Por Francisco Carrión- Diario El Comercio
Hacia el año 680 d.C., la batalla de Karbala partió en dos la comunidad musulmana a propósito de la sucesión del profeta Mahoma. Desde entonces, sunitas y chiitas se han disputado el poder. Los conflictos en Siria, Iraq, Bahréin y, últimamente con más fiereza, en Yemen han vuelto a marcar las líneas sectarias que desangran Medio Oriente.
En los cuatro países, entre bambalinas, mueven sus fichas las dos potencias de la zona: Arabia Saudí, faro del islam sunita, e Irán, foco chiita. El curso de los hechos determinará el vencedor de una partida que podría cambiar el equilibrio de fuerzas en una región en llamas.
SUNITAS
1. ARABIA SAUDÍ
La monarquía del flamante rey Salman se implicó de lleno en Yemen el 26 de marzo, al lanzar los primeros ataques aéreos de la operación Tormenta de la Firmeza, que lideran e integran, además, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar, Bahréin, Jordania, Egipto, Marruecos y Sudán.
Riad quiere evitar que el grupo rebelde chiita de los hutíes –socio de su enemigo iraní– se instale cómodamente en su patio trasero y agite a la castigada comunidad chiita saudí, que representa entre el 10% y el 25% de la población. De ahí su cerrado apoyo al presidente yemení, Abdo Rabu Mansur Hadi, sunita del sur del país que reside en Riad desde hace dos semanas.
2. EGIPTO
En los años 60 del siglo pasado, Egipto –apoyado por la extinta URSS– luchó contra Arabia Saudí por el control de Yemen, pero hoy la situación es distinta.
El país más poblado del mundo árabe ha recibido miles de millones de petrodólares de Arabia Saudí y de otras monarquías del Golfo Pérsico, desde que el golpe de Estado de julio del 2013 derrocara al islamista Mohamed Mursi, partidario de relanzar las relaciones con Teherán.
Sede del Ejército árabe más numeroso, El Cairo es un socio clave de la coalición que bombardea Yemen y ha abanderado la creación de una fuerza militar árabe conjunta para blindar la región de cualquier intervencionismo externo con la mirada puesta en Irán.
3. QATAR
El país más rico del mundo, con el mayor PBI por habitante del planeta, ha protagonizado hasta ahora la política más tolerante con el islam político, lo que le granjeó no pocos recelos entre sus vecinos.
Cuartel de la beligerante cadena televisiva Al Yazira, se lo acusa de haber financiado a milicias islamistas en Libia y Siria y de haber cobijado a dirigentes de los Hermanos Musulmanes, la organización que aupó a uno de sus miembros a la presidencia de Egipto y que desde el 2013 sufre su peor persecución en décadas. Desde principios de año ha suavizado su discurso empujado por el resto de países del Consejo de Cooperación del Golfo.
4. BAHRÉIN
Este emirato, que supera ligeramente el medio millón de habitantes, experimentó en el 2011 otro de los conflictos sectarios en la región.
Gobernada por un monarca sunita, la población es mayoritariamente chiita.
Las revueltas que surgieron con la primavera árabe amenazaron el orden. La intervención militar del Consejo de Cooperación del Golfo aplastó el levantamiento y apuntaló el status quo. Es el antecedente de la fuerza militar conjunta aprobada en la cumbre de la Liga Árabe, celebrada a fines del pasado mes en la ciudad egipcia de Sharm el Sheij.
5. EMIRATOS ÁRABES UNIDOS
La federación formada por seis prósperos estados del Golfo Pérsico es, junto a Arabia Saudí, uno de los actores más entusiastas de la coalición que bombardea Yemen.
Juega además un papel destacado en la alianza internacional que, liderada por Estados Unidos, bombardea los enclaves del Estado Islámico (EI) en Iraq. Sus aviones de combate F-16 reanudaron sus ataques en febrero, luego de que en diciembre del 2014 la captura del piloto jordano Muaz Kasasbeh por el EI en Siria provocara su cancelación.
