que en compañía del Padre Prat y, más tarde, del Padre Manuel Pulgar fundó también Colonia Fuentes (1905-6) en el Tigre, afluente del Marañón; Leticia (1906-17) en el Amazonas, en la confluencia ya con el Yavarí, frente a Tabatinga, escala obligada de buques de todo el mundo, tierra alta y sana; en Nazareth, a orillas del Yavarí, zona palúdica funda otra casa (1906-10) teniendo como frontera a Benjamín Constant, poblado conocido como “remate de males”. En ambas establecieron una escuela, que atendían el poco tiempo libre que les dejaban las visitas a los ríos y quebradas. La época de bonanza declinó a partir de 1910: los misioneros escasean, el Padre Mallo es obligado a regresar a España por motivos de salud, siendo asesinado en plena Guerra Civil en 1936. Caballococha tiene cura propio y no pasa a la administración de los agustinos hasta 1914; desde entonces esta población se convierte en centro de operaciones de todo el área. Lo mismo acontecerá con Nauta, población próxima a la confluencia del Ucayali y el Marañón (1914); ella será estación clave hasta el día de hoy para todos los afluentes de este río. Siempre contará con uno o más misioneros estables.

Iquitos

Capital del departamento de Loreto desde 1897, asentada sobre un poblado de indios iquitos, reducción de los Jesuitas. Desde la segunda mitad del siglo XIX afluyen a ese lugar gentes de todo el mundo, ocupando el terreno de los primitivos pobladores. Los agustinos se establecen en la ciudad, bien que muy limitados en su actuar apostólico hasta muy avanzado el siglo XX por la oposición cerrada y sectaria ya conocida. Tenía entonces apenas 10,000 habitantes, muchos de ellos extranjeros, principales impulsores del comercio, con líneas permanentes de navegación hacia Europa y Norteamérica contando con nueve consulados, uno de ellos de España, con numerosa colonia.
Al principio, en casa alquilada y pequeña, los agustinos orientan todas sus actividades a lo largo y ancho del territorio, pero saben que no deben descuidar el centro de operaciones: Iquitos. Por ello, a pesar del insalvable obstáculo jurisdiccional que les ha planteado el clero, atienden enfermos, catequizan dentro y fuera de la casa e instalan una escuela donde se formará la nueva generación que transformará la sociedad.
La mujer loretana reclamaba también una congregación religiosa femenina, que se hará realidad en 1920, cuando Monseñor Sotero Redondo dé la bienvenida a las primeras seis Franciscanas Misioneras de María (FMM).
Tras la bonanza del caucho vino la crisis que arruinó familias enteras creando situaciones verdaderamente angustiosas y desesperantes, lo que obligó al Padre Laurentino Alvarez y Pedro Prat a fundar la Asociación Benéfica de Señoras para atender a cuanto menesteroso y carente de recursos económicos, se encontraba a diario por el camino. A esta iniciativa y bajo la tutela del mismo se fundó una Escuela Dominical para educación del servicio doméstico.
Para alentar en fervor religioso y combatir la frialdad instituye el Padre Miguel San Román la Asociación del Sagrado Corazón de Jesús, a la que seguirá la de Hijas de María, fundación de Monseñor Sotero Redondo, Angeles del Hogar, Archicofradía de la Consolación, etc., todo con el fin de imprimir sello cristiano a una ciudad donde estaban las fuerzas vivas de la nación.
El Padre Paulino surcó hasta más arriba del río Coca. Sin embargo, merecen destacarse algunas expediciones: dos del Padre Calle al Morona en el Alto Marañón de abril a julio de 1903; tomó nota cuidadosa de los usos y costumbres de los shapras, flora y fauna de la región, y consignó más de quinientas palabras del dialecto yaguaruni. Otra audaz incursión la hizo por el Santiago arriba durante 12 días, sin conseguir tomar contacto con los temidos jíbaros. Cuando estaba organizando una segunda surcada por el mismo río, cayó asesinado en junio de 1904, junto con el Hermano Vilajolí. Su Memoria está publicada (8).
Por el mismo año el Padre Plácido Mallo exploró todo el río Yagua bautizando cada uno de sus afluentes con nombres agustinianos, que aceptó la Sociedad Geográfica de Lima. Tanto el Padre Mallo como el Padre Laurentino Alvarez aprendieron perfectamente el idioma yagua. Se ha perdido el diccionario elaborado por el Padre Mallo; tenemos, en cambio, los estudios sobre los Yaguas publicados por el Padre Laurentino Alvarez (9).
Para más detalles de las primeras fundaciones, peripecias, etc. véase lo publicado en nuestras revistas y en Anales (10).
Se ha llegado al final de la primera década, enriquecida con la heroica muerte del Padre Emilio Morán asistiendo a los apestados en Iquitos (1908). Muchos misioneros se vieron obligados a abandonar la misión en busca de la salud perdida. Entre ellos, el Padre Paulino Díaz, quien después de repetidas renuncias, resigna su cargo en manos del Padre Pedro Prat.

