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Un libro, cuyo prefacio ha sido escrito por el obispo de Trípoli, reconstruye las fases del ataque occidental a Gheddafi y descubre detalles inquietantes.
Por Andrea Tornielli
“Actualmente Libia está viviendo la experiencia de una situación grave que deja sorprendidos e impotentes. No tengo los medios para confirmar los detalles que dieron inicio a la revuelta. Sin embargo, parece evidente que ésta haya sido alimentada por factores de diferentes orígenes”. Es lo que escribe el obispo de Trípoli Giovanni Martelli en el prefacio de un libro interesante y capaz de disipar algunas dudas, titulado Libia 2011 (Subtítulo enmarcado en la elocuente imagen de un bombardero que lanza sus bombas: «If you don’t come to democracy, democracy will come to you»). El autor del ensayo, que comprende una parte histórica y otra de investigación, es Paolo Sensini (ediciones Jaca Book, 174 páginas; 12.00 euros).
Las páginas de Sensini toman en consideración la historia de los “rebeldes de Bengasi”, fomentados por el fundamentalismo islámico y organizados, armados y financiados por las potencias occidentales. Documentan la responsabilidad de los medios de comunicación árabes Al Arabiya y Al Jazeera que acreditaban la existencia de masacres de civiles cometidas por Gheddafi que sirvieron para crear la onda emotiva necesaria para justificar la guerra a través de la Resolución de la ONU número 1973, que dio el vía libre a la intervención militar de la “coalición de voluntariosos”.
Se ha dicho que Gheddafi haya hecho bombardear a los insurrectos en Trípoli asesinando “más de 10,000 personas”. “Falsificaciones espectaculares”, según Sensini, que recuerda la importancia que han tenido y que tienen los periodistas que han presentado su dimisión dejando Al Jazeera. Se ha hablado de “fosas comunes”, y en cambio eran solamente “viejos cementerios”. De hecho se hicieron circular imágenes de las que se presentaban como apresuradas sepulturas de masa de los cadáveres de rebeldes muertos bajo los bombardeos de Gheddafi: “Pero eran simplemente- escribe Sensini- imágenes del cementerio de Sidi Hamed durante la normal actividad del traslado de restos”.
De nuevo, como viene sucediendo en las guerras de las últimas décadas, más que con las armas, éstas se ganan o si pierden manipulando y orientando la opinión pública. Se ha hecho pasar una verdadera guerra, en la que han sido usados más de seiscientos misiles Tomahawk, cargados con más de media tonelada de explosivo cada uno de ellos y capaces de destruir totalmente todo lo que se encuentra en un radio de cincuenta metros además de esparcir detritos incluso a 500 metros, por una intervención de “protección civil”. Hasta el punto que incluso el General Leonardo Tricario, Jefe de Estado Mayor de la Aviación Italiana, ha definido como “locas acrobacias léxicas” las usadas para describir la implicación del ejército italiano: “Las operaciones militares italianas, como se demuestra en la crisis libia, están siempre acompañadas por ambigüedad e hipocresía”.
La parte más interesante del libro de Sensini es aquélla en la cual se documenta quienes son los “rebeldes de Bengasi” y algunos de los nuevos gobernantes de Libia, unidos al fundamentalismo islámico y a Al Qaeda, combatientes en Irak y Afganistán, armados y usados por los gobiernos occidentales como ya sucedió el final de los años setenta, en Afganistán, cuando los americanos apoyaron a los muyahidines de Osama Bin Laden contra la Unión Soviética.
“El detenido libio más célebre de Guantanamo en Derna – escribe Sensini- es Sufiyan al Koumi, un veterano del contingente libio que trabajaba para el holding de Bin Laden en Sudan y luego en una “institución benéfica” relacionada con Al Qaida. Fue arrestado por los americanos y luego extraditado a Libia siendo liberado en septiembre de 2010 gracias a la iniciativa “Reform and repent” llevada a cabo por el hijo de Gheddafi… Su “trabajo” actual es “preparar a los reclutas” de los rebeldes”.
En el libro Libia 2011 se puede leer mucha información útil para comprender los motivos del ataque occidental a Gheddafi, frente a reacciones mucho más blandas o nulas respecto a otras represiones populares en los Países árabes: lo que sucedía detrás de las quintas con los fondos soberanos de Libia en los bancos de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia, que combatían contra una crisis financiera sin precedentes. O lo que sucedía con los recursos energéticos de Libia, desde siempre objeto del deseo de las multinacionales. O también, los movimientos entre bastidores provocados por la idea de una moneda única para toda África y por el proceso de unificación del Continente Negro, de lo cual la Libia de Gheddafi era la mayor promotora.
Libia, la única realidad petrolífera de Medio Oriente con una redistribución social de la riqueza, en la cual actualmente el 88 por ciento de sus habitantes está alfabetizado (el porcentaje de analfabetismo era del 94 por ciento cuando Gheddafi tomó el poder en 1969), también es un país a la cabeza respecto a la enseñanza gratuita, a la asistencia médica gratuita y de calidad y a la promoción familiar.
Es impresionante lo poco que se reflexionó antes de iniciar la guerra contra el país de Trípoli. Y sorprende también el silencio de una buena parte del mundo católico, como también la escasa incidencia en la opinión pública mundial de la posición de la Santa Sede, que en precedentes ocasiones había sabido hacer escuchar su voz.
