AHORRO, INVERSIÓN, CAUTELA Y GASTO: Elementos que debe tener en cuenta actualmente
MARIO ALVA MATTEUCCI
En estos últimos días se han emitido una serie de opiniones relacionadas con el desarrollo de la economía peruana, muchas de las cuales procuran interpretar la actual situación desde diversas aristas. Algunos comentarios son extremos, alarmistas hasta caóticos, otros por el contrario son mesurados, pausados y concienzudamente emitidos.
Se indicó que la economía peruana estaba entrando a una época de “vacas flacas” y dejando la era de las “vacas gordas”, llegando inclusive a establecer hasta ciertos puntos intermedios entre ambos extremos, por lo que las vacas también podían ser un poco delgadas, algo desmejoradas, flaquitas como también pueden ser algo subidas de peso, regordetas, un poco recias. Esta explicación sencilla tiene relación con los ciclos económicos los cuales pueden ser expansivos o contractivos.
Cabe indicar que el Perú forma parte de un contexto global y no es una isla separada, razón por la cual si en el frente externo existe una desaceleración de la economía de China, un menor crecimiento en los Estados Unidos, una crisis que avanza en los países de la región europea, en parte nos afectará, bien sea reduciéndose las inversiones que provienen de esas regiones, como la exportación de nuestros productos que les enviamos, alterando en cierto modo nuestra balanza comercial de positiva a negativa como lo estamos percibiendo en estos meses.
En este contexto resulta necesaria la existencia de un ahorro, entendido éste como una cantidad de dinero que la persona natural o jurídica deposita en una cuenta de una institución financiera, con la finalidad de la obtención de un tipo de interés como contraprestación por el depósito. Este ahorro servirá para poder sobrellevar alguna contingencia futura e imprevista. El ahorro tiene la ventaja que no genera riesgos.
En una época contractiva de la economía dejan de prestarse algunos servicios y surgen otros en reemplazo de éstos. Lo mismo sucede con algunos bienes donde también opera la misma lógica, toda vez que al cambiar las necesidades y demanda de los consumidores el mercado busca un sustituto. Es allí donde se pueden aprovechar estas situaciones e invertir. La inversión es en sí riesgosa a diferencia del ahorro, porque se puede ganar o se puede perder, pero en caso de ganancia puede generar un mayor rédito que el ahorro. Dependerá del conocimiento del mercado, de las oportunidades que se presentan, del período que se busque la inversión (a corto, mediano o largo plazo), de la fiscalidad aplicable, entre otras variables para poder planificar la misma.
Tanto el ahorro como la inversión requieren de una cierta cautela, tener una prudencia en el actuar, lo cual lleva a veces a tener cierta discreción, reserva y prudencia en la toma de decisiones, sobre todo para determinar cuáles serán las que más convengan y descartar aquellas que no sean rentables o que tengan un nivel de riesgo tan elevado que determine una pérdida a todas luces visible. En un contexto previo a una posible crisis o de una época contractiva de la economía, la cautela debe ser la guía, teniendo precaución y reserva en el proceder.
Finalmente, el gasto resulta necesario para poder afrontar una posible crisis, siempre que esté orientado a la generación de ganancias, de mantener los servicios prestados, de adquisición de bienes necesarios y útiles y no sea suntuario, banal e innecesario. Aquí entrarían tanto el gasto público como el privado.
En el contexto internacional se aprecia que cuando hay una crisis económica, lo primero que se afecta es el gasto público, disminuyéndolo considerablemente, generando un enfriamiento de la economía, contrayendo la demanda y entrando ésta en recesión. En este sentido resultan válidas las políticas contra cíclicas que los gobiernos realizan, ya sea inyectando más dinero en la economía, evitando emitir moneda sin respaldo, al igual que no se debe ampliar en demasía la curva de pleno empleo, porque ello determinaría inflación, que muchos de los que tenemos más de cuarenta años conocemos a detalle. Si no hay dinero en el mercado, no hay compras y tampoco ventas ni servicios y la economía no avanza. En nuestro caso, el circulante debe ser cuidadosamente ingresado al mercado a través del gasto público, las inversiones, la rebaja del encaje bancario, entre otras medidas, pero todas ellas con cautela.