Divisiones de la Misión

Circunstancias internas y externas de diversa índole hicieron que nuestra misión estuviera debilitada. Una de ellas fue la campaña conocida con el nombre de “Los Escándalos del Putumayo“. La Santa Sede envió un visitador apostólico y Pío X publicó el Breve “Lacrimabili Statu” (11), sobre la infeliz condición del indio sudamericano, refiriéndose obviamente a estos sucesos, pero expresarlos directamente y sin acusar a nación alguna. Se creó la Prefectura Apostólica del Putumayo que se confió a los franciscanos ingleses, invitación tácita a que extinguiera el fuego el país que más había arrimado la tea. La Prefectura tuvo vida efímera (1912-18) quedando como tierra de nadie hasta 1921 en que se reintegró a la misma de San León del Amazonas (12). Con la particularidad de que al mismo tiempo se hace un corte al lado poniente y norte creándose la Prefectura de San Gabriel de la Dolorosa en el Alto Marañón y Huallaga que se confía a los pasionistas españoles, y la Prefectura agustiniana asciende a Vicariato con el mismo nombre de San León del Amazonas. Poco después, en virtud del Tratado SalomónLozano, nuestro Vicariato perdió aproximadamente 1000 Kms.cuadrados incorporados a Colombia.
Por decisión de la Santa Sede se dividió de nuevo el Vicariato de San León del Amazonas en 1945 y se crea la Prefectura Apostólica de San José del Amazonas, que comprende la margen derecha del Putumayo, Napo, Yavarí, Amazonas, etc. en una extensión superior a los 135,000 kms. cuadrados. Se suprime así el tradicional nombre de San León del Amazonas sustituido por el topónimo de Iquitos, sede del Vicariato. Aquella primitiva misión, cuenta hoy con una extensión de 94,000 Kms. cuadrados y más de 420 mil habitantes.

Consolidación y expansión (1945-1960)

Un cambio substancial se produjo en la Provincia de Filipinas con relación a las Misiones, y una esperanza nueva comenzó a despertar. Desde la segunda mitad de la década de los cuarenta hay un despertar. La llegada de un equipo de misioneros jóvenes, el nombramiento de Monseñor José García Pulgar como Vicario Apostólico, después de penosas tensiones internas, la abundancia de ordenaciones de los veteranos de la Guerra Civil española, la expulsión de los misioneros de China por la revolución de Mao, hizo que se ampliara inesperadamente el espacio: por fin se consolida, después de casi medio siglo, la presencia de los agustinos, hasta entonces físicamente reducida y, por demás, insuficiente. Este período tiene los siguientes momentos:
a) Consolidación urbana, proyección y ampliación de la pastoral itinerante.
b) Fijación de residencias y puestos de misión de un modo estable (construcción de iglesias y casas etc).
c) Proyección desde la perspectiva del modelo de desarrollo vigente: programas incipientemente dinamizadores, cooperativas de ahorro y servicios, experiencias de granjas, etc. Primeros conflictos de la misión con los explotadores de los recursos y patronos de los indígenas (Santa Rita de Castilla, Intuto).
d) Consolidación de las relaciones iglesia sociedad regional y presencia de la Iglesia en importantes campos de decisión en cuanto se refiere a los intereses de las clases populares.
e) En general se desarrolla una participación muy activa del laicado en el nivel urbano, pero no existe una dinámica de crecimiento en los ambientes indígenas y de campesinos ribereños. La ciudad ocupa la imaginación, los recursos, y absorbe por el alto índice de crecimiento demográfico que sigue siendo un foco de expansión y absorción de las posibilidades de la región.

Tiempo nuevo en la Iglesia (1965-1985)