Por Andrea Tornielli
“Actualmente Libia está viviendo la experiencia de una situación grave que deja sorprendidos e impotentes. No tengo los medios para confirmar los detalles que dieron inicio a la revuelta. Sin embargo, parece evidente que ésta haya sido alimentada por factores de diferentes orígenes”. Es lo que escribe el obispo de Trípoli Giovanni Martelli en el prefacio de un libro interesante y capaz de disipar algunas dudas, titulado Libia 2011 (Subtítulo enmarcado en la elocuente imagen de un bombardero que lanza sus bombas: «If you don’t come to democracy, democracy will come to you»). El autor del ensayo, que comprende una parte histórica y otra de investigación, es Paolo Sensini (ediciones Jaca Book, 174 páginas; 12.00 euros).
Las páginas de Sensini toman en consideración la historia de los “rebeldes de Bengasi”, fomentados por el fundamentalismo islámico y organizados, armados y financiados por las potencias occidentales. Documentan la responsabilidad de los medios de comunicación árabes Al Arabiya y Al Jazeera que acreditaban la existencia de masacres de civiles cometidas por Gheddafi que sirvieron para crear la onda emotiva necesaria para justificar la guerra a través de la Resolución de la ONU número 1973, que dio el vía libre a la intervención militar de la “coalición de voluntariosos”.
Se ha dicho que Gheddafi haya hecho bombardear a los insurrectos en Trípoli asesinando “más de 10,000 personas”. “Falsificaciones espectaculares”, según Sensini, que recuerda la importancia que han tenido y que tienen los periodistas que han presentado su dimisión dejando Al Jazeera. Se ha hablado de “fosas comunes”, y en cambio eran solamente “viejos cementerios”. De hecho se hicieron circular imágenes de las que se presentaban como apresuradas sepulturas de masa de los cadáveres de rebeldes muertos bajo los bombardeos de Gheddafi: “Pero eran simplemente- escribe Sensini- imágenes del cementerio de Sidi Hamed durante la normal actividad del traslado de restos”.
De nuevo, como viene sucediendo en las guerras de las últimas décadas, más que con las armas, éstas se ganan o si pierden manipulando y orientando la opinión pública. Se ha hecho pasar una verdadera guerra, en la que han sido usados más de seiscientos misiles Tomahawk, cargados con más de media tonelada de explosivo cada uno de ellos y capaces de destruir totalmente todo lo que se encuentra en un radio de cincuenta metros además de esparcir detritos incluso a 500 metros, por una intervención de “protección civil”. Hasta el punto que incluso el General Leonardo Tricario, Jefe de Estado Mayor de la Aviación Italiana, ha definido como “locas acrobacias léxicas” las usadas para describir la implicación del ejército italiano: “Las operaciones militares italianas, como se demuestra en la crisis libia, están siempre acompañadas por ambigüedad e hipocresía”.
La parte más interesante del libro de Sensini es aquélla en la cual se documenta quienes son los “rebeldes de Bengasi” y algunos de los nuevos gobernantes de Libia, unidos al fundamentalismo islámico y a Al Qaeda, combatientes en Irak y Afganistán, armados y usados por los gobiernos occidentales como ya sucedió el final de los años setenta, en Afganistán, cuando los americanos apoyaron a los muyahidines de Osama Bin Laden contra la Unión Soviética.
“El detenido libio más célebre de Guantanamo en Derna – escribe Sensini- es Sufiyan al Koumi, un veterano del contingente libio que trabajaba para el holding de Bin Laden en Sudan y luego en una “institución benéfica” relacionada con Al Qaida. Fue arrestado por los americanos y luego extraditado a Libia siendo liberado en septiembre de 2010 gracias a la iniciativa “Reform and repent” llevada a cabo por el hijo de Gheddafi… Su “trabajo” actual es “preparar a los reclutas” de los rebeldes”.
En el libro Libia 2011 se puede leer mucha información útil para comprender los motivos del ataque occidental a Gheddafi, frente a reacciones mucho más blandas o nulas respecto a otras represiones populares en los Países árabes: lo que sucedía detrás de las quintas con los fondos soberanos de Libia en los bancos de Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos e Italia, que combatían contra una crisis financiera sin precedentes. O lo que sucedía con los recursos energéticos de Libia, desde siempre objeto del deseo de las multinacionales. O también, los movimientos entre bastidores provocados por la idea de una moneda única para toda África y por el proceso de unificación del Continente Negro, de lo cual la Libia de Gheddafi era la mayor promotora.
Libia, la única realidad petrolífera de Medio Oriente con una redistribución social de la riqueza, en la cual actualmente el 88 por ciento de sus habitantes está alfabetizado (el porcentaje de analfabetismo era del 94 por ciento cuando Gheddafi tomó el poder en 1969), también es un país a la cabeza respecto a la enseñanza gratuita, a la asistencia médica gratuita y de calidad y a la promoción familiar.
Es impresionante lo poco que se reflexionó antes de iniciar la guerra contra el país de Trípoli. Y sorprende también el silencio de una buena parte del mundo católico, como también la escasa incidencia en la opinión pública mundial de la posición de la Santa Sede, que en precedentes ocasiones había sabido hacer escuchar su voz.
Fuente: Vatican Insider.