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Lo afirmó el historiador de la Iglesia Alberto Melloni: «No son muchos los que se han dado cuenta. Es un texto comparable con el discurso de apertura del Concilio»
Por Andrea Tornielli- Vatican Insider
«La homilía de Papa Francisco pronunciada en Lampedusa representa un cambio, es un documento comparable al “Gaudet Mater Ecclesia”, el discurso de apertura del Concilio de Juan XXIII. Me parece que no son muchos los que se han dado cuenta»: Está convencido de ello el historiador de la Iglesia Alberto Melloni, que invitó a pesar bien las palabras pronunciadas por el Papa durante su visita a la isla mediterránea de Lampedusa el pasado 8 de julio.
«Papa Roncalli –explicó Melloni a Vatican Insider–, dentro de un marco lingüístico perfectamente tradicional y devocional, decía cosas de una potencia evangélica enorme. Y era consciente de esa potencia, como demuestra la decisión de conservar el manuscrito del discurso de apertura del Vaticano II, para que se pudiera ver en el futuro que era harina de su costal. El secreto de Papa Francisco es diferente: con un lenguaje accesible comunica contenidos doctrinales extraordinarios. Lampedusa es uno de estos casos, para mí el más importante».
Según el estudioso, cualquier otra persona, en una ocasión semejante, «habría hecho un discurso imputando esas muertes a nuestra sociedad, a la modernidad, a la indiferencia. Francisco, en cambio, habló del lugar de los cristianos en la sociedad y en el mundo. Celebró una liturgia penitencial y no nos excluyó. Tampoco el Papa se excluyó».
La referencia de Melloni a este pasaje de la homilía, cuando Bergoglio afirmó: «Muchos de nosotros, y me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en el que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos los unos a los otros. Y cuando esta desorientación asume las dimensiones del mundo, se llega a tragedias como esa a la que hemos asistido».
El Papa, explica el historiador que dirige la Escuela de Boloña, «no pretende enseñar a sus interlocutores cómo estar en el mundo, sino que dice cosas que tienen que ver con el llanto y la acusación de sí. En la oración final que pronunció, cuando pidió perdón “por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas”, por quien “se encerró en el bienestar propio que lleva a la anestesia del corazón”, por “los que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas”, Francisco indicó un papel y una función de la Iglesia en el espacio público».
Según Melloni, después de Juan Pablo II, que «concebía la Iglesia como un elemento que debía demostrar la propia fuerza en el mundo», y después de Benedicto XVI, «que hablaba de la Iglesia como una pequeña y humilde comunidad, una minoría creativa, que, sin arrogancia, ayuda al mundo a darse cuenta de sus males, he aquí Francisco, que nos habla de un “pueblo teóforo”, portador de Dios…». La referencia, en este caso, indica a los habitantes de Lampedusa, que, viviendo su vida con humanidad, han interpretado los versículos de Mateo 25: «tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».
Con estas palabras, en la opinión del historiador italiano, el Papa Francisco «dijo que la tarea de la Iglesia en el espacio público no es la de manifestar su fuerza. Basta ver qué ha sucedido en la historia del matrimonio homosexual en Francia. El hecho de que Francisco no haya hablado de ello no significa que apruebe o que no tenga idea de lo que sucede, ni que pretenda intermediaciones. Él propone un enfoque completamente diferente, en el que el eje es el último, la presencia de Cristo en los pobres. Una presencia que juzga no al mundo sino a la Iglesia. Y actuando de esta manera, el Papa lleva a cabo una operación doctrinal prodigiosa».
El Papa «no dice: “sigan el derecho natural y consideren, por lo menos, a Dios como una hipótesis, verán que las cosas en la sociedad mejoran”. Dice que hay una potencia evangélica que se manifiesta en donde no se ejerce la custodia del pobre. Y es en ese sitio en donde la Iglesia vuelve a encontrar su sentido. El Papa va a buscar al pueblo descrito en Mateo 25, no solo a los cristianos o a los que ayudan en cuanto cristianos».
Según el profesor Melloni, sería erróneo concentrar la atención en el problema de la inmigración: «La Iglesia es penitente ante su Señor. El Papa reconoce que existen allá afuera, en el tiempo, en la vida de todos los días, algunas realidades que recuerdan el Evangelio a la misma Iglesia. Es la doctrina conciliar de los “signos de los tiempos”, es decir las cosas que nos hablan del Evangelio. Personalmente, considero que el discurso de Lampedusa es una encíclica programática del Pontificado».