Aun cuando el Concilio Vaticano II se haya desarrollado a partir de una posición fundamentalmente occidental y europea, no es posible medir los alcances de las transformaciones que tuvieron lugar a partir de ese momento al interior de la Iglesia.
La conmoción eclesial se produjo a tres niveles: el problema de la iglesia en términos de comunión de todos los creyentes, el de la participación ministerial de la comunidad en la vida de la Iglesia y el de la misión, como anuncio, presencia y comunión con el mundo.
Son de destacarse algunos hitos que habrían de tener especial influencia en nuestro modo de entender la actividad misionera en América Latina: Medellín, Melgar, Barbados, Iquitos.
Medellín: Plantea en una entonación desgarradora la significación de Evangelio para un Continente creyente que en ese mismo tiempo se descubre a sí mismo como dominado, y alienado. La Populorum Progressio anticipa la toma decidida de actitudes desde la fe frente a condiciones estructurales de injusticia considerada como pecado social. No se puede separar ni teológicamente siquiera historia salvífica e historia humana; la buena noticia viene dada al hombre pleno, y Jesucristo es el gran libertador de todas las esclavitudes. La Iglesia opta por los pobres, los que no tienen voz, aquellos que desde su indigencia, su limitación son sujetos de las preferencias evangélicas.
Melgar: Es propiamente el primer encuentro misionero que tiene lugar en la nueva etapa pastoral de América Latina. A partir de un estudio, realizado en base a una encuesta dirigida a todos los misioneros del Continente, la iglesia, delimita el concepto de situaciones misioneras (más que territorios), abre perspectivas de respeto, comunión y encuentro en el sentido más ecuménico, y asume opciones que afectan a lo político.
Barbados. Es bueno señalar sus puntos más incisivos, porque, aunque es cierto que la Iglesia padeció a la defensiva los inexplicables ataques de los llamados “masones, impíos, laicos y judíos“, en esta ocasión adoptó una serena actitud de escucha que a corto plazo la transfiguró. Esta reunión había sido convocada por el Consejo Mundial de las Iglesias, y pretendía oir la voz de los antropólogos agnósticos o creyentes que se sabía culpaban a las misiones de los más trágicos etnocidios desde la Conquista hasta aquellos días.
Iquitos. No bien pasados dos meses, se celebró, con la participación de algunos antropólogos firmantes de este documento, la reunión de Iquitos, o Primer Encuentro de Pastoral de Misiones en el Alto Amazonas.
Allí estaban representadas todas las iglesias locales de los países y territorios amazónicos, excepto Brasil. Partiendo de la realidad en sus condicionantes actuales y en sus remotas raíces históricas, aquella asamblea asumió sin vacilación ni miedo muchas críticas de Barbados. De este modo las conclusiones trasuntan un espíritu de verdadera conversión, opta por la encarnación y decide hacerse amazónica.
Desde el Encuentro de Iquitos (1971) se produjo una movilización general de la Iglesia en el mundo amazónico. Las nuevas posiciones no fueron parciales o de un pequeño sector: la estructura misma cambió y nació así un primer movimiento de integración. Poco menos de un año después, se dieron pasos prácticos par activar la comunión orgánica que diera generosos frutos a no muy largo plazo. Cuanto digo del Vicariato de Iquitos, vale, pues, salvadas las normales diferencias de lugares, personas y ambientes, para el resto de las circunscripciones. No faltó un momento en que incluso la conciencia de pertenencia a la Orden propia como instancia superior, pasó por una crisis aguda en las diversas agrupaciones misioneras. Venía a ser, en cierto modo, el reflejo de la invalidez de los moldes tradicionales de vida religiosa para articularse con la opción misionera, sea porque las instituciones congregacionales seguían imponiendo de diverso modo sus mecanismos dominadores; o, porque tal vez la actividad misionera era considerada como algo marginal y de segundo nivel. No en vano había corrido de boca en boca aquel duro apotegma: “A las misiones llegan sólo los castigados“, o “los que no valen para otra cosa“, repetido uniformemente en las diversas congregaciones.
Por aquella época estaba vigente la revolución de Velasco Alvarado, y surgió en la Amazonía peruana un fenómeno religioso de masas, la Cruzada del Hermano Francisco Da Cruz, una suerte de “Conselheiro” que atrajo multitudes y replanteó a muchos grupos cristianos el drama de los sectores populares marginados, la tradición de la cultura popular y su religiosidad, y las grandes expectativas puestas en el mismo proceso de cambios estructurales del país. Las preguntas que angustiaban más a los agentes pastorales eran éstas: ¿Habríamos entendido realmente al pueblo? ¿La fe oficial significaba algo para la fe profunda y llena de mediaciones de masas mestizas o indias? ¿Existía en nuestro Vicariato o región una identidad étnica, siendo así que los nativos ya no vestían en su mayoría sus ropas tradicionales, que hablaban español o eran bilingües en el mejor de los casos, o que su memoria mítica e histórica había quedado aparentemente disuelta en la bruma de la anomia cultural impuesta por la sociedad dominante? Tampoco Iquitos volvería a ser el de antes, a pesar de que los modos de interpretar esta situación fueran diversos e incluso no faltasen enfrentamientos ideológicos y modos contrapuestos de confrontar la realidad. Quisiéramoslo o no la historia había inaugurado un nuevo tiempo.

