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Decenas de miles de personas se volcaron a las calles en la ciudad de Buenos Aires y otros puntos de Argentina haciendo sonar sus cacerolas para manifestar su ruidoso repudio al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en una protesta que tomó el nombre de 18A.
En la lista de reclamos se destaca la reforma de la Justicia impulsada por el gobierno y que está siendo tratada por el Congreso, así como también el repudio a la inseguridad, la corrupción y la inflación, destacó la agencia DPA.
Los manifestantes portan carteles en los que por ejemplo puede leerse “No le tengas miedo a la libertad, que nadie te la robe”, “Basta 18A”, “Libertad, libertad, libertad” y “Basta de violar a la Constitución”.
Otros cantaron el himno argentino, corearon “Argentina, Argentina” y levantan pancartas que rezan “No domesticar la justicia”, “Cárcel para los lavadores de dinero”, “Sin justicia no hay futuro”, o simplemente optan por ondear banderas argentinas de diferentes tamaños.
Distintas columnas de ciudadanos marchaban hacia la céntrica Plaza de Mayo de Buenos Aires, con algunos dirigentes opositores y sindicales mezclados entre sus filas. Una multitud se congregaba en el Obelisco.
Esta noche, en medio de la movilización, el Senado dio media sanción al último de los seis proyectos que envió el Poder Ejecutivo al Parlamento, que busca regular las medidas cautelares. Algunos manifestantes protestaron alrededor del Congreso y gritaron “ladrones, ladrones”.
Otros manifestantes optaron por quedarse protestando en sus barrios haciendo estruendo con todo tipo de utensilios, bocinazos e instrumentos.
La convocatoria al 18A fue lanzada desde las redes sociales y sin identificación partidaria, tal como ocurrió en protestas similares el 8 de noviembre y el 13 de septiembre del año pasado.
A diferencia de los anteriores cacerolazos, acompañaron la convocatoria dirigentes de varias fuerzas opositoras. Ricardo Gil Lavedra (Unión Cívica Radical), Oscar Aguad (UCR), Paula Bertol (PRO), Carlos Brown (peronismo disidente), Federico Pinedo (PRO) y Gerónimo Venegas (sindicalismo opositor) son algunos de los participantes en la marcha.
También se registran manifestaciones en diversos puntos de los suburbios y frente a la residencia presidencial de la localidad de Olivos, en el norte del Gran Buenos Aires.
Cacerolas, banderas y pancartas salieron asimismo a las calles en otras ciudades argentinas como Córdoba, Rosario, Santa Fe, Salta, Tucumán, Mar del Plata y La Plata, ciudad golpeada recientemente por graves inundaciones.
La presidenta Fernández de Kirchner no se encuentra en el país, ya que partió a Lima para la reunión de emergencia de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), convocada para analizar la crisis en Venezuela, y posteriormente participará de la asunción del mandatario venezolano Nicolás Maduro.
Una triple valla fue instalada en los alrededores de la Casa de Gobierno, con importante custodia policial.
“Vinimos para que no haya re-re (elección presidencial), para que tengamos un país justo, para que tengamos una justicia independiente”, señaló una manifestante. “Porque quiero que haya tres poderes, quiero república, lo que mis ancestros vinieron a buscar a este país”, indicó otra mujer.
“Es un atropello total y absoluto a las instituciones”, opinó un hombre. “Estamos cansados de la corrupción, de la mafia”, completó una joven.
También se registraron durante la jornada cacerolazos de ciudadanos argentinos en diversas ciudades del mundo, como por ejemplo en Sidney, Madrid, Barcelona, Londres, Roma y Milán. La convocatoria a través de Facebook y Twitter alentaba a acercarse a las sedes diplomáticas argentinas en más de una veintena de puntos del globo.
“Salgamos de las sombras, volvamos a la calle”, llamaba uno de varios afiches en la web a sumarse al cacerolazo. “Sin agravios, sin miedo, en paz”.
Entre los motivos de la movilización, que fueron difundidos a través del sitio www.argentinosindignados.com, se menciona en primer lugar que “con el proyecto de reforma judicial, el gobierno intenta controlar la Justicia”.
También reclama: “No somos libres de salir del país, pues hay que pedir permiso para que te den unos pocos dólares como si fuéramos criminales”. Y añade: “Te dicen en qué divisa tenés que ahorrar; pero convirtieron a la nuestra en apenas papelitos de colores que no son reconocidos en el mundo y que se devalúan diariamente”.
Fuente: Diario El Universal de Caracas.
Declaración de Mario Vargas Llosa
En vista de la reunión extraordinaria de los países miembros de UNASUR convocada por el Perú para evaluar la situación de Venezuela, hago una respetuosa exhortación al Presidente Ollanta Humala y a sus colegas sudamericanos para que actúen a favor de la democracia y el Estado de Derecho en ese país. Las graves dudas que existen sobre el resultado oficial del proceso electoral que tuvo lugar el domingo 14 de abril y la hostilidad desatada contra una oposición que, según el propio recuento oficial, representa por lo menos a una mitad de los venezolanos exigen de la comunidad internacional poner freno a la deriva autoritaria que parece estar en marcha. Eso pasa por un nuevo escrutinio bajo observación internacional a fin de que Venezuela pueda contar con un gobierno que esté fuera de toda sospecha de ilegitimidad.
