Prácticas culturales y juicios morales

No consigo entender a las personas que tienen la idea de que las culturas son entidades estáticas que comparten valoraciones uniformes que serían asumidas sin más por todos los miembros del grupo. Esta visión la tienen muchos antropólogos y también muchos psicólogos influidos por las ciencias sociales. He tenido inmumerables discusiones con ellos sobre el tema, pues tienden a ver solamente lo particular de las culturas y no lo que las personas tenemos en común precisamente por el hecho de ser seres humanos.

En más de una ocasión antropólogos o estudiantes de antropología me han llamado “representante de la cultura hegemónica”, y han dicho que soy irrespetuosa de la diversidad cultural y que pretendo homogenizar la escuela con intervenciones que lleven a  todos a pensar del mismo modo. Por supuesto, estas acusaciones no tienen sustento alguno y, en el fondo, pienso que los marcos epistemológicos y teóricos con los que trabajamos ellos y yo son tan diferentes que provocan que la propuesta constructivista piagetana no se comprenda.

En relación a lo moral y su vínculo con las prácticas culturales, veo con sorpresa como muchas personas defienden tradiciones y prácticas porque, dicen, tienen un sentido dentro de la cultura. Desde allí, se niegan a calificar dichas prácticas de buenas o malas con variados argumentos, entre ellos el que cualquier calificación de ese tipo viene de fuera de la cultura y por eso resulta inaceptable.

Discrepo con esta postura por muchas razones. Ya Turiel, en varias de sus investigaciones, ha demostrado que las personas al interior de las culturas no razonan de manera homogénea ni aceptan sin más todas las prácticas y valoraciones de sus contextos. Se pueden consultar entre otros muchos, estos dos textos:

Turiel, E. (1983). The Development of Social Knowledge: Morality and Convention. New York: Cambridge University Press

Turiel, E. (2002). The culture of morality. Social development, context, and conflict. Cambridge: Cambridge University Press

En una exposición hace muy poco tiempo recibí comentarios críticos por decir que prácticas como el Huaracanakuy o el chiaraje son atentatorias de la dignidad de las personas y por mostrar que una persona considerada ejemplo moral, así lo afirmaba. Me señalaron en ese momento que no se podía cuestionar una práctica cultural desde fuera de la cultura misma, con valores occidentales que no le son propios. Como no estoy de acuerdo con esto, y pienso más bien que el sentido cultural de una determinada práctica no es equivalente a su significación y calificación moral, quiero dejar aquí dos extractos de entrevista a dos adultos miembros de culturas distintas a la occidental y urbana: un shipibo, considerado sabio en su comunidad, y un Ayacuchano quechuahablante. Ambos son un muy buen ejemplo de agencia, sentido crítico y toma de conciencia sobre las propias prácticas y valoraciones culturales, indicando que estas no son homogéneas. El primero nos dice, en relación a la concertación de matrimonios por parte de los padres:

Antes a veces, las niñas de cinco años, de seis años, su mamá o su papá veía uno de edad, que era buen cazador, buen pescador y ya le entregaba. Eso está mal, yo lo rechazo. Pobre niña, que le entregaban y la niña crecía y como no era digamos… no era que ella ha querido, nadie le preguntaba a ella… entonces también se separaban, porque ya el señor ya se hacía anciano. Yo lamento eso, para mí era malo eso.

En relación al Huaracanakuy, el segundo entrevistado nos cuenta:

El Huaracanakuy era una salvajada. Agarraban naranjas verdes o piedras y con una huaraca así daban vueltas y las tiraban. Una salvajada, eso ya es salvajismo, les caía en la cabeza a la gente y hasta el ojo perdían. Ahora lo han prohibido. Y a mi me parece muy bien.

¿Se puede decir, luego de leer estos extractos, que las culturas son homogéneas y que las práctcias culturales nunca son cuestionadas desde dentro de la propia cultura, desde una perspectiva moral que reconoce derechos fundamentales?

Seguiremos más adelante con este importante tema.

Noa: imagen tomada de aquí.

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Comentarios

  1. Levy Farías escribió:

    Concuerdo plenamente contigo, Susana, aunque he leído bastante tanto de psicología como de ciencias sociales. Espero tener el tiempo para poder escribir de eso más adelante; pero para quienes se interesen en el tema, un documento importante es la (más bien vergonzosa) postura que tuvo la Antropología frente a la Declaración universal de los derechos humanos. En pocas palabras, el problema va más allá de las ópticas disciplinarias: está muy bien tener sumo cuidado de caer en posturas etnocentristas o discriminaciones culturales, pero no por eso vamos a "congelar" las culturas actuales, con todo los arcaísmos o elementos negativos que puedan tener. Tenemos que aspirar, mediante el diálogo entre culturas y subculturas, a captar y vivir mejor la base común o universal de la moralidad. Bien decía Tzvetan Todorov que el hecho de que el álgebra, p.ej., la hayan desarrollado los árabes no es pretexto para no enseñarla en los colegios. Así mismo, el hecho de que algunas culturas hayan contribuido más que otras a la historia de la democracia y de los derechos humanos no es razón para rechazar sus aportes y considerar preferible la enseñanza de cualquier injusticia o salvajada local y tradicionalmente consagrada.

  2. Enrique Delgado escribió:

    Sí, la distinción entre moralidad y convención es clave para el enfoque de derechos (más aún en un país diverso como el Perú), y da bastantes luces tanto para su fundamentación (jurídica, filosófica…)como para las intervenciones

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