Las opciones claves de la Iglesia amazónica

Vista las cosas a esta distancia, sentimos que el movimiento de transformación fue intenso y rápido. Quizá porque conscientemente se esperaba. O quizá porque latía debajo una conciencia colectiva de necesidad de nuevas posiciones.
Toda la Iglesia misionera se puso en marcha y determinó unas opciones fundamentales desde las que se fueron ampliando propuestas, objetivos y tareas:
a) Opción por los pobres y desposeídos. Y, dentro de ellos, los indios. Y, entre los indios, las minorías históricamente reducidas al silencio, sin palabra, sin influencia, sin espacio de sobrevivencia. De cualquier modo ellas significaban el símbolo de la resistencia frente a diversas formas de avasallamiento. Constituyen el “centro de predilección del Reino de Dios“.
b) Opción por la encarnación en el mundo indígena, con su cultura, sus estructuras y valores. “La Iglesia decide ella misma hacerse amazónica…“, dice textualmente el Documento de Iquitos.
c) Opción por la comunidad cristiana autóctona y por las formas ministeriales propias en su tarea de servicio en la caridad. Lo que conlleva compartir la vida de la gente, respetar sus valores, devolver los líderes naturales a la comunidad, expresarse en los signos propios del pueblo, buscar el desposeimiento y el anonadamiento como actitud evangelizadora básica. De aquí nacerá el sacerdocio plural y diversificado, las luchas por la justicia y los derechos de los pobres, la atención a la religiosidad que contiene el alma de las comunidades y que refleja su caminata, sus desdichas y esperanzas, sus angustias y temores.
Estas perspectivas dieron origen a un desplazamiento misionero hacia ambientes indígenas y campesinos, tradicionalmente marginales en el quehacer pastoral. En todos los sectores se articularon programas en torno a las comunidades autóctonas, y a la formación de líderes animadores. Los objetivos comunes y la necesidad de un apoyo correlativo, hicieron que en unos y otros puntos de la geografía se hiciera sentir con fuerza una coordinación intervicarial, que a lo largo de quince años no perdería vigencia. Se fue clarificando un proceso de reflexión teológica desde las distintas condiciones socioculturales que exigían modelos bien diferenciados de pastoral, dentro de un esquema substantivamente misionero. Este modelo en nuestra región se concretaba en una pastoral indígena asentada en una matriz de escucha y de encarnación, y en la pastoral campesina que, por su tradición cristiana, ponía más bien acento en lo referente al crecimiento de la comunidad de fe y de sus animadores. Mientras tanto las emergentes ciudades pasaban por una crisis orgánica de muy difícil comprehensión. Las enormes tasas de crecimiento demográfico y el caos general del ordenamiento urbano no permitieron diseñar un modelo pastoral orgánico y sistematizado, aun cuando ello no quiere decir que la fuerza eclesial y la presencia de lo cristiano no se aproximase mucho más al sentir del pueblo, al mundo de la cultura, a las luchas reivindicativas. En este sentido los medios de comunicación alternativos y la presencia cultural de la Iglesia ha ejercido un rol preponderante.
Los modelos de vida religiosa habrían de acusar también la crisis. La autofagia congregacional perdía fuerza a causa del sentido nuevo de misión. Con ella caían el triunfalismo de Provincia, y el referente fundamental dejaron de ser las instituciones mediadores y pasó a ser la realidad misma. La vida de oración comenzó a ser entendida como parte del encuentro con las comunidades cristianas. La búsqueda de vocaciones al modo tradicional sufrió un desmedro, por no tener cabida en los presupuestos del nuevo proyecto eclesial.
No fue sencillo. La misión pasó a adoptar una posición o distante o pasiva o cismática frente al conjunto de una institución tradicionalmente cerrada, como era la Provincia, y comenzó una reflexión agustiniana nueva.
Algunas señales indican que actualmente el movimiento vocacional de la Orden camina precisamente en esta dirección. En los últimos 15 años se han ordenado cinco agustinos auctóctonos. Hay 3 sacerdotes y un hermano, 5 profesos, 5 aspirantes, y 5 en la casa de discernimiento. Las hermanas agustinas han iniciado una experiencia de postulantado local que, aunque vacilante aún, promete ser positiva.
Los desafíos del futuro
