No abundaré en esta idea por falta de tiempo, pero sí quiero señalar, porque lo he oído ya demasiadas veces, que esa separación afecto-razón no tiene ningún sentido. Escucho a menudo decir que tal o cual cosa “tiene que sentirse”, no que pensarse, y realmente me entra una sensación tremenda de desconcierto y malestar porque creo que es una idea no solo equivocada sino tremendamente dañina precisamente para los objetivos que las personas que la plantean quieren alcanzar.
Por ejemplo. decir que el cuidado del medio ambiente y la sostenibilidad (por poner un ejemplo de los varios que he escuchado recientemente) es algo que debe sentirse, no que debe pensarse, es absurdo porque los afectos no son algo que pueda ponerse sobre el tapete o que pueda ser objeto de persuasión de una persona hacia otra. Se sienten y punto, subjetivamente. Y no se pueden dejar temas tan trascendente como la ecología o la educación ambiental en manos de sensaciones y emociones particulares que se sienten o no se sienten y que no están estructuradas por la razón. Porque, finalmente, es la razón la que le da estructura y sentido a nuestros afectos, no al revés. Y es la razón la que construye justificaciones de sentido para nuestras acciones.
Solo quería decir esto. He escrito un poco más sobre la relación entre cognición y afecto, aquí.