Pocos saben que John B. Watson incursionó en el campo de la publicidad luego de ver su carrera académica abruptamente terminada por causa de lo que mi profesor Raul Gonzalez Moreyra llamaba “un lío de faldas”, un affair con Rosalie Rayner, su asistente de investigación (la misma con la que publicó en 1920 su famoso artículo sobre el caso de Alberto, el niño al que condicionaron a tenerle miedo a los objetos blancos y peludos: John B. Watson and Rosalie Rayner (1920). Conditioned emotional reactions. Journal of Experimental Psychology, 3(1), 1-14).
El escándalo ocasionado por este affair obligó a Watson a renunciar a la universidad John Hopkins, donde era profesor y director del laboratorio de psicología, y a buscar trabajo en la agencia de publicidad Walter Thompson. Allí, Watson aplicaría sus conocimientos sobre el conductismo para estudiar maneras de motivar el comportamiento consumista de la gente. Parece que fué muy exitoso con esto, pues llegó a ser ejecutivo de publicidad en la compañía William Esty. No se si será cierto, pero siempre me han dicho y he pensado yo misma que fué Watson quien incluyó el paradigma del condicionamiento clásico en la publicidad, asociando un estímulo incondicionado placentero universal (el sexo) a… cualquier cosa!! y logrando con esto que al adquirir el producto ciertas cualidades asociadas al sexo se elevaran las ventas de manera astronómica. ¿Podemos imaginar la publicidad actual sin este condicionamiento?
Si alguien quiere leer un artículo clásico de Watson, recomiendo este: Watson, J. B. (1913). Psychology as the Behaviorist Views it. Psychological Review, 20, 158-177. Se puede acceder a él aquí.
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