Aquello que llamamos en su tiempo “el éxodo de la Iglesia en el universo amazónico” no está carente de ambigüedades, de vacilaciones. Padece de marchas y contramarchas, expectativas y ansiedades. Los acontecimientos de los últimos tres años anuncian un proceso de retraimiento eclesial que provoca desgarramientos y dolores en vastos sectores que iniciaron aquella andadura y han sentido que repentinamente se ha producido un viraje. Pero es ley del curso de la historia. Ley por demás purificadora, tonificante, que nos libra de seguridades, de triunfalismos estériles.
De cualquier manera la Iglesia, comprometida en la instauración del Reino en todo tiempo y lugar, en toda experiencia humana, en toda cultura, allí donde el hombre revela al Dios de la vida, se ha de enfrentar, sea cual fuere su opción consciente con retos que no puede eludir. Y cuando decimos Iglesia, queremos decir Misión. Y diciendo misión, significamos aquella dimensión sustancial de la fe cristiana que anuncia en plenitud a Cristo Resucitado (estructuras, métodos, instituciones, reflexión teológica, congregaciones religiosas, lenguajes, etc.). Hay flujos incontenibles. Y el de la Iglesia del Continente es uno de ellos. Cinco siglos de dominación sobre las anchas espaldas de América, producen hoy frutos de vida renovada, de fe, de un cristianismo radiante que más tarde o más temprano ha de ser reconocido por su novedad (¡y cantidad!) en el panorama del catolicismo universal.
En la condición concreta del Vicariato Apostólico de Iquitos, que reproduce a niveles mínimos el panorama global de las misiones en América señalamos algunos retos que hemos de enfrentar en el futuro.
a. El reto de la transferencia eclesial de los modelos culturales de occidente a formas eclesiales surgidas del corazón del pueblo, y expresadas en su sistema de valores.
b. El reto de la imaginación creadora y abierta frente a las nuevas condiciones históricas y culturales.
c. El reto de optar por los que sufren. En la Selva Amazónica, exactamente en las dos últimas décadas se dan cita, al igual que en el siglo XIX, los grandes intereses económicos del mundo. Cada día se extermina más, se depredan y expropian los bosques, y se priva de voz propia a quienes se han regido desde miles de años por la rica ciencia heredada de su pasado. Para ello es preciso: explicitar y organizar la esperanza, contra “el fatalismo o el determinismo histórico político” y ayudar a descubrir un proyecto común de liberación.
d. El reto de asumir las religiones indígenas y la religión cristiana del pueblo. El futuro de la misión de Iquitos, queda al designio de Dios que actúa en su pueblo por el Espíritu. El gozo más profundo, la grandeza mayor será que los hijos de Agustín, pastor y misionero, que fundó una comunidad de hermanos y que acompañó con ella el drama de su pueblo, y sirvió sin reservas a la Iglesia, vean surgir desde la entraña misma de la Amazonía una Iglesia nueva y resucitada que sea sola y toda Iglesia de Jesús, y con ella, formas de vida fraterna distintas, que sean expresión de la una y multiforme gracia del Señor.
Etapas del proceso evangelizador
Momento indigenista
Los misioneros ven claro que su presencia está, a tenor de los documentos oficiales de la Iglesia y del Estado, dedicada exclusivamente a los pueblos indígenas de la región asignada. Después de largas expediciones de reconocimiento comienzan a estructurarse puestos de misión, que, al no ser atendidos, fueron poco a poco cerrándose. Por otra parte “pronto se percataron del sistema patronal, es decir, del predominio socioeconómico del patrón, casi siempre blanco o mestizo, sobre los aborígenes, quienes en la práctica estaban reducidos a la condición de esclavos… La obra misionera entre estas gentes, de natural sencillo y bueno, sería inútil si el patrón con sus ejemplos o ideología la obstaculizara…
El criterio de trabajo con los caucheros directamente, dependiendo de sus servicios de transporte, esperando separar lo evangélico y lo temporal, produjo a muy corto tiempo los primeros mártires del extractivismo mercantil a manos de los torturados jíbaros que defendían su tierra y su autonomía.
El fracaso de las fundaciones llevó poco a poco a optar por un método de misión casi exclusivamente itinerante, con la distribución de sacramentos por la compleja maraña de ríos, consolidando las relaciones de dependencia por medio del compradazgo.

