En los últimas semanas me he dado cuenta de que hay un montón de homofóbicos irracionales que son asesores pedagógicos, “investigadores” pedagógicos, acompañantes pedagógicos, especialistas de UGEL y etc. Estas personas tienen injerencia directa en lo que pasa en las aulas, en la formación de docentes, y en la promoción de ciertas ideas que son contrarias a lo que debe fomentarse en una sociedad democrática. ¿Qué hacer frente a ello? Hay quienes proponen que, en aras de la tolerancia, estas ideas se respeten. Sin embargo, la tolerancia no es un valor fundamental que deba seguirse de tal manera, que nos lleve a “respetar” lo irrespetable o a tolerar lo intolerable. La tolerancia como valor absoluto se rompe cuando uno llega a reconocer que no puede ni debe tolerar al intolerante.
Este artículo del 2003 de Barbara Applebaum, en el Journal of Moral Education, hace una reflexión sobre el tema que conviene releer ahora que estamos en tiempo de marchas, homofobias e intolerancia extrema para entender que este tipo de opiniones no pueden llevarse a las aulas.
El artículo se llama Social Justice, Democratic Education and the Silencing of Words that Wound y puede leerse aquí.