El Presidente del Perú, como la mayor parte de los colegas convocados para la reunión, ha demostrado que respeta la democracia y el Estado de Derecho. Legitimar un atentado contra esas instituciones en un país vecino sería un acto contradictorio con esos antecedentes y emitiría dentro y fuera del país señales muy inconvenientes. También sería injusto para con los venezolanos que aspiran a que en su país reine la libertad que impera en la mayor parte del continente americano. Los peruanos, como otros pueblos de América Latina, han sufrido en carne propia la ausencia de democracia y la insolidaridad de gobiernos y organismos de los que hubiera cabido esperar en su día una defensa de los valores que eran suyos de puertas para adentro. El deber de la democracia peruana y de las otras democracias sudamericanas es actuar de manera consecuente con lo que representan.
Hugo Chávez y Alberto Fujimori
Por Antonio Zapata- Diario La República
Ollanta Humala ha sido señalado incesantemente como chavista y seguirá soportando esta acusación en la segunda vuelta. La mayoría de medios de comunicación se apoya en ese vínculo para sostener la supuesta vocación dictatorial del comandante. Esa idea se fundamenta en la famosa escena del 2006, cuando Humala y su esposa estuvieron presentes, en Venezuela, en una actividad del presidente bolivariano, que elogió al comandante peruano.
Pero, a lo largo de muchos años, Hugo Chávez fue un eficiente aliado de Alberto Fujimori. Incluso, Venezuela sostuvo a Fujimori en el marco de los países andinos, después de la ilegal segunda vuelta del 2000, contra los propósitos de la oposición democrática peruana.
Para aquel entonces, Chávez estaba comenzando su ruta hacia el poder total y afirmando su prototipo caudillista. Por ello, no le interesaba que los demás países del continente, a través de la OEA, supervisen la democracia tutelada de Fujimori. El razonamiento de Chávez era claro. Si bloqueaba el esfuerzo de la OEA por impedir la re-reelección de Fujimori, luego dispondría de autonomía para imponer su propia dictadura disfrazada con piel democrática.
Chávez decidió librar una batalla en el Perú para eventualmente ganar la carambola. Por su parte, si perdía era en piel ajena y no sufría demasiado en su tierra. Esa cercanía de Chávez con Fujimori había sido intermediada por Vladimiro Montesinos y tenía una larga historia. No había comenzado el día anterior.
Cuando Alberto Fujimori cerró el Congreso y el Poder Judicial, a través del autogolpe de abril de 1992, el presidente de Venezuela, entonces Carlos Andrés Pérez, protestó enérgicamente y lideró la postura contra el reconocimiento a Fujimori. Como consecuencia, el mandatario peruano se la tenía jurada a Pérez. Ese mismo año 1992, Venezuela sufrió dos golpes de Estado, ambos fallidos. Uno fue protagonizado por el mismo Hugo Chávez y el otro por oficiales seguidores suyos. Estos vinieron a refugiarse al Perú, fueron recibidos en Iquitos y Montesinos les consiguió asilo. Ese favor sería útil en la fase final del gobierno de 1990.
Así, en octubre del 2000, la Venezuela de Chávez otorgó una visa de cortesía a Fujimori. Ello fue visto como altamente inusual, puesto que los presidentes en ejercicio no requieren una visa de ese tipo, sino que usan la diplomática. Ante el barullo, Fujimori declaró en El Comercio del 11 de octubre, “Hugo Chávez es mi amigo personal y en algún momento voy a visitarlo un fin de semana”. En ese momento, Fujimori estaba preparando su huida al Japón y utilizó a Venezuela como cortina de humo. En ese juego, Chávez le dio la mano.
Por su parte, Montesinos jugó todas sus fichas en tierra de Bolívar. Después de su segunda fuga, esta vez en el yate “Karisma”, se escondió en Venezuela, en una operación mal hecha, seguida de cerca por periodistas y políticos de oposición peruanos y venezolanos. Especialmente la periodista Patricia Poleo lo buscó incesantemente, mientras las autoridades venezolanas negaban la presencia del ex asesor peruano en su tierra. Pero ahí estaba y la negativa solo aumentaba la sospecha. Era un secreto a voces que Vladimiro Montesinos estaba escondido con conocimiento del mismo gobierno.
Poco antes de que la prensa lo ubique, Montesinos fue entregado por Venezuela en junio del 2001. Ketín Vidal lo trajo y encerró en prisión. ¿Seguirá ahí por mucho tiempo? Quizá no, porque muchos fujimoristas son nostálgicos de los buenos tiempos del tío Vladi.
Algunos medios de comunicación no querrán acordarse, pero Humala no es el aliado principal de Hugo Chávez en nuestra historia política, sino Fujimori. El manto autoritario hermana al Perú de la década de 1990 con la Venezuela de los últimos años.