Por Andrea Tornielli- Vatican Insider
«La homilía de Papa Francisco pronunciada en Lampedusa representa un cambio, es un documento comparable al “Gaudet Mater Ecclesia”, el discurso de apertura del Concilio de Juan XXIII. Me parece que no son muchos los que se han dado cuenta»: Está convencido de ello el historiador de la Iglesia Alberto Melloni, que invitó a pesar bien las palabras pronunciadas por el Papa durante su visita a la isla mediterránea de Lampedusa el pasado 8 de julio.
«Papa Roncalli –explicó Melloni a Vatican Insider–, dentro de un marco lingüístico perfectamente tradicional y devocional, decía cosas de una potencia evangélica enorme. Y era consciente de esa potencia, como demuestra la decisión de conservar el manuscrito del discurso de apertura del Vaticano II, para que se pudiera ver en el futuro que era harina de su costal. El secreto de Papa Francisco es diferente: con un lenguaje accesible comunica contenidos doctrinales extraordinarios. Lampedusa es uno de estos casos, para mí el más importante».
Según el estudioso, cualquier otra persona, en una ocasión semejante, «habría hecho un discurso imputando esas muertes a nuestra sociedad, a la modernidad, a la indiferencia. Francisco, en cambio, habló del lugar de los cristianos en la sociedad y en el mundo. Celebró una liturgia penitencial y no nos excluyó. Tampoco el Papa se excluyó».
La referencia de Melloni a este pasaje de la homilía, cuando Bergoglio afirmó: «Muchos de nosotros, y me incluyo, estamos desorientados, ya no estamos atentos al mundo en el que vivimos, no cuidamos, no custodiamos lo que Dios ha creado para todos y ya no somos capaces ni siquiera de custodiarnos los unos a los otros. Y cuando esta desorientación asume las dimensiones del mundo, se llega a tragedias como esa a la que hemos asistido».
El Papa, explica el historiador que dirige la Escuela de Boloña, «no pretende enseñar a sus interlocutores cómo estar en el mundo, sino que dice cosas que tienen que ver con el llanto y la acusación de sí. En la oración final que pronunció, cuando pidió perdón “por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas”, por quien “se encerró en el bienestar propio que lleva a la anestesia del corazón”, por “los que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas”, Francisco indicó un papel y una función de la Iglesia en el espacio público».
Según Melloni, después de Juan Pablo II, que «concebía la Iglesia como un elemento que debía demostrar la propia fuerza en el mundo», y después de Benedicto XVI, «que hablaba de la Iglesia como una pequeña y humilde comunidad, una minoría creativa, que, sin arrogancia, ayuda al mundo a darse cuenta de sus males, he aquí Francisco, que nos habla de un “pueblo teóforo”, portador de Dios…». La referencia, en este caso, indica a los habitantes de Lampedusa, que, viviendo su vida con humanidad, han interpretado los versículos de Mateo 25: «tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver».
Con estas palabras, en la opinión del historiador italiano, el Papa Francisco «dijo que la tarea de la Iglesia en el espacio público no es la de manifestar su fuerza. Basta ver qué ha sucedido en la historia del matrimonio homosexual en Francia. El hecho de que Francisco no haya hablado de ello no significa que apruebe o que no tenga idea de lo que sucede, ni que pretenda intermediaciones. Él propone un enfoque completamente diferente, en el que el eje es el último, la presencia de Cristo en los pobres. Una presencia que juzga no al mundo sino a la Iglesia. Y actuando de esta manera, el Papa lleva a cabo una operación doctrinal prodigiosa».
El Papa «no dice: “sigan el derecho natural y consideren, por lo menos, a Dios como una hipótesis, verán que las cosas en la sociedad mejoran”. Dice que hay una potencia evangélica que se manifiesta en donde no se ejerce la custodia del pobre. Y es en ese sitio en donde la Iglesia vuelve a encontrar su sentido. El Papa va a buscar al pueblo descrito en Mateo 25, no solo a los cristianos o a los que ayudan en cuanto cristianos».
Según el profesor Melloni, sería erróneo concentrar la atención en el problema de la inmigración: «La Iglesia es penitente ante su Señor. El Papa reconoce que existen allá afuera, en el tiempo, en la vida de todos los días, algunas realidades que recuerdan el Evangelio a la misma Iglesia. Es la doctrina conciliar de los “signos de los tiempos”, es decir las cosas que nos hablan del Evangelio. Personalmente, considero que el discurso de Lampedusa es una encíclica programática del Pontificado».