Opción urbana

No pasaría mucho tiempo (quizá sólo tres años), que el desaliento hiciese presa y hubiese un giro muy substancial en el modelo.
Después de comprobar la saciedad, la inconveniencia del establecimiento de misiones entre infieles mientras no se cristianizase primero a los ‘fieles’ sus patronos, y comprobado también el poco fruto espiritual conseguido en tantos, tan largos, costosos y penosos viajes por los ríos, los primeros misioneros concentraron sus actividades en el estricto sentido misional, convencidos de que la transformación debía partir de los centros civilizados, especialmente de Iquitos…
Es decir: se opta por la cultura dominante, por el blanco, al igual que en el establecimiento de la primera Iglesia en el siglo XVI de América. La conversión del indígena será fruto del cambio de vida de los que dominan.
Se desprende de aquí una permanente fricción con los grupos de poder, hasta no sentir que los servicios de los agustinos, a través de la educación (en el Colegio de San Agustín, fundado en 1903) les eran de utilidad.
Esta opción prioritaria marcará definitivamente la vida del Vicariato hasta la década del 40 cuando una nueva actitud de la Provincia comienza a variar el panorama pastoral, con la llegada de un importante contingente de hermanos (1943).
Hay, naturalmente, trabajo indigenista, una preocupación de hermanos muy notables por el conocimiento profundo de la realidad (Padres Mallo, Senén Fraile, Lucas Espinosa, Avencio Villarejo), pero es de carácter individual, aunque de proporciones extraordinarias.
Se desarrolla una pastoral sacramental, no tan atenta a la problemática de supervivencia de los indios. Un celo heroico por la conversión o incorporación a la Iglesia de los infieles y su “civilización“.
Una prudente distancia del problema del caucho, aun cuando se dan algunas denuncias, que el mismo Papa Pío X recoge en su encíclica Lacrimabili de 1913.
Una propensión natural a lo urbano, y a una pastoral de conservación.
Una espiritualidad apologética defensiva y encontrada con el entorno. Pasarían muchos años hasta que la comunidad eclesiástica se abra a un diálogo con otros sectores de la población de los centros urbanos (masones, protestantes, liberales, intelectuales).
Un mismo criterio de espiritualidad hará que en 1920 se establezcan en Iquitos las Hermanas Franciscanas Misioneras de María con el fin de abrir un colegio en el que se eduquen las hijas de familia blancas o mestizas.
La desatención de una geografía tan inalcanzable fue dando origen a tres desmembraciones sucesivas del territorio misional: Vicariato de Leticia (1913-1920 se reintegró); Vicariato de Yurimaguas (1921); Vicariato de San José del Amazonas (1945). Era claro que la Santa Sede no estaba satisfecha con el trabajo.
No hay duda de que el movimiento de los Vicariatos Apostólicos en la estructura en que los hemos conocido se han originado en el clima neocolonial, a pesar de que en lo consciente responde a impulsos de la iglesia misionera. Por otra parte los Vicariatos padecen de las ambigüedades propias de la insuficiencia de los elementos en juego:
Las circunscripciones nunca han sido Provincias y han dependido más bien de las decisiones emanadas de la metrópoli, (en muchos casos España). Por ello las normas disciplinarias e incluso pastorales, erección de obras y orientación de la misión provienen de fuera.
Se da una incomunicación del proceso interior de las iglesias nacionales, por razón de esta dependencia de los centros institucionales de fuera.
Esto demuestra cómo en un mismo país haya muchas circunscripciones sin que exista una sola Provincia. Tal es el caso de los agustinos en el Perú, Ecuador y Brasil.
Instituciones que han tenido relieve especial en estos años
Además de las once parroquias (3 en los ríos y 8 en el ámbito urbano) que están a cargo de los agustinos, sobre un total de dieciocho actualmente erigidas canónicamente en el Vicariato, los agustinos desarrollamos actualmente una serie de actividades desde diversas instituciones al servicio de la pastoral. Las más importantes son las siguientes:
a) El Colegio San Agustín, centro educativo fundado en Iquitos en l903, a los dos años de haber llegado a la misión. Por donde han desfilado una significativa mayoría de los agustinos llegados a esta parte del Perú como maestros, y en el que se han educado numerosas generaciones de loretanos que hoy cubren puestos de responsabilidad en la región y a nivel nacional e internacional.
b) El Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA) fundado en l972 como una instancia de reflexión teológica y pastoral para encauzar orgánicamente la nueva reflexión teológica conciliar aplicable a nuestras realidades y la formación de los laicos y agentes pastorales del Vicariato.
Con el tiempo ofreció servicios a toda la Amazonía tanto en cursos vacacionales intensivos para educadores en la fe y maestros, como en cursos regulares dictados a lo largo del año escolar durante veinte años consecutivos. Fruto de este trabajo son dos revistas, SHUPIHUI y KANATARI, la primera de alta divulgación sobre temas de actualidad regional, y la segunda un semanario de opinión; dos festivales cinematográficos amazónicos; cuatro Coloquios Interinstitucionales sobre La Nueva Conquista de la Selva; veintidos Festivales Navideños; once Festivales Regionales del Libro. Por otra parte su catálogo de publicaciones alcanza un aproximado de 100 títulos de temas teológicos, pastorales, y de identidad amazónica. Incluye la obra Monumenta Amazónica, consistente en la investigación y edición de todas las fuentes históricas de los países amazónicos desde 1542 hasta 1922. El proyecto global son un aproximado de 150 tomos, de los cuales han sido publicados hasta el momento catorce. La influencia de este Centro ha sido definitiva en la movilización de la cultura e identidad regionales.
c) El Instituto de Promoción Social de la Amazonía (IPSA), creado en 1973, organismo del Vicariato de Iquitos y el de San José del Amazonas, que tiene a su cargo Radio La Voz de la Selva, fusión de la antigua Emisora Mariana (Iquitos) y Radio San José (Indiana). En tres frecuencias, AM, FM y Onda Corta, cubre una gran parte de la Selva Norte del Perú, ofreciendo una comunicación alternativa popular con propuestas de participación de las poblaciones del interior y una red de corresponsales en las seis provincias de la Región.
d) El Centro de Capacitación Campesina de la Amazonía (CENCCA), fundado por el Padre Antonio Aladro (+1990) en Nauta en l983. Su opción es la atención continua y sistemática a la formación de líderes de 52 comunidades, capacitación agropecuaria y agroforestería, promoción de la mujer, salud y formación integral cristiana.
e) Varios agustinos vienen desempeñando tareas en otros aspectos de la promoción y la cultura: dos han sido docentes universitarios; uno es Vicepresidente del Instituto de Investigaciones de la Amazonía (IIAP), y otros más desarrollan cargos en distintas instituciones intervicariales y de la sociedad civil.

