MARIO ALVA MATTEUCCI
En un tiempo muy corto hemos sido testigos a través de las noticias de varios incendios ocurridos en la capital y en otras partes del país. El que generó temores de propagación hacia otros centros comerciales, fue el de una galería ubicada en la zona comercial de Mesa Redonda en el Cercado de Lima. Las imágenes que se propalaron en la televisión mostraron el hacinamiento de mercaderías colocadas sin ningún sustento técnico, apiladas unas sobre otras sin dejar espacios para un escape o colocar material altamente inflamable.
Otro de los incendios ocurridos y que ha sido quizás el que mayor indignación ha provocado a la población es el que se produjo en el almacén del Ministerio de Educación, en donde se quemaron cerca de medio millón de libros, cuadernos de trabajo, notebook, computadoras, paneles solares, kits de educación física, entre otros bienes. Ello en un contexto en el cual los útiles aún no habían sido repartidos a los distintos colegios del interior del país, pese a que ya se iniciaron las clases escolares.
En este contexto debemos verificar que las pérdidas económicas han sido cuantiosas, pero sin pérdidas de vidas humanas felizmente. Los incendios como sucesos críticos aparte de la destrucción que genera no hacen más que revelar que no tenemos una cultura de prevención, no respetamos las regla básicas de seguridad, no nos preocupamos por la adquisición de dispositivos que permitan identificar el peligro como alarmas contra incendios, detectores de humo, instalación de hidrantes, elaboración de planes de seguridad y de evacuación, entre otros elementos.
Los incendios también nos muestran la caótica situación por la que atraviesa el Cuerpo General de Bomberos Voluntarios del Perú, el cual es uno de los pocos del mundo que trabaja ad honoren, solo por vocación de servicio y de colaboración con la sociedad, no existen en el Perú bomberos rentados que tienen un sueldo, todos son voluntarios con mística de apoyo al prójimo.
La última adquisición grande de unidades de bomberos ocurrió en 1980, por lo que parque automotor supera ya los 30 o hasta 40 años y por más reparaciones que se les efectúen, son unidades que ya cumplieron su vida útil. Las mangueras que utilizan están rotas o parchadas por lo que la presión del agua termina por destruirlas aún más, los uniformes están desgastados, rotos o remendados, por lo que la protección que deben otorgar al personal que cumple las labores para sofocar los incendios es prácticamente nula, pudiendo causarles algún daño en su integridad. En esa condiciones infrahumanas y que en cualquier país del mundo estarían vetadas trabajan los bomberos voluntarios del Perú.
Desde acá hacemos un pedido al Gobierno de turno para que tomen en cuenta dentro del presupuesto, una ampliación extraordinaria para que se puedan adquirir los equipos necesarios que permitan a los bomberos prestar sus servicios con mayor seguridad y oportunidad, de tal manera que las emergencias se puedan atender lo más pronto posible, los bomberos cuenten con una protección mayor a su integridad física y las pérdidas económicas no sean de magnitudes inimaginables.
Otra manera de colaborar con los bomberos desde el lado privado sería la entrega de donaciones, ya sea en dinero o en equipos y ello de acuerdo a lo señalado por el literal x) del artículo 37º de la Ley del Impuesto a la Renta, sería gasto deducible para efectos de la determinación de la renta neta de tercera categoría.
Depende de todos nosotros el poder otorgar una ayuda a las personas que nos ayudan sin esperar nada a cambio.