Como los otros países del Golfo, considera que la coalición internacional es insuficiente para garantizar la seguridad de la zona.
6. OMÁN
El sultanato es el único Estado miembro del Consejo de Cooperación del Golfo que se ha negado a participar en la operación Tormenta de la Firmeza. Su estratégica posición -fronteriza con Yemen y con lazos históricos con Irán- lo ha convertido en el principal emisario entre los ayatolas iraníes y Estados Unidos.
Ha desempeñado un rol vital en los acuerdos sobre el programa nuclear y aboga, junto a Teherán, por el fin de los bombardeos en Yemen y el regreso al diálogo. Se ha ofrecido como mediador entre las partes en liza.
CHIITAS
1. IRÁN
Tras 36 años de aislamiento, Irán vuelve a escena. El reciente acuerdo sobre su programa nuclear ha confirmado, para inquietud de Arabia Saudí, su recuperada influencia en la región.
Una posición que mejorará cuando se levanten los embargos internacionales.
Hasta ahora, sin embargo, Teherán –más preocupado por las negociaciones en Suiza– ha evitado incrementar su participación en Yemen en apoyo a los hutíes.
“Para Irán, Yemen no es el país más importante de la región. No está tan próximo geográficamente como Iraq ni es una nación que coincida con su ideología. Los iraníes profesan el chiismo duodecimano o imaní, mientras que los hutíes son chiitas zaidíes, dos sectas completamente distintas”, apunta a El Comercio Samaa al Hamdani, reputada experta en Yemen.
La postura oficial iraní es condenar la invasión saudí e instar al cese inmediato de los ataques aéreos y la reanudación de las negociaciones políticas.
2. SIRIA
El régimen de Bashar al Assad, que resiste en el poder tras cuatro años de cruenta guerra civil y más de 220.000 muertos, es el mejor socio de Teherán.
Desde el 2011, Irán ha aliviado la asfixia de Damasco causada por los embargos impuestos por la comunidad internacional. Con importantes intereses económicos en el país, ha suministrado personal y material militar, así como petróleo y equipos para cazar las comunicaciones de los rebeldes desde el inicio de la primavera siria.
La dictadura de Al Assad –controlada por una élite de confesión alauita que se ganó en los años 80 la enemistad de los vecinos árabes cuando apoyó al Estado chiita en su guerra contra Iraq– actúa como el cordón umbilical mediante el que Irán arma a Hezbolá.
3. LÍBANO
En el país de los cedros -un complejo crisol de sunitas, chiitas, drusos o cristianos maronitas- Irán cuenta con uno de sus grupos más leales, la milicia chiita Hezbolá, que apuntala además al gobierno del país árabe.
El movimiento sigue los dictados de Teherán y actúa conforme a sus intereses. Sus militantes participan en la lucha contra el Estado Islámico en suelo iraquí, lo que profundiza la brecha sectaria que recorre la región.
4. IRAQ
En la última década la influencia del vecino Irán ha ido escalando en los despachos de Bagdad.
El país, que aún sangra las heridas de la dictadura del sunita Saddam Hussein, es un explosivo rompecabezas confesional: el 65% de su población es chiita y ocupa básicamente el sur del país.
El resto profesa el credo sunita con un porcentaje cada vez más residual de cristianos. Su batalla contra el Estado Islámico -que sojuzga un tercio del país, la zona ocupada por los sunitas- ha involucrado aun más a Irán. Ante el colapso del Ejército, la ofensiva ha sido encabezada por la fuerza de élite iraní Quds, encargada de las operaciones en el extranjero de los Guardianes de la Revolución, y las milicias chiitas afines a Teherán que controlan el Ministerio del Interior y han contribuido a agitar las tensiones sectarias.
Islám: sunitas y chiitas
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