Prelados de la Misión

Imposible relatar la acción de más de un centenar de religiosos destinados a este Vicariato en los 94 años de existencia, siempre tensa, ni sus aportaciones étnicogeográficas, aunque no podamos silenciar a los Padres Lucas Espinosa, Laurentino Alvarez, Senén Fraile y Avencio Villarejo, cuyas obras figuran en la bibliografía final. Todos han trabajado paternalmente dirigidos por los siguientes Prelados:
Prefectos Apostólicos:
Paulino Díaz (1850-1919). Nombrado en 1900, renunció en 1911.
Pedro Prat (1861-1929). 1911-1913.
Rufino Santos (1859-1935). Electo el 1911-1914, tomó posesión en noviembre de ese año, renunciando en abril de 1915.
Sotero Redondo (1859-1935). Nombrado el 15 de octubre de 1915, llegó a Iquitos en enero de 1916.
En elogio de todos ellos, hemos de destacar que ejercieron el apostolado muchos años en Filipinas antes de ser destinados a esta Prefectura.
Aunque interinamente, pero con nombramiento de la Santa Sede, lo fue también el Padre Miguel San Román después de los Padres Pedro Prat y Rufino Santos; es el primero “no filipino“, salió de la Misión en 1920 y fue asesinado en la Guerra Civil española (1879-1936).
Vicarios Apostólicos:
Elevada la Prefectura Apostólica de San León del Amazonas a Vicariato en 1921, fue preconizado obispo el Padre Sotero Redondo el 16 de julio de ese año, y consagrado en Lima el 27 de agosto de 1922. Murió el 24 de febrero de 1935. A su muerte siguió un largo vacío llenado primero por el Padre Rosino Ramos (1880-1965) como Pro Vicario hasta 1938. El 17 de octubre de 1938 la Santa Sede nombra Administrador Apostólico, sin carácter episcopal, al Padre Claudio Bravo Morán, peruano, que gobierna hasta 1942 en que es nombrado el segundo obispo.
Monseñor José García Pulgar (1892-1954) preconizado el 21 de agosto de 1941, se consagró el 5 de julio del 42. Había recusado la carga en 1938, cuando precisamente era más necesaria su presencia en Iquitos. Cumplió como buen Prelado su tarea, pudiendo decirse que fue la edad de oro de la Misión. Año y medio se tardó en encontrar sucesor en él.
Monseñor Angel Rodríguez Gamoneda (1891-1985). Preconizado el 8 de mayo de 1955, consagrado el 10 de julio, tomó posesión el 26 del mismo mes. Padre y pastor de corazón y mano siempre abierta, gastó su tercera juventud en bien de “sus almitas” en doce años largos, buscando con tiempo un auxiliar con derecho a sucesión, retirándose definitivamente en 1967 para morir piadosamente en Zaragoza, 1985.
Monseñor Gabino Peral de la Torre (1923-2002) rigió el Vicariato por derecho desde 1967. Tuvo un reto y un desafío: hacer la Iglesia loretana, no con las primitivas piedras de 1901, sino con el aluvión de personas que de todas partes y por todas las vías han convertido la selva en nueva tierra de promisión, pero que hoy por hoy es auténtica BABEL, confusión de razas, credos, ambiciones.
Monseñor Julián García Centeno (1933- ). Preconizado obispo en septiembre de 1989. Fue consagrado el 23 de octubre del mismo año, como Obispo Auxiliar de Iquitos, con derecho a sucesión. Tomó posesión del Vicariato el 10 de marzo de 1991. Las condiciones han madurado ya como para que se inicie una nueva etapa de organización eclesial. No bien toma posesión pone en marcha un amplio plan orgánico pastoral, sustentado en las normas del Derecho Canónico y en la implantación del programa pastoral del movimiento Por un Mundo Mejor Nueva Imagen de Parroquia, que a lo largo de los últimos años ha venido produciendo extraordinarios frutos de renovación y participación laical.
