No me da pena porque no los conozco (actualizado)

Walter Oyarce

Todos estamos indignados, conmocionados y demás por el asesinato de Walter Oyarce. A mi me da aun más indignación leer a personas que plantean que estos asesinos son “chivos expiatorios”, como si no se tratara de adultos que tienen (o deberian tener) sentido de agencia y capacidad de hacer juicios morales. Por favor!!! El presunto culpable no es un adolescente confundido, es un hombre de 36 años, con recursos económicos, y que además -luego del hecho- ha tenido la cobardía de huir del país.

Esto me hizo pensar en lo siguiente: una mamá me contó hace poco que al ver el accidente del avión chileno en la Isla Juan Fernández en el que murió, entre otras personas, el animador de televisión Felipe Camiroaga, su hija de 5 años -que no entendía por qué su mamá hablaba bajito y conmovida sobre el tema- le dijo muy resuelta: “a mi no me da pena porque no los conozco”.

Es absolutamente normal, evolutivamente hablando, que una niña de 5 años tenga dificultades para tomar la perspectiva del otro y sentir “su pena” como si fuera propia. Muchos niños no pueden hacerlo a los 5 años, como la niña de la historia que cuento, y es labor de los padres y de la educación en su conjunto ayudarlos a transitar el difícil camino del descentramiento, es decir, ayudarlos a construir un punto de vista social y una perspectiva ética y moral de la vida que les permita conmoverse por la situación de los otros aun sin conocerlos. En esta historia la sorprendida mamá solo atinó a decirle a su niña un “¡tiene que darte pena!”, como si sentir compasión o empatizar con alguien pudiera lograrse por mandato. Hubiera sido quizá más efectivo aprovechar la situación para tratar de descentrar a la niña y hacerle ver el sufrimiento del otro por comparación con el propio (imaginate qué hubiera pasado si en ese avión estuviera una persona que tú quieres mucho ¿como te hubieras sentido? Y entonces ¿como crees que se sienten los hijitos, o las mamás, de los que estaban en el avión?…) Uno se va a encontrar muchas veces con niños que no logran ponerse en el lugar del otro o que encuentran divertidas las desgracias ajenas, pero alli debería estar el adulto para corregirle al niño su percepción, conectar sus sentimientos, darle quizá un vocabulario nuevo y ampliar su punto de vista para integrar el de los demás. Una niña que conozco, muy pequeñita, decía por ejemplo que era gracioso que alguien no tuviera ni papá ni mamá. Ese comentario pudo quedar allí, pero su mamá tuvo la sensibilidad suficiente como para decirle a su hija, con mucho cariño, que eso no era gracioso, que era triste, porque esa persona quizá quería abrazar a sus padres y no podía y que seguramente eso le daba pena. Y las penas de la gente nunca pueden ser graciosas.

Este ejemplo no es vanal, pues parte importante de lo ocurrido con el chico Oyarce pasa por la lamentable carencia de estructuras de funcionamiento moral en las personas. No niego los factores sociales que explican lo ocurrido, por supuesto, y entiendo que hay otros agentes igualmente responsables además de los agresores directos (el club, el municipio…), pero los seres humanos tenemos agencia, capacidad de decisión, autonomía…. estos sujetos pudieron, aun en el último minuto, detenerse luego de razonar y darse cuenta de que lo que estaban haciendo iba a dañar a otro y no estaba bien.

Para poder hacer este juicio, sin embargo, se necesita de un tipo de educación, tanto en la escuela como en las familias, que ayude a las personas desde que son muy niñas a integrar el punto de vista del otro en sus juicios sobre el mundo y a ampliar su perpectiva de las cosas, de modo que la vida no se vea solamente desde el lado en el que uno está.

En esto estamos fallando como sociedad. Al igual que en el caso Oyarce, en el que comentarios en la web casi parecen justificar lo que le pasó (pueden ver la página facebook culpables todos para leer estos comentarios espantosos), también con el avión chileno hubieron burlas en un programa de TV y en la web. Que mayor indicador de que las estructuras morales a las que aludo en este post fallan o faltan en un gran número de personas.

Jorge Bruce, en esta columna (en relación a otro tema y en otro contexto) dice que esa indiferencia hacia lo que no me duele en carne propia es el más acertado diagnóstico de la fragilidad de nuestro lazo social. Y si, claro, la educación que reciben los niños en las aulas y fuera de ellas no los ayuda a que esta indiferencia, normal en la infancia pero terriblemente patológica en la adultez, se revierta, se reconstruya y/o desaparezca.

Actualización:
Muy buen artículo de Victor Vich

Puntuación: 4.50 / Votos: 2

Comentarios

  1. Haydee O. escribió:

    Totalmente de acuerdo contigo Susana; sin embargo, también es importante decir que en esta incapacidad para ponerse en el lugar del otro también está presente la incapacidad para establecer límites entre lo propio y lo ajeno. Además de una crisis de valores, hay una incapacidad social y generalizada para decidir hasta donde puedo llegar, qué está permitido y que no y sobretodo para tener en cuenta las consecuencias de los actos.
    Es necesario abordar el problema desde una perspectiva integral y donde los diferentes estamentos estén involucrados: familia,escuela, grupos civiles, etc.

  2. Víctor Hugo escribió:

    Creo que los tiempos en que nos esmeramos por ser mejores económicamente, en algunas perdsonas está mermando la capacidad de pensar en el sentir del otro. Nos estamos individualizando a pesar de tener mejores redes de comunicación, y es que ningúna tecnología reemplazará al abrazo a un amig@ y el beso a tu pareja.

  3. Mario Ramirez escribió:

    Este caso saca problemas morales y eticos en todos los aspectos posibles. Como siempre en este tipo de casos mediaticos, se filtra el informe psicologico forense de los implicados… http://www.diario16.com.pe/
    Cada vez que veo uno de estos casos me indigna lo poco metido que tienen en la cabeza la confidencialidad, principio etico fundamental para todo psicologo.

    (tildes omitidas)

  4. sfrisan Autor escribió:

    Mario, ese es un problema muy frecuente en nuestro medio… son malos psicólogos los que permiten esto.

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