No he comentado el problema que está teniendo la PUCP con la Iglesia porque sobran comentarios más inteligentes e informados que los que podría hacer yo. Pero no puedo dejar de decir algo sobre la evidente mentira acerca de los premios a docentes que ha dicho Amprimo el día de hoy en El Comercio. La entrevista completa se lee aquí, pero copio la partecita que motiva esta entrada:
A la pregunta de ¿Cómo podrían mejorar?, Amprimo responde:
Por ejemplo, la junta de administración del patrimonio de Riva Agüero podría determinar que lo que producen esos bienes sea utilizado para construir un lugar en el que vivan los alumnos de provincias. Podría establecer un programa de premios a los mejores profesores, para que sean los docentes elegidos por los alumnos los galardonados, y no los amigos de las autoridades. En fin, un sistema distinto.
De ninguna manera puede admitirse que los premios a docentes la PUCP los da a los amigos de las autoridades. En primer lugar, la universidad ha trabajado mucho en establecer criterios cada vez más objetivos para premiar el desempeño docente en varias líneas diferentes, investigación, publicaciones, responsabilidad social, y por supuesto docencia universitaria. Yo misma he sido beneficiaria de varios de estos premios, sin ser amiga de nadie en particular. Si bien pueden perfecccionarse y en ese camino estamos, los criterios de premiación y bonificación son cada vez mejores, y me consta pues he participado como jurado alguna vez, precisamente en concursos en los que no estaba involucrada y evaluando el trabajo de profesores del área de ciencias e ingeniería que para mi eran completamente desconocidos.
Es más, la opinión de los alumnos para la promoción de docentes y para el bono que recibe el profesor por su desempeño como tal toma en cuenta la voz de los estudiantes incluso repetidas veces, pues lo considera como criterio el jefe del Departamento, el Decano en la Facultad, y también se toma en cuenta en general a partir de las encuestas, aun a pesar de que muchos profesores tenemos serias observaciones al criterio de los estudiantes para evaluar a sus profesores, pues si bien los alumnos conocen al profesor en aula son pocos los que saben la real carga académica que tiene o las investigaciones que hace (y si las publica en medios de prestigio o no), o que tienen una idea suficiente de los procesos de enseñanza y aprendizaje como para juzgar objetivamente (y no afectivamente) quien enseña bien y quien mal, quien produce real conocimiento en sus estudiantes y quien solamente pone notas altas o es simpático y “buena gente” (ver aquí por ejemplo un comentario mio al respecto).
Podría seguir enumerando razones pero creo que con lo que digo basta para darse cuenta de que las declaraciones tendenciosas del abogado Amprimo respecto a este punto (los premios a docentes) son solamente calumnias a las que la opinión pública no debe prestar oídos.