Bibliografía Básica
ESPINOSA, Lucas Los Tupí del Oriente Peruano, Madrid, 1935.
Contribuciones lingüísticas y etnológicas sobre algunos pueblos indígenas del Amazonas Peruano, Madrid, 1955.
Propedéutica Etnológica y Diccionario clasificador de las Lenguas Indoamericanas, Madrid, 1958.
El Vicariato Apostólico de Iquitos, antes Prefectura y Vicariato de San León del Amazonas, Valladolid, 1961 (separata de AA.LIVV, 196061).
FRAILE, Senén: Breve Reseña Histórica de la Misión Agustiniana de San León del Amazonas Perú, Escorial, 1927. 108 pp. con ilustraciones.
LARRABURE y CORREA, Carlos. Colección de Leyes y Decretos, Resoluciones y otros documentos oficiales referentes al Departamento de Loreto 18 vols. Lima, 1905.
SAN ROMAN, Jesús Víctor: Perfiles históricos de la Amazonía peruana. Lima: Paulinas, Iquitos: CETA, 1975. Segunda edición: Iquitos, 1994.
VILLAREJO, Avencio. Así es la selva, Lima, 1943; 2da. ed, 1953; 3ra. ed. 1979; 4ta. Edic. 1988
La selva y el hombre, Lima, 1959.
Los Agustinos en el Perú y Bolivia, Lima, 1965.
Revistas
Anales de la Propagación de la Fe en el Perú (1897-1937). Lima.
Apostolado y Casiciaco, de Valladolid, ricas en informaciones sobre la historia y actividades del Vicariato de Iquitos.
Archivo Agustiniano (1914-1965) aunque más importante hasta 1935.
España y América, singularmente 1903-1922.
Heraldos de la fe, Lima 1942. Homenaje de los Agustinos del Perú a Monseñor José García Pulgar. 47 pp.
Junta de bienhechores de las misiones agustinianas de San León del Amazonas. Boletín de la 1943-1962. Son 20 números ricos en datos sobre la vida misional singularmente el Nº 12 (1954). Homenaje póstumo al llorado Monseñor José García Pulgar.
Kanatari. Publicación Semanal Católica. Edita el Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA). A la fecha se han publicado ininterrumpidamente 528 números, durante más de diez años.
Las Misiones Católicas, de Barcelona, en los primeros años: 1900-1905.
Misiones agustinianas Loreto 1901-1951. Número extraordinario, fuera de serie, dedicado como el título lo indica, a los 50 años de presencia agustiniana en la selva peruana.
Shupihui. Al Servicio de los Agentes Pastorales. Revista trimestral del Centro de Estudios Teológicos de la Amazonía (CETA). Lleva publicados 52 números (1976-1990).
Notas:
1. Para la historia de los Jesuitas en Maynas cfr. Mateos, F. Historia General de la Compañía de Jesús en la Provincia del Perú; Crónica anónima de 1600. Madrid, 1954; Chantre y Herrera, P. José. Historia de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Marañón Español, Madrid, 1901.
2. Quecedo, P. Francisco OFM. El Ilustrísimo Fray Hipólito Sánchez Rangel, primer obispo de Maynas. Buenos Aires, 1942.
3. Larrabure y Correa, Carlos, Colección… Tomos V y VI.
4. España y América II (1903) 231. Analecta Augustiniana, I (19056), 20710.
5. Espinosa, Lucas: Pueblos Indígenas de la Amazonía Peruana en Rev. de “Antropología y Etnología”, Madrid. II (1949) 541 y III (1950), 510.
6. Espinosa, L. en Archivo Ag. LIV (1960), 207.
7. Memoria del P. Paulino Díaz, 1903.
8. Anales, Enero, 1904. Y Larrabure, IV, 26.
9. Alvarez, L. en E. y A. 1913. Vols. 3740. Archivo Ag. 24 (1925) 97, 144, 289.
10. Diaz, P. en E. y A. I (1903) 192,251,381,515. III (1903) 395 y 190.
11. El Breve fue publicado en castellano en España y América en 1912. El visitador se llamaba Juan Genocchi, procurador general de los Misioneros del S.C.
12. Cfr. “El Amigo del Clero”. Lima, XXX (1921) 3379.

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